Incautan miles de artículos de cuero exótico a marcas de lujo en Estados Unidos
Un informe determina que los agentes del Servicio de Pesca y Vida Silvestre del país confiscaron miles de artículos importados de cuero exótico a empresas como Chanel, Gucci y Coah entre 2003 y 2013.
Los agentes del Servicio Federal de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos confiscaron estas botas de piel de reptil importadas ilegalmente. Según una reciente investigación, entre 2003 y 2013 las autoridades confiscaron 5607 artículos de moda de lujo considerados ilegales. Casi el 70 por ciento eran productos de cuero, muchos de ellos de piel de reptil.
Entre 2003 y 2013, el Servicio Federal de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos incautó en varios puertos de entrada más de 5600 artículos hechos de productos de fauna silvestre ilegal a famosas marcas de moda de lujo como Ralph Lauren, Gucci y Michael Kors, entre otras. Así se lo ha comunicado a National Geographic el equipo de investigadores que publicó hace poco un estudio al respecto en la revista EcoHealth.
El análisis no implica a las empresas de moda de lujo en el contrabando intencionado de artículos ilegales ni señala qué empresas podrían estar vinculadas a más importaciones ilegales recientes; desde 2013, el gobierno estadounidense no hace públicos los nombres de las compañías que importan productos de fauna silvestre, una medida impugnada en los tribunales.
Sin embargo, la investigadora Monique Sosnowski, estudiante de doctorado en justicia penal de la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY, por sus siglas en inglés), señala que las incautaciones evidencian una falta de controles adecuados en la cadena de suministro. «Intentamos no señalar a Gucci y decir: “Sois horribles por usar estas cosas”; más bien, señalamos un fracaso generalizado del sistema», afirma. «Se han establecido varias medidas de protección, pero estas empresas seguían importando artículos que son ilegales».
Para su análisis, Sosnowski y Gohar Petrossian, criminóloga de la CUNY, recurrieron a la Ley de Libertad de Información de Estados Unidos (FOIA, por sus siglas en inglés) para obtener los informes de incautaciones del Servicio Federal de Pesca y Vida Silvestre entre 2003 y 2013. Identificaron 474 incautaciones relacionadas con marcas de moda de lujo que comprendían 5607 artículos, casi el 70 por ciento de los cuales eran productos de cuero exótico. Los reptiles representaban un 84 por ciento de los artículos; muchos eran cinturones, correas de reloj, carteras, zapatos y bolsos.
No cabe duda de que esas cifras no expresan la gravedad total del problema. Bruce Weissgold, exanalista de inteligencia de comercio de reptiles y especialista en comercio internacional del Servicio Federal de Pesca y Vida Silvestre, señala que, según los hallazgos de los estudios sobre organismos policiales, los agentes estadounidenses solo consiguen interceptar menos de uno de cada 10 cargamentos de productos ilegales de fauna silvestre.
El estudio de la CUNY, publicado en enero, revela que, a pesar de los varios estratos de control de los países y las empresas, los productos de fauna silvestre ilegales han contaminado las cadenas de suministro de algunas de las marcas de moda más destacadas del mundo, independientemente de si las empresas de moda eran o no conscientes. Aunque el estudio se centra en los registros de la agencia federal de 2003 hasta 2013, las cifras totales de 2008 a 2019 analizadas por Sosnowski indican que el tráfico de fauna y flora silvestres sigue siendo un problema grave en Estados Unidos. El año pasado se confiscaron más de 4000 cargamentos de productos ilegales de especies silvestres.
Molly Morse, portavoz de LVMH, el conglomerado dueño de varias empresas de la lista (como Louis Vuitton, Loro Piana, Marc Jacobs, Christian Dior, Givenchy y Fendi), declaró en un email que las confiscaciones vinculadas a LVMH «se produjeron hace muchos años y en general estaban relacionadas con los procesos del papeleo y el etiquetado».
«Tenemos una formación interna y progresos rigurosos para cumplir con todas las regulaciones... y seguimos en contacto con los reguladores de todo el mundo respecto a la legislación emergente», declaró Morse.
Neha Wadhwa, portavoz de Ralph Lauren, describió la inclusión de la empresa en la lista de incautaciones como «engañosa y errónea» y añadió en un email: «Tenemos una larga historia y compromiso con el bienestar de los animales. Somos una de las primeras marcas de lujo que prohibieron las pieles hace 15 años y seguimos comprometidos con garantizar que todas las especies procedan de fuentes sostenibles».
