Estos corales consumen plástico en lugar de alimentos naturales

Un nuevo estudio determina que las diminutas partículas de plástico podrían ser un vehículo para los microbios que enferman o matan a los corales.

Por Jenny Howard
Publicado 26 jun 2019, 17:32 CEST
Astrangia poculata
Los pólipos de un coral Astrangia poculata consumen esferas de microplásticos (en azul) en lugar de huevos de artemias (en amarillo). Estas esferas podrían ser vectores de nuevos microbios.
Fotografía de Rotjan Lab
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Por primera vez, un equipo de científicos ha demostrado que algunos corales salvajes se alimentan de pedacitos de plástico. Y lo que es peor: aparentemente, los animales prefieren estos «microplásticos» a los alimentos naturales, aunque el plástico sea portador de bacterias que pueden matarlos.

El nuevo estudio, publicado en Proceedings of the Royal Society B: Biological Sciences, se ha centrado una especie de coral que habita aguas templadas en la costa de Rhode Island y que construye pequeñas acumulaciones de apenas el tamaño de un puño humano. Pero los investigadores afirman que los hallazgos sugieren que los corales tropicales que construyen arrecifes también podrían consumir —y verse afectados por— microplásticos, definidos como fragmentos de plástico de menos de cinco milímetros.

Los nuevos resultados se suman a la creciente inquietud por la ubicuidad de los microplásticos en el medio ambiente, ya que se han encontrado en las montañas más altas y en las fosas oceánicas más profundas. Se ha descubierto que muchos organismos, como peces y aves, consumen fragmentos de plástico. También los consumimos los humanos a través de fuentes contaminadas de agua y alimentos.

Cuando Randi Rotjan, bióloga experta en corales de la Universidad de Boston y directora del estudio, empezó a trabajar en ecosistemas marinos, no esperaba dedicarse a investigar los plásticos. Le emocionaba el estudio de los corales y, en sus propias palabras, mantener una conversación con la naturaleza.

«Los plásticos interrumpen la conversación y cuesta ignorarlos», afirma Rotjan. «Elige un ecosistema, elige un organismo y lo más probable es que encuentres microplásticos».

Peor que la comida basura

Rotjan y sus colegas tomaron muestras de cuatro colonias de Astrangia poculata salvaje, un coral pequeño que habita la costa atlántica estadounidense desde Massachusetts al golfo de México. Decidieron estudiar ese lugar, en la costa de Rhode Island, por su cercanía a un entorno urbano —Providence, la capital, se encuentra a 38 kilómetros— con probabilidades de contaminar el agua con plásticos.

En el laboratorio, los investigadores abrieron cada pólipo y contaron la cantidad de microplásticos. Descubrieron más de 100 fibras pequeñas en cada pólipo. Aunque se trata de la primera documentación de microplásticos en corales salvajes, investigaciones previas habían demostrado que esta misma especie de coral consumía plástico en condiciones de laboratorio.

El equipo también llevó a cabo experimentos de laboratorio. Presentaron a los pólipos coralinos criados en el laboratorio microesferas —fragmentos de plástico que, hasta hace poco, se empleaban en jabones, cosméticos y medicamentos— de color azul fluorescente, así como un alimento natural, huevos de artemias, que miden casi lo mismo que la cabeza de un alfiler.

Cada pólipo al que le ofrecieron ambas opciones comió el doble de microesferas que de huevos de artemias. Cuando los pólipos se habían llenado de microesferas, que carecen de valor nutricional, dejaron de consumir huevos de artemias.

«Los resultados me dejaron consternada», afirma la coautora Jessica Carilli, científica del Naval Information Warfare Center Pacific en San Diego, California. «No están consumiendo pasivamente cualquier partícula que flota y está al alcance de sus tentáculos... Por desgracia, prefieren el plástico a la comida real».

El gobierno estadounidense prohibió el uso de microesferas en 2015, pero la prohibición entró en vigor hace poco más de un año. Al igual que otros plásticos, sobreviven en el medio ambiente y representan una amenaza para los corales durante siglos.

Vectores de enfermedades

En otro experimento de alimentación, los investigadores colocaron las microesferas en agua salada para cubrirlas con una biopelícula, una fina capa de bacterias. Según explica la coautora Koty Sharp, microbióloga de corales en la Universidad Roger Williams en Rhode Island, en el mar es probable que la mayor parte de los microplásticos estén cubiertos de bacterias. Los investigadores impregnaron la biopelícula de las microesferas con E. coli, una bacteria intestinal común, y la tiñeron de verde fluorescente para facilitar su rastreo.

Más de 48 horas después de tragarse las microesferas, los pólipos las escupieron. Pero después de hacerlo, el E. coli fluorescente permaneció en el interior de la cavidad digestiva del coral. Todos los pólipos coralinos que consumieron las microesferas impregnadas con E. coli murieron en dos semanas.

«Esta es la parte más interesante del estudio. Nadie ha analizado este vector de patógenos transmisores de enfermedades», afirmó Joleah Lamb, ecóloga de la Universidad de California, Irvine, que no participó en el estudio. Lamb ha estudiado cientos de arrecifes de coral y documentado la enfermedad y la contaminación provocada por grandes artículos de plástico. Su investigación, publicada el año pasado en Science, determinó que las enfermedades se habían multiplicado por 20 en los corales tras entrar en contacto con el plástico.

Aunque la E. coli no es común en el mar, muchos microbios lo son, y parecen concentrarse en la superficie de los microplásticos. Los investigadores sostienen que las bacterias nuevas o dañinas, que viajan de polizones por el océano en los fragmentos de nuestra basura, podrían ser las responsables de las enfermedades coralinas.

Es posible que otros corales no respondan igual a las microesferas o a las bacterias que transportan. Hasta la fecha, el equipo de Rotjan ha estudiado a una única especie. Pero los resultados preliminares, según ella, son muy preocupantes.

«Me aterrorizan los estragos que hemos causado en nuestros mares», afirmó Rotjan. «Pero quizá forme parte de la historia que nos motive para limpiarlo».

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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