La purpurina vegetal puede degradarse de forma natural en tan sólo cuatro semanas.

¿Qué hacemos con el problema de la purpurina?

La purpurina está hecha para ser diminuta y adherirse a las superficies, contribuyendo a la contaminación microplástica. Las soluciones biodegradables, aunque en desarrollo, son prometedoras.

A diferencia de la más común (y barata) purpurina de plástico, que dura cientos de años, la purpurina vegetal (en la foto) puede degradarse de forma natural en tan sólo cuatro semanas.

Fotografía de Benjamin Droguet
Por Leah Worthington
Publicado 22 jul 2024, 10:44 CEST

Es difícil resistirse a un poco de brillo. Durante siglos, la gente ha codiciado y se ha adornado con piedras preciosas, metales y cualquier otra cosa que atrape la luz. La purpurina, un conjunto de diminutas partículas reflectantes procedentes de fuentes naturales como el polvo mineral, ha sido durante mucho tiempo una forma sencilla de deslumbrar. 

Ya en el año 400 d.C., por ejemplo, los mayas utilizaban mica en la pintura, que brillaba al sol. Otros pueblos antiguos de Norte América utilizaban el mismo mineral para adornar tumbas y crear figuras.

La tecnología moderna, en particular el desarrollo de los plásticos sintéticos, nos ha proporcionado infinitas y baratas fuentes de purpurina. La purpurina plástica se puede ver en todo tipo de productos, desde cosméticos y velas hasta papel de regalo y crema solar.

Pero esas motas brillantes no desaparecen cuando se desprenden de la cara o de la tarjeta de cumpleaños. De hecho, cada vez son más los estudios que apuntan a las graves consecuencias medioambientales de la contaminación por microplásticos

“Una de las cosas malas es que se fabrican intencionadamente para que sean pequeños... y también muy móviles”, afirma Robert Hale, científico medioambiental y profesor del Instituto de Ciencias Marinas de Virginia (Estados Unidos). Se han encontrado microplásticos en todas partes, desde la Antártida hasta las profundidades oceánicas y, más recientemente, en la placenta, las heces y los vasos sanguíneos de los seres humanos. 

Con la purpurina en el punto de mira, los expertos discuten cuánto daño puede hacer un poco de purpurina de plástico y si las alternativas no plásticas ofrecen soluciones viables. 

(Relacionado: Cómo detectar los microplásticos ocultos en casa)

La purpurina en nuestro ecosistema afecta a toda la vida, incluida la nuestra

La mayoría de las purpurinas, que miden menos de cinco milímetros, se consideran microplásticos y suelen constar de tres capas: un núcleo de plástico, una capa reflectante y una última capa fina de plástico. Al igual que otros microplásticos (en gran medida subproductos de la descomposición de plásticos de mayor tamaño), la purpurina ha despertado la alarma por la facilidad con que se propaga.

“A menudo se aplica a una superficie con poca fuerza... así que, por naturaleza, se cae y se distribuye con facilidad”, afirma Hale. Con el tiempo, las partículas de purpurina se fragmentan aún más, haciéndose más pequeñas y más fáciles de ingerir. “Cuando se hace lo suficientemente pequeña, puede realmente entrar en las células... y participar o interferir en varias reacciones bioquímicas esenciales”.

Los microplásticos son un peligro medioambiental conocido que prolifera en entornos marinos y terrestres y que, debido a su tamaño, es casi imposible eliminar. Las altas concentraciones de microplásticos brillantes parecen obstaculizar el crecimiento de organismos acuáticos, como el fitoplancton y el zooplancton, que forman la base de la cadena alimentaria y desempeñan un papel fundamental en la producción de oxígeno y el consumo de dióxido de carbono.

“Este microplástico es tan pequeño, a nanoescala, que [el zooplancton] podría comérselo y desgarrar sus órganos internos”, afirma el autor del estudio, Rafael Barty Dextro, biólogo investigador del Centro de Energía Nuclear y Agricultura de Brasil. 

Una muestra del Canal de la Mancha muestra lo que podrían consumir los peces a la izquierda y el plástico a la derecha. El trozo blanco y la fibra roja deshilachada de la derecha son polietileno, pero para un pez joven también pueden parecer comida.

Fotografía de David Liittschwager

Las pequeñas cantidades de purpurina pueden acumularse rápidamente en las células y en los animales más grandes de la cadena alimentaria. Los microplásticos se han vuelto omnipresentes y están muy concentrados en las masas de agua, sobre todo en los sedimentos marinos, donde se introducen en los cuerpos de pequeños peces y vertebrados, que luego son consumidos por especies más grandes.