Los representantes de Michael Kors, Jil Sander y Coach no respondieron a la solicitud de comentarios respecto a las incautaciones. El Kering Group, dueño de Gucci y otras empresas citadas como Alexander McQueen, Bottega Veneta y Yves Saint Laurent, tomó nota de las preguntas de National Geographic, pero no ha hecho comentarios al respecto.
Aunque la mayoría de las empresas no hicieron comentarios sobre los productos incautados, muchas tienen políticas de responsabilidad corporativa que promueven la rastreabilidad, el bienestar animal y la utilización sostenible de la fauna y flora silvestres, y algunas han prohibido el uso de determinados productos de fauna silvestre.
Nombres conocidos
El equipo de la CUNY omitió los nombres de las empresas vinculadas a las incautaciones de su trabajo, publicado en EcoHealth, ya que según Sosnowski la meta de compartir la investigación en revistas científicas no es mencionar ni avergonzar a las partes que podrían haber estado vinculadas a actividades ilegales (ya sean países, empresas o particulares), sino identificar las tendencias generales. Sosnowski afirma que compartió la lista con National Geographic solamente para «acercar el tema al país», a los consumidores.
Según los registros de incautaciones oficiales, Ralph Lauren representaba el 29 por ciento de los artículos confiscados, seguido por Gucci (16 por ciento), Michael Kors (10 por ciento), Jil Sander (6 por ciento) y Coach (5 por ciento). Gucci registraba la mayor cantidad de incautaciones (50), seguido por Yves Saint Laurent (41).
Daniel Natusch señala que según los datos de comercio internacional, entre 2003 y 2013 se importaron 11,7 millones de productos fabricados con reptiles, lo que quiere decir que los 5607 artículos de moda de lujo incautados que figuran en el estudio representan solo 48 de cada 100 000 bienes importados hechos de reptiles. Natusch es biólogo de conservación de la Universidad Macquarie en Australia y miembro de varios grupos de herpetólogos y del Grupo de Especialistas en Utilización Sostenible y Medios de Subsistencia de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, la organización que establece el estado de conservación de animales y plantas silvestres.
Una chaqueta de piel de leopardo incautada por los agentes cuelga de las estanterías llenas de otros productos de fauna silvestre en el Repositorio Nacional de Propiedades de Vida Silvestre del Servicio Federal de Pesca y Vida Silvestre en Colorado.
Los productos de fauna silvestre, como las pieles y los cueros exóticos, suelen usarse en alta costura, aunque cada vez más empresas han renunciado a usarlos ante la presión de los consumidores preocupados por el bienestar de los animales y la conservación. Diane von Furstenberg, Chanel y Jil Sander, entre otros, ya no usan cueros exóticos. Stella McCartney, Versace, Michael Kors y Gucci son algunas de las marcas que ya no usan pieles. La industria de la moda suele defender el uso de productos legales de fauna silvestre alegando que esos artículos apoyan medios de subsistencia. También sostienen que sus esfuerzos son cruciales para la conservación, ya que proporcionan un incentivo económico para gestionar y proteger especies y sus hábitats para su utilización sostenible.
Al igual que en las muchas industrias que participan en el comercio de fauna y flora y productos derivados (que oscila de mascotas exóticas y madera a suplementos alimenticios y medicinas tradicionales), lo legal y lo ilegal suelen coexistir. Además, los productos o prácticas ilegales pueden entrar en la cadena de suministro de la industria de la moda de muchas formas diferentes.
En algunos países exportadores de los que proceden los animales usados en la industria de la moda, como Indonesia y Malasia, hay numerosas pruebas de agentes corruptos que encubren fauna y flora adquiridas ilegalmente emitiendo permisos legales a los exportadores. Eso hace que sea «prácticamente imposible saber si los zapatos del contenedor de transporte son de origen legal», señala Weissgold, exanalista de inteligencia del comercio de reptiles del Servicio Federal de Pesca y Vida Silvestre.
Otra violación común se produce cuando los animales capturados ilegalmente en el medio natural se etiquetan de forma fraudulenta como «criados en cautividad».
Aunque algunas empresas se han esforzado por mejorar sus prácticas en lo que se refiere a las especies silvestres, Weissgold afirma que no basta. «Debido a sus recursos, alcance y experiencia, creo que a las empresas de moda les incumbe ser buenas ciudadanas corporativas. Gozan de una posición única para influir en sus proveedores», afirma Weissgold.
