Sentencian a 19 traficantes de angulas, pero el lucrativo negocio persiste

Los precios de las angulas alcanzaron recientemente un máximo de casi 5.700 euros el kilo y los traficantes siguen probando suerte pese a los esfuerzos de la policía.

Por Rene Ebersole
Publicado 28 jun 2018, 13:20 CEST
Angulas
Después de 2010, cuando la Unión Europea prohibió la exportación de angulas, el tráfico se disparó en Estados Unidos.
Fotografía de Heather Perry, National Geographic Creative

Tommy Zhou accedió a comprar angulas en el mercado negro siempre y cuando nadie fuera un «bocazas», y si alguien lo delataba, pagaría más de 170.000 euros para matarlo, según contaron los agentes encubiertos que lo detuvieron. Zhou, distribuidor de marisco de Brooklyn de 42 años, compraba y vendía angulas capturadas ilegalmente en Virginia. Él fue uno de las más de 20 personas —desde pequeños pescadores hasta poderosos empresarios— detenidas recientemente en una investigación pluriestatal de tráfico de fauna silvestre llamada «Operation Broken Glass» (en referencia al nombre en inglés de las angulas, glass eels).

«Los traficantes blanqueaban las angulas: las compraban ilegalmente, las mezclaban con las legales y las pasaban de contrabando empleando etiquetas falsas», afirmó Eric Holmes, agente especial del Servicio de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos, que se hizo pasar por pescador furtivo para vender sus productos a Zhou. La pesca furtiva en la Costa Este era muy sofisticada, según cuenta. «Usaban gafas de visión nocturna y vehículos alquilados, y podían transportar a una tripulación en plena noche sin hacer ruido. Mientras estos furtivos tuvieron la oportunidad de vender a un distribuidor dispuesto a comprar angulas ilegales, fueron imparables».

La carrera por las angulas americanas, Anguilla rostrata, fue incitada por una crisis de sushi que comenzó en 2010. Las angulas salvajes, también conocidas como rula, adquiridas para las explotaciones acuícolas de China y otras partes del mundo estaban empezando a escasear, poniendo en peligro los suministros de unagi, anguila asada con salsa de soja servida en puestos de sushi de todo el mundo.

Las anguilas asiáticas estaban prácticamente agotadas cuando la Unión Europea anunció la instauración de un cupo cero en la exportación de la anguila europea para frenar un precipitado descenso de la población.

Como consecuencia, los precios de anguila en Maine ascendieron de 353 euros el kilo a casi 3.600 euros el kilo en 2012. Algunos pequeños pescadores que sobrevivían a duras penas capturando almejas y gusanos empezaron a ganar suficiente dinero en el transcurso de una temporada de anguilas de 11 semanas como para pagar sus hipotecas y comprarse camionetas nuevas.

Los pescadores de Maine cuentan historias de esos días de fiebre del oro, cuando podían capturar tantas angulas como querían y los distribuidores aguardaban aparcados a lo largo de la orilla para pagar miles de dólares en efectivo. Con tanto dinero en juego, el negocio de las angulas era propicio al robo, y los distribuidores empezaron a llevar armas como protección.

Al mismo tiempo, algunos vieron la oportunidad de ganar aún más dinero traficando angulas entre estados y, en última instancia, a Asia, violando la legislación de contrabando estadounidense conocida como Ley Lacey.

«Ahí iniciamos nuestra investigación», explicó el agente Holmes. «La Operation Broken Glass abarcó de Maine a Carolina del Sur».

La redada

Uno de los cabecillas era un traficante de Maine llamado Bill Sheldon, que años antes había enseñado a otros pescadores a capturar a las diminutas angulas translúcidas nadando corriente arriba a la luz de la luna. Aunque los precios de las angulas bajaron en ocasiones hasta los 57 euros el kilo, la pesca de angula proporcionó otra fuente de ingresos a los lugareños. Cuando los precios de la angula se dispararon, Sheldon gozaba de una posición privilegiada desde la que aprovecharse.

Los expedientes judiciales muestran que Sheldon trabajaba con una red de distribuidores y pescadores de angulas de la Costa Este para pasarlas de contrabando a Asia. El pasado octubre, en una declaración que acompaña su admisión de culpabilidad, Sheldon dijo haber traficado angulas por un valor aproximado de medio millón de dólares (unos 433.000 euros) y haber tomado medidas para evitar a la policía.