En un estudio sobre mortalidad vírica en peces, Hale descubrió que los microplásticos amplificaban los efectos del virus, probablemente al causar daños físicos en las branquias y permitir que el patógeno entrara más fácilmente. Las pruebas han encontrado microplásticos en el tracto gastrointestinal y las heces de animales terrestres, como serpientes, aves e incluso ganado.

No es sólo el plástico lo que puede filtrarse y contaminar el medio ambiente: la purpurina suele contener todo tipo de aditivos químicos tóxicos para dar color y brillo. “Así que todo esto, una vez en contacto con el agua y el aire, empieza a degradarse y a liberar todos esos compuestos en el agua”, explica Dextro. 

Aunque los peores efectos se han detectado en la vida marina y el ecosistema, los seres humanos también corren peligro, sobre todo por los brillos cosméticos.

Hale advierte de que la aplicación directa de purpurina sobre la piel puede provocar la absorción o inhalación de diminutas partículas de plástico. Los humanos pueden ingerir entre 74 000 y 121 000 micropartículas de plástico al año, según una estimación de 2019. Aunque los impactos fisiológicos aún se están estudiando, dice, estos “cuerpos extraños” se han relacionado con una serie de problemas, como daños en el ADN, disfunción de órganos y problemas cardiovasculares. Un estudio reciente halló una correlación entre altos niveles de microplásticos en la placa arterial y problemas cardiacos y circulatorios, mientras que otro estudio relacionó la enfermedad inflamatoria intestinal con mayores concentraciones de microplásticos fecales. 

Aunque las cantidades de purpurina son bastante pequeñas en comparación con otras fuentes de microplásticos, Hale lo describe como un riesgo innecesario. “[La purpurina es] una de esas exposiciones voluntarias fuertes... y fácilmente evitables”.

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      Las purpurinas biodegradables brillan como las de verdad, sin permanecer indefinidamente en el medio ambiente.

      Fotografía de Benjamin Droguet

      Resolver el problema de la purpurina

      Los crecientes temores sobre los peligros de la acumulación de microplásticos han llevado a algunas autoridades a intentar eliminarlos por completo.

      En 2022, California estudió, pero no aprobó, un proyecto de ley que habría prohibido los cosméticos y otros productos que contuvieran “microplásticos añadidos intencionadamente”. La purpurina está prohibida en dentro de la ciudad de Black Rock que se monta anualmente para el festival Burning Man, así como en docenas de festivales de música británicos. Las llamadas “prohibiciones de la purpurina” (que prohíben la fabricación y venta de determinados productos que contienen microplásticos) están en vigor en Nueva Zelanda y la Unión Europea.

      Otros intentan contentar a maquilladores y organizadores de festivales con soluciones alternativas, como la purpurina biodegradable. Las opciones no plásticas empiezan a llegar al mercado, con purpurinas fabricadas con celulosa vegetal, mandioca y mica.

      Bioglitter, el primer fabricante de purpurina no plástica, produce su purpurina ecológica con celulosa de pulpa de madera, principalmente eucalipto. Este extracto se convierte en una película, se corta en hexágonos y se recubre con pigmentos, estabilizadores y, lo más importante, goma laca, una secreción brillante de la cochinilla de la laca (Kerria lacca) que añade brillo. En tan sólo cinco o seis semanas, la purpurina se degradará de forma natural en entornos que contengan microorganismos, los cuales “consumen la purpurina y la convierten en sustancias inocuas: agua, dióxido de carbono y biomasa”, afirma Lauren Jones, fundadora de Luminosity Glitter, un minorista de Bioglitter. 

      Pero incluso la purpurina biodegradable puede tener sus propios problemas. En estudios preliminares, los investigadores descubrieron que la purpurina de celulosa y mica era más perjudicial para el crecimiento de la lenteja de agua y el fitoplancton que la purpurina convencional.  “Se necesita investigación ecotoxicológica para comprobar el impacto de los nuevos tipos de purpurina y no crear un nuevo problema”, afirma Dannielle Green, ecologista y experta en contaminación por plásticos de la Universidad Anglia Ruskin.

      Otros han visto resultados más prometedores. Aunque los análisis siguen en curso, Mauricio Junior Machado, microbiólogo agrícola de la Universidad de São Paulo (Brasil), afirma que las observaciones iniciales no han encontrado efectos agudos de la purpurina biodegradable a base de mandioca y mica sobre el crecimiento celular de las cianobacterias de agua dulce. 

      Mientras tanto, Green subraya el valor de las acciones individuales, a saber: no esparcir ni tirar purpurina por el desagüe. “Podemos tomar la decisión de evitar por completo la purpurina o de deshacernos de ella de forma responsable”, concluye.

      Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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