Descubren en ámbar una garrapata envuelta en seda de araña
La desafortunada criatura será de gran ayuda para los científicos que estudian la evolución del comportamiento de los arácnidos.
Hace unos 99 millones de años en el norte de la actual Birmania, una garrapata sufrió una espectacular racha de mala suerte.
Normalmente, la garrapata habría permanecido oculta entre la vegetación, esperando aferrarse a un mamífero pequeño o un dinosaurio con plumas para chuparle la sangre. Pero esta garrapata acabó cayendo en la tela de una araña, y su anfitriona enseguida le colocó a la intrusa una camisa de fuerza hecha de seda, quizá para guardarla como aperitivo para después o quizá para inmovilizarla por precaución.
Pero el día de la garrapata empeoró todavía más. Mientras luchaba por liberarse, la garrapata quedó envuelta en la resina que rezumaba de un árbol, preservándola para siempre en su trampa de seda en un fragmento de ámbar.
El extraño fósil, descrito en abril en la revista Cretaceous Research, es el primero de este tipo descubierto hasta la fecha. Otros fósiles en ámbar han preservado seda de araña y hasta fragmentos de telarañas que contenían insectos. Pero hasta ahora se han recuperado pocas garrapatas fósiles y ninguna conservaba pruebas de la interacción entre arañas y garrapatas.
«El mensaje fundamental es la rareza y la novedad de este descubrimiento», afirma el líder del estudio, Jason Dunlop, comisario de arácnidos del Museo de Historia Natural de Berlín.
«Siempre me resulta fascinante encontrar evidencias de conductas como la envoltura de las presas en el registro fósil», añade Paulsa Cushing, aracnóloga en el Museo de Ciencias Naturales de Denver que no participó en el estudio.
Un envoltorio mortal
El hallazgo es el fósil más reciente de las minas de ámbar de Birmania, que suministran el comercio de joyas desde al menos el siglo I d.C.
El ámbar tiene unos 99 millones de años, lo que convierte estos depósitos en unos de los más antiguos del mundo y con mayor valor científico. Solo en los dos últimos años, los científicos que estudian el ámbar birmano han descubierto crías de aves enteras, garrapatas llenas de sangre que podrían haberse alimentado de dinosaurios e incluso la cola intacta de un dinosaurio con plumas.
Pero acceder a este ámbar no es fácil. Muchas minas de ámbar birmano están controladas por milicias rebeldes en conflictos abiertos con el ejército de Birmania. Por eso los investigadores supervisan el comercio privado de fósiles y siempre están atentos para encontrar especímenes con valor científico.
Los investigadores supieron de la garrapata fosilizada y envuelta en seda gracias al coleccionista alemán Patrick Müller, que acordó vendérsela al Museo de Historia Natural de Berlín tras consultar con Dulop la importancia científica del fósil. Una vez consiguieron el fósil, Dunlop y sus colegas tuvieron que determinar qué eran los filamentos que rodeaban a la garrapata. ¿Eran seda de araña o eran hongos que poblaron el cadáver de la garrapata?
La coautora Lidia Chițimia-Dobler, experta en garrapatas del Instituto de Microbiología de la Bundeswehr, les ayudó a descubrir la respuesta. Estudiando cómo se descomponen las garrapatas, demostró que los hongos empiezan por los orificios de las mismas y se extienden a partir de ahí. Sin embargo, en este fósil no existe un «epicentro» fúngico de los filamentos, que envuelven a la garrapata de la forma exacta en la que se esperaría que lo hiciera una araña.
La red de la vida
David Grimaldi, paleontólogo del Museo Americano de Historia Natural, sospecha que una araña interceptó a la garrapata mientras esta intentaba alimentarse de dinosaurios raptores trepadores de árboles. «Es bastante probable que las telarañas estuvieran cerca de las cavidades de estos árboles donde residían los pequeños raptores y sus parásitos, quizá hasta se extendieran en agujeros de anidación», afirma.
Dicho esto, no está claro qué tipo de araña fabricó la tela. «No sabemos muy bien qué arañas se alimentaban de garrapatas, [y] aquellas de las que tenemos registros pertenecen a grupos de arañas cuyos registros geológicos no retroceden tanto», afirma el coautor Paul Selden, paleontólogo de la Universidad de Kansas.
«Podría ser más probable encontrar a algunas especies de arañas en ámbar que a otras», añade Selina Groh, estudiante de doctorado de Paleontología en la University College London, que estudia a los arácnidos. «Su mera ausencia en el ámbar no implica que no pudieran haber sido las responsables de envolver a la garrapata».
Aunque quizá nunca sepamos qué araña capturó a la garrapata, mientras tanto los investigadores pretenden estudiar otros fósiles y aprender cómo evolucionaron las arañas y cualquier presa a la que capturasen.
«Existe un gran número de arácnidos interesantes en el ámbar birmano», afirma Selden.