Los retos y trucos para ambientar una película en el Himalaya
Vista aérea del monasterio budista tibetano de Key Gompa. Fundado en el año 1100, es el más grande y antiguo de Himachal Pradesh, al norte de la India, y se encuentra a 4166 metros sobre el nivel del mar.
Abrigado entre Paquistán y el Tibet, el valle de Parvati es una singular amalgama de tradiciones hindúes, tibetanas y musulmanas que se ha vuelto célebre en las últimas décadas debido a decenas de casos de desapariciones y asesinatos de jóvenes mochileros. A pesar de lo terrible que pueda sonar, esta no es ni de lejos la principal amenaza de rodar una película en la cordillera del Himalaya.
Cuenta Salvador Calvo, director de Valle de Sombras, que uno de los mayores sustos del desierto en altura del norte de la India se lo dio un grupo de animales. Y no precisamente depredadores: “Estábamos rodando bajo un acantilado, y de repente escuchamos a todos los sherpas gritándonos, mirábamos y no entendíamos, hasta que a alguien se le ocurrió traducir el hindi al inglés: ‘¡Cuidado, una manada de carneros azules está cruzando!”. Sólo cuando se hubo refugiado, tras correr con el resto del equipo para ocultarse bajo una ladera, Calvo comprendió la amenaza: el punto en el que se encontraba hacía escasos segundos estaba ahora repleto de una avalancha de rocas originada por el balido de los animales.
En otra ocasión, el hielo del río Zanskar sobre el que rodaban empezó a resquebrajarse. De nuevo, tocó agarrar cámaras y micrófonos y poner pies en polvorosa.
Estas son sólo dos viñetas de la sucesión de calamidades que formaron parte del rodaje de una película en la que realidad y ficción se entrelazan de forma caprichosa, como si la montaña estuviera proponiendo ideas para el guión: tanto el desprendimiento de rocas como el episodio del hielo roto cuentan con un lugar privilegiado en la trama de la película, ya en cines.
Aunque la truculenta epopeya de Quique (interpretado por Miguel Herrán) es una historia ficticia fruto de un pastiche de diferentes casos de desapariciones reales, a esta película con aroma de documental de supervivencia le basta y le sobra con la magnificiencia de su verdadero protagonista para deslumbrar: el Himachal Pradesh, el estado indio donde nace la falda suoreste del Himalaya.
La grandiosidad de lo que sucede a diario, casi sin testigos, entre las arrugas de la imponente cordillera del Himalaya a ratos obliga a la trama de la película a postrarse en silencio. El resultado: 120 minutos de naturaleza cruda y embrutecida. “Es un paisaje muy bello pero muy al límite y tremendamente cruel con el ser humano, te vuelves muy pequeño y a merced de la naturaleza”, comenta por teléfono, en el día del estreno, un Salvador Calvo expectante por conocer la acogida de la cinta entre el público.
El Chadar Trek, que es como se conoce al río Zanskar congelado, atrae a aventureros y excursionistas de todo el mundo, que buscan experimentar esta singular travesía sobre el hielo.
Caminando sobre las aguas del Zanskar
Motivados por la ausencia de vegetación en los desiertos en altura, los desprendimientos de rocas se cuelan en la película en un momento clave donde el protagonista, tras aguardar durante meses la llegada del invierno, al fin puede poner rumbo a casa caminando sobre un río congelado. De nuevo, no se trata de una licencia artística.
“Es absolutamente real. Paradójicamente, sólo cuando llega el invierno más duro y el río Zanskar se hiela, es cuando estos pueblecitos vuelven a estar comunicados con la civilización”, comenta Calvo, que reconoce que parte del proceso de documentación de Valle de Sombras ha salido de documentales de National Geographic.
Este fenómeno natural recibe el nombre de "Chadar Trek". El Zanskar helado se transforma en una vía esencial para las comunidades locales, permitiéndoles conectar con otras áreas para comerciar, obtener suministros y acceder a servicios. Año a año, el Chadar Trek atrae a aventureros y excursionistas de todo el mundo. Suelen reunirse en ciudades como Leh, Manali o Manikaran, últimos atisbos de civilización (última oportunidad de visitar una farmacia o de visitar una cafetería) antes de dar el paso hacia lo salvaje.
Escena de la película Valle de sombras en la que los personajes, tras caminar durante kilómetros sobre un río congrlado, encuentran un tramo que aún no tiene hielo, lo que les obliga a cruzar pegados a la pared.
Por causas de fuerza mayor (mayormente, el invierno), el rodaje de Valle de sombras estuvo divivido en dos tramos. Con todas las carreteras del Valle de Spiti cerradas de septiembre a mayo (“si te pierdes, el Gobierno se desentiende, nadie irá a buscarte”), el equipo de Valle de Sombras tuvo que hacer malabarismos con el calendario, y alternar escenas nocturnas en Canarias (rodar de noche en el Himalaya era implanteable por los 20 grados bajo cero), a la espera de que la primavera abriese el camino al enclave más mágico de la cinta: el monasterio de Key Gompa, a 4166 metros de altura y habitado casi en exclusiva por dos centenares de monjes.
