Seis ladrones de energía que pasan desapercibidos: ¿los tienes en casa?
¿Tu móvil consume más energía que una nevera? Un informe reciente publicado por el Digital Power Group asegura que un iPhone medio gasta más en carga de batería, consumo de datos y conectividad wifi que un refrigerador de tamaño medio con certificación energética.
Sin embargo, el consumo energético de un iPhone varía mucho dependiendo del uso que se haga de él (videos, videojuegos y otras apps), igual que varían las estimaciones de cuántos datos consume al mes un usuario medio, por lo que este controvertido estudio ha sido criticado porque muchos consideran que la comparación hace una gran sobreestimación.
Pero al margen de si tu móvil consume tanto como tu nevera o no, es muy probable que en tu casa tengas otros sigilosos ladrones de energía que queman más dinero y más luz que la nevera (algunos mucho más). Aquí tienes media docena de dispositivos sorprendentemente voraces que podrían tener mucho peso en tu factura de la luz.
Descodificadores y sintonizadores
Estos conocidos aparatitos están junto a muchos televisores para conectarlos a emisiones por cable. Pero no es solo que sus relojes sigan funcionando cuando nadie ve la tele, es que estos dispositivos son en general mini-ordenadores que se comunican con emisores de contenido remotos, o graban tus programas favoritos cuando no estás en casa. Eso significa que necesitan mucha energía.
“El problema de los descodificadores es que nunca se apagan y casi siempre consumen al máximo de su capacidad, incluso cuando uno cree que los ha apagado”, explica Noah Horowitz, investigador del Natural Resources Defense Council (NRDC). “Si tienes un grabador digital en la tele, y un descodificador en una segunda tele, en total podrían estar consumiendo tanto como una nevera nueva”.
En 2010, un estudio del NRDC concluyó que los 160 millones de descodificadores de los Estados Unidos consumían al año la producción de nueve centrales térmicas de carbón, en total unos veintisiete mil millones de kilovatios. Eso equivale al consumo doméstico total del estado de Maryland. Esa energía cuesta dinero ―más de tres mil millones de dólares al año en facturas eléctricas― y la mayor parte de ese dinero se gasta en aparatos que están funcionando a tope aunque nadie esté viendo la tele ni grabando nada. “Gastamos unos dos mil millones de dólares al año en alimentar los descodificadores apagados”, explica Horowitz.
Marianne DiMascio, que participa en el proyecto ASAP para la mejora de estándares energéticos, puesto en marcha por el American Council for an Energy-Efficient Economy, afirma que aunque se necesita conseguir más eficiencia, la industria ha creado y aplicado unos estándares voluntarios de eficiencia y ha logrado mejoras recientes: “Hoy se puede solicitar un descodificador con certificación energética, y eso ayuda”.
El ventilador de la caldera
“Hay un voraz consumidor de energía oculto en el sótano”, explica Marianne DiMascio, de ASAP. “Mucha gente ni siquiera es consciente de tener ventilador en la caldera, o no tiene ni idea de cuánto consume”.
Los ventiladores de la caldera hacen que el aire circule desde la caldera o la bomba de calor hasta todas las habitaciones del hogar a través de un sistema de conductos. En viviendas con aire acondicionado centralizado, hacen que circule aire frío por el mismo sistema. “Está mucho tiempo conectado, y es un gran consumidor de energía”, dice DiMascio sobre este aparato de doble uso.
De hecho, a pesar de estar ocultos en los sótanos, estos ventiladores están entre los mayores consumidores de energía de muchos hogares, siendo responsables de casi el diez por ciento del consumo eléctrico total del hogar medio estadounidense, o de unos mil kilovatios hora al año (el doble o el triple que una nevera), según datos de ASAP. Ese total se reparte casi equitativamente entre calefacción y aire acondicionado.
Los motores más eficientes en cuanto a consumo energético, como los de imanes permanentes, pueden reducir la cifra en un sesenta por ciento. Esos motores no son obligatorios en los EEUU, al menos por ahora, pero están disponibles para muchas calderas de condensación y cada vez más modelos tradicionales.
Cargadores
Muchos de los aparatos que usamos a diario, desde un móvil hasta las herramientas eléctricas, llevan baterías recargables. El Departamento de Energía estadounidense calcula que en el país se venden al año unos ochocientos millones de dispositivos con este tipo de batería, cuya fuente de energía es la red eléctrica.
Muchos sistemas de carga usan tecnologías anticuadas que desperdician energía. El estado de California ha abordado el problema fijando un estándar estatal más duro. Actualmente, el Departamento de Energía está preparando su propia normativa para lograr que estos dispositivos sean más eficientes. Si se aplicasen los estándares de California a nivel nacional el ahorro podría ser inmenso, según DiMascio. “Si mejoramos los estándares de estos cargadores de baterías y fuentes de alimentación externas, los consumidores estadounidenses ahorrarían mil millones de dólares al año aproximadamente”.
