Descubre la vida oculta de los manatíes amazónicos
Casi imposibles de detectar en su turbio hábitat, los "fantasmas" submarinos están saliendo a la luz gracias a la tecnología del sonar.
El biólogo Daniel González-Socoloske tiende la mano a un manatí amazónico en CREA, un centro de rehabilitación para manatíes enfermos o heridos cerca de Iquitos, Perú.
Al igual que las sirenas de la mitología griega hipnotizaban a los marineros, la familia de gentiles criaturas marinas conocida como Sirenia (manatíes y dugongos) cautivó al fotógrafo Jason Gulley, que pasó meses documentando los manatíes de Florida para el reportaje del número de enero de National Geographic.
A diferencia del muy querido manatí del Florida, poco se sabe de las otras dos especies y del dugongo, un primo que se encuentra en aguas costeras desde África Oriental hasta Australia. La Unión Internacional para la Conservación de las Especies (IUCN) clasifica a las cuatro como vulnerables, en parte debido a la caza y la degradación de sus aguas.
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"Lo que sabemos de los manatíes de Florida es gracias a que se congregan en aguas lo bastante claras para que podamos verlos", dice Gulley, que es Explorer de National Geographic. "Los manatíes amazónicos, por el contrario, son casi imposibles de ver, y mucho menos de fotografiar. Los lugareños los llaman fantasmas".
Ahora, por primera vez, un equipo de investigación que utiliza tecnología de sonar ha "visto" a estos esquivos animales en libertad, en una zona protegida de Brasil.
Los manatíes amazónicos (los más pequeños, de 2,4 a 2,7 metros de largo y entre 294 y 453 kilos de peso) son los únicos que viven exclusivamente en agua dulce, en ríos oscurecidos por los sedimentos arrastrados desde los Andes y teñidos de marrón rojizo por la vegetación forestal en descomposición. Las aguas turbias y tánicas explican por qué los investigadores rara vez o nunca ven a estos animales.
"Estudiarlos es todo un reto: hay que partir de pequeños rasguños, basándose en señales, vestigios, restos, huesos", explica Miriam Marmontel, miembro del equipo de National Geographic y experta en manatíes amazónicos del Instituto de Desarrollo Sostenible Mamirauá, en Tefé (Brasil).
"Mientras que otras criaturas como las nutrias y los delfines de río son más visibles, los manatíes son diferentes", afirma. "Simplemente, nunca los ves". A lo largo de una carrera de varias décadas, Marmontel dice que sólo suele verlos una vez al año.
El sonar multihaz
La frustración de Marmontel está disminuyendo. Forma parte de un pequeño equipo de investigadores financiados por la National Geographic Society que son pioneros en el uso de una tecnología de imagen llamada sonar multihaz para documentar la vida de los manatíes amazónicos. Como nadie sabe cuántos manatíes viven en la extensa cuenca del Amazonas, uno de los resultados esperados es una estimación de la población, crucial para desarrollar estrategias de protección de los animales, afirma Marmontel.
"La cuestión de la abundancia siempre ha estado en nuestras mentes", afirma. "Todo el mundo pregunta y no lo sabemos".
Un equipo de sonar multihaz registra manatíes en un tanque de retención en el CREA. Los investigadores necesitaban conocer las firmas sonoras de los manatíes antes de utilizar el equipo para identificar y observar a los herbívoros en los ríos amazónicos.
Antonio Pinto instala un sonar multihaz en un estanque con cinco manatíes amazónicos en el Centro de Rescate y Educación de la Selva, cerca de Iquitos. González-Socoloske y su equipo utilizan ahora el sonar para observar por primera vez a los manatíes en libertad.
El sonar multihaz, desarrollado originalmente por la Marina estadounidense en la década de 1960 para crear exploraciones del fondo marino y detectar objetos en la columna de agua, funciona enviando múltiples haces de sonar en forma de abanico y midiendo el tiempo que tardan las ondas sonoras en reflejarse en el fondo marino u otros objetos y volver a un receptor. El resultado: imágenes detalladas que ofrecen una capacidad sin precedentes para estudiar a los manatíes en aguas oscuras.
Daniel González-Socoloske, de la Universidad Andrews de Michigan (Estados Unidos), vio cómo el sonar multihaz había ayudado a los investigadores a vigilar el comportamiento de las focas en torno a las turbinas mareomotrices en Escocia (Reino Unido), así que se asoció con Gulley y Marmontel para averiguar si podría revelar el mundo oculto de los manatíes amazónicos.
Primero probaron el equipo en el CREA, un centro de rehabilitación para manatíes enfermos o heridos de Iquitos (Perú). Los resultados fueron prometedores: el sonar producía imágenes claras de los manatíes, lo que permitía observar y grabar lo que hacían en tiempo real.
Así que el equipo se dirigió a la Reserva de Desarrollo Sostenible de Mamirauá, una franja protegida de unos 11 000 kilómetros cuadrados de bosques inundados y humedales en el remoto corazón occidental del Amazonas, cerca de Tefé. Desde una base de investigación flotante, pasaron semanas recogiendo imágenes de sonar de manatíes salvajes que atravesaban un estrecho canal durante su migración anual desde los bosques inundados para refugiarse durante la estación seca en las cochas, que se forman cuando las curvas de un río se separan del cauce principal.
