¿Cómo se decide qué especies están en peligro de extinción o amenazadas?
Para proteger a las especies, primero los expertos deben clasificar su riesgo de extinción. Así funciona este complejo proceso.
En lo que a conservación de fauna silvestre se refiere, pueden ocurrir milagros. Ejemplos de ello son el águila calva y el órice de Arabia.
Las poblaciones de águilas descendieron a menos de 500 parejas reproductoras, en parte debido al uso de un pesticida llamado DDT, que debilitó las cáscaras de sus huevos, así como la pérdida de hábitat y la caza. Estados Unidos prohibió el DDT en 1972 y el ave fue protegida por la Ley de Especies en peligro de extinción de 1973. Treinta y cuatro años después, las águilas calvas se habían recuperado lo suficiente como para que las retirasen de la lista.
Luego está el órice de Arabia, un antílope de tamaño mediano con cuernos largos y rectos. Se vio aún más afectado que el águila calva, cazado (principalmente como trofeo) hasta que desapareció de su hábitat autóctono en Oriente Medio en los años 60. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, que emplea datos fidedignos para evaluar el estado de conservación de la fauna y flora silvestres, lo clasificó entonces como «extinto en estado silvestre».
Pero aún quedaban órices de Arabia en reservas privadas y zoológicos de todo el mundo. Las iniciativas de reintroducción comenzaron en 1980 y pronto aumentaron. Para 2011, había más de mil viviendo en estado salvaje y la UICN lo reclasificó como «vulnerable», una mejora considerable de su estado de conservación. Es el primer animal que ha pasado a «vulnerable» tras haber sido clasificado como «extinto en estado silvestre».
Estos dos sistemas de clasificación se emplean para la protección de los animales, pero son diferentes. Así se decide qué animales están en peligro de extinción o amenazados:
La parte científica
Jon Paul Rodríguez, director de la Comisión de Supervivencia de Especies de la UICN, explica que se evalúa periódicamente cada animal del que se disponen datos suficientes para tomar una decisión fundada. La comisión está integrada por más de 8.000 científicos en 162 países.
A continuación, la organización decide dónde colocar al animal en un espectro, de peor a mejor: extinto, extinto en estado silvestre, en peligro crítico de extinción, en peligro de extinción, vulnerable, casi amenazado y preocupación menor.
Los animales que están en peligro crítico de extinción, en peligro de extinción o son vulnerables se consideran «amenazados». Para la toma de decisiones, el grupo tiene en cuenta el tamaño de la población, la cantidad de adultos en edad reproductiva, el área de distribución y otros datos similares. Rodríguez afirma que el grupo forma a los científicos de forma intensiva para tomar estas decisiones. «Es un ejercicio científico bastante complejo», afirma.
La meta de la UICN es producir buena ciencia, pero no tiene valor legal en sí misma. «Nosotros producimos los datos e instamos a la sociedad en su conjunto a tener en cuenta dichas evaluaciones a la hora de tomar decisiones», explica.
Sin embargo, la Ley de Especies en peligro de extinción sí tiene valor legal en Estados Unidos.
La ley —promulgada en 1973 tras la indignación pública por el descenso de poblaciones de animales como el águila calva— enumera animales salvajes y los clasifica como «en peligro de extinción» y «amenazados». Cada clasificación aporta una serie de protecciones específica. Cuando un animal entra en la lista, se demarca el hábitat fundamental para su supervivencia y se prohíbe construir o perturbar esas tierras de formas que interfieran con la supervivencia de la especie. Los animales de la lista tampoco pueden ser molestados ni asesinados —a no ser que alguien obtenga un permiso especial— y, de hacerlo, la pena puede implicar multas o encarcelamiento.
Los datos de la UICN suelen emplearse para tomar decisiones en la lista de la Ley de Especies en peligro de extinción, pero también se utiliza la información científica de otros organismos, como el NatureServe Explorer, una colección de información demográfica de decenas de miles de especies estadounidenses.
