29 de julio de 2016
El Parque Nacional de Virunga, en el este de la República Democrática del Congo (RDC), es el parque natural con mayor diversidad en toda África. Sus 7.800 kilómetros cuadrados incluyen bosques, áreas nevadas, praderas características de la sabana y volcanes activos y dormidos.
También es el hogar de unos 300 gorilas de montaña: más de un cuarto de los que quedan en el planeta. Bajo la superficie de Virunga yace una gran riqueza de minerales y petróleo, codiciados por las multinacionales.
Ser un guarda forestal –o “gardien du parc”, como dicen allí– en la brigada paramilitar de conservación de Virunga supone uno de los trabajos más prestigiosos en el Congo oriental. Pero también está considerado uno de los trabajos más peligrosos: desde el año 1996, más de 150 guardas de Virunga han muerto en acto de servicio.
Para conocer más sobre Virunga y su problemática, no te pierdas "Explorer: La Batalla por el Virunga", el próximo sábado 30 de julio a las 19:30 en National Geographic Channel. Esta producción muestra por qué Virunga es un sitio de peligro y muerte. Una zona afectada por los conflictos armados y la corrupción que, desgraciadamente, se ha convertido en noticia en demasiadas ocasiones.
Emmanuel de Merode
Al frente de estos guardas se encuentra Emmanuel De Merode, elegido en agosto de 2008 por el gobierno de la RDC para administrar y proteger el parque nacional más antiguo de África. Virunga está supervisado por el Instituto Congoleño para la Conservación de la Naturaleza (ICCN), un organismo gubernamental.
Nacido en el seno de una familia de la nobleza belga y oficialmente designado príncipe, llegó al Congo en 1993 para investigar y realizar su tesis doctoral en antropología.
Comenzó a trabajar de forma cercana con los guardas de Virunga gracias a la ONG Nairobi WildlifeDirect, fundada en 2004 por su cuñado, Richard Leakey, un paleoantropólogo keniata. Poco a poco, De Merode fue adquiriendo reputación como amigo y salvaguarda del pueblo congoleño, y de su vida salvaje.
Una naturaleza utópica
Virunga, que fue fundada en 1925 por el rey belga Alberto I, es resultado de la utopía de un naturalista. Ligeramente más pequeño que Yellowstone, se trata de una tierra de diversidad sin igual que acoge a la mitad de todas las especies del continente africano. Debido a las grandes variaciones del parque en altitud y precipitaciones, y a su localización sobre la falla Albertina –sísmicamente activa–, los hábitats del parque incluyen llanuras de lava, selvas tropicales, marismas, sabanas, glaciares, zonas de montaña nevadas y dos volcanes activos –incluyendo el Nyiragongo, que contiene uno de los lagos de lava a cielo abierto más espectaculares del mundo–.
La fauna de Virunga, que incluye elefantes, leones, hipopótamos, chimpancés y okapi –unos mamíferos cercanos a las jirafas que viven en los bosques–, también es muy variada. Los habitantes más preciados del parque son aproximadamente 300 de los 880 gorilas de montaña que quedan en el mundo. Estos animales viven en las laderas bajas de varios volcanes extintos en el extremo sudoriental del parque, en la frontera con Ruanda y Uganda.
Caos y guerra en Virunga
Sin embargo, pese a la riqueza natural de Virunga, el parque que De Merode encontró al asumir el cargo era un completo caos.
Además de encontrarse deteriorado por décadas de mala gestión por parte de los anteriores guardas, Virunga sirvió, durante 14 años, de campo de batalla para lo que algunos expertos denominan la Guerra Mundial Africana: un conflicto multilateral que, en su punto álgido, involucró a nueve ejércitos nacionales africanos y a docenas de grupos rebeldes, y que produjo una crisis humanitaria que dejó unos 5 millones de muertos.
Desde julio de 1994, cuando más de un millón de refugiados hutu procedentes de Ruanda huyeron atravesando la frontera de la RDC mientras el Frente Patriótico de Ruanda se hacía con el poder en Kigali, el parque ha estado bajo grandes tensiones.
Con el paso del tiempo, mientras numerosos grupos armados volvían a la caza furtiva, también se incrementó la pesca ilegal y otras actividades de extracción para financiar sus operaciones. Y en ocasiones, con el transcurso de los años, continuaban su lucha porque no conocían otra forma de vivir.
En el año 2007, la crisis de Virunga alcanzó su punto crítico. En septiembre de ese año, fuerzas leales al señor de la guerra tutsi (uno de los tres pueblos nativos de las naciones del África Central, Ruanda y Burundi), Laurent Nkunda, se hicieron con el sector Mikeno del parque, hogar de los gorilas de montaña de Virunga, y se negaron a dejar salir o entrar a los guardas.
Ese año, diez gorilas aparecieron muertos. De hecho, al menos siete de estos animales no habían sido asesinados por rebeldes o cazadores furtivos, sino por los implicados en un asunto ilegal relacionado con el carbón, vinculado al entonces al jefe de los guardas del parque, Honoré Mashagiro. En agosto de 2008, con Mashagiro en la cárcel y a espera de juicio, y el departamento gubernamental ICCN sacudido por luchas de poder internas, Kinsasa (capital de la RDC) decidió recurrir a un extranjero, De Merode, para recuperar el control del parque.
Una gestión exitosa
Y De Merode aceptó esta tarea con gusto. Lo primero que hizo fue contactar con el líder rebelde Nkunda y negociar el regreso de los guardas a Mikeno, algo que, pese a la quema de la sede central del parque, consiguió en noviembre de 2008.
