Muchos animales se hacen los muertos, pero no siempre para que no los devoren
Serpientes, invertebrados, aves y otros animales han desarrollado varias razones para fingir estar muertos.
Una serpiente de dados (Natrix tessellata) finge estar muerta junto a un arroyo en Creta, Grecia.
Hacerse el muerto, algo que científicamente se denomina tanatosis o inmovilidad tónica, ocurre en todo el reino animal, en aves, mamíferos y peces. Quizá el animal más famoso que emplea este método sea la zarigüeya norteamericana, que abre la boca, saca la lengua, vacía sus intestinos y segrega fluidos malolientes para convencer al depredador de que se le ha pasado la fecha de caducidad.
Las cobayas y muchas especies de conejos fingen haber perecido, así como varias serpientes, como la culebra arroyera de cola negra (Drymarchon melanurus erebennus). Entre los impostores aviares figuran la codorniz japonesa, las gallinas y los patos salvajes. Algunos tiburones también fingen quedarse boca arriba: si los voltean sobre la espalda y los atan temporalmente, los tiburones galanos se quedan inmóviles y muestran respiración fatigosa y temblores ocasionales.
Decenas de invertebrados practican la inmovilidad tónica, por lo que son unas de las especies más comunes —o al menos las más estudiadas— que lo hacen.
Por ejemplo, cuando se les acerca un depredador, los saltamontes pigmeos de Japón se hacen los muertos extendiendo sus patas en varias direcciones, por lo que es prácticamente imposible que las ranas se los traguen.
Por correo electrónico, Rosalind Humpreys, estudiante de posgrado en la Universidad de St. Andrews en Escocia, explica que, en general, los científicos no tienen mucha información acerca de este comportamiento intrigante. Es difícil documentarlo en el medio natural y hay preocupaciones éticas sobre crear experimentos de laboratorio en los que los depredadores atacan a sus presas, señala. Esto es lo que sí saben los científicos.
«La última oportunidad»
Muchos insectos fingen estar muertos después de que un depredador los atrape, un fenómeno llamado inmovilidad postcontacto.
Por ejemplo, las larvas de las hormigas león Euroleon nostras —un tipo de insecto alado y depredador muy feroz— pueden hacerse las muertas durante la friolera de 61 minutos. Por su parte, Charles Darwin se quedó sorprendido cuando vio un escarabajo que se hizo el muerto durante 23 minutos.
Ocurre de esta manera: un depredador, pongamos que es un gorrión, advierte un grupo de larvas de Euroleon nostras y cae en picado para atrapar al insecto. El gorrión deja caer la larva, como ocurre con frecuencia, y el insecto se hace el muerto.
«Es la última oportunidad de tu vida», dice Ana Sendova-Franks, investigadora visitante en la Universidad de Bristol, en el Reino Unido, y coautora de un estudio sobre el comportamiento publicado en marzo de 2021 en la revista Biology Letters.
La inmovilidad postcontacto es diferente de quedarse quieto de forma momentánea, «como cuando entra un ladrón en tu casa y te quedas quieto en el sitio para protegerte y que no te vea», afirma Sendova-Franks. Más bien, suele tratarse de un cambio fisiológico involuntario, como ralentizar el pulso.
Fingir estar muerto por comida o sexo
Aunque la mayoría de las criaturas se hacen las muertas para evadir a sus depredadores, otras han hallado usos alternativos para esta técnica.
Un ejemplo de ello son las arañas pisáuridas. Las hembras suelen depredar a los machos, así que para aparearse, el macho crea un paquetito de comida, se ata a él y finge haber muerto. A continuación, la hembra arrastra la comida y al macho, que supuestamente está muerto. Cuando empieza a devorar la comida, el macho «resucita» e intenta aparearse de nuevo, a veces con éxito, explica Trine Bilde, profesora de biología en la Universidad de Aarhus, Dinamarca.
«Hacerse el muerto parece ser un intento de apareamiento del macho además de o en lugar de ser una estrategia antidepredadora», escribe por correo electrónico. «Quizá sirva para ambos fines».
Al otro extremo del espectro está la hembra de la libélula Aeshna juncea, que no escatima esfuerzos para evitar aparearse: deja de volar o incluso se estrella en el suelo para escapar de los machos agresivos, que pueden dañarla.
El cíclido centroamericano finge estar muerto en los fondos de los lagos para atraer a peces y otras presas. Cuando se acerca otro pez para dar un mordisco al cadáver, el cíclido se despierta y ataca. Igualmente, el pez Mycteroperca rubra de Brasil finge su muerte para atraer a peces jóvenes.
Una defensa rara pero exitosa
La inmovilidad tónica puede parecer «rara como defensa de “último recurso”, ya que cabría esperar que las presas quisieran forcejear y huir», dice Humphreys. «Sin embargo, hay varios medios por los cuales [la inmovilidad tónica] podría reducir las probabilidades de futuros ataques».
Por ejemplo, en experimentos con la hormiga león británica, los científicos descubrieron que larvas que se hacían las muertas durante más tiempo que otras larvas eran menos propensas a ser devoradas por un depredador, al que engañaban o que simplemente se sentía frustrado ante la respuesta de las larvas.
En un experimento de 1975, un equipo de científicos observó cómo unos zorros rojos cautivos depredaban cinco especies de patos diferentes, la mayoría de las cuales se hacían las muertas inmediatamente después de ser capturadas. A continuación, los zorros se llevaban los patos a sus madrigueras para comérselos más tarde. Los zorros expertos sabían que tenían que matar o herir a los patos de inmediato, pero a veces los zorros inexpertos abandonaban a los patos supuestamente muertos, permitiendo que su presa escapara.
Por eso Sendova-Franks describe el comportamiento como una última oportunidad. Moverse es una muerte segura, pero hacerse el muerto ofrece la posibilidad —por pequeña que sea— de sobrevivir.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.