¿Se ha vuelto más seguro el deporte más mortal del mundo?
El salto BASE con traje de alas, o «wingsuit», cumple 20 años y algunos pilotos se replantean los riesgos.
El verano en los Alpes europeos también es la denominada «temporada de la muerte» para los saltadores BASE con traje de alas, que se abalanzan hacia sus muertes accidentales con la adrenalina de lograr el vuelo humano.
Sin embargo, este verano el deporte más mortal del mundo se ha cobrado muchas menos víctimas que en temporadas anteriores. En lo que va de año, solo han fallecido cinco saltadores BASE con traje de alas. En este mismo momento en 2016, más del doble habían perdido sus vidas.
En un artículo de 2016, detallábamos el que sigue siendo el año más mortal para este deporte, cuando fallecieron al menos 31 saltadores con traje aéreo, entre ellos un piloto que murió mientras retransmitía en directo en Facebook.
Desde entonces, la cantidad de víctimas en el mundo del salto con traje de alas ha descendido. En 2017, bajó a 15 víctimas. En 2018 se produjo un repunte, 23, aún por debajo del de 2016. Y este año, en el vigésimo aniversario del primer salto BASE con traje de alas, parece haberse convertido en la temporada más segura en una generación.
¿Qué está ocurriendo? ¿Están los saltadores acostumbrándose a sus alas? ¿Es más seguro este deporte? ¿O es que la gente ha decidido alejarse del precipicio y dejar atrás sus pretensiones de vuelo y el alto riesgo de muerte prematura?
El deporte más mortal del mundo
Lo que aporta atractivo al salto BASE con traje de alas es lo mismo que lo hace peligroso. El deporte acerca el salto BASE —en el que se salta desde un punto alto, se circula en caída libre y se abre un paracaídas— al vuelo. Los saltadores con traje de alas, denominados pilotos, llevan un traje aerodinámico y de cuerpo entero diseñado con bolsillos que se llenan de aire y aportan elevación. Los saltadores pueden planear a velocidades de hasta 225 kilómetros por hora, navegando por el aire con una precisión inconcebible, como una ardilla voladora. El deporte se practica principalmente en Europa, sobre todo en Suiza, Noruega, Francia e Italia, donde es fácil acceder a precipicios elevados y escasean las regulaciones.
Para aumentar las sensaciones de velocidad y vuelo, los pilotos con traje aéreo favorecen el «vuelo de proximidad», es decir, planear cerca de las laderas de las montañas, entre barrancos y bosques, justo encima del suelo. Y cuanto más te acercas al terreno, más se estrecha el margen de error.
Los vídeos virales de YouTube de pilotos que atraviesan barrancos, casi rozando el suelo y planeando hasta lugares de aterrizaje planificados a kilómetros de distancia han convertido el salto BASE «en lo más popular para la impresionable población de hombres solteros de entre 18 y 35 años», afirmó en 2016 Richard Webb, expiloto de la Armada estadounidense y saltador con traje de alas.
Es probable que todos estos factores —la locura de las redes sociales, la población impresionable, el fácil acceso a los puntos de salto y la falta de regulación— estuvieran implicados en el gran número de muertes de saltadores en 2016.
Más lejos del borde
En 2016, quizá lo más alarmante fuera la cantidad de saltadores experimentados que murieron. Entre 2015 y 2016, fallecieron muchos de los grandes nombres y los mejores atletas del deporte, entre ellos Dean Potter, Jhonathan Florez, Dario Zanon, Uli Emanuele y Alexander Polli.
«Me cansé de tantas muertes», declaró un piloto estadounidense que dejó de saltar después de 2016. Pidió que no mencionáramos su nombre por miedo a ser estigmatizado dentro de su propia comunidad. «Aquel año fue una señal de alarma de que nadie sabía qué hacía».
Entre las víctimas figuraban pilotos con mucha experiencia y otros cuya falta de competencia resultaba perturbadora. A diferencia de otros deportes de aventura de alto riesgo, en el salto con traje de alas, la seguridad y la destreza no parecen coincidir. De hecho, era casi lo contrario: cuanta más experiencia, más vuelos se acumulan, más confiado se vuelve uno y más probable es que muera.