Aunque en otros tipos de productos el comprador puede decidir cuánto quiere ahorrar eligiendo uno u otro modelo, explica la experta, en este tipo de dispositivos la norma es clave: “Actualmente nadie va a elegir un ordenador o un móvil fijándose en la eficiencia energética del cargador. Por eso en este caso, el estándar derriba una barrera de mercado que hace que la gente no pueda salir a comprar un cargador eficaz para todos esos aparatos”.
Hornos microondas
Es lógico que el microondas consuma energía mientras estamos haciendo palomitas o calentando las sobras de ayer, pero lo curioso es que estos aparatos efectúan la mayor parte de su consumo cuando están ahí parados sin hacer nada. “El microondas se utiliza a ratos”, explica DiMascio. “Pero cuando no está en uso, está consumiendo energía en modo espera, porque está siempre preparado para arrancar”.
Un estudio realizado por el proyecto ASAP concluyó que el microondas típico solo se usa unas setenta horas al año. Durante el noventa y nueve por ciento del tiempo (las 8.690 horas restantes), consume hasta treinta y cinco kilovatios hora en “energía vampira” para iluminar el reloj y mantener los botones electrónicos en modo de espera.
“Hay formas de reducir ese consumo en espera”, añade DiMascio, y las nuevas normas del Departamento de Energía estadounidense podrían hacer justamente eso. El nuevo estándar, que entraría en vigor en 2016, reducirá ese consumo desperdiciado en un setenta y cinco por ciento para casi todos los microondas, y lo hará actualizando la eficacia del suministro, la placa base y los sensores de cocción.
Sara Mullen-Trento, del Instituto de Investigaciones de Energía Eléctrica, afirma que la aparición de circuitos electrónicos más pequeños y baratos implica que cada vez más aparatos llevarán partes electrónicas, como el microondas. “Seguramente veremos que se incluye este tipo de tecnología para mejorar otros aparatos, con cosas como una pantalla digital en la lavadora. Pero pienso que al aumentar ese tipo de electrónica de consumo, también veremos cómo los estándares de eficiencia se actualizan para reconocer que cuando se tienen diez aparatos de esos en casa, se nota en la factura. Es más, algunos de esos mismos dispositivos podrían permitirnos usar el aparato de forma que ahorre energía, adaptando los ajustes.”
Videoconsolas
Las consolas potentes, como la Xbox360 y la PlayStation 3, tienen funciones de ahorro energético, pero también problemas importantes, según Noah Horowitz.
“Cuentan con un botón de encendido y apagado que pone la consola en modo espera, con menos de un vatio de consumo, que es como debe ser, funcionan genial”, explica. Por desgracia, muchos usuarios no desconectan el aparato, o apagan el televisor pero dejan la consola encendida –un error caro.
“Si la consola funciona las veinticuatro horas porque no la apagas, te podría costar cien dólares más al año”, explica. Las consolas más nuevas llevan incluida una función de autodesconexión que las hace entrar en modo espera tras cierto tiempo de inactividad. Las unidades más antiguas también la tienen, explica Horowitz, pero para utilizarla los usuarios deben acceder al menú de ajustes y activar el modo ahorro de energía.
Las videoconsolas también tragan energía cuando se usan para ver películas, algo que fabricantes como Sony y Microsoft fomentan entre sus usuarios. “Ver películas en streaming con una consola como la Play 3 gasta dos veces más energía que si ves la misma peli en streaming con Netflix a través de un descodificador, y unas treinta veces más que si vieses la misma película con Apple TV”. El problema, según Horowitz, es adaptar la escala energética, y es un reto para los fabricantes de consolas.
“Lo ideal sería que la consola desconectase las funciones que no se están usando. No hace falta un procesador tan potente para ver una película en streaming, pero por ahora las consolas no están diseñadas para distinguir entre las dos cosas”.
Bombas de piscina
A los estadounidenses les encanta estar fresquitos en la piscina: cada año se construyen más de ciento cincuenta mil piscinas enterradas, que se añaden a un total que ya supera los cinco millones. Aunque muchos se quejan de los costes de calentar la piscina, hay otro gasto mayor que suele pasar desapercibido: la bomba de la depuradora acapara el setenta por ciento del consumo energético de la piscina, y multiplica por siete el de un refrigerador.
La bomba hace que el agua circule y pase a través de los filtros. Las bombas de una sola velocidad funcionan siempre a la velocidad máxima, consumiendo energía extra. Las bombas de varias velocidades, sin embargo, se pueden adaptar para tareas como la filtración o la limpieza.
Usar una bomba con certificación energética y múltiples velocidades puede reducir el consumo en un ochenta por ciento, y ahorrar cientos de dólares al año. Según las estadísticas de Energy Star, el dinero invertido en adquirir una de estas bombas se recupera en cinco años, y le ahorrarán al propietario más de mil dólares a lo largo de su vida útil. Algunas empresas están ofreciendo ayudas para comprarlas, y en California se ha prohibido directamente la venta de bombas de una sola velocidad.
“Un refrigerador medio consume unos 500 kWh al año, mientras que la bomba media usa unos 3.500 kWh al año”, explica Marianne DiMascio. “Así que intentaremos que estas bombas más eficientes lleguen a las piscinas”.