Los primeros huevos de dinosaurios con cáscara blanda arrojan luz sobre los cuidados parentales prehistóricos

Dos nuevos estudios refutan nociones pasadas sobre el nacimiento de los dinosaurios y describen el primer huevo fosilizado hallado en la Antártida.

Por Michael Greshko
Publicado 18 jun 2020, 11:09 CEST
Huevo de Mussaurus fosilizado

Este huevo fosilizado pertenece a un Mussaurus, un dinosaurios herbívoro cuellilargo que alcanzaba los seis metros de longitud y vivió hace 227 a 208,5 millones de años en la actual Argentina.

Fotografía de ©DIEGO POL

Una búsqueda internacional desde los desiertos de Mongolia a las tierras altas de Argentina ha revelado los primeros huevos de dinosaurio de cáscara blanda descubiertos hasta la fecha. Este hallazgo proporciona una nueva prueba de cómo estos animales ponían huevos y cuidaban de sus crías. La imagen emergente es que, en sentido reproductivo, los dinosaurios más primitivos eran como los reptiles modernos, que en general entierran sus huevos en nidos o madrigueras y no se quedan con ellos para cuidarlos.

La revelación viene de dos equipos de investigadores internacionales que han presentado los nuevos fósiles de huevos de cáscara blanda, cuya antigüedad alcanza 200 millones de años. Un grupo describe los primeros huevos de cáscara blanda identificados en dinosaurios, mientras que el otro presenta el primer huevo fosilizado descubierto en la Antártida —posiblemente de un reptil marino—, que también parece haber tenido cáscara blanda.

La mera existencia de los fósiles, por no mencionar la calidad de su preservación, ha asombrado a los científicos. «¿Cómo es el dicho? ¿Hay más cosas en el cielo y la Tierra de las que imaginábamos?», dice Julia Clarke, paleontóloga de la Universidad de Texas en Austin y coautora de uno de los dos estudios, publicados ayer en la revista Nature.

Los huevos de dinosaurio descubiertos hace ya décadas presentaban cáscaras duras como los que ponían las aves modernas, las únicas descendientes vivas de los dinosaurios. Las cáscaras de los huevos de las aves contienen una capa de calcita mineral, que los hace más fuertes y duros y permite que las aves se sienten sobre sus huevos para incubarlos. Por eso muchos paleontólogos suponían que los dinosaurios utilizaban estrategias de cuidado similares. Con todo, la mayoría de estos huevos datan del Cretácico, un periodo tardío de la evolución de los dinosaurios. Ahora, el misterio de por qué no habían aparecido huevos anteriores podría tener una explicación. Casi con total seguridad, eran blandos y curtidos, lo que aumentaba su propensión a degradarse y no fosilizarse.

En su conjunto, los nuevos estudios añaden mucha información a lo que se conocía sobre la reproducción de los dinosaurios y los reptiles antiguos.

«En el registro fósil no solo hay restos óseos. De vez en cuando, encuentras mucho más», explica Johan Lindgren, paleontólogo de la Universidad Lund de Suecia que revisó ambos estudios y que analiza los tejidos blandos fosilizados, entre ellos la grasa de los antiguos reptiles marinos.

«Halos» misteriosos alrededor de crías de dinosaurio

Algunas de las pistas fósiles utilizadas en los dos estudios estaban almacenadas en los armarios de la oficina de Mark Norell, paleontólogo del Museo Americano de Historia Natural, donde guarda los especímenes prioritarios. «Son los fósiles más asombrosos del planeta», afirma Jasmina Wiemann, estudiante de doctorado de Yale, que los compara con «un anticipo de la próxima década en paleontología».

Wiemann y Matteo Fabbri, otro candidato a doctor en Yale, suelen visitar a Norell en Nueva York para ver los fósiles que estudia. Norell les enseñó una nidada de una docena de embriones de dinosaurios de más de 72 millones de años que descubrieron él y sus colegas de Mongolia durante una expedición al desierto de Gobi en 1995. Misteriosamente, los embriones —que pertenecían al dinosaurio con cuernos Protoceratops— estaban rodeados de películas blancas y negras, no de ningún tipo de cáscara dura identificable.

