El ruidoso drama de los delfines de Hong Kong

La interrupción del tráfico de buques durante la pandemia mejoró la calidad de vida de los delfines, evidenciando una vez más la importancia de la acústica en el día a día de "los pandas del mar".

Por Peter Yeung
Publicado 13 dic 2022, 11:30 CET
Los delfines blancos chinos utilizan la ecolocalización para cazar.

Los delfines blancos chinos pueden tener una coloración rosácea y utilizan la ecolocalización para cazar. La contaminación acústica submarina perjudica a estos y otros animales.

Fotografía de Roland Seitre, Minden Pictures

El mar subtropical que rodea Hong Kong es un lugar ruidoso: un flujo constante de enormes buques de carga, transbordadores de alta velocidad que trasladan a los hombres de negocios a sus reuniones en las torres y un desarrollo costero sin fin. Es una de las zonas más densamente urbanizadas del planeta.

Mientras tanto, en el delta del río Perla viven unos 2000 delfines blancos chinos (Sousa chinensis), probablemente la mayor población discreta del mundo. Pero su número disminuye cada año debido a las "graves perturbaciones humanas", según el grupo conservacionista WWF.

Según WWF, su número en Hong Kong, sobre todo en las aguas al sur de la isla de Lantau, ha descendido más del 80% en los últimos 15 años.

"Los delfines están siendo asfixiados por el ruido provocado por el hombre", dice Doris Woo, gerente de proyectos para la conservación de cetáceos en WWF Hong Kong.

Desde 2016, Woo y su equipo han llevado a cabo un seguimiento acústico en una docena de lugares de la zona y han descubierto que las perturbaciones sonoras (una cacofonía de hélices zumbando, perforaciones submarinas, arrastreros industriales, etc.) han reducido el rango de comunicación de los animales hasta en un 45%.

Un breve respiro

Los delfines, que a veces se los conoce como el "panda gigante del mar", habitan en aguas poco profundas, estuarinas y cercanas a la costa. Se enfrentan a amenazas como el agotamiento de sus presas, la pérdida de hábitat, la contaminación del agua y las colisiones con embarcaciones, pero un creciente número de investigaciones sobre los efectos perjudiciales de la contaminación acústica ha hecho saltar las alarmas.

Estos animales dependen del sonido para alimentarse, socializar y navegar, y son sensibles a los ruidos fuertes, que pueden causarles pérdida de audición o incluso la muerte. Como resultado, los dos cetáceos locales de Hong Kong, Sousa chinensis y la marsopa sin aleta del Indo-Pacífico (Neophocaena phocaenoides) han sido clasificados como "vulnerables" en la Lista Roja de la UICN desde 2017.

La investigación realizada por WWF en colaboración con Seamar, StylesGroup Underwater Acoustics, la Universidad de Victoria (Australia) y Oceanway Corp descubrió que durante la pandemia (cuando se interrumpió el tráfico de transbordadores) los niveles de búsqueda de alimento del delfín blanco chino aumentaron, observándose en el 70% de las observaciones de los investigadores, frente al 8,5% anterior. La socialización se multiplicó casi por cuatro.

Un delfín rosado de Hong Kong, también conocido como delfín blanco chino, saltando en el lado occidental de la isla de Lantau, Hong Kong, con el tráfico de barcos visible al fondo.

Fotografía de Wayne Wu Ying, Wild Wonders of China, Nature Picture Library

Una investigación similar llevada a cabo en Nueva Zelanda descubrió que durante el confinamiento en de marzo de 2020 por la pandemia, los niveles de sonido ambiente en los canales de navegación se redujeron casi tres veces en 12 horas. Esto aumentó el rango de comunicación de peces y delfines hasta en un 65%.

"Lo sorprendente fue la escala y la rapidez con que ocurrió", afirma Matt Pine, autor principal del estudio. "Los beneficios son inmediatos".

La pesadilla del ruido 

La contaminación acústica se ha pasado por alto, dicen los expertos. Una revisión bibliográfica de 2021 publicada en la revista Science reveló que el 90% de los 500 estudios analizados concluían que el ruido excesivo causaba "daños significativos" a mamíferos marinos, como ballenas, focas y delfines, y a cuatro quintas partes de peces e invertebrados.

