Este búho encuentra a sus presas incluso debajo de la nieve
Según un nuevo estudio, el búho gris tiene una estrategia inteligente e inaudita para localizar a pequeños roedores ocultos durante el invierno.
Una hembra de búho gris se abalanza sobre la nieve en Finlandia.
Los búhos grises pueden encontrar y capturar ratones de campo escondidos bajo casi 60 centímetros de nieve, atravesando las costras endurecidas con sus patas para atrapar su comida. Ahora los investigadores han descubierto indicios de cómo estas aves de presa utilizan el sonido para lograr tan impresionante hazaña.
El nuevo estudio, publicado el 22 de noviembre en Proceedings of the Royal Society B, sugiere que los búhos se ciernen sobre la nieve para localizar sonidos amortiguados, y que sus caras anchas ayudan en esta tarea.
"La nieve es realmente famosa por absorber el sonido", dice el líder del estudio, Christopher Clark, ornitólogo de la Universidad de California en Riverside (Estados Unidos), que realizó una serie de experimentos de medición del sonido en Manitoba (Canadá) a principios de este año.
Hasta ahora, los investigadores pensaban que los cazadores se concentraban en las vibraciones ultrasónicas de los roedores. Pero los nuevos experimentos sugieren que los búhos también podrían captar sonidos más graves, por ejemplo los creados por los topillos que cavan túneles bajo la nieve.
Aunque la gente suele pensar que las orejas de los búhos están en la parte superior de la cabeza, en realidad están más cerca del centro de la cara, que está bordeada por un anillo de plumas que reflejan el sonido y lo canalizan hacia sus oídos.
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Cuanto mayor sea el disco facial de un búho, menor será la frecuencia del sonido que puede interceptar, y el búho gris, que se encuentra en todo el hemisferio norte, tiene el disco facial más grande de todos los búhos, dice Clark.
"Probablemente lo que ocurre es que el disco facial es realmente grande para que sean más sensibles a los sonidos de baja frecuencia".
En la nieve
En febrero de 2022, Clark y sus colegas viajaron a los bosques de Manitoba y localizaron siete agujeros de inmersión recién hechos, que se crean cuando un búho se sumerge en la nieve tras su presa.
Junto a cada agujero, cavaron otro, donde colocaron un altavoz. Debido a las gélidas temperaturas (un día se alcanzaron los menos 30 grados centígrados), el equipo tuvo que lidiar con la tecnología que fallaba por el frío. "Fue un trabajo estimulante en el sentido de que las cosas seguían fallando debido al clima", dice Clark.
A continuación, el equipo utilizó una cámara acústica, que cuenta con un conjunto de micrófonos, para grabar los distintos ruidos del entorno. Desde los altavoces enterrados, reprodujeron ruido blanco, un sonido de alta frecuencia, y grabaciones de un topillo de madriguera, un sonido de baja frecuencia.
Al retirar las capas de nieve sobre el altavoz, el equipo registró cómo la profundidad de la nieve afectaba a las frecuencias del sonido. Por ejemplo, los datos de la cámara acústica revelaron que, mientras que gran parte del ruido blanco podía escapar a unos 20 centímetros de nieve, sólo los sonidos de menor frecuencia podían atravesar una capa de 20 centímetros de profundidad, exactamente los sonidos que los búhos podrían estar detectando.
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Espejismo acústico
A continuación, Clark y sus colegas investigaron un efecto complicado con el que los búhos deben lidiar: el espejismo acústico.
Las trayectorias de las ondas sonoras procedentes de la nieve se curvan cuando chocan con la superficie de la misma. A menos que un búho esté directamente encima de su presa, esta curvatura, llamada refracción, hace que el lugar del que parece proceder el sonido difiera de su origen real.
"Es el mismo problema que tenemos cuando intentamos captar cosas bajo el agua", dice Megan Gall, ecóloga sensorial del Vassar College de Poughkeepsie (Nueva York), que no participó en el estudio.
Los datos de la cámara acústica mostraron que la procedencia del sonido depende de la altura del oyente sobre la nieve, su distancia horizontal al sonido y la profundidad del mismo.
Cuando los búhos grises cazan, tienden a volar o planear hacia su presa y, una vez que están cerca de un topillo, se ciernen sobre ellos hasta 10 segundos, dice Clark. El sobrevuelo probablemente permite que los búhos se concentren en un lugar que minimiza el espejismo acústico.
"Ese es probablemente el punto crítico para que escuchen y determinen dónde está el topillo", dice Clark.
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Búhos silenciosos
"Es un primer paso fantástico para entender lo que ocurre con el sonido", dice Gall.
Pero añade que hay mucho que aprender, sobre todo desde el punto de vista de los búhos. En futuros experimentos se podría investigar cómo responden los depredadores aviares a los sonidos reproducidos desde debajo de la capa de nieve. O los científicos podrían incluso entrenar a las aves para que ataquen y observar si su precisión de caza cambia cuando se manipulan los sonidos, dice Gall.
Hermann Wagner, neuroetólogo jubilado que tampoco participó en el nuevo trabajo, señala que la capacidad de los búhos para localizar presas a tanta profundidad es "notable".
La nueva investigación, dice, refuerza cómo los grandes búhos grises parecen utilizar el silencio en su beneficio. Por ejemplo, las estructuras de las alas de los búhos les impiden hacer aleteos ruidosos que ahogarían los sonidos de sus presas, dice Wagner.
"Lo que hace el búho es que se vuelve más o menos silencioso para poder oír mucho mejor".
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.