Huevos y embriones de Protoceratops

En 1995, los paleontólogos que trabajaban en el desierto del Gobi de Mongolia descubrieron esta nidada de huevos y embriones de Protoceratops, los primeros huevos de un dinosaurios con cuernos que se describieron.

Fotografía de M. Ellison, © AMNH

«Mark nos enseñó la nidada y nos dijo: “Yo creo que ponían huevos de cáscara blanda, que los ponían tal cual”», cuenta Wiemann. «Al principio pensábamos que era improbable. Pero cuando analizamos los fósiles, nos percatamos de que tenían halos rarísimos».

Si el Protoceratops ponía huevos de cáscara blanda, habría sido el primer dinosaurio hallado con ellos, lo que refutaría años de supuestos previos. Se han descubierto huevos con cáscaras blandas de otros animales antiguos, como los antepasados de los dinosaurios y los reptiles voladores extintos llamados pterosaurios, pero no dentro del clado Dinosauria.

El equipo tomó muestras pequeñas de los fósiles y las dividió en secciones lo bastante finas para examinarlas bajo un microscopio. Las secciones transversales revelaron que los «halos» medían aproximadamente un tercio de milímetro de grosor y carecían de la estructura calcificada habitual de los huevos de los dinosaurios posteriores. «Uno de los aspectos más desconcertantes era que no había cáscaras de huevo», afirma Fabbri.

Un nuevo panorama de los cuidados parentales

Por su parte, en 2012 y 2013 en la actual región de la Patagonia de Argentina, un equipo de investigadores emprendió expediciones financiadas por la National Geographic Society para buscar fósiles de un dinosaurio herbívoro llamado Mussaurus que vivió hace más de 200 millones de años.

La expedición descubrió especímenes de Mussaurus en fases del desarrollo tan tempranas que debían de haber sido embriones, pero al equipo le desconcertó no hallar cáscaras de huevo duras y calcificadas junto a los restos. «No podríamos haberlo averiguado. Estábamos haciéndonos las preguntas incorrectas. Nos equivocábamos en nuestra búsqueda», afirma Diego Pol, explorador de National Geographic y paleontólogo del Museo de Paleontología Egidio Feruglio de Argentina.

Un día, Pol habló con Norell, su antiguo tutor de doctorado, y ambos se dieron cuenta de que los embriones de dinosaurio de Mongolia y Argentina compartían la misma ausencia insólita de cáscaras de huevo calcificadas. Pol enseguida envió las muestras a Yale para que Wiemann y Fabbri examinaran más detenidamente los restos de Mussaurus.

Empleando la tecnología láser y analizando la luz reflejada, Wiemann dedujo las firmas químicas de los huevos de Protoceratops Mussaurus, así como la composición de los huevos de aves, aligátores, tortugas y otros reptiles modernos. Los datos químicos de los huevos de dinosaurio se parecían a los de otras cáscaras de huevo blandas.

Los huevos de cáscara blanda no retienen el agua del mismo modo que los de cáscara dura, lo que quiere decir que es probable que los Protoceratops y los Mussaurus enterraran los huevos como las tortugas marinas o los aligátores modernos y posiblemente los vigilaban durante o un tiempo o que los abandonaban. Los linajes de los dinosaurios con cáscaras de huevo duras adoptaron estrategias de anidación diferentes, entre ellas enterrar los huevos. Pero un grupo de dinosaurios con huevos de cáscara dura, los terópodos que más adelante engendraron a las aves, tenían nidos abiertos que empollaban, una forma de cuidados parentales con mucha más implicación por su parte.

Para rastrear la evolución de los huevos de dinosaurio, Fabbri trazó un árbol familiar hasta hace unos 250 millones de años y descubrió que era muy probable que el antepasado común de todos los dinosaurios pusiera huevos de cáscara blanda. El trabajo sugiere que las cáscaras de huevo calcificadas no evolucionaron solo una vez en los dinosaurios, como se creía antes, sino al menos en tres ocasiones diferentes. Los investigadores sostienen que la gran diversidad de huevos de cáscara dura en dinosaurios ya tiene una explicación.

