Vuelven a compartirse noticias falsas sobre animales en plena pandemia de coronavirus
Las historias falsas pueden parecer inofensivas, pero los científicos indican que a largo plazo socavan las iniciativas de conservación.
Sandra la orangután, que en la foto está en el zoológico de Buenos Aires en septiembre, vive en el Centro para Grandes Simios de Florida. La semana pasada, un vídeo en el que se la veía chapoteando en agua con jabón se hizo viral en redes sociales. Los usuarios afirmaban que había aprendido a lavarse las manos tras ver a sus cuidadores hacerlo durante la pandemia de coronavirus. Esto era falso. El vídeo se grabó en noviembre de 2019 antes de que se identificara el nuevo virus.
En noviembre, el Centro para Grandes Simios, un refugio de florida, publicó un vídeo gracioso en YouTube en el que aparecía la orangután residente, Sandra, frotándose las manos en agua con jabón. Hace un par de semanas, el personal del centro pensó que sería bonito y relevante volver a compartir el vídeo en Twitter.
Ahí empezó el juego del teléfono estropeado en redes sociales. Algunas personas descargaron el vídeo y volvieron a subirlo con sus propias descripciones, privándolo de contexto y —quizá de forma involuntaria— tergiversando el mensaje. La historia se transformó: se decía que Sandra había empezado a lavarse las manos porque había observado que sus cuidadores lo hacían varias veces durante la crisis de COVID-19.
Así nació una mentira que circuló de forma desenfrenada por las redes sociales.
Patti Ragan, la fundadora del centro, eliminó el vídeo del canal de YouTube del refugio el 2 de abril pese a haber recibido decenas de solicitudes de medios de comunicación para que les concedieran permiso para usar las imágenes. Ragan afirma que no quiere que la gente piense erróneamente que el centro está enseñando trucos a Sandra —la primera orangután del mundo declarada legalmente persona no humana— ni al resto de los simios. «Soy muy escrupulosa a la hora de proteger su dignidad. Lo borré porque no puedo controlar el mensaje», afirma Ragan.
Tampoco puede hacer nada respecto a los miles de tuits engañosos que ya circulan por la red.
La historia nos resulta familiar. Hace dos semanas, National Geographic publicó un artículo que desmentía varios mitos similares: publicaciones falsas o engañosas en redes sociales sobre animales que se comportaban de forma distinta debido a la pandemia de coronavirus.
Algunos nos criticaron por derrumbar los mitos, ya que no veían nada malo en creerse estos cuentos. Así que hemos recurrido a los científicos y varios nos han confirmado que, a largo plazo, estas noticias falsas sí resultan perjudiciales para las iniciativas de conservación.
Los bulos continúan
Siguen apareciendo historias falsas.
Algunas han sido triviales: la aparición de patos en las fuentes romanas desde el comienzo de la epidemia consiguió 28 000 votos en Reddit. En realidad, los patos siempre han estado ahí, como han señalado algunas personas en los comentarios. Más tarde, los moderadores de Reddit retiraron la publicación.
Otras han sido absurdas, como que Putin había liberado 500 leones en las calles rusas para que la gente no saliera. Es algo tan fantasioso que ni siquiera tendríamos que desacreditarlo, pero Snopes.com, una página web dedicada a desmentir bulos, lo hizo de todos modos. La foto que afirmaba mostrar a un león caminando por una calle rusa se había sacado en Johannesburgo, Sudáfrica, en 2016 cuando una productora cinematográfica soltó al gran felino.
Los tuits falsos sobre la fauna silvestre que reaparece durante la epidemia se han diseminado sobre todo en India. Una foto en la que se decía que aparecían unos ciervos relajándose a los lados de una autopista del sur de India se había sacado en Nara, Japón, años antes. Un tuit que decía que «mientras la gente está en casa, la naturaleza se toma un hondo respiro» compartió un vídeo de unos pavos reales que habían salido de un parque nacional y estaban hurgando en la basura. Sin embargo, según algunos residentes locales, las aves salen frecuentemente del parque.
