El descenso silencioso del ornitorrinco, la adorada rareza australiana
Estudios recientes sugieren que este mamífero con pico de pato no es tan común como parece, en parte debido a siglos de caza y pérdida de hábitat.
El ornitorrinco es una de las especies australianas más adoradas y, al parecer, también una de las más resilientes. Mientras gran parte de la fauna del continente desaparecía o menguaba durante el siglo XX, el raro mamífero de pico de pato con pies palmeados se observaba con tanta regularidad que supervisar sus poblaciones no se consideraba urgente. Eso hasta que los biólogos empezaron a darse cuenta de que estos moradores de agua dulce no estaban bien y de que probablemente no lo habían estado todo ese tiempo.
«El ornitorrinco ha descendido frente a nuestras narices», afirma Tahneal Hawke, candidata a doctora en la Universidad de Nueva Gales del Sur e investigadora de la Platypus Conservation Initiative.
«Hay una zona enorme del área de distribución del ornitorrinco donde literalmente no sabemos si están ahí ni la cantidad de ejemplares que hay».
Hawke es la coautora de un estudio que ha escudriñado siglos de datos históricos y que sugiere que la población de ornitorrincos —que viven en ríos y arroyos de Australia oriental y Tasmania— ha caído en picado debido a la caza, la pérdida de hábitat y el cambio climático.
Algunos científicos empezaron a dar la voz de alarma sobre el descenso del ornitorrinco en los 80, pero sus advertencias cayeron en oídos sordos. Entonces, con la llegada de más datos de programas de supervisión a largo plazo en los 80 y los 90, la percepción del ornitorrinco como una especie robusta empezó a desaparecer.
«Llevamos supervisando al ornitorrinco desde 1995 y el descenso es muy evidente», explica Tiana Preston, planificador de recursos hídricos medioambientales en la agencia estatal Melbourne Water, en Victoria.
Cuando la UICN reevaluó al ornitorrinco en 2016, el grupo estimó que las poblaciones habían descendido una media de casi un 30 por ciento tras la llegada de los europeos, lo suficiente para elevar la clasificación del animal a «casi amenazado».
Ahora, algunos científicos creen que se trata de una infraestimación. «Hay muchísimos datos fiables, pero los datos que tenemos sugieren que nuestra estimación de esa línea de base es errónea», afirma Gilad Bino, coautor e investigador de la Universidad de Nueva Gales del Sur. «No me sorprendería que las poblaciones hayan menguado un 50 por ciento o más».
¿Cómo han pasado desapercibidos estos descensos? Parte del motivo es que los ornitorrincos son criaturas esquivas y nocturnas difíciles de encontrar y contar, de forma que no verlos no parecía extraño. Pero el descenso parece haberse pasado por alto porque se consideraba que los animales eran lo bastante comunes como para no tener que controlarlos. Con el paso del tiempo, todos olvidaron cuántos solía haber y asumieron que las poblaciones no habrían cambiado mucho, un fenómeno que en ecología se denomina «línea base cambiante».
El ornitorrinco no solo es un importante carnívoro de agua dulce, es una joya evolutiva, uno de los últimos monotremas —o mamíferos que ponen huevos— restantes del planeta. Solo acabamos de empezar a descubrir sus valiosos secretos, desde antibióticos que salvan vidas en su leche hasta posibles curas para la diabetes en su veneno.
El favorito de los peleteros
Cuando los europeos llegaron a Australia en el siglo XVII, los ornitorrincos se convirtieron en el animal favorito de los comerciantes de pieles por sus pelajes suaves e impermeables, y su negocio prosperó durante siglos hasta que se ilegalizó la caza a principios del siglo XX.
«Hay un registro en particular que encontramos y que apuntaba a que un solo peletero había vendido 29 000 pieles de ornitorrinco», afirma Hawke.
Seguían viendo a los animales en las mismas cuencas hidrográficas, salvo por los graves descensos de Australia meridional. Es por eso que en ese estado se clasificó al ornitorrinco como especie en peligro de extinción, pero no está protegido por ninguna legislación federal para especies amenazadas.
Aunque parezca sorprendente que una caza tan intensa no pareciera provocar descensos drásticos, Hawke afirma que no se estaba viendo el panorama completo.
