Un nuevo estudio revela que no todos los dientes de sable eran depredadores

Estos animales no solo utilizaban sus grandes colmillos para cazar, sino también para el cortejo y la lucha, incluso entre herbívoros.

Por Riley Black
Publicado 28 jul 2020, 14:40 CEST

El mamífero extinto Uintatherium, al que vemos aquí dibujado en un sello de Camboya, vivió hace unos 56 millones de años y se parecía a un rinoceronte con seis cuernos y largos colmillos.

Fotografía de DBI Studio, Alamy Stock Photo

El Smilodon es un felino singular. Este depredador de la Edad de Hielo, que superaba en tamaño a los tigres vivos más grandes, derribaba a sus presas con la fuerza de sus extremidades y hundía sus caninos de casi 18 centímetros en su vientre o garganta. En museos, novelas y películas, el Smilodon —que procede de las palabras griegas «cuchillo» y «diente»— es retratado como el epítome de la ferocidad, un animal que utilizaba sus colmillos curvos para derramar la sangre de sus presas en los pastizales del Pleistoceno de Norteamérica.

En lugar de morder y asfixiar a sus presas como los leones modernos, «es probable que estos dientes permitieran que las presas se desangraran más rápido», señala Larisa DeSantis, paleontóloga de la Universidad de Vanderbilt. Gracias a esta táctica de caza, el depredador podía abatir presas grandes como camellos americanos y caballos, que también habitaban el planeta durante la última glaciación, que terminó hace unos 12 000 años.

Con todo, el Smilodon no era la única bestia con dientes de sable. El gran depredador solo fue el último y más grande de una familia de felinos de colmillos largos que vivió durante 16 millones de años. El pariente de los marsupiales Thylacosmilus, por ejemplo, tenía colmillos alargados como el Smilodon. Pero según un estudio reciente, es probable que el Thylacosmilus no fuera un depredador. Este pariente de los canguros y los wómbats podría haber sido un animal carroñero que quizá utilizara sus caninos para despedazar los cadáveres y aprovechar los restos de las presas abandonadas.

«El Thylacosmilus no es una simple versión marsupial del tigre dientes de sable», aclara DeSantis. «Su ecología podría haber sido muy diferente a la de cualquier ser vivo moderno: un carnívoro especializado en órganos blandos».

Esta ilustración muestra al protomamífero Tiarajudens eccentricus, el animal con dientes de sable más antiguo que se ha documentado, que vivió hace unos 260 millones de años.

Fotografía de Sergey Krasovskiy (ilustrador), Stocktrek Images via Nat Geo Image Collection

El hallazgo pone de manifiesto cómo los dientes de sable han aparecido en diversos animales a lo largo de cientos de millones de años, a veces sorprendiendo a los científicos por su multifuncionalidad. Incluso los animales herbívoros desarrollaron dientes alargados y los utilizaban para exhibirse o a modo de armas contra sus rivales.

«Los caninos pueden utilizarse por varios motivos», afirma Julie Meachen, paleontóloga de la Universidad de Des Moines.

Los orígenes de los dientes

En lo que respecta a los caninos, los detalles dentales determinan cuáles son los verdaderos dientes de sable. «El término “dientes de sable” se refiere a los caninos largos y comprimidos de lado a lado», explica Meachen. A veces, estos dientes están serrados para cortar mejor, aunque no siempre.

Muchos primates —como lémures, babuinos y chimpancés— tienen caninos largos. Analizando sus cráneos, cualquiera podría verse tentado a llamarlos dientes de sable. Sin embargo, sus caninos tienen forma de cono, no la forma delgada y plana de los del Smilodon, lo que quiere decir que no pueden clasificarse como dientes de sable.

El animal de dientes de sable más antiguo que se ha descubierto vivió hace 260 millones de años y no era carnívoro. El Tiarajudens eccentricus, nombrado en 2011 a partir de fósiles hallados en Brasil, tenía la estatura de un perro mediano y se parecía a un cruce entre un cerdo y una tortuga. El animal pertenecía a un clado de vertebrados llamados sinápsidos, una gran familia que incluye a los mamíferos y a todos sus parientes cercanos. De las mandíbulas del Tiarajudens sobresalía un par de caninos largos y planos, quizá el primer par de dientes de sable del mundo.