Según González-Socoloske, es emocionante ver los "vídeos" del sonar: la primera vez que se documentan manatíes amazónicos en su hábitat natural. "No son animales que van dando tumbos chocando con las cosas: son criaturas curiosas, tienen personalidad, pueden moverse con elegancia por un entorno muy complejo sin tocar nada".
"Está abriendo literalmente todo un nuevo campo de estudio, como cuando se inventó el microscopio: ahí hay todo un microuniverso que suponíamos que existía, pero que nunca habíamos visto". Por microuniverso entiende un mundo que va más allá de lo detectable a simple vista. Las imágenes del sonar revelan mucho a los científicos, pero para los no expertos no son tan esclarecedoras.
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Aprovechando los conocimientos locales
Marmontel afirma que el esfuerzo habría sido imposible sin la ayuda de los miembros de las comunidades locales. "Los únicos que tienen algún tipo de conocimiento sobre los manatíes amazónicos son los que los cazan", afirma. "Ellos entienden los movimientos y hábitos de los manatíes mejor que cualquier investigador. Nos decían: '¡Aquí viene uno! Mirábamos la pantalla del sonar y decíamos: '¡Ah, sí! Ahí está".
El pescador y ayudante de investigación Francisco Cardosa do Vale ayuda a los investigadores a rastrear la migración anual de los manatíes amazónicos desde los bosques inundados durante la estación húmeda a lagos y charcas en la seca. Cuando los manatíes nadan entre los palos, los separan, un método que utilizan los cazadores para saber cuándo están migrando los manatíes.
En las décadas de 1930 y 1940, los cazadores comerciales de los afluentes del Amazonas mataban a miles de manatíes por sus pieles, utilizadas para fabricar mangueras de agua y correas de maquinaria. Las alternativas sintéticas más baratas acabaron con la matanza a mediados del siglo XX. La matanza de manatíes en todo el Amazonas es ilegal desde la década de 1960, pero se sigue cazando, afirma Marmontel. Es una tradición entre algunas familias que han perfeccionado su conocimiento de los animales y sus movimientos a lo largo de los siglos.
González-Socoloske dice que acepta colaborar con los cazadores por el bien de los animales que estudian. "Mi filosofía personal es que estoy dispuesto a trabajar con cualquiera; si tenemos algo en común, estoy dispuesto a trabajar con eso. Hay muy pocos aliados".
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Continúa: "Los cazadores de manatíes tienen una gran consideración y respeto por el mundo natural". Pero la tradición se está extinguiendo. "Los más jóvenes no tienen paciencia para la caza: cazar manatíes requiere un agudo sentido del comportamiento, de saber dónde saldrán a la superficie".
Marmontel cree que el sonar multihaz puede revolucionar nuestro conocimiento de estos sigilosos animales, pero, dice, queda mucho por aprender antes de que puedan calcularse estimaciones viables de la población. Una imagen de sonar, a diferencia de una foto, es más parecida a una radiografía o una ecografía. Interpretar las imágenes requiere habilidad y experiencia.
Los investigadores esperan reunir un catálogo de imágenes de sonar que puedan cotejarse con las obtenidas mediante sonar de barrido lateral, que ofrece vistas menos detalladas pero cuyo uso es menos costoso. Con el tiempo, y con una base de datos de imágenes lo bastante grande, podrán crear algoritmos que detecten manatíes de forma fiable las 24 horas del día con equipos de sonar de barrido lateral colocados en canales repartidos por toda la cuenca amazónica.
Moises Viana da Silva utiliza una red de enmalle para pescar cerca del Lago Amana de Brasil. Las redes son buenas para pescar, pero pueden enredar a los manatíes que respiran aire y a los delfines de río, ahogándolos. La caza ilegal y la pesca con redes de enmalle son amenazas para los manatíes amazónicos.
Los cazadores pueden seguir a un manatí durante días antes de arponearlo. Cuando el animal se cansa, el cazador le introduce tapones de madera en las fosas nasales para asfixiarlo.
Entre los historiadores de la filosofía y la ciencia, el principio "como es arriba, es abajo" suele entenderse en referencia a los efectos de los movimientos celestes sobre los acontecimientos terrestres.
En el lejano cosmos, por encima de la Tierra, acecha un manatí. Visible sólo a través de las ondas de radio, la "nebulosa del manatí" se formó por la muerte violenta de una estrella en una explosión de supernova hace unos 30 000 años. En su núcleo, un inusual agujero negro emite potentes chorros de partículas que se aceleran en la "cabeza" del manatí. Mientras que esta vaca marina galáctica puede contener pistas para comprender los fenómenos astrofísicos, su homóloga terrestre amazónica puede guardar secretos para entender la naturaleza de los ríos tropicales.
Como si se reflejaran el uno en el otro, ambos manatíes reflejan nuestro afán por saber más. Combinando las nuevas tecnologías con los conocimientos tradicionales, los investigadores del Amazonas empiezan a sondear las criaturas "mágicas" de Marmontel.
"Creo que son una pieza importante del ecosistema", afirma. "Sólo que no sabemos por qué".
La National Geographic Society, comprometida con iluminar y proteger las maravillas de nuestro mundo, financió a los exploradores Gena Steffens, Jason Gulley y Daniel González-Socolske. Más información sobre el apoyo de la Sociedad a los Exploradores que destacan y protegen especies críticas.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.