Amenazas para la tundra
Los cambios provocados por el clima en estas duras tierras de los confines de la Tierra podrían tener un impacto mundial.
Este artículo se publicó originalmente el 18 de marzo de 2011 y ha sido actualizado y ampliado el 20 de enero de 2023.
Las tundras se cuentan entre los biomas más fríos y duros del mundo, con temperaturas extremas y escasas precipitaciones. Pero estos entornos del Ártico y las montañas distan mucho de ser invulnerables, pues son sensibles a las perturbaciones humanas y al cambio climático.
Hogar de animales como zorros árticos, osos polares, lobos grises, renos, gansos de las nieves y bueyes almizcleros, la tundra ártica está cambiando de forma amplia (y algo impredecible) a medida que aumenta la temperatura media mundial. Su base subyacente de suelo congelado y materia vegetal, llamada permafrost, se está descongelando. Esto está convirtiendo la tundra en una fuente de emisiones de gases de efecto invernadero, ya que los microbios del suelo convierten el carbono en dióxido de carbono y metano. La tundra también tarda en repararse de las alteraciones físicas, como las huellas de neumáticos de vehículos pesados.
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Amenazas para la tundra
El cambio climático
Un clima más cálido podría cambiar radicalmente los paisajes de la tundra y las especies que pueden vivir en ellos. El calentamiento crea posibles circuitos de retroalimentación que favorecen una mayor desestabilización de los ecosistemas de la tundra. La liberación de metano por el deterioro del permafrost, por ejemplo, alimenta el ciclo de deshielo, mientras que las temperaturas más altas impulsan el crecimiento de arbustos, que pueden cambiar la temperatura del suelo e impedir que la nieve refleje el calor.
La proliferación de arbustos también desplaza a los líquenes, una importante fuente de alimento para los renos y otros animales. Las tundras más cálidas también podrían sufrir un mayor riesgo de incendios forestales y sequías: los científicos han documentado una importante desaparición de lagos en el oeste de Groenlandia entre 1969 y 2017.
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Contaminación atmosférica
La contaminación atmosférica afecta a los entornos de la tundra de diferentes maneras. Según un estudio de 2018, las nubes del Ártico son especialmente sensibles a la contaminación atmosférica, que estimula la formación de nubes y tiene un efecto tapizante. El carbono negro procedente de motores diésel, incendios y otros tipos de combustión puede depositarse en la nieve, disminuyendo su capacidad de reflejar la luz solar y provocando un deshielo más rápido.
Los productos químicos utilizados en los refrigerantes y aerosoles han provocado la disminución de la capa de ozono en los polos norte y sur, lo que puede dejar entrar rayos ultravioleta más intensos. Y el mercurio tóxico, enviado a la atmósfera por la quema de carbón y la actividad industrial, se está acumulando en la tundra ártica, amenazando tanto a los seres humanos como a los animales que viven en la región. La contaminación atmosférica también puede dañar o matar la importante fuente de alimento de los líquenes.
Actividad industrial. Las industrias del petróleo, el gas y la minería pueden alterar los frágiles hábitats de la tundra. La perforación de pozos puede descongelar el permafrost, mientras que los vehículos pesados y la construcción de oleoductos pueden dañar el suelo e impedir el retorno de la vegetación. Esta actividad también aumenta el riesgo de vertidos tóxicos. Las pruebas sísmicas para la explotación de petróleo y gas en los años 80 dejaron huellas en la tundra que siguen siendo visibles décadas después.
Especies invasoras y migratorias
El cambio climático está reduciendo las poblaciones de algunas especies autóctonas de la tundra ártica, como el caribú (o reno), al favorecer el aumento de parásitos y enfermedades y dañar las fuentes de alimento. Pero otras especies, como los arbustos y la araña lobo, están prosperando.
El zorro rojo, que suele encontrarse más al sur, se está desplazando hacia el norte, a la tundra, y compite con el zorro ártico por la comida y el territorio. Aunque todavía son pocas las especies invasoras que han arraigado en el Ártico, el cambio climático aumenta el riesgo de que esto ocurra. Y la actividad humana, tanto cercana como lejana, puede cambiar el equilibrio: como los gansos de las nieves han aprendido a alimentarse en las tierras de cultivo en lugar de en la naturaleza en sus rutas migratorias, su número explosivo ha amenazado con degradar sus lugares de nidificación en la tundra.
Soluciones
Para salvaguardar los hábitats de la tundra, es fundamental reducir la contaminación nociva que calienta el planeta, abandonando los combustibles fósiles. Otras medidas incluyen la creación de refugios y protecciones para determinadas especies y regiones, al tiempo que se limita o prohíbe la actividad industrial. El Consejo Ártico, foro intergubernamental de países árticos, también ha creado un grupo de trabajo para estudiar y prevenir la propagación de especies invasoras en la región.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.