Este narrador trotamundos ha cartografiado su recorrido por una ciudad paralizada por un golpe militar
En Rangún, Birmania, Paul Salopek se desplaza entre pérdida y dolor.
Un nuevo elemento arquitectónico en Rangún, Birmania, tras el golpe militar del 1 de febrero: barricadas improvisadas colocadas por los manifestantes prodemocracia.
Out of Eden Walk, del escritor de National Geographic Paul Salopek, es una odisea narrativa de una década por todo el mundo. Sigue los pasos de la primera migración humana desde África hasta la punta de Sudamérica. Este es su último mensaje desde Birmania.
¿Dónde se empieza a caminar en una ciudad que se ha convertido en un campo de batalla?
Quizá en los santuarios improvisados dedicados a sus difuntos. Por ejemplo, el altar efímero de Khant Nyar Hein.
Khant Nyar Hein era un manifestante prodemocracia de 17 años y estudiante de medicina que fue asesinado de un disparo por la policía en su barrio de clase media, Tamwe, en Rangún. Hace poco, los amigos del chico salieron de sus escondites para colocar ramos de flores en la carretera donde cayó. Las fuerzas de seguridad armadas observaban desde el muro de una comisaría cercana. A pocos pasos de la mancha de sangre, la empleada de una tetería servía huevos y fideos para desayunar.
«No sé cuánto tiempo podremos seguir abiertos», dijo en el tono monótono y susurrante de una sonámbula. «La violencia seguirá hasta el final. No solo aquí, en todas partes, ciudades, pueblos». Después, con gracia reflexiva y hospitalidad birmana, sirve más té.
Estoy recorriendo el mundo a pie para un proyecto narrativo llamado Out of Eden Walk.
De vez en cuando, con la tecnología GPS, planeo caminatas culturales e históricas por las principales ciudades de mi ruta, que abarca varios continentes. Yeda, Arabia Saudí. Tiflis, Georgia. Calcuta, India, y otros centros urbanos han sido recorridos para revelar los encantos de los caleidoscópicos mercados, parques y restaurantes de la humanidad. Pero cuando llegué a Rangún para preparar la logística de mi lento viaje por Asia, me adentré sin saberlo en un mundo de angustia desconcertante.
Más de 700 ciudadanos birmanos han sido asesinados por los generales que se hicieron con el poder en un golpe el 1 de febrero. Alegando que las elecciones del año pasado —que su partido perdió con diferencia— estaban amañadas, el ejército ha detenido a la líder civil del país, la nobel Aung San Suu Kyi, y encarcelado a casi 3300 opositores, activistas demócratas, artistas y periodistas. Recientemente, la junta ha decidido televisar los rostros apaleados de los manifestantes detenidos. Algunos expertos afirman que el país más pobre del Sudeste Asiático podría estar hundiéndose inexorablemente en la categoría de estado fallido.
Ante estas circunstancias atroces, me parecía indecente continuar con las excursiones urbanas de mi viaje. Pero el mes pasado decidí que recorrer el mundo debía incluir tanto lo desolador como lo bello. Así que acompañé a dos colegas birmanos, a los que en este momento no puedo identificar por motivos de seguridad, y caminamos 16 kilómetros por un Rangún asediado, documentando lo que encontré en esta metrópolis de siete millones de habitantes.
Este es uno de los puntos de referencia en la ruta de 16 kilómetros de Paul Salopek a través del centro de Rangún.
Los residentes de Rangún colocan flores en el lugar donde las fuerzas de seguridad mataron de un disparo a un manifestante el mes pasado.
En las aceras, la gente pisa con rabia los retratos del líder del golpe, el general Min Aung Hlaing.
El resultado: un recorrido por la ciudad que no tiene punto de comparación en mi ruta global de 38 000 kilómetros.
Los manifestantes, la mayoría jóvenes e idealistas, vigilaban los controles de carretera, construidos con cubos de basura y adornados con toallitas higiénicas. (La tradición popular birmana sostiene que los hombres pierden su poder masculino si se acercan a los productos femeninos; los manifestantes han convertido estas supersticiones en armas contra la policía y los soldados). Los taxistas ociosos se compadecían con tristeza junto a las «almenas» de aspecto medieval creadas con afilados palos punji de bambú. Los comerciantes budistas que están hundiéndose en la ruina económica dan de comer a los pájaros en las aceras vacías, esperando acumular méritos espirituales. La mayoría de las calles tenían un aspecto fantasmal. Las estridentes marchas de protesta que habían sacudido Rangún justo después del golpe de Estado fueron reprimidas hace tiempo.
«Sufrimos porque la gente sufre», me contó un monje vestido de color azafrán que estaba sentado bajo un árbol. Se estremeció cuando, no muy lejos, estallaron las granadas de la policía.
Con todos sus puntos de miedo, ira, inocencia, amargura y dolor, Rangún parecía una ciudad paralizada, a la espera. Nadie sabía qué iba a pasar. Recorrí calles abandonadas que habían sido pintadas por manifestantes con letras grandes que decían QUEREMOS DEMOCRACIA. Al igual que los habitantes de Rangún, la mayoría atrincherados, no tenía ni idea de qué habría a la vuelta de la esquina.
Para visitar Rangún de forma virtual, haz clic aquí.
Este artículo se publicó originalmente en la página web de la National Geographic Society, dedicado al proyecto Out of Eden Walk. Ha sido traducido del inglés. Puedes explorar la página web aquí.
Paul Salopek ha sido galardonado con dos premios Pulitzer por su trabajo periodístico siendo corresponsal en el extranjero para el Chicago Tribune. Puedes seguirlo en Twitter @paulsalopek.