Un pez de 112 años bate un récord de longevidad
Según la datación por radiocarbono, cuando nació el Ictiobus cyprinellus aún no había empezado la Primera Guerra Mundial en Europa.
Los científicos acaban de añadir a un gran pez de labios delgados y carnosos a una lista creciente de animales centenarios que quizá nos sobrevivan a ti y a mí.
Un nuevo estudio que emplea la datación por radiocarbono artificial describe un Ictiobus cyprinellus que ha vivido la friolera de 112 años, superando el anterior récord de edad de esta especie —26 años—más de cuatro veces.
Esto convierte al Ictiobus cyprinellus, autóctono de Norteamérica y que alcanza los 36 kilos, en el pez óseo de agua dulce —un grupo que incluye a más de 12 000 especies— más longevo documentado.
«¿Un pez que vive más de 100 años? Es algo importantísimo», afirma Solomon David, profesor adjunto de la Universidad Estatal Nichols en Luisiana que no participó en el estudio.
En los últimos años, gracias al avance de las técnicas para determinar la longevidad, los científicos han descubierto que muchas especies de peces viven más tiempo del que se creía; el tiburón de Groenlandia, por ejemplo, puede vivir más de 270 años. Pese a que la edad del pez es un aspecto básico de su biología, normalmente contamos con muy poca información sobre la esperanza de vida de los peces.
La datación por carbono
Antes de que los autores del estudio determinaran su edad, tenían la corazonada de que estos peces, que viven en el norte de Estados Unidos y el sur de Canadá, vivían más tiempo del esperado.
El equipo retiró finas capas de otolitos —pequeñas estructuras calcificadas que ayudan a los peces a mantener el equilibrio mientras nadan— de 386 Ictiobus cyprinellus salvajes, la mayoría capturados por pescadores con arco. A continuación, los investigadores emplearon un microscopio para contar los anillos de crecimiento de cada rebanada de otolito. En los primeros recuentos obtuvieron estimaciones de peces de más de 80 o 90 años.
Cuando el líder del estudio Alec Lackmann vio esas cifras, cuenta que su reacción fue: «¡Ni de coña!».
Para verificar las extraordinarias edades estimadas, Lackmann —alumno de posgrado de la Universidad del Estado de Dakota del Norte— y sus colegas recurrieron a la datación por radiocarbono artificial, un método consolidado que compara la cantidad del isótopo carbono 14 del tejido animal con las concentraciones del carbono 14 liberadas a mediados del siglo XX durante los ensayos con bombas atómicas. El método se ha empleado para datar muchas cosas, desde restos humanos a tiburones.
A continuación, verificaron los resultados de los otolitos con la datación por radiocarbono artificial y descubrieron una coincidencia que validaba las estimaciones de longevidad de entre 80 y 90 años, según el estudio, publicado recientemente en la revista Communications Biology.
En total, cinco Ictiobus cyprinellus superaban los 100 años, pero una hembra de 10 kilos capturada cerca de Pelican Rapids, Minnesota, se convirtió en la plusmarquista de 112 años. «En realidad, figuraba en el extremo más pequeño de los ejemplares maduros», indica Lackmann.
Población envejecida
Los primeros 16 peces cuya edad calculó Lackmann tenían más de 80 años, lo que pone de relieve otro hallazgo sorprendente: muchos de los peces nacieron antes de 1939, lo que sugiere un fallo reproductivo que ha durado décadas. El causante probable de este fallo es la construcción de presas, que impide —o bloquea directamente— el desplazamiento río arriba hacia las zonas de desove.
De hecho, los Ictiobus cyprinellus reciben el sobrenombre de «peces basura» porque no suelen consumirse y se los agrupa erróneamente con especies invasoras en Estados Unidos, como la carpa común. Pero Lackmann sostiene que «deberíamos alejarnos de ese término, porque calumnia a demasiadas especies autóctonas».
David coincide y afirma que «sustrae valor automáticamente del propio organismo» que, en el caso del Ictiobus cyprinellus tiene un papel importante en el mantenimiento de la salud de sus ríos autóctonos, desplazando a la carpa invasora.
Aunque el Ictiobus cyprinellus ha sido históricamente impopular en la pesca deportiva, se ha convertido en el objetivo de los pescadores con arco, que disparan flechas a los peces por la noche y con linternas.
Casi ningún estados de Estados Unidos donde vive el Ictiobus cyprinellus ha impuesto límites a su captura comercial o deportiva. El pez no se considera una especie amenazada en Estados Unidos, pero es «de especial interés para la conservación» en Canadá. Lackmann y David esperan que el descubrimiento de la sorprendente longevidad del Ictiobus cyprinellus refuerce su visibilidad.
«Espero que saber un dato tan genial sobre ellos haga que la gente preste más atención a esta especie», afirma David.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.