Cada persona consume miles de fragmentos de plástico al año
Aunque abundan en el agua, el aire y los alimentos comunes, no está claro cómo afectarán a nuestra salud.
Los diminutos fragmentos de plástico que los científicos denominan microplásticos están por todas partes. Yacen en el fondo del mar, se mezclan en la arena de las playas y viajan con el viento. También están dentro de nosotros.
El pasado octubre, se hallaron microplásticos en muestras fecales de ocho personas que participaban en un estudio piloto para investigar la cantidad de plásticos que podríamos consumir los humanos sin darnos cuenta.
Ahora, un nuevo estudio publicado en la revista Environmental Science and Technology sostiene que es posible que los humanos podrían estar consumiendo entre 39.000 y 52.000 partículas de microplásticos al año. Sumando estimaciones de la cantidad de microplásticos que podríamos inhalar, dicha cifra asciende a más de 74.000.
¿Cómo estimaron este intervalo?
Una partícula de microplástico es un fragmento inferior a cinco milímetros, pero muchas son más pequeñas y solo se ven bajo un microscopio.
El estudio revisó la investigación existente sobre los microplásticos hallados en cerveza, sal, marisco, azúcar, alcohol y miel. Para calcular la frecuencia con la que una persona podría consumir dichos alimentos a lo largo de un año, el estudio analizó las recomendaciones establecidas por el Departamento de Agricultura de Estados Unidos.
Actualmente, la investigación existente sobre los microplásticos presentes en alimentos representa solo el 15 por ciento de las calorías consumidas por una persona promedio.
El equipo de investigación también analizó los estudios que habían revisado la cantidad de microplásticos del agua potable y el aire. Según el estudio, las personas que consumen la cantidad de agua recomendada con agua del grifo ingieren 4.000 partículas plásticas más cada año, mientras que quienes solo beben agua embotellada ingiere 90.000 partículas más.
Kieran Cox, autor del estudio, cree que sus conclusiones son infraestimaciones y que es probable que la gente esté consumiendo muchas más.
«Muchos de los alimentos que analizamos son los que comemos en crudo. No hemos llegado a las capas y capas de envases de plástico», afirma Cox. «Creo que es probable que estemos añadiendo más plástico del que creemos».
Un estudio publicado en 2018 en la revista Environmental Pollution concluyó que era más probable que las personas ingirieran plástico a través del polvo de su entorno que mediante el consumo de marisco.
¿Cómo afecta a la salud?
Entonces, ¿qué ocurre con el plástico una vez está en nuestro cuerpo? ¿Entra en el torrente sanguíneo? ¿Se hunde en nuestros intestinos? ¿O nos atraviesa sin hacer daño?
Los científicos aún no están del todo seguros de la cantidad de microplásticos que puede tolerar un cuerpo ni cuánto daño causan. En 2017, un estudio del King’s College de Londres planteó la hipótesis de que, con el paso del tiempo, el efecto acumulativo de la ingesta de plástico podría ser tóxico. Los diferentes tipos de plástico poseen propiedades tóxicas diferentes. Algunos están compuestos de sustancias químicas tóxicas, como el cloro, mientras que otros captan restos de sustancias químicas, como el plomo presente en el ambiente. La acumulación de estas toxinas con el paso del tiempo podría afectar al sistema inmune.
Cuando los investigadores de la Universidad Josh Hopkins analizaron el impacto del consumo de productos del mar contaminados con microplásticos, también descubrieron que el plástico acumulado podía dañar el sistema inmune y alterar el equilibrio intestinal.
Cox afirma que los científicos están luchando para comprender la dosis a partir de la que los microplásticos empiezan a afectar a la salud de forma perceptible. Al igual que la contaminación atmosférica o los materiales de construcción perjudiciales, quienes se expongan más o tengan afecciones preexistentes podrían ser menos capaces de tolerar el plástico.
Leah Bendell, ecotoxicóloga de la Universidad Simon Fraser en Canadá, afirma que el estudio de Cox adopta un enfoque simplista de un tema complejo con muchas variables, «pero creo que la conclusión de que ingerimos una gran cantidad de microplásticos es válida».
Sostiene que es importante tener en mente que los microplásticos tienen forma de fragmentos, pellets, perlas, fibras y películas. Pueden estar compuestos de materiales diferentes con cientos de aditivos químicos diferentes. Por este motivo, ella sostiene que los microplásticos tienen «personalidades múltiples». Algunos pueden albergar sustancias químicas tóxicas, mientras que otros podrían ser vectores de bacterias y parásitos.
¿Una dieta sin plásticos?
Los humanos consumimos microplásticos mediante diversos canales. Quizá los ingerimos cuando consumimos productos marinos, los inhalamos por el aire o tomamos comida con restos de los envases de plástico.
Por eso resulta difícil, «si no imposible», según Cox, evitarlos por completo.
Sostiene que determinados cambios en nuestro estilo de vida, como beber agua del grifo en lugar de agua embotellada, reducirían la cantidad de microplásticos que consume una persona.
Entre las investigaciones que revisó, las microfibras eran, de lejos, el tipo de plástico más común. Las microfibras que se desprenden de tejidos como el nailon y el poliéster. Suelen caer de la ropa y penetrar el ecosistema a través del agua residual de las lavadoras.
Los fragmentos de plástico como los que se usan habitualmente en bolsas y pajitas eran el segundo tipo de plástico más común.
Cox afirma que espera que su investigación ponga de relieve que la contaminación por plástico se extiende mucho más allá de la fauna marina.
«No hemos pensado que nosotros mismos pudiéramos ser un impacto potencial [de la contaminación por plástico], pero lo somos», afirma.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.