Para salvar a una especie en peligro de extinción, estos científicos quieren trasladarla al hábitat de sus antepasados

La zarigüeya pigmea de montaña de Australia es poco común en su hábitat actual. ¿Podría el traslado de algunas zarigüeyas a los entornos donde vivían sus antepasados salvar a la especie?

Por Tim Vernimmen
Publicado 7 nov 2019, 14:30 CET
Zarigüeyas pigmeas de montaña
En primavera, los cuidadores de un zoo de Australia calientan a las zarigüeyas pigmeas de montaña macho para ayudarlas a despertarse de la hibernación invernal.
Fotografía de Zoos Victoria

La zarigüeya pigmea de montaña es tan rara que solo se conocía a partir de fósiles hasta 1966, cuando unos esquiadores encontraron una en el monte Hotham, en Victoria (Australia), correteando sobre la pila de leña de su refugio. Aquel fue un giro irónico del destino, ya que la expansión de los complejos de esquí es una de las amenazas para la supervivencia de las 2000 o 3000 zarigüeyas restantes que hoy en día solo habitan unas cuantas montañas australianas.

Otro problema que afecta a las zarigüeyas (y a los esquiadores) es el cambio climático, que congela algunas de las madrigueras de hibernación conforme el manto de nieve reducido por el calentamiento incrementa la exposición de los animales a los vientos gélidos del invierno. Por otra parte, el aumento de la sequía provoca descensos catastróficos de las Agrotis infusa, unas polillas ricas en grasa y uno de los alimentos favoritos de la zarigüeya pigmea de montaña, aunque también les encantan los frutos rojos y las semillas duras del pino ciruelo de montaña (Podocarpus lawrencei).

Según el paleontólogo Michael Archer de la Universidad de Nueva Gales del Sur, estos obstáculos ponen a las zarigüeyas en peligro crítico de extinción. «Dos años consecutivos de nevadas reducidas podrían erradicar a este animal de la faz de la Tierra», afirma.

A juzgar por el registro fósil, los antepasados directos de las zarigüeyas vivían en bosques lluviosos de tierras bajas. Esto ha inspirado un plan, descrito hace poco en la revista Philosophical Transactions of the Royal Society B, para trasladar a algunas zarigüeyas de la montaña a algunos de estos hábitats más bien diferentes y así garantizar la supervivencia de la especie, una propuesta que ha venido acompañada de polémica.

Archer indica que entre hace 25 y 15 millones de años, los parientes más cercanos de las zarigüeyas prosperaban en los bosques. De hecho, parece que durante la mayor parte de su existencia los antepasados habitaron «siempre entornos de bosque lluvioso de tierras bajas».

Si en su día vivieron allí, ¿por qué no intentarlo de nuevo?

Un diente extraño

Archer explica que la zarigüeya pigmea de montaña y sus antepasados directos se reconocen gracias a un diente premolar distintivo de aspecto raro y peligroso, «como la mitad de una sierra circular, un diente grande y curvado con surcos por todo el borde».

Gracias a este diente, las zarigüeyas modernas pueden abrir las semillas duras del pino ciruelo de montaña y es posible que tuviera un propósito diferente en el pasado.

Con todo, los dientes del animal vivo y sus antepasados son tan similares que «uno tendría que ser un paleontólogo muy valiente para afirmar que estas diferencias poseen importancia funcional», afirma Archer.

Aunque se consideran dos especies diferentes, Archer cree que los fósiles registran al mismo animal a través del tiempo conforme la variación genética aleatoria lo modifica ligeramente.

Archer indica que la versión anterior de la zarigüeya era abundante. «Así que antes de dar por perdido a este animal como una víctima temprana del cambio climático, ¿por qué no intentamos llevarnos una colonia pequeña para que se reproduzca y liberamos a sus crías en los bosques que habitaban sus antepasados?».

