Un informe malinterpretado muestra un descenso animal catastrófico

Una nueva investigación demuestra que las poblaciones de animales estudiadas han descendido una media de más del 50 por ciento en las dos últimas generaciones.

Por Elizabeth Anne Brown
Publicado 2 nov 2018, 14:09 CET
Una cría de orangután con su madre
Mientras la cría de orangután, Aurora, abraza a su madre adoptiva Cheyenne en el zoo de Houston, la deforestación y la caza furtiva han dejado huérfanos a sus parientes de Borneo. Su tragedia es apenas una nota al pie del declive mundial de las poblaciones de animales, documentadas en el informe Planeta Vivo 2018 de WWF.
Fotografía de Joël Sartore, National Geographic Photo Ark

El Informe Planeta Vivo 2018 del World Wildlife Fund For Nature, publicado esta semana, describe un descenso catastrófico de las poblaciones de animales en todo el mundo. Sin embargo, muchos medios lo han malinterpretado, con titulares que insisten erróneamente en que hemos perdido al 60 por ciento de los animales en 40 años. La realidad es más matizada, aunque sigue siendo alarmante.

El informe bianual examina las tendencias del Índice Planeta Vivo, que para un biólogo sería una especie de «índice bursátil» de la diversidad y la abundancia de animales en el mundo. Si el marcador es estable o aumenta, los animales en general están prosperando, mientras que un marcador descendente inclina un problema en todo el planeta.

El Índice Planeta Vivo ha caído en picado de forma repentina: ha descendido un 60 por ciento desde 1970, apenas un pestañeo en tiempo evolutivo. Y está todo invertido.

¿60 por ciento de qué?

El Índice Planeta Vivo (IPV) combina los datos de miles de especies con estilos de vida y estados de conservación muy diferentes. No es un censo en el que una musaraña enana —que es abundante— tenga el mismo peso que un rinoceronte de Sumatra en peligro crítico de extinción.

El IPV tiene en cuenta el hecho de que un rinoceronte menos significa mucho para su población total. Pero miles de musarañas enanas menos supone un descenso trivial; puede atribuirse a un error de redondeo. Algunas poblaciones del estudio han perdido más del 60 por ciento de sus individuos, otras han perdido menos. Pero la media representada por el IPV pone de manifiesto una tendencia mundial catastrófica.

Dicho de otro modo, el informe determinó que las poblaciones de vertebrados (animales con columna vertebral) han descendido una media de un 60 por ciento. Pero eso no es lo mismo que afirmar que hemos acabado con el 60 por ciento de todos los animales, algo que el informe deja bien claro.

Pongamos, por ejemplo, que tenemos 50 tigres, 200 halcones y 10.000 ardillas. Pongamos que la primera población desciende un 90 por ciento: cinco tigres. La segunda desciende un 80 por ciento: 40 halcones. Y tercera desciende un 10 por ciento: 9.000 ardillas. Es un descenso medio del 60 por ciento en estas poblaciones ficticias, pero solo un descenso total del 12 por ciento de los ejemplares.

O pongamos como ejemplo a una sola especie: imagina que las poblaciones de lobo descienden una media del 60 por ciento. Esto no significa que hayamos perdido el 60 por ciento de todos los lobos individuales. Significa que algunas manadas de lobos han sufrido pérdidas terribles, quizá incluso extinción local, mientras que otras han descendido de forma menos drástica. Pero recordemos que las manadas no tienen el mismo tamaño. La extinción local en el Idaho rural podría implicar la pérdida de solo cuatro animales, pero como cada población individual hace que la especie sea más resistente, es una información importante que los biólogos deben documentar.

Galería: Animales protegidos por la Ley de Especies en peligro de extinción de EE.UU.

Servicios del ecosistema

Durante décadas, economistas y ecólogos han intentado cuantificar el valor de los servicios del ecosistema, los bienes y servicios que aporta la naturaleza, desde la polinización de los cultivos por parte de las abejas a la filtración del agua por parte de los moluscos. El Informe Planeta Vivo calcula que el valor de los servicios del ecosistema es de 125 billones de dólares, unos pocos billones por debajo del PIB mundial total.