Algunos productos incautados proceden de animales amenazados
Casi el 58 por ciento de las incautaciones documentadas en el informe de EcoHealth correspondían a animales capturados del medio natural, no a animales criados en cautividad en granjas.
El Convenio sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre (CITES, por sus siglas en inglés), que regula el comercio de fauna entre países, prohíbe estrictamente el comercio de 13 de las al menos 60 especies identificadas en las incautaciones. Entre ellas figuran cocodrilos del Nilo y caimanes de hocico ancho, a no ser que se críen en cautividad con los permisos pertinentes. Dos especies (el saiga y el cocodrilo siamés) se encuentran en peligro crítico de extinción. Los investigadores estiman que solo quedan entre 500 y 1000 cocodrilos siameses en los humedales del Sudeste Asiático.
CITES otorga diferentes niveles de protección a las especies según lo amenazadas que estén. En los casos en los que se permite el comercio, los países deben conceder permisos de exportación solo si la evidencia científica demuestra que el comercio no perjudicará la supervivencia de los animales en estado silvestre.
Treinta y seis de las especies, entre ellas las pitones reticuladas, se clasifican como «preocupación menor» (en otras palabras, no están en peligro de extinción), pero la mayor parte de las restantes, como las pitones de roca africanas, las serpientes de rayo de sol y varias especies de cobra, no han sido evaluadas por la UICN ni reciben protección conforme a CITES. Se desconoce cuántos de estos animales quedan en la naturaleza, si sus poblaciones están aumentando o disminuyendo o si su comercio es sostenible.
«El hecho de que más del 50 por ciento de las incautaciones fueran de animales capturados en el medio natural debería hacer sonar las alarmas. Se sabe muy poco sobre la situación de muchas de estas especies en la naturaleza y, por consiguiente, también se desconocen las repercusiones del comercio legal (y del legal, ya que estamos)», afirma Chris Shepherd, director ejecutivo de Monitor, una organización sin ánimo de lucro que trabaja para reducir el comercio ilegal e insostenible de fauna y flora silvestres.
Sosnowski señala que los datos también revelaron el carácter internacional del comercio de fauna y flora y el hecho de que los productos ilegales suelen cruzar varias fronteras antes de que los descubran. Más de la mitad de las incautaciones en Estados Unidos eran importaciones de Italia, Francia y Suiza, aunque la mayoría de los productos animales procedían del Sudeste Asiático.
Solo se incauta una fracción de los productos ilegales
Según Weissgold, el exagente del Servicio de Pesca y Vida Silvestre, las autoridades estadounidenses estiman que solo se confisca el 10 por ciento de los productos de fauna importados ilegalmente. Por consiguiente, «es un mundo en el que el comprador debe tener cuidado», afirma. «Nunca puedes estar seguro al 100 por 100 de que el producto que compras se haya adquirido legalmente».
Natusch no está de acuerdo. «Son algunas de las empresas más grandes y responsables del mundo, con una imagen de marca importante que quieren proteger», afirma.
Natusch cree que la mayoría de los 5607 artículos incautados que se citan en el estudio eran probablemente errores por parte de las empresas de exportación o importación. «Violaciones documentales, errores administrativos y malentendidos perfectamente razonables», como que una empresa se olvide de declarar los botones de concha en una blusa.
Un bolso de piel de cobra fue incautado por los agentes y ahora se almacena en el Repositorio Nacional de Propiedades de Vida Silvestre. Los productos de reptiles representaban el 84 por ciento de los 5607 productos de fauna incautados a la industria de la moda de lujo en Estados Unidos entre 2003 y 2013.
Por su parte, Weissgold sostiene que, basándose en sus casi 25 años de experiencia como analista de inteligencia en una agencia federal, las infracciones documentales son «bastante simbólicas de un fraude a gran escala en la industria».
Cuando combinas eso con el sistema judicial estadounidense, que tiene criterios de prueba muy estrictos, «los inspectores suelen quedarse mirando un cargamento sin tener ni idea de qué hacer al respecto», afirma Weissgold.
Temor por el bienestar de los animales
Weissgold señala que, aunque el comercio de productos animales para la industria de la moda sea legal, aún se teme por el bienestar de los animales. Una investigación de 2016 llevada a cabo por People for the Ethical Treatment of Animals (PETA), una organización de defensa de los animales conocida por sus tácticas polémicas, concluyó que las granjas vietnamitas que supuestamente proporcionaban pieles de cocodrilo a una curtiduría propiedad de LVMH confinaban a los cocodrilos durante 15 meses en pequeñas jaulas de hormigón antes de sacrificarlos por sus pieles. Los investigadores de PETA grabaron a los trabajadores de la curtiduría seccionando las columnas vertebrales de los cocodrilos (lo que los paraliza, pero no los mata) antes de despellejarlos vivos.