Casi 1.700 especies figuran en la lista de la ley, que ha evitado la extinción de casi 300 de ellas según un estudio publicado en la revista PeerJ. Aunque sigue siendo una de las leyes medioambientales más influyentes del mundo, también puede resultar polémica, ya que hay quien sostiene que hay demasiadas especies en la lista que no se están recuperando, mientras otros sostienen lo contrario.
¿Cómo se elabora la lista?
Según Noah Greenwald, director de especies en peligro de extinción del Centro para la Diversidad Biológica —un grupo medioambiental con sede en Tucson, Arizona— hay varias formas de obtener la protección de esta ley.
La primera es que el Servicio de Pesca y Fauna Silvestre de Estados Unidos, la agencia encargada de aplicar la ley, designe una especie que necesite protección. A continuación, la agencia puede crear una propuesta de norma para su protección o incluirla en la lista de candidatas.
Si el servicio propone una norma, el público tiene un periodo durante el cual puede comentar, ya sea para apoyar la propuesta o para plantear problemas. Si todo va como la seda, la especie se incluye oficialmente en la lista como en peligro de extinción o amenazada un año después de la propuesta.
Si la incluyen en la lista de candidatas, no recibe protección. En teoría, estas especies deben ser evaluadas cada año por ley para incluirlas en la lista y protegerlas, pero eso apenas ocurre, según Greenwald, porque la agencia trabaja con un atraso considerable.
La segunda forma de que una especie obtenga protección es la siguiente: un grupo como el Centro para la Diversidad Biológica, o incluso un particular, puede proponer una especie para que la consideren. Cuando esto ocurre, la agencia debe emitir un «fallo de 90 días» (suele tardar más de 90 días) en el que determina si la petición cuenta con pruebas suficientes para que la especie sea objeto de un examen posterior.
Si la petición supera la primera prueba, la agencia tiene un año para decidir si la especie encaja en una de estas tres categorías: concedida, rechazada o concedida pero descartada.
Greenwald explica que «concedida» significa que la especie merece que la ley la proteja y el servicio emite una propuesta de norma, y normalmente se la incluye en la lista en un año. «Rechazada» significa que la petición ha sido denegada y no irá más allá. «Concedida pero descartada» significa que la agencia decide que hay suficientes pruebas para justificar la inclusión de la especie como amenazada o en peligro de extinción, pero no puede hacerlo de inmediato «porque tiene recursos limitados que deben dedicarse a otras acciones de más prioridad», según el servicio.
En este caso, la especie suele incluirse en la lista de candidatas y se reconsidera cada año.
Pero el proceso no suele funcionar así y una especie puede languidecer en segundo plano durante años o décadas. Un ejemplo es el Etheostoma trisella, un pececillo que solo se encuentra en algunas partes del sureste de Estados Unidos. La primera vez que tuvieron en cuenta su inclusión en la lista como amenazado o en peligro de extinción fue en 1975, pero el servicio no estudió su caso de inmediato.
El pez siguió siendo una especie candidata hasta 1994, cuando el servicio determinó que los peces merecían ser protegidos, pero que faltaban datos científicos. Sin embargo, ante los cambios administrativos dos años después, dejaron de tenerlo en cuenta. En 2010, grupos medioambientales como el Centro para la Diversidad Biológica solicitaron al servicio que lo incluyeran en la lista. Finalmente, en 2019 lo clasificaron oficialmente como «amenazado».
Greenwald señala que los diversos gobiernos tienen historiales diferentes en lo que a la Ley de Especies en peligro de extinción se refiere. Durante el gobierno de Clinton, se incluyeron más de 500 especies, comparadas con las 62 del gobierno de George W. Bush (durante gran parte de ese periodo, el principal abogado de Interior fue David Bernhardt, ahora Secretario interino del Interior). Añade que solo se han incluido unas pocas especies durante el gobierno de Trump.
«Ojalá la agencia hiciera su trabajo, ojalá buscara activamente especies que necesitan protección», afirma Greenwald. Pero a menudo «depende de nosotros».
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.