¿Resolveremos algún día el misterio de los montículos de Mima?

¿Glaciares? ¿Roedores? ¿Terremotos? Tras más de un siglo de excavaciones, la comunidad científica nunca se ha puesto de acuerdo sobre qué formó uno de los accidentes geográficos más extraños del mundo.

Por Benjamin Cassidy
Publicado 10 abr 2024, 16:28 CEST
Colinas en la pradera de Mima

Cientos de colinas de hasta dos metros alto y doce de ancho salpican la pradera de Mima, en el suroeste del estado de Washington (EE. UU.). Conocidos como montículos de Mima, estos fenómenos naturales se encuentran en casi todos los estados al oeste del río Misisipi y, sin embargo, los científicos siguen sin saber qué los causó.

Fotografía de WGS UAV Team

A la sombra de dos volcanes activos, hay una franja de tierra en el estado de Washington (Estados Unidos) donde la Tierra parece que tiene la carne de gallina.

Cientos de montículos salpican una pradera en la Reserva Natural de Mima Mounds, una rara extensión de pradera entre los montes Rainier y Santa Elena. Los montículos de Mima (que miden entre uno y dos metros de alto y hasta doce de ancho) son un buen ejemplo tanto de maravilla natural impresionante como de un misterio científico indescifrable.

No son los únicos. Ondulaciones similares han aparecido en pastos de casi todos los demás estados al oeste del río Misisipi e incluso en otros países, como Sudáfrica.

Sin embargo, a pesar de más de un siglo de excavaciones, nunca se ha llegado a un consenso sobre por qué aparecieron estos "granos en el suelo" en la pradera de Mima, ni en ningún otro lugar.

"Hay teorías que van y vienen", dice Regina Johnson, ecóloga adjunta de áreas naturales del Departamento de Recursos Naturales de Washington, que gestiona la Reserva del Área Natural de los Montículos de Mima. Según el departamento, existen más de 30 teorías publicadas que atribuyen los montículos a todo tipo de causas, desde terremotos hasta una antigua inundación, pasando por las tuzas, una roedor americano de aspecto similar al del topo.

Sí, tuzas. En 2013, un estudio que demostraba que estos tenaces roedores, concretamente los geómidos o Geomyidae, una familia de roedores americanos, podrían haber creado los montículos llevó a la revista Science a declarar: "Misterio de los montículos de Mima resuelto".

Aun así, algunos científicos seguían sin estar convencidos. ¿Por qué resurge el debate sobre los montículos?

(Relacionado: ¿Resolveremos algún día estos 5 misterios ancestrales?)

Cómo surgió la teoría de las ardillas de tierra

Desde que los exploradores europeos avistaron montículos Mima en el noroeste del Pacífico a mediados del siglo XIX, la comunidad científica se ha cuestionado su origen. En 1913, el geólogo J. Harlan Bretz, cuyas investigaciones explicarían más tarde la formación de los Channeled Scablands del este de Washington, sugirió que las protuberancias de tierra se originaban a partir de suncups, u hoyos en la nieve y el hielo. Estas depresiones acumulaban sedimentos y daban lugar a montones redondeados de tierra y rocas.

R. C. Newcomb, del Servicio Geológico de Estados Unidos, planteó en 1940 la hipótesis de que los montículos se debían a polígonos de escarcha, un fenómeno en el que el hielo rellena las grietas de la tierra helada y luego se derrite, dejando huecos en el suelo. Posteriormente, otros geólogos rechazaron esta idea.

Pero en 1942, un estudiante de la Universidad de Washington y un biólogo del Servicio de Pesca y Vida Silvestre de EE. UU. llegaron a una conclusión sorprendente que, sin embargo, no pasó desapercibida: en The Journal of Geology, atribuyeron la formación de los montículos de Mima a las tuzas conocidos vulgarmente también como taltuzas o ratas de abazones.

Imagen obtenida por lidar de los canales de drenaje de la glaciación en la pradera de ...

