A pesar de estar en peligro, estos macacos se siguen usando para el entretenimiento
En Marrakech (Marruecos), meses antes del reciente terremoto, Titi, de dos años, es exhibido por su cuidador, Hassan Ch'heba.
En Jemaa el-Fnaa, la bulliciosa plaza principal de Marrakech, los vendedores ambulantes gritan precios especiales por el aceite de argán y las figuritas de madera de camello. El humo sale de los puestos de comida y las motos se acercan peligrosamente a los peatones. En medio del clamor está Cookie, un macaco de Berbería (Macaca sylvanus) de seis meses que lleva un gorro de encaje color crema que le hace parecer un bebé humano. Alrededor de su cuello lleva un collar de cuero conectado a una cadena de metal de la que no deja de tirar para liberarse.
Abdul Fatah Bahani, en la foto con su mono, afirma que los medios de comunicación malinterpretan y denigran injustamente su profesión. Afirma que los animales están bien cuidados y alimentados, incluso cuando los adiestradores como él luchan por alimentar a sus propias familias.
Sharla Bonneville, de Toronto (Canadá), que visita Marrakech por primera vez, intercambia una mirada cautelosa con una de sus amigas cuando pasan junto a Cookie y otros dos macacos con sus cuidadores, un viernes de marzo por la tarde. Haciendo caso omiso de las insinuaciones de los hombres para que se detuvieran a ver los trucos de los monos, siguieron avanzando entre la multitud.
"Es bastante molesto", dice Bonneville refiriéndose a los monos encadenados; "a mis amigas y a mí no nos interesa ver a estos animales en cautividad".
Los macacos de Berbería son originarios de la costa de Berbería, nombre histórico dado a las regiones costeras del norte de África. Son la única especie de macaco que se encuentra fuera de Asia y el único primate no humano que vive en libertad al norte del Sáhara. Con menos de 10 000 ejemplares, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza los considera en peligro de extinción, con riesgo de desaparecer de la naturaleza en una década.
Tener un macaco como mascota en Marruecos es ilegal y puede acarrear una multa de hasta 10 000 euros, excepto en Jemaa el-Fnaa, donde al menos 17 personas tienen permisos que les permiten utilizar a los animales como atracción turística. Todo esto según Zouhair Amhaouch, director de la División de Parques y Reservas Naturales de la Agencia Nacional de Aguas y Bosques de Marruecos.
En 2008, el Ministerio del Interior marroquí propuso a la UNESCO que Jemaa el-Fnaa, con sus adivinos, tatuadores de henna y macacos, se incluyera en la lista del patrimonio cultural. Sin embargo, la UNESCO declaró a National Geographic que "no insiste en mantener a los monos, ya que la plaza incluye muchas otras formas de patrimonio cultural inmaterial".
Titi, de tres años, cuyo nombre puede cambiar según quién lo maneje en cada momento, atrae a los clientes con un atuendo seleccionado por su cuidador, Abdul Fatah Bahani. Los monos disfrazados pueden atraer más atención, sobre todo de los niños.
Majid Hamdi es uno de los cuidadores de monos más veteranos de la plaza. Aunque tener macacos como mascotas es ilegal en Marruecos, más de una docena de adiestradores han recibido permisos que les permiten utilizar a los animales como atracciones turísticas.
"La razón número uno por la que la gente viene a la plaza es para ver un espectáculo", dice Adil Ouadrhiri, que posee seis macacos, incluido Cookie, y emplea a cuatro cuidadores. "Estamos aquí para entretener a la gente, y ellos quieren ver monos". La familia de Ouadrhiri trabaja aquí con macacos de Berbería desde los años 1970.
Por parejas, sus cuidadores hacen el turno de mañana o de tarde. Ouadrhiri dice que cada adiestrador gana unos 100 euros al día en propinas y que él y ellos se reparten la recaudación del día a partes iguales.
La primatóloga Kristina Stazaker, de Neotropical Primate Conservation, con sede en el Reino Unido, calcula que algunos cuidadores pueden ganar mucho más que eso. Cuando visitó Jemaa el-Fnaa para un estudio financiado por la Liga Internacional para la Protección de los Primates, con sede en Carolina del Sur (Estados Unidos), pasó el día observando la acción desde una cafetería y cuenta que se utilizó a un macaco como objeto fotográfico 18 veces en sólo una hora. Por lo general, las propinas pueden llegar a los 10 euros.
Aquella mañana de marzo, antes de que Cookie y los otros dos macacos se pusieran a trabajar, sus cuidadores, Jaouad Zaaboul y Omar Enouiti, tuvieron que sacarlos de sus jaulas. Tentaron a los animales con barritas de chocolate y trozos de pan empapados en sopa de habas.
Cookie salió y empezó a dar volteretas, quizá para conseguir otra dosis de azúcar. Su hermana pequeña, Titi, de tres meses y del tamaño de un chihuahua, le siguió. Marco, un macho de 12 años, parecía agitado, sus ojos color ámbar parpadeaban mientras agitaba los barrotes de su jaula con sus grandes manos. Los hombres insistieron en que Marco no era peligroso, pero cuando me acerqué a su jaula para verlo más de cerca y me quedé a escasos centímetros, Zaaboul me advirtió: "¡Ten cuidado!".
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Criaturas sensibles
En libertad, los macacos de Berbería forman grupos sociales de 30 a 80 individuos. Son "criaturas sensibles", afirma la conservacionista Siân Waters, directora ejecutiva de Barbary Macaque Awareness & Conservation, otra organización sin ánimo de lucro con sede en el Reino Unido, dedicada a la conservación de estos animales y su hábitat.