Con todo, el resto de los dientes del protomamífero sugiere que se alimentaba de plantas. Entonces, ¿para qué tenía un herbívoro unos colmillos tan impresionantes? Es probable que el Tiarajudens utilizara sus dientes para exhibirse o quizá para pelear con otros miembros de su especie. Cuando surgía un conflicto, puede que el Tiarajudens con los dientes más grandes saliera victorioso. Y si la intimidación no funcionaba, quizá los animales recurrieran a morderse para zanjar las disputas.

Herramientas multiusos de la evolución

Pese a que los paleontólogos han descrito y estudiado animales con dientes de sable desde el siglo XIX, determinar cómo empleaban sus colmillos ha suscitado muchos debates. Incluso ha habido discrepancias a la hora de describir cómo mataba a sus presas el mismísimo Smilodon, que era un carnívoro sin lugar a dudas. Algunas de las teorías proponían que utilizaba sus dientes como un abrelatas o que se alimentaba de la sangre de sus víctimas como un vampiro.

Gracias a las técnicas analíticas modernas que permiten a los paleontólogos simular la mordedura de los depredadores con dientes de sable, los científicos han llegado al consenso de que el Smilodon y otros cazadores similares utilizaban los dientes para propinar mordiscos devastadores en la garganta u otras partes blandas del cuerpo, provocando daños catastróficos para someter rápidamente a sus presas. Y hay cráneos de Smilodon con heridas punzantes profundas causadas por colmillos, lo que apunta a que estos depredadores apicales no temían utilizar sus armas punzantes para atacarse entre sí.

Desde sus orígenes en el Pérmico, los dientes de sable han aparecido una y otra vez en el registro fósil. Unos carnívoros de aspecto vagamente perruno llamados gorgonopsios que vivieron entre hace 252 y 270 millones de años —algunos de los cuales pesaban tanto como un oso polar adulto— desarrollaron dientes de sable para perforar las pieles de sus presas.

Con todo, las diferentes especies han utilizado los caninos alargados de diversas formas. Herbívoros como el Tiarajudens y el ciervo almizclero moderno podrían haber utilizado los caninos en el cortejo o para el combate. Y aunque técnicamente los primates no tienen dientes de sable, sí utilizan sus largos caninos para defenderse de los depredadores y, entre machos, para intimidarse y pelear.

Sorprendentemente, entre los dinosaurios no evolucionó ninguna especie de dientes de sable.

No se han hallado pruebas de que los mamíferos desarrollaran dientes de sable hasta después de la extinción de los dinosaurios no aviares hace 66 millones de años. El herbívoro de 56 millones de años Uintatherium, un mamífero del tamaño de un rinoceronte con seis cuernos en la cabeza, tenía dientes de sable aplanados que probablemente utilizaba para el cortejo y para competir con los de su especie.

Transcurrieron millones de años hasta que los carnívoros desarrollaron dientes de sable de nuevo. Hace unos 40 millones de años surgieron los nimrávidos y los primeros felinos con dientes de sable evolucionaron hace unos 16 millones de años. Desde este momento, los depredadores con dientes de sable acecharon por todo el planeta hasta la extinción del Smilodon hace solo 10 000 años.

En ausencia de carnívoros vivos con dientes de sable, los caninos actuales más impresionantes pertenecen a los herbívoros y omnívoros. Pero la larga historia del canino alargado apunta a que las criaturas futuras también podrían acabar desarrollando dientes de sable.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

más popular

    ver más

    más popular

      ver más
      loading

      Descubre Nat Geo

      • Animales
      • Medio ambiente
      • Historia
      • Ciencia
      • Viajes y aventuras
      • Fotografía
      • Espacio

      Sobre nosotros

      Suscripción

      • Revista NatGeo
      • Revista NatGeo Kids
      • Disney+

      Síguenos

      Copyright © 1996-2015 National Geographic Society. Copyright © 2015-2024 National Geographic Partners, LLC. All rights reserved