Cuesta determinar cuánto ha descendido una especie sin datos sólidos de la cantidad de animales que había antes. Y la rigurosa investigación sobre las poblaciones de ornitorrinco es irregular tanto geográfica como históricamente.
Parte de ello se debe a la logística. «Los ornitorrincos son muy difíciles de estudiar», afirma Preston. Son tímidos y nocturnos, así que no suelen observarse en estudios diurnos. Otros métodos para rastrear a la especie —como el reconocimiento de huellas y excrementos— no funcionan porque los animales pasan la mayor parte del tiempo en el agua.
Ahora, los investigadores aprovechan tecnologías como el análisis del ADN ambiental para detectar su presencia en el agua y las etiquetas acústicas para seguir sus movimientos. Incluso hay una aplicación llamada PlatypusSPOT que permite que los científicos ciudadanos documenten avistamientos. Pero nada de todo esto puede desvelar a los investigadores cómo eran sus poblaciones antes de 1980 (o 1780, en realidad).
Para el estudio, Hawke y sus colegas peinaron 258 años de documentos históricos —un total de más de 11 000 registros— para hacerse una ligera idea de las poblaciones y la distribución pasadas de los animales y, a continuación, compararla con todos los datos modernos que pudieron encontrar, entre ellos los avistamientos documentados mediante PlatypusSPOT.
Aunque no pudo calcular cifras sólidas a partir de datos tan variables, la tendencia quedó clara: ahora hay muchos menos ornitorrincos que antes. Los lugares donde hace un siglo podían capturarse en torno a una docena de animales en un día desvelan hoy la presencia de unos pocos tras un exhaustivo estudio nocturno, si los investigadores tiene suerte.
Profundizando en la historia
«En especies como el ornitorrinco, cuyas poblaciones habían descendido antes de que los ecologistas empezaran a estudiarlos, este tipo de observaciones históricas son valiosísimas», afirma Loren McClenachan, ecologista histórica del Colby College de Maine que no participó en el estudio. «Se trata de un uso excelente de los datos históricos para comprender la dinámica de la población de una especie emblemática».
Pero no todos coinciden. Peter Temple-Smith y Frank Carrick figuran en el grupo de investigadores de ornitorrincos que creen que las fuentes históricas no son lo bastante fiables como para hacer afirmaciones definitivas sobre las poblaciones pasadas. Sostienen que se necesitan reconocimientos más sólidos para determinar si las zonas con menos avistamientos documentados albergan realmente menos animales.
Galería: Las 10 especies más amenazadas del planeta
«Los documentos históricos pueden ser muy importantes para comprender la ecología actual, pero exigen un cuidado considerable a la hora de interpretarlos», afirma Carrick.
Bino coincide en que cuesta reconciliar tipos de datos tan dispares, pero afirma que la meta del equipo nunca fue determinar una cifra exacta de descenso.
«Existe valor y mérito en la documentación de observaciones antiguas, aunque no sigan ningún estudio sistemático», afirma. Y en este caso, dicha labor «evidencia importantes brechas de conocimiento».
Un futuro incierto
Sin embargo, en general, los expertos están de acuerdo en que los ornitorrincos pasan por una situación difícil y seguirán descendiendo si nada cambia.
Por ejemplo, Hawke y sus colegas investigan cómo afectan las grandes presas a los ornitorrincos. Con una mala gestión, una sola presa puede erradicar a los ornitorrincos que viven por encima y por debajo de ella, según datos preliminares.
Comprender los matices de amenazas como esta ayudará a los investigadores a determinar las mejores formas de proteger a los animales.
«A todos nos importa que siga conservándose como una especie bandera de los cursos fluviales de Australia oriental tras 160 años de evolución, sobre todo porque es la última especie existente de su linaje evolutivo», afirma Temple-Smith.
Y no solo los científicos adoran a estas criaturas de aspecto extraño.
«Todos mis conocidos tienen una historia sobre avistamientos de ornitorrincos silvestres», afirma Preston. «Y cuando la cuentan, se les ilumina la cara... [pero] es cada vez más raro que los niños los vean».
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.