¿Habrían muerto los dinosaurios sin el impacto del asteroide? Esto dice la ciencia
Un nuevo análisis de la situación de los dinosaurios antes de la catástrofe podría ayudar a los científicos a comprender mejor las respuestas al cambio climático moderno.
Un día hace 66 millones de años, la vida se interrumpió de forma repentina y apocalíptica cuando el impacto de un asteroide cerró violentamente el libro de la era de los dinosaurios. Las aves son los únicos miembros del árbol familiar de los dinosaurios que sobrevivieron a esa catástrofe y los nichos abiertos que dejaron les dio a ellas y a nuestros antepasados mamíferos primitivos un lugar en el foco ecológico.
Pero ¿y si los dinosaurios no hubieran sufrido esa calamidad? ¿Habrían desaparecido con un quejido en lugar de con un estruendo?
Quizá no, según un nuevo estudio que sostiene que a los dinosaurios les quedaba bastante energía y vigor antes de la extinción masiva de finales del Cretácico. El hallazgo, revelado mediante simulaciones nuevas en el campo de la paleontología, es el giro más reciente de un debate sobre si los dinosaurios estaban ya en «fase terminal» cuando llegó su día del Juicio Final.
Además, el enfoque innovador del estudio podría ayudarnos a comprender mejor los problemas medioambientales del pasado y desentrañar los detalles de qué podríamos esperar del cambio climático moderno.
«Los resultados son importantísimos —la historia de su deterioro y contradecirla—, pero también es bueno que hayamos diseñado y aplicado nuevos métodos. Tiene varios ángulos», afirma el paleontólogo Alfio Alessandro Chiarenza, estudiante de doctorado en el Imperial College London que dirigió el nuevo estudio, publicado en Nature Communications.
La caída de los dinosaurios
Si has visto la película de Disney Fantasía, de 1940, podrás ver cómo creían antes los paleontólogos que se habían extinguido los dinosaurios. En la película, especies familiares prosperan en tierras pantanosas exuberantes, pero finalmente sucumben a un clima infernal. Esa idea cambió en los años 80, cuando Walter y Luis Álvarez sostuvieron que los dinosaurios no marcharon por el desierto hacia su muerte, sino que una combinación de pruebas geológicas y fósiles sugería que su reinado llegó a su fin con el catastrófico impacto de un asteroide.
Años después, los científicos descubrieron la prueba del delito: los restos del cráter en la costa de México. Desde entonces, la mayoría de los paleontólogos coinciden en que el asteroide fue el culpable principal de la muerte de los dinosaurios.
Dicho esto, los paleontólogos debaten qué habría ocurrido si el asteroide nunca hubiera impactado en la Tierra. Cuesta obtener datos sólidos sobre esto debido a la naturaleza fragmentada del registro fósil. Deben darse las condiciones adecuadas para que el cuerpo de un organismo acabe sepultado y aislado durante el tiempo suficiente como para que se forme el fósil. Como consecuencia, relatar la historia de la vida con fósiles es como reconstruir el argumento de una novela épica con trozos de la única transcripción que ha sobrevivido. ¿Y si se descomponen las páginas o se desvanece la tinta?
Al llevar a cabo un recuento de la cantidad de especies antiguas, los paleontólogos deben tener en cuenta los sesgos del registro fósil. Y cuando se observan los recuentos en crudo, parece que la cantidad de especies de dinosaurios descendió en el oeste de Norteamérica en los últimos 17 millones de años del Cretácico. Eso sugiere que los dinosaurios ya se encontraban en el ocaso de sus vidas cuando el asteroide dio el golpe de gracia.
Sin embargo, no se han descubierto fósiles suficientes del periodo más cercano a la extinción masiva, el Maastrichtiense, como para desvelar los detalles más sutiles. Muchos estudios han intentado contabilizar este sesgo y, cuando lo hacen, descubren que la diversidad de los dinosaurios del oeste de Norteamérica es constante o incluso ascendió antes de su último suspiro. En este caso hipotético, los dinosaurios estaban perfectamente hasta que, de repente, dejaron de estarlo.
Este consenso emergente sufrió un revés en 2016, cuando el biólogo de la Universidad de Reading Manabu Sakamoto publicó un artículo en el que sostenía que, decenas de millones de años antes de la extinción, las especies de dinosaurios se estaban muriendo más rápidamente de lo que aparecían nuevas especies. Según esta situación, basada en un árbol familiar global de los dinosaurios, el apogeo de algunos grupos de dinosaurios había quedado atrás mucho antes del Armagedón provocado por el asteroide.
El estudio de Sakamoto no se puede comparar con otros directamente, ya que analiza escalas temporales más largas. Sin embargo, su labor ha avivado de nuevo las llamas del debate.