Un vídeo con 10 000 retuits decía mostrar a una rara civeta de manchas grandes de Malabar, una especie en peligro crítico de extinción, paseando por una calle de Kerala. Resultó que era una civeta enana, ampliamente extendida por la India, según confirmó en Twitter un agente del Servicio Forestal Indio. El agente indicó que era posible que hubieran fotografiado al animal tras liberarlo del cautiverio y que parece estar enfermo.
Pero ¿qué tiene de malo?
Cuando National Geographic publicó el artículo original, una de las preguntas que más nos hicieron fue qué tenía de malo creerse una bonita historia sobre animales, sea cierta o no. Algunas personas sostuvieron que exponer mentiras piadosas e inofensivas era como decir que Papá Noel no existe.
Con todo, otras personas defendieron el artículo. Jennifer Dodd, profesora de ecología y conservación de la Universidad Napier de Edimburgo, intervino en Twitter para indicar qué tenía de malo exactamente este tipo de contenido: «Los malentendidos acaban desalentando a la gente, provocan apatía [y] en última instancia suponen una marcha atrás en la implicación en la conservación».
En otras palabras: si la gente se siente engañada o ingenua por haberse creído una historia inspiradora sobre la recuperación de los animales que ha resultado ser falsa, podría perder interés en la conservación.
Las ánades reales nadan en la Fontana dell’Acqua Paola de Roma el 29 de marzo. Algunas publicaciones en redes sociales celebraron la presencia de los patos en la fuente como si fuera inusual, como si se debiera a que la gente está aislada en sus casas. En realidad, estos patos visitan las fuentes con frecuencia.
La idea de que los animales pueden recuperarse cuando los humanos se retiran también «sobrestima la velocidad de la recuperación», contó Dodd en una entrevista telefónica. «Margina la conservación activa que se necesita para revertir las repercusiones que hemos causado a la Tierra».
David Steen, biólogo de conservación y líder de investigación de reptiles y anfibios del Instituto de Investigación de Peces y Fauna Silvestre de Florida, se hace eco de las inquietudes de Dodd. «Las iniciativas de conservación eficaces para algunas especies [exigen] una intervención intensiva, incluso en áreas protegidas, y no es un trabajo barato. Sospecho que si la mayoría pensara que lo único que tenemos que hacer para que las especies se recuperen es alejarnos, sería más improbable que apoyara la labor que realmente se necesita para que sigan existiendo», afirma.
Steen, un científico que suele dialogar con la gente en Twitter sobre la importancia de la conservación, dice que quiere que las personas aprecien a los animales salvajes por «lo que realmente son. Utilizar vídeos virales y falsos para exponer mis razones socavaría esta meta».
Disfrutar lo que sí es real
En las dos últimas semanas, con la retirada de los humanos, sí han surgido varias historias reales de rarezas animales. Hay un pequeño rebaño de cabras salvajes que se ha paseado por una ciudad galesa y han hecho las delicias de sus residentes y de Internet. También se han observado orcas en una ensenada cerca de Vancouver, un avistamiento muy poco común. Incluso los delfines se han acercado un poquito más a los muelles de Cerdeña (no de Venecia) porque no había una concentración de cruceros en el puerto.
Quizá las cabras, los jabalíes o los delfines de Cerdeña te hayan alegrado el día. Si también han despertado el deseo de proteger la naturaleza, estás de suerte. Dodd explica que hay muchos programas de ciencia ciudadana en todo el mundo que necesitan que la gente los ayude a observar la biodiversidad —la presencia y distribución de plantas y animales— en sus propias comunidades. Al participar en la ciencia ciudadana, «puedes contribuir a la forma en que se gestiona tu paisaje», señala Dodd.
Aún no está claro cómo afectará la pandemia a las iniciativas de conservación a largo plazo. Dodd sostiene que algunos de los proyectos de sus alumnos, que comprenden «todos los ecosistemas, de parásitos a mamíferos», se han paralizado y es probable que se les imponga un límite de un año. (Su propio estudio de cangrejos de río invasores se ha aplazado; no ha podido hacer trabajo de campo durante un periodo fundamental de cría.)
Dodd espera que, tarde o temprano, la gente que se haya creído los bulos sobre la naturaleza que sale adelante ante la ausencia de humanos reconozca la importancia de las labores de conservación. «Sí hay puntos en los que hemos alterado el planeta de forma radical. Así que no pueden recuperarse sin intervención», confirma.
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