Zarigüeya pigmea de montaña
Una zarigüeya pigmea de montaña (Burramys parvus) en peligro crítico de extinción.
Fotografía de Joël Sartore, National Geographic Photo Ark

Al límite

Esto plantea la pregunta de cómo llegó la zarigüeya pigmea de montaña hasta su hábitat actual. «No estamos completamente seguros, pero sabemos que desde hace unos 15 millones de años Australia se volvió cada vez más árida y los bosques tropicales centrales empezaron a secarse, lo que obligó a algunas zarigüeyas pigmeas a trasladarse a las montañas y provocó la extinción de otras», explica Archer.

Por consiguiente, es posible que la especie moderna se encuentre en el límite de su hábitat antiguo.

Aunque algunos bosques lluviosos de tierras bajas pueden resultar atractivos para las zarigüeyas, Archer dice que no tienen forma de llegar hasta ellos. Ya no hay refugios por el camino, ya que los corredores ecológicos han desaparecido debido al cambio climático y las actividades humanas que devoran la tierra.

«Hemos cambiado el mundo tan rápido que muchas especies son incapaces de adaptarse y aguantar. Eso nos convierte en los responsables de dar con formas de garantizar la supervivencia de especies amenazadas que no pueden conseguirlo solas», afirma.

Por eso Archer y una docena de colegas más han puesto en marcha un proyecto para criar y liberar zarigüeyas pigmeas de montaña en zonas forestales de tierras bajas específicas, «con suerte, en uno o dos años», afirma.

Archer afirma que los pocos animales del que pronto se convertirá en el centro reproductivo, así como algunas zarigüeyas que viven en refugios, muestran adaptabilidad, ya que se alimentan de todo tipo de comida y producen crías saltándose la hibernación. Con todo, las zarigüeyas tendrán que estar preparadas antes de que las pongan en libertad.

«Si de repente la sacas de la zona alpina y la liberas en un bosque lluvioso de tierras bajas, la zarigüeya estará muy confusa», afirma Archer. «Así que estamos haciendo que se acostumbren a los recursos que encontrarán en las zonas de liberación, como insectos y semillas. Creo que enseguida empezarán a explorar y a probarlos para descubrir si son comestibles o no».

Una liberación supervisada

Daniel Blumstein está preocupado. Blumstein, biólogo conductual de la Universidad de California en Los Ángeles, ha investigado formas de mejorar la rehabilitación y la reintroducción de mamíferos australianos raros en zonas que solían habitar, pero no participa en este proyecto.

«Expandir el área biogeográfica de una especie poco común puede ser una buena idea en determinadas circunstancias, pero colocar al animal en un ecosistema donde no ha estado presente recientemente entraña riesgos», afirma Blumstein. «Aunque el clima podría ser propenso, cuesta determinar los posibles impactos negativos a otras especies».

A juzgar por el registro fósil, los antepasados de la zarigüeya pigmea de montaña compartían sus hábitats biodiversos con decenas de mamíferos y Archer no prevé que causen daño alguno a otras especies poco comunes.

«Pero no tenemos la intención de liberar a los animales y desentendernos. Supervisaremos todo de forma muy minuciosa dentro de un procedimiento experimental. Ojalá los colonos europeos en Australia hubieran tenido más cuidado a la hora de liberar gatos, zorros y conejos aquí», afirma.

La zarigüeya pigmea de montaña no es el primer —y probablemente no será el último— animal que se beneficie de la información adquirida del registro fósil. En Nueva Zelanda, un ave alpina llamada calamón takahe fue liberada en las tierras bajas cuando un paleontólogo señaló que sus antepasados solían habitarlas.

En Australia, Archer está considerando la posibilidad de trasladar a la tortuga del pantano occidental (Pseudemydura umbrina) —cuyos pantanos están secándose— a los bosques lluviosos de tierras bajas del este, habitados por uno de sus antepasados. Hay quien ha sugerido trasladar al dragón de Komodo a la Australia continental, de donde procedían sus antepasados, aunque es probable que esto despierte más polémica que trasladar a las zarigüeyas pigmeas.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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