Grandes huesos, grandes datos
Para abordar las principales incógnitas, resulta de gran ayuda contar con grandes bases de datos y, durante décadas, los paleontólogos han ensamblado enormes bases de datos públicas de yacimientos fósiles. Ahora, una nueva generación de paleontólogos con conocimientos informáticos puede diseccionar como nunca el mundo antiguo, lo que aportará nueva información a escala mundial.
«Nos encontramos en la era de los macrodatos y la ciencia de datos, ¿verdad?», afirma Sakamoto. «Si quieres hacer afirmaciones y estudios grandiosos, necesitas macrodatos para respaldarlos, así que las bases de datos son vitales».
Si crees que una paleontología con bases de datos es como mezclar Parque Jurásico y Matrix, te equivocas. Seleccionar minuciosamente bases de datos que puedan albergar cientos de miles de entradas es una labor tediosa.
«Pasamos años dedicándonos a este tipo de cosas. Es día tras día de modelos fracasados, ejecuciones fallidas, compensación de datos y si veo “Maastrichtiense” mal escrito una vez más, me volveré loca», afirma la paleontóloga Emma Dunne, estudiante de doctorado en la Universidad de Birmingham que emplea modelos climáticos para estudiar los orígenes evolutivos de los dinosaurios. «Pero vale la pena. Es muy emocionante».
Chiarenza siguió una trayectoria similar. Solo quería estudiar dinosaurios, pero para responder a sus preguntas debía investigar temas como modelos del sistema Tierra o ecología vanguardista.
Para el nuevo estudio, combinó modelos de alta resolución del terreno de la antigua Tierra con modelos climáticos de última generación, el mismo tipo que usan los científicos para comprender la influencia humana en el clima actual. A continuación, sus colegas y él cartografiaron los lugares donde se habían encontrado fósiles de dinosaurios en este terreno primitivo, centrándose en tres grupos: tiranosaurios, ceratopsianos —como el tricerátops— y hadrosáuridos.
“Si quieres hacer afirmaciones y estudios grandiosos, necesitas macrodatos para respaldarlos.”
Los investigadores enseñaron a los algoritmos del enorme conjunto de datos a asociar un grupo concreto de dinosaurios con un tipo de topografía y clima. Con estos modelos de hábitats, el equipo de Chiarenza pudo ampliarlo al resto de Norteamérica y proyectar qué regiones eran apropiadas, en teoría, para los dinosaurios. Su modelo demuestra que, hacia el final del Cretácico, gran parte de Norteamérica habría sido un hábitat adecuado para los dinosaurios.
Simultáneamente, los investigadores elaboraron modelos de dónde era más probable que se formasen fósiles de dinosaurios en esta región. Simularon el flujo de sedimentos de las entonces jóvenes Montañas Rocosas hacia una vía marítima que cubría algunas partes del oeste de Norteamérica. Hacia finales del Cretácico, esta vía marítima disminuyó, así como el volumen de sedimentos necesarios para preservar fósiles.
Basándose en sus resultados, Chiarenza y sus colegas sostienen que el aparente deterioro de los dinosaurios en el oeste de Norteamérica no es un producto de que la evolución eliminase a los dinosaurios de la historia, sino que es culpa de la geología ejerciendo de escriba descuidada.
Lo que pudo ser
Aunque el debate no está cerrado, la investigación de Chiarenza sigue la línea de otros estudios que tampoco demuestran un deterioro de los dinosaurios a largo plazo. En 2018, un estudio dirigido por la estudiante de doctorado Klara Nordén determinó que, basándose en sus dientes, los dinosaurios herbívoros de finales del Cretácico Superior tenían la misma diversidad ecológica de siempre.
«Encaja a la perfección con lo que ya sabemos a partir de otras pruebas», afirma.
Y como los modelos de Chiarenza simulan la respuesta de los dinosaurios ante el clima, su trabajo podría permitir determinar qué los mató exactamente. Los científicos podrían incluir la simulación de un asteroide o un megavolcán en el modelo y comprobar sus efectos en el hábitat. Actualmente, Chiarenza está trabajando en este tema. Del mismo modo, podría emplearse el modelo para analizar otros ejemplos pasados de variación climática y comprobar cómo respondían los hábitats y qué podría ocurrir con el cambio climático actual.
«Este tipo de técnica podría resultar valiosísima para [aportar] una base de referencia de cómo comprendemos los cambios a los que podríamos enfrentarnos con el calentamiento global antropogénico», afirma Paul Barrett, paleontólogo del Museo de Historia Natural de Londres que no participó en el estudio.
Steve Brusatte, paleontólogo de la Universidad de Edimburgo, añade que el estudio indica claramente que el asteroide fue el motivo de la extinción de los dinosaurios. Pero también señala que el estudio alude a lo que podría haber pasado de no ser por esa catástrofe repentina.
«La parte más conmovedora del estudio [es que] queda bastante claro que aún existían muchos nichos para los dinosaurios, pero los dinosaurios no estaban porque el asteroide los aniquiló», afirma. «Transmite una sensación triste por lo que podrían haber sido».
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.