Todo lo que necesitas saber sobre las mantis religiosas
Tras crecer durante todo el verano, las mantis religiosas están listas para aparearse. Te contamos curiosidades sobre ellas, como una dieta que incluye colibríes y un hábito de canibalismo sexual.
Si sales de paseo durante el verano o el otoño por muchas partes del mundo, quizá te encuentres con uno de los insectos más intrigantes del planeta: las mantis religiosas. Pese a sus brazos serrados y sus ojos de extraterrestre, no suponen ninguna amenaza, a no ser que seas un insecto, un gecko o un colibrí.
Sydney Brannoch, experta en mantis del Museo de Historia Natural de Cleveland (Estados Unidos), explica que no es que las mantis religiosas de las Américas sean más abundantes a finales del verano y en otoño, sino que son más visibles.
«Ahora mismo, están buscando pareja, de forma que los machos podrían ser algo más activos, con más tendencia a volar», afirma Brannoch, que también es estudiante de doctorado en la Universidad Case Western Reserve. Estos animales también se han pasado el verano cazando y creciendo, mudando repetidas veces sus exoesqueletos y alcanzando alturas de hasta 15 centímetros.
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A medida que los días se acortan en el hemisferio norte, solo tienen dos cosas en mente: comida y sexo.
Las parejas de las mantis
A veces, estos dos intereses se entrecruzan de forma brutal. Por el lado de la comida, un artículo publicado en 2020 en la revista científica Biology Letters evidenció que las mantis atacan como cazadores activos, calibrando sus movimientos para capturar de manera más eficiente a su presa.
Entre las tácticas de caza más llamativas, un estudio publicado en 2019 descubrió una especie de mantis que adopta una estrategia de mimetismo que la convierte en la primera especie documentada que imita, en coloración, comportamiento y morfología, a una avispa de colores llamativos.
En el lado del sexo, el cortejo de las mantis religiosas puede ser una aventura peligrosa: se ha documentado que las hembras arrancan la cabeza y devoran las partes del cuerpo de los machos con los que se aparean. Sin embargo, la frecuencia de dicha violencia podría haberse exagerado ligeramente.
«Primero, no todas las mantis religiosas canibalizan a sus parejas», afirma Brannoch. «Quizá ocurra si la hembra está pasando hambre o el macho la irrita. Pero no siempre lo hacen».
De hecho, los estudios de especies que canibalizan a sus parejas han determinado que las hembras devoran a los machos en entre el 13 y el 28 por ciento de los casos.
Curiosamente, ser devorado podría no ser tan horrible como suena.
Un estudio publicado en 2016 determinó que, cuando las mantis chinas hembra consumen a sus parejas, obtienen aminoácidos importantes que se incorporan a los huevos que ponen. También parecen poner el doble de huevos de los que pondrían normalmente tras canibalizar al macho.
De forma que, aunque para el macho sería mejor sobrevivir y aparearse con varias hembras, sus nutrientes le dan más probabilidades de que se transmita su ADN a la siguiente generación.
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Cerebros de aves
En algunos casos, las mantis religiosas macho suponen una parte importante —si no la mayoría— de la dieta de una hembra durante la época de apareamiento. Sin embargo, estos insectos también devoran muchos más animales, como aves.
Lo creas o no, se ha observado a mantis religiosas devorando aves en todos los continentes salvo en la Antártida. Un estudio publicado en The Wilson Journal of Ornithology en 2017 recopiló 147 casos en los que los insectos devoraban aves en 13 países de seis continentes. En total, se ha observado a 12 especies diferentes de mantis alimentándose de 24 tipos diferentes de aves, siendo los colibríes las presas más habituales.
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Las mantis tienen un método bastante horripilante para devorar a sus presas: empiezan por la cabeza. En muchos casos, los insectos perforan la cabeza de las aves y se alimentan de sus cerebros.
El insecto más prolífico es la mantis china (Tenodera sinensis), que ha sido introducida en el noreste de América. En esta región, se han documentado 25 casos en los que estas criaturas han devorado aves. Los colibríes gorgirrubís (Archilochus colubris) son las víctimas aviares más habituales.
Sin embargo, la más extendida en Estados Unidos es la mantis religiosa europea (Mantis religiosa), que es probablemente la más conocida y estudiada.