«Creo que el salto BASE con traje de alas es un deporte en declive», afirma Laurent Frat, piloto con traje de alas que vive en Chamonix, Francia. «Es imposible calcularlo, pero parece que hay menos saltos BASE con traje de alas en los Alpes».
No todos están de acuerdo. Matt Gerdes, uno de los pilotos con traje de alas más experimentados de Estados Unidos y codiseñador de Squirrel, un fabricante estadounidense de trajes aéreos, niega que los saltadores se vieran afectados por la carnicería de 2016.
«El deporte crece. Cada año se mete más gente y no hay motivo para pensar que haya menos saltadores totales o saltos completados», afirma Gerdes, que cita el aumento de ventas de trajes aéreos.
Atribuye el reducido número de víctimas de 2017 a un motivo mucho más banal:
«En 2017 llovió mucho», afirma Gerdes. «Tres semanas de bajas presiones extendidas en los Alpes pueden hacer que descienda la cantidad de saltos en los tres meses más concurridos de la temporada por un margen amplio».
Entrenamiento para salvar vidas
Tras la temporada letal de 2016, la comunidad del salto BASE exigió más educación sobre el deporte. Según algunos, muchas de las víctimas fallecieron porque «no sabían lo que hacían», afirma Frat.
Frat ha completado más de mil saltos BASE con traje de alas. Gerdes y él son unos de los pocos instructores de salto BASE con traje de alas en el mundo. Enseñan en Next Level, una empresa que solo acepta a estudiantes con experiencia y la actitud adecuada.
«Nuestra motivación era reducir los accidentes», afirma Frat. «El deporte aún está en pañales. No existe ninguna organización centralizada que tome las riendas. No hay ningún guardián. Puedes acabar en uno de los puntos de salida (repisas de precipicios desde las que saltan) más difíciles del planeta y sentir que eres lo bastante capaz para estar ahí».
Los expertos suelen recomendar un entrenamiento largo y lento antes de intentar el salto con traje de alas, empezando por completar 200 saltos con paracaídas en 18 meses y, después, volar en traje aéreo durante uno de los saltos. También es necesario aprender el salto BASE tradicional completando cientos de saltos a diferentes alturas y de distintas dificultades. Este proceso de aprendizaje, si se sigue con rigurosidad, llevaría varios años y costaría miles de dólares.
Por eso no resulta sorprendente que sea un camino que muchos prefieren atajar.
«El saltador BASE con traje de alas ideal es alguien muy calculador y paciente», afirma Frat. «Tienes que estar loco para saltar de un precipicio, pero debes tener la capacidad de tomar decisiones lógicas para sobrevivir. Es una personalidad rara».
Pese al aumento de las oportunidades educativas, una «clase» de salto con traje de alas no es un espacio seguro. La víctima más reciente era un estudiante estadounidense de 51 años que participaba en un curso impartido por la empresa Learn to BASE Jump. El 30 de julio de 2019, John Malmberg, un parapentista experto con 140 saltos BASE y 300 saltos en paracaídas a sus espaldas, falleció en Lauterbrunnen, Suiza, cuando tardó demasiado en activar su pilotín, un pequeño paracaídas que extrae el paracaídas principal e inicia el proceso de despliegue.
Irónicamente, Malmberg empleaba una nueva tecnología que, según muchos, podía salvar vidas: un traje de alas de una sola pieza con menos tela entre los brazos y mejor aerodinámica. Esperan que el aumento de la movilidad de los trajes de una sola pieza reduzca las muertes por los despliegues lentos de los paracaídas, precisamente lo que provocó la muerte de Malmberg.
Sin embargo, un mejor equipo no puede compensar la falta de experiencia y el salto en Lauterbrunnen, según unos cuantos saltadores expertos, podría haber sido demasiado difícil para el nivel de Malmberg.
Revertir la tendencia
Aunque Gerdes mantiene que el deporte está creciendo, los datos de Internet parecen sugerir que el salto BASE con traje aéreo no está tan de moda como antes.
Tendencias de Google, una herramienta que analiza las búsquedas de Google, muestra que el pico de interés por el salto BASE con traje de alas se produjo en mayo de 2015, el mes en el que fallecieron Dean Potter y Graham Hunt durante un salto ilegal en el parque nacional de Yosemite. Desde entonces, el término de búsqueda ha descendido de forma constante y hoy se encuentra en sus niveles más bajos en casi una década.