Es ahí, a un día de viaje desde la turística Manali (conocida por sus ubicuas plantaciones de marihuana), y entre decenas de casas arracimadas en torno a una montaña (que parece lista para ser asediada si esto fuera El Señor de los Anillos), donde conocemos a Prana, una monja tibetana interpretada por Alexandra Masangkay. “Tuve que ir una semana antes sólo para adaptarme al mal de altura. Y se nota, vas ahogada al baño”, comenta por teléfono una actriz que se reconoce “abrumada” por la sensación de insignificancia que devuelven todos esos kilómetros de nada que caracterizan a estos desiertos fríos y remotos de la India.
El Monasterio de Key Gompa, en la India, es conocido por su arquitectura única y su antigüedad, datando del siglo XI. Este monasterio budista, ubicado en el valle de Spiti, es un ejemplo prominente del estilo arquitectónico tibetano y es un centro importante para el aprendizaje religioso y cultural. Destaca por su colección de antiguos murales, libros religiosos y estatuas de Buda.
Aunque al principio Masangkay corría a cubrirse la cabeza con una toalla en cuanto el director gritaba "corten’", tardó poco en obligarse a aguantar el frío a la usanza monacal: “Era inspirador, a nivel actriz, ver cómo los propios monjes iban en manga corta sin pasar frío. Hubo un poco de ‘yo también tengo que conseguir este estado, por mi personaje".
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Las limitaciones de una región remota y militarizada
A excepción del elenco protagonista, todos los personajes de Valle de Sombras son vecinos de la zona (ladakhíes) sin ninguna experiencia interpretativa. Y de todos ellos, probablemente el joven Stanzin Gonbo sea el más memorable. En la ficción, es hijo de uno de los pocos habitantes no monjes de Key Gompa: un hombre que, una vez al año, se encargar de guiar y escoltar, río abajo, en un viaje de dos semanas, a los niños más capacitados del monasterio a la ciudad de Leh para que puedan estudiar y quizás regresar al monasterio en cinco años, o en 10. O nunca.
“Cuando terminamos el rodaje, le pregunté a Stanzin Gonbo si se planteaba ser actor. Me dijo que probablemente terminaría haciendo lo mismo que la mayoría de niños de la zona: se convertiría en soldado”, comenta Calvo sobre el joven actor.
El equipo de Valle de Sombras se tiene bien aprendido lo fuertemente militarizada que está esta esquina del mundo, tan cerca de la olla a presión de Cachemira, disputada territorialmente por Pakistán. El Gobierno de la India tardó tanto en otorgarles los visados para poder rodar, que el productor, Javier Ugarte, ya tanteaba una posible nueva localización en los Pirineos.
Manikaran, ubicada en la India, es célebre por sus aguas termales y su significado religioso en el sijismo y el hinduismo. Este lugar atrae a numerosos peregrinos y visitantes que buscan bienestar espiritual y físico en sus aguas curativas. Además, Manikaran alberga templos y un gurudwara (lugar de culto religioso propio del Sijismo), lo que resalta su importancia religiosa. Su ubicación en el pintoresco valle de Parvati añade un encanto natural a este destino.
Leh, una ciudad en la región de Ladakh en la India, es conocida por su impresionante paisaje montañoso y su rica cultura budista. Este lugar es un destino popular para los amantes de la aventura, ofreciendo actividades como trekking, montañismo y ciclismo en montaña. Los monasterios budistas, como el famoso Thiksey Monastery, añaden un profundo valor espiritual y cultural. Además, Leh es el punto de partida para explorar lugares emblemáticos como el lago Pangong y el paso de Khardung La, uno de los caminos transitables más altos del mundo.
"Ha sido un reto gigante por la logística, la temperatura y el tiempo disponible", dice por teléfono el artífice en las sombras que ha hecho posible esta producción de apenas seis millones de euros presupuesto (10 veces menos que la no menos gélida La sociedad de la nieve, con la que comparte cartelera).
Todo empezó con un viaje en septiembre de 2021 en el que Ugarte, acompañado del director y del guionista, Alejandro Hernández, visitaron la región durante tres semanas para hacer scouting y ver hasta qué punto era posible hacer grabar esta epopeya que, por entonces, sólo era una idea sin esbozar. Aunque es posible volar de Nueva Delhi a Kullu, ellos optaron por ir en coche: 10 horas de viaje en las que se nutrieron de las maravillas de un verde paisaje que va poco a poco ganando en tonos marrones y aridez a medida que se gana altura.
Le siguió un segundo viaje con los jefes de equipo para realizar las localizaciones artísticas y técnicas (dadas las circunstancias, se hicieron a la vez, lo que no es nada habitual), y un casting tanto de reparto como de equipo técnico: no todo el mundo está dispuesto a pasar un mes durmiendo en albergues humildes para estar el día entero rodando en alturas de entre 3000 y 5000 metros.
Ugarte, que también ha trabajado en África con El cuaderno de Sara, y Adú , se muestra categórico: "Valle de sombras es la película más difícil que he hecho. La clave de todo ha sido la preparación del rodaje durante meses. Lo teníamos todo contemplado para hacer posible este imposible".
La distribuidora de 'Valle de Sombras' es Buenavista International propiedad de The Walt Disney Company, accionista mayoritaria de National Geographic.