Se está produciendo un apocalipsis de murciélagos. ¿Podrá detenerlo la ciencia?
Crustáceos, piñas y laxantes podrían ayudarnos a salvar a los murciélagos del síndrome de la nariz blanca.
A unas horas a las afueras de Pittsburgh, Pensilvania, hay un túnel ferroviario abandonado y parcialmente inundado que tiene la reputación de estar encantado. Décadas de grafiti advierten a los curiosos que se alejen, y dentro un largo pasillo de agua fétida me salpica las rodillas mientras la luz diurna desaparece.
Y la verdad es que lo que dicen sobre este lugar es cierto. Dentro acecha un asesino invisible.
Los científicos lo llaman Pseudogymnoascus destructans, o Pd. Pero también es conocido como el hongo carnívoro que ha aniquilado a las poblaciones de murciélagos de Norteamérica. En poco más de una década, ha matado a más de seis millones de murciélagos.
Pero los científicos aún no han perdido la esperanza. De hecho, hay una serie de nuevos proyectos que están probando de todo para cambiar el curso de la situación: extractos de piña, ingredientes de medicación contra el estreñimiento, vacunas y radiación ultravioleta.
El Pd se descubrió por primera vez en el estado de Nueva York en 2006 y la enfermedad que provoca, denominada síndrome de la nariz blanca, se ha detectado ya en 33 estados estadounidenses y siete provincias canadienses.
«Algunas especies se han visto diezmadas», afirma Winifred Frick, científica jefe de Bat Conservation International. «Llamamos a los murciélagos orejudos del norte [Myotis septentrionalis], los pequeños murciélagos café [Myotis lucifugus] y los murciélagos tricolores [Perimyotis subflavus] “los tres grandes”».
«Esta enfermedad resulta muy desconcertante y difícil de solucionar», afirma Frick. «Pero la forma de conseguirlo es colaborar y agrupar nuestras energías creativas».
Polietilenglicol
Fuera del túnel de Pensilvania, casi 380 litros de agua aguardan a que los mezclen con 100 kilos de polietilenglicol. Esta sustancia, denominada PEG para abreviar, existe desde los 60 y hoy puede encontrarse en todo tipo de artículos, como productos adhesivos, hueveras, pastillas de jabón, barras de labios y supositorios.
Pero ahora lo cargarán en rociadores de mochila similares a los de los Cazafantasmas y lo utilizarán para cubrir cada milímetro de las paredes y el techo del túnel.
Al parecer, el PEG parece engañar al hongo Pd para que piense que el entorno está completamente seco, aunque sea un túnel lleno de agua. Como consecuencia, el hongo devorador de murciélagos se desactiva y deja de producir esporas. Y como el PEG se aplica mucho antes de que los murciélagos entren al túnel para su hibernación invernal, el objetivo es crear un refugio seguro donde los animales puedan esperar a que pase el frío.
«Intentamos hacer que el entorno sea menos favorable para el Pd», afirma Barrie Overton, micóloga de la Universidad de Lock Haven en Pensilvania que recibió una beca del Bats for the Future Fund, una asociación pública y privada para proteger los murciélagos. «Esperamos que eso ayude a los murciélagos a sobrevivir».
Si resulta que el PEG puede hacer este trabajo por sí solo, el equipo pretende añadir a la mezcla un fungicida derivado de la levadura. «Una fórmula instantánea», afirma Overton.
If you like piña coladas
En otro túnel ferroviario de Georgia, los investigadores trabajan en un tipo de espray totalmente diferente: uno que pueda aplicarse directamente a los murciélagos. Lo creas o no, el ingrediente activo se ha descubierto en piñas tropicales bolivianas.
«El hongo, Muscodor crispins, vive en la planta de la piña tropical», afirma Chris Cornelison, microbiólogo aplicado en la Universidad estatal de Kennesaw, en Georgia. «Se desconoce el papel específico que desempeña en la fisiología y el ciclo vital del huésped».
Sin embargo, lo que sí sabemos del hongo de la piña es que inhibe el crecimiento de otros hongos. Por eso Cornelison y sus colegas han probado su eficacia en los casi 200 murciélagos tricolores que viven en el túnel de Black Diamond en el noreste de Georgia, que llegó a albergar más de 5.500 murciélagos de esta especie en 2013.
Como el túnel de Black Diamond está lleno de agua gélida demasiado profunda como para vadearla, los investigadores han creado un sistema de poleas que transporta un bote de aluminio dotado con un pulverizador rotatorio, o nebulizador. Le han puesto un nombre al aparato salvador de murciélagos: Batilda.
Hasta ahora, Cornelison afirma que han observado un aumento de la población de murciélagos en el lugar desde que empezaron a rociar. Sin embargo, advierte que, hasta que puedan llevar a cabo más pruebas, es importante «ser precavidos» a la hora de afirmar que el tratamiento funciona. El próximo invierno, el equipo también añadirá al cóctel un componente más llamado decanal. El decanal, un compuesto orgánico habitualmente presente en cítricos y en el cilantro, también parece matar las esporas de Pd en el laboratorio.
