Consejos para senderistas: cómo cuidar tus pies

Prueba estos consejos de un atleta de aventura profesional para mantener tus pies sanos: ¡eficacia comprobada!

Por Andrew Skurka
Publicado 9 nov 2017, 4:31 CET
Un excursionista
Un excursionista deja airear las ampollas de sus pies sentado en un tronco caído en Anchorage, Alaska.
Fotografía de Keri Oberly, Aurora

Unos kilómetros antes de llegar a nuestro primer campamento, Gerry me dijo que creía que le estaban saliendo algunas ampollas. Deberíamos haber sabido qué hacer al respecto, especialmente sabiendo que la salud de los pies era vital para nuestra travesía, pero decidimos tratarlas más tarde.

Cuando vi los pies de Gerry en el campamento, enseguida me arrepentí de nuestra decisión y sentí que le había decepcionado. Él era un atleta de resistencia experimentado, pero confiaba en mis conocimientos de senderismo para completar una ambiciosa excursión de siete días en el John Muir Trail, de 360 kilómetros. Ahora, Gerry tenía ampollas del tamaño de un centavo en la almohadilla de cada pie (zona del metatarso) que, según temía, aumentarían de tamaño y el dolor que aumentaría de forma proporcional. Todo ello hacía que nuestro objetivo pareciese menos viable.

Al intentar tratar las ampollas, probamos cada uno de los remedios de libro. Al menos una vez al día, aplicábamos vendajes nuevos para ampollas y en ocasiones incluso empleamos cinta de vendaje neuromuscular y una pomada curativa. Gerry aireaba los pies en cada parada que hacíamos para descansar y los mantenía calientes y secos cada noche. En una ocasión incluso lo llevé a cuestas a través de un río para que pudiera mantener los zapatos secos. Probamos con varios pares de calcetines y abrimos agujeros en las plantillas para aliviar la presión.

Una excursionista en el Sendero de los Apalaches se venda las ampollas para evitar dolor y otras lesiones.
Fotografía de Michael D. Wilson, Aurora

Por desgracia, lo hecho, hecho estaba, y la recuperación no comenzaría hasta que alcanzáramos el monte Whitney o nos rindiéramos. Gerry, que fue excepcionalmente duro, se negó a detenerse antes de alcanzar el punto más alto de los Estados Unidos contiguos, al que, increíblemente, llegamos según lo previsto.

Para evitar la experiencia que vivió Gerry, necesitarás mantener la salud de tus pies. Si lo haces, será más probable que tengas unos pies felices, lo que te convertirá en un senderista feliz.

Estas cuatro tácticas básicas me han sido útiles durante años:

Tratamiento preventivo

Perder entre cinco y diez minutos al principio podrá ahorrarte horas de tiempo perdido (o kilómetros de caminatas dolorosas) más adelante. Antes de echarme a andar o salir del campamento siquiera, protejo las zonas donde suelen aparecer ampollas con vendaje neuromuscular. Si noto un «punto caliente» que comienza a aparecer después de haber empezado a caminar, protejo la piel irritada inmediatamente, antes de que se convierta en una ampolla. Me corto las uñas con frecuencia para evitar que se formen ampollas debajo y las limo para no dejar que se formen bordes afilados que pudieran provocar cortes en los dedos del pie adyacentes o que se me enganchen en los calcetines.

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Calcetines limpios, secos y calientes

Lavo los calcetines a diario por fuera y por dentro con jabón para evitar que la arena o la materia orgánica me rocen la piel. Me quito los zapatos y los calcetines al menos una vez al día para dejar que los pies se sequen y se aireen. Por la noche, me pongo un par de calcetines limpios, secos y calientes, algo que ayuda a que mis pies se recuperen durante la noche para que puedan aguantar otro día de larga caminata.

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    Gestión de la humedad

    Cuando los pies están húmedos, la capa exterior de la piel absorbe el agua y se arruga o se macera. Los pies macerados pican, duelen y son más propensos a tener ampollas. Además, pueden agrietarse después de secarse.

    Sin embargo, no conozco ninguna técnica para mantener los pies secos en condiciones húmedas prolongadas. He experimentado con todas las soluciones imaginables, incluyendo zapatos impermeables, calcetines impermeables e incluso botas de goma, pero ninguna funciona. En lugar de eso, simplemente minimizo los efectos de los pies húmedos.

    Por la noche, después de que se me sequen los pies, me echo pomada curativa natural. La pomada me humedece la piel y actúa como aislante frente al agua, lo que ayuda a reducir la maceración al día siguiente. Funciona mejor cuando se deja varias horas para que se absorba en la piel. No sirve de mucho si se aplica inmediatamente después que se te humedezcan los pies.

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    Un hombre descansa los pies, empapados y arrugados tras una carrera en canoa en Texas.
    Fotografía de Blake Gordon, Aurora

    También llevo calcetines finos y zapatos no impermeables fabricados con materiales de baja absorción, que no retienen tanta agua como los calcetines gruesos, las botas convencionales o el calzado impermeable. Además, se secan mucho más rápido.

    Calzado apto para muchos kilómetros

    Antes de decidir llevar unos calcetines o unos zapatos nuevos en un viaje largo, los pongo a prueba en excursiones de baja intensidad. Por lo general, me gustan los zapatos poco voluminosos con un tacón seguro, espaciosos y con abundante protección delantera y amortiguación, pero sin soportes «correctores», como las de la parte medial. Una biomecánica deficiente o un sistema muscular débil pueden ser remediados en parte por ortesis o plantillas para el arco plantar. Y las ampollas entre los dedos del pie pueden resolverse con calcetines de dedos, como los de Injinji.

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