Por qué a algunos peces se les da tan mal nadar
Los caballitos de mar, los peces sapo y otros peces viven una vida acuática con poca natación. No todos pueden moverse como pez en el agua, pese a serlo.
«Los peces nadan, las aves vuelan», o eso decía Jerome Kern en una canción de amor de Broadway. Pero no es del todo cierto.
Existen muchas aves incapaces de volar, como avestruces y pingüinos, y también varios peces que no nadan tan bien como se cree. Eso ha hecho que nos preguntemos: ¿por qué algunos peces no se llevarían medalla en natación?
Resulta que tienen sus razones para invertir su energía en algo diferente.
Lentos pero seguros
En lo que a peces se refiere, «los nadadores lentos suelen ser los que no necesitan nadar de forma rápida o eficiente», afirma Selina Heppell, directora del departamento de pesca y fauna silvestre de la Universidad Estatal de Oregón. Entre ellos figuran los depredadores por emboscada que asaltan a sus presas sin agotarse.
Por ejemplo, la singular forma del cuerpo del caballito de mar los convierte en unos de los peces más lentos del mar, pero son depredadores de una rapidez increíble siempre y cuando se encuentren en aguas tranquilas. Se alimentan de copépodos, crustáceos diminutos que pueden huir en solo dos milisegundos. Pero ni siquiera eso es lo bastante rápido: un caballito de mar puede atacar en un milisegundo.
Otros peces son maestros del disfraz. Los peces piedra se camuflan a la perfección en el lecho marino y a veces hasta crecen algas en sus cuerpos. Esto perfecciona su camuflaje y puede atraer a otros peces a su fin.
Cuando un pez pasa en busca de un alga que llevarse a la boca, un pez piedra lo atrapa con sus enormes mandíbulas y, a menudo, engulle entera a su presa. Esto protege a las algas de que se las coman, ya que el pez piedra devora al otro pez.
Y como están cubiertos de espinas tan venenosas que son capaces de matar a un humano en menos de una hora, los peces piedra no necesitan la velocidad.
Otros peces entregados a la dieta slow food son depredadores del océano profundo que «recorren la oscuridad a la espera de presas y que no tienen demasiada masa muscular», afirma Heppell.
El pez borrón o pez gota vive a una profundidad de hasta 1.200 metros en la costa australiana. Estos peces no poseen masa muscular, lo que los hace menos densos que el agua de la profundidad a la que viven y les capacita para sobrevivir a la presión aplastante. Su otro truco es permanecer inmóviles y devorar cualquier cangrejo, molusco o animal que pase junto a ellos en el lecho marino.
Caminar para comer
Scott Heppell, profesor adjunto de pesquerías en la Universidad Estatal de Oregón, explica que los peces golondrina, que viven en el fondo del mar, pueden nadar pero no baten ningún récord de velocidad. Los peces golondrina son famosos por sus aletas pectorales en forma de alas, que usan para atraer a las hembras.
Son unos de los pocos peces que optan por «caminar» sobre el lecho marino en lugar de nadar, ya que para ellos la velocidad no es importante. En lugar de perseguir a sus presas, las buscan «a mano».
El final de sus aletas pélvicas no está palmeado, de forma que pueden excavar en la arena en busca de algún aperitivo con radios de aletas que funcionan como dedos.
Otro caminante marino es el Brachionichthys hirsutus o «pez mano» de Australia y Tasmania, que estuvo a punto de extinguirse a mediados de los 90. La contaminación y la depredación de huevos son algunas de las causas de sus difícil situación, pero los científicos australianos han iniciado un programa de cría para echarles una mano, por así decirlo.
Pero el pez «andante» de aspecto más raro es probablemente el pez murciélago de labios rojos, que pasea por el mundo submarino de las Galápagos.
Un último pez al que no le va la vida rápida es el pez globo. Si lo persiguen, simplemente traga un montón de agua y se infla hasta ser tan grande (y a veces tan punzante) que no pueden comérselo.
Los peces globo también son lo bastante tóxicos como para matar a 30 humanos, y no existe antídoto conocido.
Así que ten cuidado, que no te oigan llamarlos malos nadadores.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.