Lo siguiente consistía en reforzar la seguridad del resto del parque mediante el incremento de las patrullas en las selvas, la implementación de medidas severas contra los cosechadores de carbón vegetal y los furtivos, la incautación de barcos de pesca sin licencia y la petición a los donantes extranjeros el incremento del escaso presupuesto con el que contaba su administración.
De Merode también ha luchado por mejorar las condiciones de los 300 guardas del parque, cuyos trabajos son los más peligrosos en el área de la conservación de la vida silvestre. Desde el comienzo del conflicto del Congo, 150 guardas han muerto en acto de servicio y sus salarios –que en ocasiones el gobierno ni siquiera paga– apenas cubrían las necesidades básicas para vivir.
“Antes las condiciones de trabajo eran malísimas. Ahora podemos comer tres veces al día. Y todos los trabajadores pueden mandar a sus hijos a la escuela. La mayor parte de nuestros guardas se construyen sus propias casas”, afirma Augustin Rwimo, un veterano del ICCN, al preguntarle de qué forma ha cambiado su profesión bajo la gestión de De Merode.
Ganarse a la población local
Tras haber levantado la moral de su personal, De Merode se volvió hacia la población local, cuatro millones de los cuales, según sus propias estimaciones, viven a menos de un día a pie del parque. Sabiendo que su apoyo es crucial para revivir Virunga con éxito, compensó su campaña de arrestos y confiscaciones con nuevas carreteras, escuelas, clínicas sanitarias y fuentes de agua potable. También ha puesto en marcha un programa para subvencionar la fabricación de briquetas de cocina ecológicas, y así reducir la dependencia del carísimo y destructivo carbón.
Estos proyectos son parte de la iniciativa que se conoce como Virunga Alliance, un consorcio liderado por el ICCN que involucra a actores del gobierno, de sociedades civiles y del sector privado. El objetivo es dar apoyo a los habitantes locales a través de cuatro pilares principales: promover la inversión en una industria pesquera sostenible, desarrollar energía verde, establecer agroindustrias –incluyendo el procesamiento de la encima de papaya, aceite de palma y jabón– y, si la seguridad lo permite, fomentar el turismo.
Por el momento, el proyecto insignia de este consorcio es una planta hidroeléctrica de 12,6 mega-vatios, subvencionada por la Fundación Howard G. Buffet, que se está construyendo cerca de la ciudad de Rutshuru, donde menos del 5 por ciento de los hogares están conectados a la red de agua. Aunque ha sido retrasado por otra rebelión –el M23, apoyado por Ruanda, ocupó algunas franjas del parque desde abril de 2012 hasta noviembre de 2015–, se estima que las obras, que siguen el modelo de una planta piloto al norte del parque, terminarán a finales de 2016.
“Cuando tengamos electricidad, podremos crear industrias sostenibles”, explica Ir Safari Samuel, uno de los ingenieros encargados de supervisar el proyecto. “Actualmente, para muchos de nuestros jóvenes, la principal ocupación es la guerra. Y nosotros queremos cambiar eso”.
Está claro que inversiones como esta han hecho que De Merode se gane el respeto de muchos de los nativos. Pese a su popularidad, en 2014 el guarda recibió un disparo en Nairobi (Kenya), del que ya se ha recuperado. Se cree que la razón del ataque fue su oposición a las prospecciones petrolíferas en Virunga.
Un escándalo geológico
Estas prospecciones se llevaron a cabo por parte de Soco International, una empresa con sede en Londres. Gracias a un contrato firmado con el gobierno de la RDC en 2010, la compañía ha tenido acceso a un área que incluye aproximadamente el 50 por ciento del parque, donde se encuentran muchos de los sectores centrales y meridionales, así como a dos tercios del lago Eduardo.
Ya que no podían competir con las empresas más importantes del sector, la empresa ha centrado su búsqueda de hidrocarburos en lo que Roger Cagle, CEO de Soco International, define como “lugares que no están superpoblados ni sobrevaluados” –un eufemismo para áreas que son menos deseables y más dificultosas para las operaciones–.
El estudio sísmico, según Cagle, implica la liberación de aire comprimido a intervalos sobre el lecho del lago, un proceso llevado a cabo previamente en el tercio restante del lago Eduardo que pertenece a Uganda.
Desde que se ratificó el derecho de acceso de Soco, la empresa ha recibido críticas por parte de conservacionistas locales e internacionales, grupos defensores de los derechos humanos e incluso del gobierno británico. La UNESCO, que incluyó Virunga en su lista de lugares Patrimonio de la Humanidad en 1979, ha declarado que las prospecciones petrolíferas en el parque violan los compromisos de la RDC con la Convención del Patrimonio Mundial.
La lucha continúa
Debido a todo el drama que rodea al parque, es fácil olvidar que Virunga, según los estándares de las últimas dos décadas, está experimentando una renovación impresionante. Para los administradores de Virunga, es esta recuperación la que hace que proyectos como el que ha llevado a cabo Soco sean tan peligrosos. Cuanto mayores sean las mejoras en Virunga, más tendrá que perder en futuras excavaciones o extracciones.
En palabras del propio De Merode: “Virunga es un caso extremo de lo que está ocurriendo con muchos parques y reservas naturales en África. Son áreas de increíble riqueza en lo que a recursos y vida salvaje se refiere, y tienen valor financiero, lo que crea conflicto por el acceso a dichos recursos. Esto se ha acentuado en Virunga, ya que es el corazón de un conflicto armado que lleva sucediendo en el Congo desde el genocidio de Ruanda en 1994. Esto ha creado una situación extremadamente volátil que los guardas del parque han tenido que gestionar durante años, bajo circunstancias muy difíciles”.