La Pradera de Mima se formó alrededor del borde más meridional de lo que fue la capa de hielo de la Cordillera. Durante la última glaciación, esta capa de hielo obligó a muchos ríos que salían de la cordillera de las Cascadas a drenar hacia el sur, hacia esta región, como se ve aquí en una imagen obtenida por lidar de los canales de drenaje de la glaciación.

Fotografía de Image Courtesy Washington Geological Survey (Washington State DNR)

Walter W. Dalquest y Victor B. Scheffer afirman que, a lo largo de miles de años, estos animales construyeron pequeñas colinas mientras excavaban en busca de raíces vegetales. La aparente equidistancia entre los montículos correspondía lógicamente a los límites de los territorios de las ardillas de tierra. Sin embargo, había un problema con su teoría: "En aparente contradicción con nuestra hipótesis, no hay tuzas en esta pradera".

Creían que los roedores debían de haber desaparecido del paisaje tras la propagación de una enfermedad, una sequía o un incendio.

Pero muchos científicos no estaban satisfechos. El glaciólogo A.L. Washburn, en una exhaustiva revisión de 1988, escribió que la "hipótesis fosorial-roedor para el origen de los montículos está sujeta a una serie de serias objeciones". En las zonas donde las rocas de los montículos eran demasiado grandes para que las ardillas las transportaran, por ejemplo, la teoría era fácil de descartar. Y aunque habitaran los montículos, su presencia no probaría necesariamente la causalidad; podrían haber elegido la zona para vivir porque las pequeñas colinas ya estaban allí.

Unos 70 años después de la publicación de su investigación, Dalquest y Scheffer recibieron por fin un importante respaldo científico en 2013, cuando Manny Gabet, geomorfólogo de la Universidad Estatal de San José (Estados Unidos), visitó por casualidad la Reserva Natural de los Montículos de Mima. Oyó hablar de la teoría de los animales y se propuso comprobar si realmente podían haber construido estos grandes montículos distribuidos casi uniformemente.

Para ello, se fijó en el papel que desempeñan los roedores en el mantenimiento de los montículos Mima de California (confusamente, a menudo se les llama montículos Mima incluso fuera de la Pradera Mima). A partir de los datos de un estudio de 1987, Gabet y sus colegas desarrollaron un modelo informático que mostraba cómo cambiaría un campo llano a lo largo de cientos de años con ardillas distribuidas aleatoriamente excavando. Las colinas que crearon coincidían casi exactamente con la altura y la forma de los montículos de Mima en California, según un estudio publicado en Geomorphology.

"La razón por la que estos montículos fueron un misterio durante tanto tiempo es que parecen formarse muy, muy lentamente, o no formarse en absoluto", explica Gabet; "es un proceso tan lento que, a lo largo de la vida de alguien, no se notaría realmente ningún cambio".

La teoría recibió más apoyo de un libro seminal de 2013 de la Sociedad Geológica de América, Mima Mounds: The Case for Polygenesis and Bioturbation. Sin embargo, cuando Gabet llevó sus hallazgos al Departamento de Recursos Naturales de Washington, los funcionarios seguían siendo "muy escépticos", dice.

Fuerzas naturales

A finales del siglo XX y principios del XXI, surgieron otras teorías que rivalizaban con la de Dalquest y Scheffer. Estas teorías se centraban principalmente en una fuerza natural (hielo, viento o agua, como un río) como fuente de deposición.

Una variante que sigue siendo popular hoy en día, la hipótesis eólica, afirmaba que la vegetación atrapaba los sedimentos arrastrados por el viento, dando lugar a acumulaciones en forma de montículos. Otras hipótesis sugerían un escenario inverso: que el agua de deshielo glaciar erosionaba la zona alrededor de los árboles y otra vegetación, creando pequeños valles entre las protuberancias sobre las que se asentaban.

En 1990, un investigador llamado Andrew Berg afirmó algo totalmente distinto: decidió que los montículos de Mima procedían de las ondas sísmicas. Utilizando un tablero de contrachapado recubierto de limo, Berg simuló las vibraciones de los seísmos con un martillo y descubrió que podía crear montículos "casi idénticos a los encontrados sobre el terreno".