Cuando les preguntamos sobre la investigación de PETA para este artículo, LVMH no cuestionó los hallazgos, pero declaró que para 2016, Heng Long, la curtiduría de Singapur en cuestión, ya no obtenía cocodrilos de las granjas vietnamitas que aparecen en el vídeo de PETA.
Shepherd, del grupo Monitor, afirma que el trato inhumano y el sufrimiento son la norma para la fauna captiva en países del Sudeste Asiático. Otra investigación llevada a cabo por PETA descubrió que solían desollar vivas a las serpientes. Karl Ammann, director y fotógrafo de investigación, documentó el «lavado» a gran escala de reptiles capturados en el medio natural, un proceso en el que los proveedores hacían pasar a los animales salvajes por animales criados en cautividad en Laos, Malasia y Vietnam. Ammann también grabó cómo golpeaban en la cabeza con martillos a pitones y varanos acuáticos y los desollaban vivos en Indonesia. Un informe de 2013 de la Oficina Federal Veterinaria de Suiza sobre el comercio de piel de reptil concluyó que muchos métodos para matar a los animales (como la decapitación, la congelación, la calefacción, la asfixia, el ahogamiento y seccionarles la yugular) eran inhumanos.
En 2019, LVMH puso en marcha un sistema de certificación de granjas de cocodrilos para intentar reforzar su capacidad para rastrear las pieles y el bienestar de los animales. Otras empresas han ido más allá.
En 2018, Diane von Furstenberg prohibió el uso de pieles exóticas en sus productos y Chanel hizo lo mismo dos meses después, citando la dificultad de obtener productos de origen ético. Jil Sander siguió su ejemplo.
Sin embargo, en varios artículos de opinión, Natusch y otros han condenado las prohibiciones de pieles exóticas por ser bienintencionadas pero «demasiado simplistas» y por «no estar respaldadas por pruebas». Natusch y otros investigadores están colaborando con empresas como el Kering Group, dueño de Gucci y otras casas de moda de lujo, para mejorar el control de la cadena de suministro.
En 2017, el Kering Group abrió una granja de pitones en Tailandia para obtener pieles de origen más sostenible y humano, según contó entonces un representante de la empresa al periódico The Guardian. El grupo también sigue obteniendo animales del medio natural.
Cuanto años antes, el Kering Group se asoció con el Grupo de Especialistas en Boa y Pitones de la UICN y el Centro de Comercio Internacional, una agencia multilateral impulsada conjuntamente por la Organización de las Naciones Unidas y la Organización Mundial del Comercio, para poner en marcha un grupo llamado Python Conservation Partnership. La misión de esta asociación es mejorar la sostenibilidad del comercio de pitones y fomentar la transparencia, el bienestar de los animales y los medios de subsistencia locales.
El primero de varios informes encargados por Python Conservation Partnership entre 2014 y 2016 recomendó remplazar todos los métodos empleados para matar pitones en China, Tailandia y Vietnam (como la decapitación, el ahogamiento y cerrarles la boca y el ano a las serpientes y usar un compresor para bombearles aire en el cuerpo) por prácticas menos crueles. En 2016, otro informe de Indonesia y Malasia del mismo grupo concluyó que las afirmaciones sobre las prácticas inhumanas para matar pitones en esos países «no pueden demostrarse» porque los comerciantes destruyen los cerebros de las serpientes antes de desollarlas.
Los tres informes concluyeron que la obtención de pitones del medio natural y su cría en cautividad pueden ser sostenibles, apoyar las formas de subsistencia locales y ayudar a la conservación al proporcionar un incentivo para que las personas que capturan pitones silvestres protejan a los reptiles y sus hábitats.
«Sin la industria de lujo, muchas de las especies que se usan estarían en una posición mucho peor. Los beneficios de este comercio superan con creces sus desventajas», afirma Natusch, coautor de los informes de Python Conservation Partnership.
En cambio, el informe de Indonesia y Malasia sí con firmó que se comercian ilegalmente pieles de pitón entre países del Sudeste Asiático a niveles considerables y que el uso inadecuado de los permisos internacionales permite el lavado de animales capturados en el medio natural etiquetándolos como «criados en cautividad». El estudio determinó que los elevados niveles de comercio ilegal son impulsados por la pobreza y la oportunidad que presentan las abundantes poblaciones de pitones. Los autores también declararon que las cuotas comerciales son excesivamente restrictivas y sugieren aumentarlas o eliminarlas.