«Todo empieza a encajar muy bien», afirma Wiemann.

Un huevo gigante en la Antártida

Más al sur, en las rocas de la Antártida, otro huevo ha cautivado a los científicos: se trata del segundo huevo fosilizado más grande hallado hasta la fecha, con una longitud de casi 30 centímetros.

El huevo de 68 millones de años, denominado Antarcticoolithus bradyi, es el primer huevo fosilizado descubierto en la Antártida y solo lo superan en tamaño los huevos de los epiornítidos —aves elefante— extintos de Madagascar. El Antarcticoolithus también es uno de los pocos huevos fosilizados encontrados en sedimentos marinos. «Que el primer huevo fosilizado de la Antártida sea un huevo casi completo con una microestructura muy bien conservada es una locura», afirma Julia Clarke.

En 2011, el Antarcticoolithus se descubrió en una expedición de investigadores chilenos a la isla Seymour de la Antártida. Esta masa desinflada y extraña desconcertó al equipo. Cuando el coautor del estudio David Rubilar-Rogers, paleontólogo del Museo Nacional de Historia Natural de Chile, le enseñó el fósil a Clarke en 2018, lo llamó «La Cosa».

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    Huevo de Antarcticoolithus bradyi

    Desde el lateral, el huevo fosilizado del Antarcticoolithus bradyi parece una pelota de fútbol americano desinflada. Oficialmente, el nombre específico es bradyi, derivado del griego antiguo «tardío», y se refiere a la rareza de los huevos marinos fosilizados. Sin embargo, el nombre también conmemora al quarterback de fútbol americano Tom Brady.

    Fotografía de Legendre et al. 2020

    Bajo el microscopio, el Antarcticoolithus no solo carecía de la estructura interna de las cáscaras de huevo duras, sino también de los poros de las cáscaras duras, lo que sugiere que el huevo era blando.

    En la época en la que pusieron el huevo, las aguas de la Antártida donde quedó sepultado el huevo fosilizado albergaban grandes reptiles marinos denominados mosasaurios. A menos de 200 metros del lugar se desenterraron los huesos de un mosasaurio, lo que apunta a que el huevo podría haber pertenecido a estos reptiles nadadores de seis metros de largo.

    Antarcticoolithus

    En esta ilustración vemos la hipótesis de que el Antarcticoolithus lo puso un mosasaurio, un tipo de reptil marino extinto. Las madres mosasaurios habrían puesto huevos de cáscara blanda y fina de los que sus crías eclosionaban de inmediato para salir a la superficie y respirar por primera vez.

    Fotografía de Francisco Hueichaleo (ilustración)

    Sin embargo, el huevo no tiene huesos dentro, así que nadie puede determinar con certeza la identidad de sus progenitores. Se sabe que otros reptiles marinos antiguos daban a luz como las ballenas modernas. Si los mosasaurios ponían huevos, sus crías habrían tenido que eclosionar de inmediato para salir a la superficie y respirar.

    ¿Podría el Antarcticoolithus pertenecer a un dinosaurio? De ser así, es muy probable que el gran huevo se pusiera en tierra y después fuera arrastrado hasta el mar. «Con suerte, si excavan más en la zona, encontrarán los embriones asociados con huevos similares y así lo sabríamos», afirma Lindgren.

    Estos huevos prehistóricos hallados por todo el mundo evidencian lo mucho que queda por descubrir sobre la evolución de los reptiles, particularmente entre los dinosaurios, cuyos miembros más antiguos enterraban los huevos como muchos reptiles modernos, así como sus antepasados reptilianos distantes de hace más de 250 millones de años.

    «Todo este tiempo, pensábamos que los dinosaurios eran reptiles especiales... En sus comienzos no eran tan especiales», señala Fabbri. «Estamos revocando lo que habíamos asumido durante décadas».

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.
    Huevos de dinosaurios

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