¿Cuántos lametones se necesitan para salvar a los murciélagos?
Otro método prometedor para salvar a los murciélagos es una vacuna que permite a los animales combatir el hongo con su propio sistema inmune. Y la mejor parte es que no se necesitan agujas. Esta vacuna se lame.
«Los murciélagos son bastante meticulosos por naturaleza», se acicalan a sí mismos y a otros, afirma Tonie Rocke, epidemióloga e investigadora del Servicio Geológico de los Estados Unidos. «Lamen cualquier cosa que les echen encima».
Por eso Rocke y sus colegas están desarrollando una sustancia gelatinosa que puede aplicarse a los murciélagos cuando se posan o puede rociarse cuando entran a su lugar de hibernación. A continuación, los murciélagos transferirían la vacuna a sus vecinos cuando se abran paso a empujones para conseguir las mejores posiciones de hibernación, y finalmente consumirían la sustancia cuando se acicalen.
«Si lo conseguimos, una vacuna podría aportar inmunidad de por vida a los murciélagos tratados», afirma Rocke.
Es más, Rocke señala que este enfoque podría emplearse para tratar otras enfermedades que afligen a los murciélagos, como la rabia.
Una luz en la oscuridad
Mientras otras personas se centran en productos químicos y vacunas, Frick experimenta con el milenario poder desinfectante de la luz solar. O, más bien, una versión artificial de esta.
«El hongo posee un tipo único de sensibilidad genética a la luz ultravioleta», afirma.
Solo hacen falta 30 segundos de luz UV de bajo nivel para derrotar al hongo y, lo mejor de todo, la luz parece tener escaso o ningún efecto sobre otros microbios autóctonos. Ahora mismo, Frick y sus colegas están probando la duración de los efectos en minas abandonadas de Arkansas, Alabama y Canadá. También tratan partes de estas minas con PEG para comparar ambos métodos.
Si la luz ultravioleta demuestra ser tan eficaz como espera, Frick afirma que tendrán que resolver el problema de ingeniería de cómo crear una fuente de luz de bajo consumo energético para tratar minas o cuevas enteras, como la Batseñal de Batman.
Frick también forma parte de otro proyecto que emplea una molécula llamada quitosano. El quitosano, derivado de los exoesqueletos de crustáceos e insectos, ya ayuda a tratar la obesidad, el colesterol alto y la enfermedad de Crohn en humanos. En el caso de los murciélagos, a los científicos les interesa la capacidad de la fibra de actuar como agente antifúngico que favorece la cicatrización.
Hasta la fecha, Frick y sus colegas han tratado pequeños murciélagos café de Míchigan, donde el hongo ya se encuentra bastante arraigado, así como murciélagos de Texas, donde esperan detener su expansión antes de que eche raíces.
«Ha habido ensayos preliminares con resultados prometedores que demuestran que reduce la gravedad de la enfermedad en murciélagos y podría aumentar su capacidad de supervivencia», afirma Frick.
El futuro
De vuelta al túnel ferroviario encantado, Greg Turner, biólogo de fauna silvestre de la Comisión de Caza del Estado de Pensilvania, se toma un descanso del rugido del rociador de mochila para explicar por qué las diversas ideas pueden parecer dispersas.
«Lo que intentamos encontrar son herramientas que sean específicas para situaciones diferentes en especies diferentes», afirma.
Por ejemplo, aunque una vacuna en gel resultara ser eficaz en grandes colonias hibernantes de pequeños murciélagos café, esa estrategia podría no funcionar en murciélagos tricolor porque dicha especie acostumbra a posarse de forma individual.
Y los proyectos explicados están lejos de formar parte de una lista exhaustiva de estrategias activas actualmente. Además de los tratamientos con PEG, Turner investiga el cambio de la circulación del aire en algunas cuevas para que estén más frías y favorezcan menos el crecimiento del Pd. La climatización de las cuevas, en otras palabras.
Desde el estado de Washington a Texas, desde Manitoba a Terranova, científicos de toda índole se han unido para hallar algo —cualquier cosa— que les ayude a ganar tiempo contra el hongo asesino. De hecho, los murciélagos europeos han evolucionado para coexistir con el Pd y existen pruebas de que los murciélagos de Estados Unidos también resisten al hongo.
«Hemos observado un gran aumento de la cantidad de la infección que afecta a estos murciélagos durante un periodo de tiempo bastante corto», afirma Turner. Sin embargo, como el hongo parece afectar a cada especie de forma diferente, es posible que algunos murciélagos no puedan permitirse esperar.
Ya sea el PEG, el quitosano, la luz ultravioleta o cualquier otro método propuesto, Turner dice que dichos tratamientos son solo una tirita: una estrategia temporal que solo detendrá el sangrado durante el tiempo suficiente para que los murciélagos sigan poblando el paisaje.
«Lo que necesitamos es que los propios murciélagos evolucionen y sobrevivan, como en Europa», afirma.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.