Jon Paul Rodriguez, director de la Comisión de Supervivencia de Especies de la UICN, defiende la financiación del grupo por parte de la industria como una práctica habitual en la ciencia. Señala que la utilización sostenible de fauna es uno de los pilares de su organización y se exige que los investigadores de la UICN se adhieran a un enfoque basado en la evidencia, independientemente de quién financie el estudio. «No puedes comprar la ciencia», afirma. «Mi mantra como director es que la evidencia siempre va primero».
Añade que todas las publicaciones de la UICN, incluidas las financiadas por el Kering Group, se someten a una revisión por pares interna. «Como en cualquier revista científica, [estas] están disponibles para que cualquiera las contradiga si tienen evidencias mejores».
Los críticos alegan que el hecho de que la UICN se centre en una «utilización sostenible» ha ido demasiado lejos, hasta tal punto que «la UICN ha defendido incluso el uso de especies amenazadas», afirma Mark Auliya, herpetólogo del Museo de Investigación Zoológica Alexander Koenig en Bonn, Alemania. Auliya es uno de esos críticos y también forma parte del Grupo de Especialistas en Boas y Pitones de la UICN. Afirma que los estudios, entre ellos los de la UICN, suelen subestimar la complejidad del comercio de fauna y flora y sus frecuentes lazos con el crimen organizado, y que los hallazgos sobre el comercio sostenible no suelen reflejar la realidad que viven las especies sobre el terreno.
Auliya añade que los informes del Grupo de Especialistas en Boas y Pitones financiados por la industria se publicaron sin consultar a todo el grupo, algo que dice haber criticado en reuniones internas. «No todos los científicos con experiencia de campo apoyarían los hallazgos de esos estudios», afirma.
Nombres censurados
El estudio de la CUNY no arroja luz sobre si las medidas tomadas por Diane von Furstenberg, Chanel, Jil Sander y el Kering Group, entre otros, han reducido las incautaciones vinculadas a la moda de lujo en las fronteras estadounidenses. Eso se debe a que el Servicio Federal de Pesca y Vida Silvestre empezó a censurar los nombres de los importadores vinculados a incautaciones documentadas en las solicitudes de registros públicos después de 2013.
Weissgold, que trabajaba para el servicio cuando se aplicaron las restricciones, dice que pidió una explicación en muchas ocasiones, pero nunca recibió una respuesta satisfactoria. Sospecha que la decisión ha sido impulsada en parte por las empresas que se quejan de que sus competidores podrían extraer secretos comerciales de los registros de incautación.
Sea cual sea el motivo, la falta de transparencia en los registros de importación y exportación del gobierno «está impidiendo que las comunidades de conservación y [que combaten la] delincuencia evalúen los datos comerciales», afirma Weissgold.
El Servicio Federal de Pesca y Vida Silvestre y el Departamento del Interior, que supervisa el servicio, no han hecho comentarios al respecto de por qué se empezó a censurar los nombres de las empresas de los registros de incautaciones.
Weissgold añade que no tiene motivos para creer que las importaciones ilegales vinculadas a la moda de lujo hayan descendido desde 2013. Chris Shepherd también cree que el problema continúa. Para él, el mensaje para los consumidores está clarísimo: «Comprar productos de fauna y flora puede contribuir al descenso de una especie en el medio natural y contribuir al tráfico. Si dudas, no compres».
Sosnowski espera que el estudio ofrezca una oportunidad para una mayor transparencia y mejoras en las cadenas de suministro y en la aplicación de la ley desde el origen hasta el producto final. «Queremos que la gente vea que estas son marcas conocidas y queridas, para que vean que, como consumidores, pueden ayudar a que la industria se mueva hacia prácticas más sostenibles», afirma.
En última instancia, Weissgold indica que la demanda es lo que hace que las empresas tengan en cuenta la conservación y el bienestar de los animales.
«Creo que, si los compradores supieran que la piel de pitón usada para su bolso podría habérsele quitado a un animal vivo, algunos se sentirían avergonzados y se alejarían de ese vendedor», afirma. «Pero siendo realistas, muchos lo verán como un simple bolso».
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.
Wildlife Watch es un proyecto de periodismo de investigación entre National Geographic Society y National Geographic Partners focusing que se centra en los delitos y la explotación de la fauna y flora silvestres.