El estudio también documentaba otros animales de los que se alimentan los voraces insectos: «Ranas, lagartos, salamandras, tritones, musarañas, ratones, serpientes, tortugas pequeñas de caparazón blando e incluso un murciélago pequeño en una ocasión».
Está claro que estos insectos son depredadores voraces, pero ¿pueden las mantis religiosas hacer daño a un humano?
La respuesta corta es que es muy improbable. Las mantis religiosas no son venenosas y no pueden picar. Tampoco son portadoras de enfermedades infecciosas. Aunque algunas variedades como la especie de África oriental Leptocoloa phthisica pueden alcanzar los 25 centímetros de largo, tienen la boca más bien pequeña.
Esto significa que, si una mantis religiosa te mordiera el dedo, no tienen mandíbulas lo bastante fuertes para provocar una lesión grave.
Ojos y oídos
Otra cosa que pueden hacer las mantis religiosas es detectar murciélagos que se acercan. Mientras vuelan —tienen alas que normalmente están plegadas y no son visibles, a no ser que estén quietas e intenten abalanzarse sobre presas desprevenidas— pueden detectar las frecuencias ultrasónicas que los murciélagos utilizan para cazar.
Usando un órgano similar al oído en el centro del pecho, pueden escuchar sonidos por encima de los 20 000 hercios, fuera del rango auditivo humano. Brannoch explica que, si detectan la serie de sonidos que emplean los murciélagos para aproximarse a sus presas, pueden cambiar su trayectoria de vuelo, realizando una espiral descendente, evitando que las capture.
Además de su talento auditivo, estos animales poseen unos ojos increíbles. A diferencia del resto de insectos, pueden ver en tres dimensiones. Sin embargo, su visión 3D funciona de forma totalmente diferente a la nuestra, según explica Vivek Ntyananda, experto en conducta animal de la Universidad de Newcastle en Londres (Reino Unido).
En un estudio publicado en 2019, Nityananda y sus colegas colocaron a mantis religiosas unas gafitas 3D, como las que usan los humanos en el cine. Las lentes de colores diferentes permitieron a los investigadores mostrar a los insectos dos imágenes a la vez y, a continuación, documentar su reacción.
Al final, quedó claro que la visión 3D de la mantis religiosa se basa en el movimiento.
«Nuestra visión en estéreo depende de equiparar los patrones luminosos y oscuros de una escena y usar la diferencia entre lo que ven nuestros ojos para distinguir la profundidad», afirma Nityananda.
Esto permite a los humanos juzgar la profundidad. Pero para un depredador que acecha inmóvil, como una mantis religiosa, la imagen del fondo es casi tan importante como la parte de la imagen que se mueve. Al fin y al cabo, podría ser su cena.
«Las mantis deben sopesar a qué distancia se encuentra su presa antes de intentar capturarla y sin moverse, ya que cualquier movimiento alertaría a la presa», afirma Nityananda. «La visión en estéreo es una buena solución para hacer precisamente eso».
Es increíble que las mantis religiosas puedan ver tan bien en 3D, una tarea que es computacionalmente costosa para los primates y animales más complejos. Pero las mantis, que solo poseen un millón de neuronas —frente a las 100 000 millones del cerebro humano— han diseñado una forma de hacerlo más eficazmente.
Ilusión óptica
Otra rareza de los ojos de las mantis: parece que tienen pupilas que pueden seguirte con la mirada cuando te mueves. Pero es algo más complejo de lo que parece.
«Las mantis tienen enormes ojos compuestos, formados por miles de receptores de luz llamados omatidios», afirma Brannoch.
Lo que las mantis no tienen son pupilas, que animales como los mamíferos usan para enfocar la luz en la retina y formar una imagen en el cerebro.
Cuando miras al insecto a los ojos, la mancha oscura que se mueve son en realidad más receptores de luz que, por su ángulo, absorben todas las longitudes de onda de luz, por eso son de color negro. Por su parte, los receptores de luz alrededor del punto negro reflejan longitudes de onda específicas, por eso el resto del ojo parece verde, blanco, marrón o violeta.
Por lo tanto, la «pupila» de las mantis es en realidad una especie de ilusión óptica. Por eso los científicos la denominan pseudopupila. No pueden enfocar los ojos en un punto del mismo modo que los animales con pupila.
Sin duda, futuros estudios sobre su visión y su conducta revelarán más curiosidades.
«Son animales carismáticos y hermosos, y nos queda mucho por descubrir al respecto», cuenta Nityananda.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.