"Es urgente que tomemos medidas sobre el ruido", afirma Carlos Duarte, profesor de ciencias marinas de la Universidad Rey Abdullah de Ciencia y Tecnología de Arabia Saudí, que dirigió la revisión. "Toda la atención se centra en el cambio climático, la sobrepesca, el plástico y la pérdida de hábitats. Pero en realidad la amenaza al paisaje sonoro oceánico no ha recibido la atención que debería".

Duarte y su equipo descubrieron que los paisajes sonoros oceánicos están cambiando debido a la disminución del número de animales "productores de sonido" y al aumento del ruido provocado por el hombre. En los últimos 50 años, el transporte marítimo ha multiplicado por 32 el ruido de baja frecuencia en las rutas principales.

Pero más allá de especies carismáticas como los delfines blancos, los efectos de la contaminación acústica podrían repercutir en todo el reino animal, afirma Benjamin Colbert, investigador del Centro de Ciencias Medioambientales de la Universidad de Maryland (Estados Unidos).

"Está claro que hay algunas especies (delfines, ballenas dentadas, orcas) que utilizan la ecolocalización, el sonido para cazar presas, y unos océanos más tranquilos son importantes para ellas", dice Colbert. "Pero hay muchísimos animales que no se han estudiado en absoluto". Esto se aplica, por ejemplo, a casi todas las 30 000 especies de peces del mundo.

En el océano, el sonido viaja más lejos que la luz y lo utilizan desde el krill hasta las rayas. Las ballenas jorobadas entonan complejos cantos de apareamiento con dialectos regionales; algunos camarones producen un sonido de "chasquido" para aturdir a sus presas; y el pez sapo ostra, objeto del estudio actual de Colbert, despliega una curiosa llamada de apareamiento.

Hace poco, en un paseo con Woo en su pequeño buque de investigación, señaló el puente Hong Kong-Zhuhai-Macau, de 54 millas de longitud, el más largo del mundo. La estructura de 20 000 millones de euros, que requirió la creación de dos islas y un túnel submarino, se inauguró en 2018 para conectar tres ciudades asiáticas como parte de la Gran Área de la Bahía de la región. La construcción, que duró una década, creó mucha contaminación acústica. Y esto solo ha sido el comienzo: el flujo de los coches generará un incesante tráfico de reverberaciones al mar.

"Esta construcción causó tanto daño y perturbación", dice Doris Woo, gerente de proyectos para la conservación de cetáceos en WWF Hong Kong. "Pero aún no hemos comprendido del todo su alcance. Y las cosas sólo van a empeorar".

A menos, claro, que algo cambie. El WWF ha propuesto varias prácticas de gestión del ruido: prohibir la construcción en zonas de hábitat de delfines, restaurar la costa en función de la naturaleza, tomar medidas enérgicas contra la pesca ilegal, introducir límites de velocidad en los transbordadores y reducir la frecuencia de los trayectos. Una encuesta del Instituto de Investigación de la Opinión Pública de Hong Kong reveló que, para proteger a los delfines, la gente está dispuesta a pagar en términos de aumento de tarifas y tiempo de viaje.

Existen otras soluciones. La electrificación de las flotas marítimas y el despliegue de hélices más eficientes ya han comenzado. De forma más radical, se están utilizando burbujas de aire como barreras acústicas para el pilotaje de los fondos marinos y se está atrayendo a los peces a los arrecifes de coral degradados mediante altavoces que reproducen sonidos de arrecifes sanos. El marco normativo de la UE establece un objetivo pionero en el mundo para reducir el ruido oceánico de origen humano.

Pero eso es más fácil de decir que de hacer en Hong Kong, donde los proyectos de desarrollo en curso incluyen un gasoducto submarino de 93 kilómetros y Lantau Tomorrow, un proyecto de reclamación para crear un trozo de tierra de 1700 hectáreas frente a Hong Kong.

"Estamos luchando contra corriente", dice Woo, mientras saca un monitor acústico de las agitadas aguas del Mar de China Meridional. "Pero aún estamos a tiempo".

Duarte está de acuerdo. "La Covid-19 supuso un experimento convincente y no planificado de recuperación de la vida marina", añade. "Los beneficios son casi inmediatos una vez eliminadas las fuentes del ruido. Será mucho menos costoso abordar esto ahora, antes de que se produzcan más daños."

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    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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