GoPro, fabricante de cámaras de acción montadas en cascos y creador de un canal de YouTube de deportes de aventura, también ha subido muchos menos vídeos de vuelos con traje aéreo en la modalidad de proximidad. De hecho, la empresa solo subió un vídeo con ese tema el año pasado, frente a la docena que compartieron en torno a la época de máxima mortalidad de 2015-2016. Su vídeo más reciente, del célebre saltador con traje de alas Jeb Corliss, solo tiene 230 000 reproducciones. El vídeo de Uli Emmanuele volando a través de un agujero en una roca, grabado casi dos meses antes de morir el 17 de agosto de 2016, tiene 10 millones de reproducciones.
«Creo que, básicamente, la generación de salto con traje de alas de YouTube se saturó y la gente no ha podido superar lo ya visto en Internet», afirma Andy Lewis, saltador BASE de Moab, Utah. «Ahora hace falta mucho más para sorprender».
«Eso les digo a mis alumnos, que no quieren convertirse en un exitazo de YouTube», explica Frat. «Fue novedoso y emocionante ver la grabación mientras volaba montaña abajo, pero la novedad se ha desvanecido. Se ha asentado la realidad de la gente que ha muerto. Y ahora nos preguntamos a dónde iremos».
¿Pueden ser de ayuda más regulaciones?
El 18 de julio de 2019, un saltador BASE polaco con más de 400 saltos con traje de alas falleció en Sunndal, Noruega. Estaba solo y parecía haberse caído del precipicio antes de haber acabado de ponerse el traje. Se envió un helicóptero de rescate para recuperar el cadáver.
El alcalde de Sunndal, Ståle Refstie, afirma que apoya los derechos de los saltadores BASE en general, pero no se opondría a una prohibición si fuera necesaria. «No estoy a favor de una prohibición general al salto BASE», afirma, admitiendo que sería difícil hacer que se cumpla. Pero «según la legislación noruega, el salto BASE puede prohibirse en zonas donde las operaciones de rescate frecuentes son peligrosas para el personal implicado». Si la policía local y el personal de rescate solicitaran una prohibición, Refstie los apoyaría.
No sería la primera prohibición en Noruega. Todos los saltos BASE están prohibidos en el precipicio más alto de Noruega, Trollveggen, de 1700 metros de alto. Fue allí donde, en 1984, Carl Boenish, el «padre» del salto BASE, batió el récord del mundo con su mujer, Jean Boenish, del salto BASE más alto de la historia. Horas después, falleció en un salto en la misma zona. En 1986, tras varias muertes, el acantilado quedó vetado a los saltadores BASE.
En Estados Unidos, el salto BASE está prohibido en todos los parques nacionales, pero se permite en los espacios gestionados por la Oficina de Administración de Tierras y el Servicio Forestal estadounidenses. Los saltadores también pueden saltar desde el puente Perrine, en Twin Falls, Idaho, y una vez al año desde el puente del barranco del río Nuevo en Fayetteville, Virginia Occidental.
También está prohibido en Chamonix, Francia, donde el alcalde aprobó una legislación temporal tras la muerte de un saltador ruso de 32 años que se estrelló en un chalé vacío.
La prohibición, cuyo objetivo es proteger al público de la amenaza de los proyectiles humanos, solo iba a durar seis meses. Casi tres años después, continúa. La comunidad del salto BASE, que carece de organización formal, encuentra dificultades para aportar garantías de autorregulación.
Con todo los saltadores BASE han avanzado. Laurent Frat y otros saltadores BASE franceses han celebrado varias reuniones con el alcalde y otras autoridades regionales. Frat afirma que está seguro de que, con una legislación más estricta para garantizar que nadie se estrelle en la ciudad, el salto con traje de alas volverá a Augille du Midi en otoño, aunque seguirá prohibido en el lado de Le Brévent.
Frat se muestra optimista ante la posibilidad de que el salto BASE con traje de alas siga los pasos del parapente, que también estuvo prohibido en Chamonix. Con la mejora del equipo y la ayuda de organizaciones rectoras para la autorregulación, el parapente volvió a los cielos de Chamonix.
«Ahora, el parapente se ha convertido en un deporte casi familiar en el valle», afirma Frat.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.