Los macacos de Berbería, incluidos los machos, forman estrechos vínculos de cuidado con sus crías. Cuando las hembras no están amamantando, los machos suelen llevar a las crías a cuestas por el bosque, incluso arriesgando la vida para protegerlas. Cuando los padres no están ocupados con sus crías, buscan sabrosos frutos secos, plantas e insectos y pasan tiempo acicalándose unos a otros.
Abdelllatif el Mounahi, adiestrador de monos, dice que sus competidores le echaron de la plaza y ahora tiene que luchar para ganar dinero en los márgenes de la zona. Aquí, dos de sus cuatro hijos visitan con él y su mono la casa de su cuñada.
"No se puede domesticar a los primates", afirma Waters. Los monos mantenidos como mascotas y obligados a hacer trucos sufren traumas psicológicos que se manifiestan en agresividad extrema, movimientos repetitivos y automutilación, así como daños físicos que pueden ser irreversibles, afirma. Los macacos encerrados en jaulas estrechas también pueden sufrir problemas musculoesqueléticos que merman su movilidad y flexibilidad.
Waters dice que ha visto a algunos cuidadores en Jemaa el-Fnaa golpear a sus macacos y que su organización recibe regularmente mensajes de turistas horrorizados por el trato abusivo que reciben los monos, afirmando que los animales son golpeados, arrastrados con cadenas, obligados a vestirse, pasan todo el día a altas temperaturas sin sombra y luego son mantenidos en espacios reducidos cuando no están trabajando.
El problema es generalizado, afirma Waters, aunque National Geographic y Waters no fueron testigos de que Zaaboul o Enouiti pegaran nunca a sus macacos, y Waters nunca recibió ningún mensaje afirmando que hubieran maltratado a los animales. Waters tampoco observó ningún problema musculoesquelético evidente en esos monos en concreto.
Pero a pesar de lo que dice Ouadrhiri de que los turistas quieren un espectáculo, Stazaker afirma que cuando ella y sus colegas encuestaron a unos 500 visitantes de Jemaa el-Fnaa sobre los monos que veían en la plaza, "descubrimos que a la mayoría les disgustaba mucho. Oíamos a la gente utilizar palabras como 'horrible', 'cruel' y 'repugnante". Sólo una pequeña parte de los turistas encuestados (el 16%) respondió que les gustaba y que ver a los macacos era "divertido" y "una rara oportunidad".
Majid Hamdi disfraza a su mono con la esperanza de atraer más propinas.
Un gesto simbólico
"Realmente queremos reducir y controlar la actividad en Jemaa el-Fnaa", afirma Amhaouch, director de la División de Parques y Reservas Naturales de la Agencia Nacional de Aguas y Bosques de Marruecos.
Según Amhaouch, el Gobierno tiene previsto poner en marcha un programa que obligue a identificar y poner un microchip a todos los macacos que hagan espectáculos en la plaza. Esta información, dice, servirá de punto de partida para mejorar sus condiciones de vida y trabajo.
Shabia se sienta en el hombro de su cuidador, Adil Zubari. Los adiestradores como Zubari dicen que desarrollan una estrecha relación con sus monos.
"La solución para Jemaa el-Fnaa es concebirlo como un circo al aire libre", dice Amhaouch, "y pensar en todos los aspectos", como el transporte y la alimentación de los macacos. También sugiere que los animales dispongan de un espacio confortable, "como un hotel para monos", cuando no estén haciendo espectáculos.
Esas medidas son "un gesto simbólico", dice Stazaker, y añade que "hay que sacar a los monos de la plaza". En su opinión, no tiene sentido tener una ley para todo el país que no se aplica en una pequeña parte de la ciudad. "A medida que pasen los años, la reputación de 'circo al aire libre' va a ir a peor. La regulación y la aplicación no van a funcionar" (la División de Parques y Recursos Naturales no respondió a las peticiones de comentarios sobre este tema).
Las actuaciones de los monos deben atraer el interés de propios y extraños. Los espectadores pueden sostener, tocar o interactuar con los animales, y los adiestradores también exigen un pago a quien les haga una foto.
Si Marruecos decide poner fin al turismo de macacos en Jemaa el-Fnaa, Waters afirma que los monos criados en cautividad tendrían que pasar el resto de sus vidas en un santuario porque carecen de las habilidades necesarias para sobrevivir en libertad. "No se reconocen como monos", añade Waters.
Cuando la última luz dorada del día da paso a un cielo púrpura salpicado por el resplandor de las luces de los cafés con vistas a Jemaa el-Fnaa, los monos de Ouadrhiri vuelven a sus jaulas. Pero otros macacos de Berbería dan volteretas a la orden. Un hombre y su hija se detienen a mirar. Uno de los cuidadores anima a un macaco a subirse al hombro de la niña. Ella sonríe mientras su padre saca el teléfono y hace fotos. Otros turistas desvían la mirada y pasan de largo.
Omar Enouiti de pie con su mono en la plaza. Lleva en este trabajo desde que era joven, dice, y cree que no hay otras perspectivas laborales para él. Como muchos manipuladores, Enouiti dice que complementa sus ingresos con otros trabajos por cuenta propia, como llevar equipaje en hoteles locales.
Ouadrhiri, que tiene dos hijos gemelos de dos años, dice que no quiere que sean la cuarta generación en este negocio familiar. "En cualquier momento, las autoridades pueden decidir que dejemos de utilizar macacos en la plaza. No quiero esto para mis hijos. Quiero que tengan seguridad. En este trabajo puede pasar cualquier cosa".
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.