Aunque la cifra puede ser polémica, ya que no existe un consenso respecto a como asignar dichos valores, hasta Wall Street tiene que admitir que la naturaleza hace gran parte del trabajo pesado para nosotros. Los animales polinizadores son responsables de un tercio de toda la producción de alimentos y dependemos de los animales rumiantes para reciclar el suelo. Aves, murciélagos y reptiles controlan los mosquitos transmisores de enfermedades, mientras que los investigadores médicos buscan en los bichitos de la selva tropical el próximo tratamiento contra el cáncer.

Debido a las complejas redes tróficas, el destino de una sola población de animales puede tener consecuencias profundas e inesperadas.

Los hallazgos del censo

El biólogo de la Universidad de Maine Brian McGill explica la frustración de trabajar en un censo de biodiversidad comparándola con otros proyectos de supervisión de la naturaleza con grandes infraestructuras, como la predicción meteorológica. «Solo en los Estados Unidos, el Servicio Meteorológico Nacional gasta miles de millones de dólares al año para elaborar previsiones meteorológicas precisas: invierte en estaciones meteorológicas terrestres, boyas oceánicas, globos radiosonda y satélites para obtener las mediciones óptimas de la situación meteorológica actual», afirma. «No contamos con un equivalente para la biodiversidad».

A través de sus Informes Planeta Vivo, WWF supervisa 4.005 especies de vertebrados en 16.705 poblaciones diferentes. Dicha cifra se ve empequeñecida ante las 63.000 especies descritas de vertebrados, y los científicos creen que solo hemos documentado una parte de las que existen.

Dichas poblaciones, repartidas estratégicamente por continentes y biomas, sirven como punto de referencia de todas las especies de las que no tenemos datos. Ha sido difícil obtener un recuento preciso de animales más pequeños como hormigas, por ejemplo, pero al seguir a las aves y los mamíferos que se alimentan de ellos en la misma zona, los científicos pueden hacerse una idea de la situación del ecosistema local.

Las zonas con más problemas, según el informe, son los ecosistemas de agua dulce y tropicales. Ambos son puntos calientes históricos de biodiversidad, ya que albergan una concentración altísima de especies. Pero la sobreexplotación, el cambio climático y la contaminación han reducido estos hábitats antes abundantes.

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    La puntuación media del Índice Planeta Vivo para poblaciones de agua dulce ha descendido un 83 por ciento, lo que significa que las poblaciones de animales acuáticos han descendido este porcentaje, de media. Y el IPV en los neotrópicos —el Caribe, Sudamérica y Centroamérica, y partes de Florida y Texas— ha descendido un 89 por ciento.

    Políticas medioambientales

    Para detener la ola de la extinción será necesaria la cooperación a escala mundial, de ahí la alarma en el mundo científico por el retroceso internacional de las regulaciones medioambientales.

    El gobierno de Trump sigue presionando para revertir partes de la Ley de Especies en peligro de extinción, la política medioambiental fundamental de los Estados Unidos. A principios de esta semana, el gobierno chino legalizó el comercio de cuerno de rinoceronte y hueso de tigre, una medida que ha sido criticada por los conservacionistas.

    Por su parte, el presidente electo de Brasil Jair Bolsonaro pretende explotar el Amazonas para fortalecer la economía del país, mientras que el Informe Global de Riesgos del Foro Económico Mundial ha puesto de relevancia «la pérdida de diversidad global y el colapso de los ecosistemas» como una de las 10 amenazas económicas principales en 2018.

    Como dijo el ecólogo de Alabama E.O. Wilson en su libro The Future of Life, «Quizá ha llegado la hora de dejar de llamarlo el punto de vista “medioambientalista”, como si fuera un grupo de presión al margen de la actividad humana, y empezar a llamarlo el punto de vista del mundo real». La conservación de los animales ya no es un interés específico. Es un interés humano.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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