Pescadores de angula
Pescadores de angula trabajan en las orillas rocosas por la noche hasta alcanzar sus cupos anuales individuales.
Fotografía de Sarah Rice, National Geographic Creative

Ahora cumple seis meses de prisión en una cárcel de New Hampshire y le han obligado a pagar una multa de 10.000 dólares (8.668 euros). Si no hubiera vendido su camioneta con la matrícula EELWGN, el juez se la habría confiscado. En su lugar, Sheldon abonó su cuantía: unos 28.800 euros. Además, ha sido condenado a un periodo de tres años de libertad vigilada con la condición de que no posea una licencia para comprar o exportar angulas.

Otros cinco traficantes —Timothy Lewis, Thomas Choi, Yarin Im, Richard Austin yTommy Zhou— han sido condenados a penas de prisión que van de los seis meses a los dos años. Austin y Zhou recibieron las sentencias más largas por parte de jueces de Norfolk, Virginia, y Portland, Maine, respectivamente. Austin, sentenciado en octubre, tenía condenas previas relacionadas con delitos contra la vida silvestre. La amenaza de venganza de Zhou probablemente influyó en la sentencia emitiza en marzo por el juez de Maine, según la abogada procesalista Cassandra Barnum.

Otros 13 furtivos de menor nivel fueron condenados a entre uno y dos años de libertad condicional y obligados a pagar una multa. Tres hombres más han sido acusados de tráfico de angulas en varios estados y se encuentran a la espera de juicio.

«Cuando tienes una industria tan lucrativa, siempre va a haber gente que quiera aprovecharse de los recursos», afirma Barnum. «Hemos detenido a mucha gente, pero siempre habrá más, no vamos a dejar de vigilarles».

Pesca con tarjeta

Como respuesta a la caza de angulas que comenzó en 2012 y la preocupación por la sostenibilidad del recurso, la Atlantic States Marine Fisheries Commission, que coordina la conservación y gestión de muchos caladeros de la Costa Este, empezó a reducir sus cupos pesqueros en Maine.

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    Angulas
    Hay casi 2.000 angulas en kilo y medio. Se envían a Asia cajas llenas de hasta 160 kilogramos de angula para venderlas en explotaciones acuícolas.
    Fotografía de Sarah Rice, National Geographic Creative

    En 2014, la comisión impuso un cupo estatal: 5.329 kilogramos, que se redujo en 2015 a 4.394 kilogramos. Según el sistema de cupos, cada pescador tiene una captura máxima permitida según la media de sus capturas previas de angula. Cada vez que un pescador vende angulas, el recuento se rastrea con una tarjeta que almacena información —como el peso de las angulas capturadas y su ubicación— en una base de datos gubernamental. Además, los distribuidores ya no pueden pagar en efectivo —solo con cheques—, por lo que las transacciones son rastreables.

    El sistema parecía estar funcionando hasta el año pasado, cuando investigadores de las fuerzas del orden de Maine descubrieron que algunos distribuidores realizaban transacciones clandestinas en efectivo. Los precios de la angula habían alcanzado un máximo de casi 5.700 euros el kilo. Los investigadores determinaron que la actividad ilícita era tan prolífica que era probable que el estado sobrepasara su cupo.

    Patrick Keliher, comisionado del Departamento de Recursos Marinos de Maine, decidió cerrar de emergencia la pesquería el pasado 24 de mayo, dos semanas antes de lo habitual. «El comisionado tomó la decisión de que no quería que sobrepasásemos el cupo estatal», afirma Rene Cloutier, comandante de la Patrulla Naval. «Parece que nos estábamos acercando».

    La decisión de clausurarlas antes de tiempo llegó en un momento crucial. En agosto, la Atlantic States Marine Fisheries Commission tiene previsto debatir un anexo para aumentar el actual cupo estatal de Maine al nivel de 2014, un aumento del 8 por ciento.

    Ahora, la gente cuestiona si la comisión clausurará el caladero, como han hecho casi todos los estados de la Costa Este con pesquerías comerciales de angula.

    «Clausurar la pesquería se saldría de la escala de Richter», afirmó Darrell Young, codirector de la Maine Elver Fishermen Association. «Puedo entender que la clausuren antes de tiempo, pero no que la clausuren del todo por unas pocas manzanas podridas».

    Cloutier dijo que llegar a ese extremo sería una vergüenza. «Antes de establecer la tarjeta, era un caos. No podríamos seguir pescando si no hubiéramos demostrado nuestra seriedad a la hora de proteger el recurso. Me decepciona la gente que se aprovecha del sistema. Es desalentador. Mucha gente se gana el sueldo de un año pescando angulas. Ahora, eso peligra».

    Anguila europea

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