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      Un sendero serpentea entre los montículos de Mima en la pradera de Mima
      Foto aérea que revela los misteriosos dibujos en el suelo de la Pradera Mima
      Izquierda: Arriba:

      Un sendero serpentea entre los montículos de Mima en la pradera de Mima, en el condado de Thurston. Algunos científicos han planteado la hipótesis de que las ardillas de tierra pueden haber sido las responsables de la creación de estos misteriosos montículos.

      Fotografía de Dan Coe, WGS, DNR
      Derecha: Abajo:

      Esta foto aérea revela los misteriosos dibujos en el suelo de la Pradera Mima. Otra de las principales teorías sobre los montículos de Mima es que se formaron por un estallido glaciar ocurrido en las tierras bajas de Puget durante la última glaciación.

      Fotografía de Washington Geological Survey (Washington State DNR)

      En los últimos años ha cobrado fuerza otra teoría, más centrada en el origen de los sedimentos que en su formación como montículos en el Estado de Washington. Sugiere que una inundación glaciar arrastró sedimentos, incluidas rocas volcánicas, desde las proximidades del monte Rainier hasta las tierras bajas de Puget hace casi 17 000 años. Finalmente se asentó sobre el suelo de grava procedente de una recesión glaciar más amplia. Se ha demostrado que la pradera de Mima se formó en el extremo sur de una capa de hielo.

      Este relato científico coincide con la historia oral de los nativos de la zona. Los guardianes del conocimiento del Alto Chehalis han dicho que una inundación dejó montículos con forma de olas. Otra historia tradicional dice que una corriente de agua trajo ballenas y marsopas a la tierra, lo que creó jorobas en el terreno (de hecho, se encontraron huesos de ballena en el cercano río Chehalis).

      Pero la probabilidad de que se produjera una inundación de este tipo en todos los lugares donde se formaron los montículos de Mima es prácticamente nula. Y las tuzas, o cualquier otra fuerza, podrían haber movido el sedimento para generar los montículos. "Son probables múltiples explicaciones", escribió Washburn en 1988.

      Johnson está de acuerdo con Washburn en que puede haber más de una causa. Ella prefiere algún tipo de explicación glaciar y no está tan segura de la teoría de las tuzas (aunque estos animales siguen existiendo en el oeste de Washington, donde se encuentra la pradera de Mima). Pero conoce a biólogos que creen que es cierta. "Es posible que las tuzas lo hayan hecho en algunos de los lugares donde hay montículos", afirma; "pero, no necesariamente va a ocurrir lo mismo en otros lugares".

      Gabet sigue creyendo que las tuzas están detrás de algo más que los montículos de California y le gustaría que su investigación se aplicara en otros lugares.

      Para que quede claro, los montículos de Mima, incluso dentro de la misma región, no son todos idénticos. Dan Coe, editor gráfico del Servicio Geológico de Washington, ha creado mapas de los numerosos accidentes geográficos característicos del estado. Aunque algunos de los montículos que ha visto en otras partes del noroeste del Pacífico se parecen a las pequeñas colinas de la Reserva Natural de los Montículos de Mima, otros son más largos y más cortos. Ninguno iguala la pura repetición de formas circulares y elípticas.

      "La regularidad del patrón de los montículos es realmente sorprendente", afirma Coe; "no se ve a menudo tal simetría, al menos en esa forma, en la naturaleza".

      Coe visita a menudo a pie este Monumento Natural Nacional de 257 hectáreas. Hogar de muchas aves que anidan en el suelo en el oeste de Washington, como la alondra de los prados occidental, la reserva adquiere un brillo particular en primavera, cuando florecen las flores de camas púrpuras. Antaño, las tribus recolectaban la abundancia de bulbos del paisaje y comerciaban en esta zona.

      Ahora, los turistas y lugareños que han descubierto este paisaje a menudo pasado por alto entre los parques nacionales pueden intercambiar teorías sobre lo que provocó su paisaje de otro mundo. "No sé si alguna vez lo sabremos con certeza", afirma Johnson.

      Pero aunque nadie se ponga de acuerdo sobre qué formó los montículos, no se puede negar su efecto duradero, especialmente en la Pradera Mima ya que, como dice Coe: "Es un lugar surrealista".

      Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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