Descubren un nuevo tiranosaurio diminuto, antepasado del Tyrannosaurus rex

Este depredador delgaducho llena un vacío fundamental en la comprensión de cómo los tiranosaurios llegaron a dominar el Cretácico.

Por Michael Greshko
Publicado 22 feb 2019, 15:07 CET
Moros intrepidus
Representación artística del Moros intrepidus.
Fotografía de Jorge Gonzalez

Puede que el Tyrannosaurus rex fuera el «rey lagarto tirano», pero antes de que el poderoso T. rex pisara la actual Norteamérica, sus ancestros no vivían entre la realeza: eran diminutos, flacuchos y rápidos, adaptados a una vida a la sombra de carnívoros mucho más grandes.

Ahora, un fósil hallado en Utah podrá ayudar a los paleontólogos a comprender cómo los tiranosaurios de esta región pasaron de mendigos a príncipes ecológicos. Con un peso de unos 77 kilogramos y una altura inferior al metro y medio, la nueva especie, Moros intrepidus, es uno de los dinosaurios más pequeños de este tipo del Cretácico, la era geológica que discurrió entre hace 66 y 145 millones de años.

Con 96 millones de años de antigüedad, el Moros es también el esqueleto de tiranosaurio del Cretácico más antiguo descubierto en esta región, con lo que el récord anterior retrocede 15 millones de años.

«El Moros nos ha ayudado a comprender el quién, qué, cuándo, dónde y por qué del ascenso de los tiranosaurios a papeles de depredadores en el continente norteamericano», afirma la paleontóloga Lindsay Zanno, del Museo de Ciencias Naturales de Carolina del Norte, cuyo equipo describe el fósil en la revista Communications Biology.

No es de extrañar, pues, que el nombre del género de este dinosaurio sea Moros: la personificación griega de la fatalidad inminente.

El hueso de la suerte

A comienzos del Cretácico, los tiranosaurios distaban de ser los titanes que imaginamos hoy en día. Eran depredadores pequeños y peleones que cazaban junto a dinosaurios carnívoros mucho más grandes denominados alosaurios. Hace unos 80 millones de años, los alosaurios de Norteamérica habían desaparecido y los tiranosaurios eran diez veces más grandes, llenando de forma espectacular el nicho de depredadores que habían dejado los alosaurios.

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    Con todo, cómo alcanzaron este tamaño los tiranosaurios norteamericanos sigue siendo todo un misterio, ya que existe un vacío importante en el registro fósil de mediados del Cretácico en el continente. A excepción de algunos dientes aislados, los paleontólogos no contaban con pruebas óseas de tiranosaurios de Norteamérica entre hace 150 y 80 millones de años.

    Ante esta situación, investigadores como Zanno han seguido excavando formaciones rocosas de mediados del Cretácico. En 2013, Zanno encontró oro: mientras caminaba por su yacimiento de campo en la formación Cedar Mountain de Utah, observó unos huesos de extremidades que sobresalían de una ladera.

    «Llevamos 10 años buscando en esta zona y estos son los únicos huesos que hemos recuperado de este animal», afirma. «Los equipos tardan muchísimo tiempo y hace falta un montón de suerte».

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    Los huesos de los pies del Moros son tan delgados que parece más flacucho que los ejemplares jóvenes de especies de tiranosaurios posteriores de mayor tamaño. Pero el Moros no era un jovencito: el estudio minucioso de las secciones transversales de los huesos demuestran que el dinosaurio tenía entre seis y siete años cuando murió y, por lo tanto, estaba cerca de la adultez.

    El diminuto fósil sugiere que los tiranosaurios de Norteamérica conservaron su pequeñez hasta, como mínimo, la aparición del Moros, lo que significa que el tiranosaurio alcanzó un tamaño monstruoso en solo 16 millones de años, todo un sprint evolutivo. La pata trasera del Moros presenta algunos de los rasgos de adaptación para correr observados en tiranosaurios posteriores de mayor tamaño.

    «El Moros es importante en ese sentido. Es la primera pista de tiranosaurios que, en última instancia, se convirtieron en seres enormes», afirma Thomas Carr, paleontólogo del Carthage College y experto en tiranosaurios que no participó en el estudio.

    Es más, el Moros se parece mucho a los tiranosaurios que vivían en Asia en el Cretácico Inferior. El hallazgo sugiere que los ancestros del Moros atravesaron un puente terrestre entre Asia y Norteamérica, parte de un intercambio entre los dos continentes que está ampliamente documentado en otros grupos de dinosaurios. Para conmemorar su viaje, los investigadores le dieron al Moros un apellido trotamundos: intrepidus.

    Ahora que su equipo ha desvelado el Moros, Zanno está ansiosa por describir su hogar pantanoso. Las mismas rocas que contenían el Moros también albergaban al enorme alosaurio Siats y diversos dinosaurios herbívoros, entre ellos algunos que habrían habitado en madrigueras. También colabora con otros investigadores para estudiar la flora fosilizada de la zona.

    «Con suerte, tendremos toda una serie de descubrimientos que revelarán [la historia de] este ecosistema perdido del Cretácico», afirma.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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