Este antílope de nariz flexible estaba a punto de desaparecer; 20 años después, aumenta la esperanza
Un antílope saiga macho en el Parque Nacional de la Tierra Negra de Rusia. Estos antílopes, muy sociables, viven en manadas.
Hace sólo dos décadas, parecía como si tuviéramos que escribir un panegírico del antílope saiga.
Diezmados por la caza furtiva generalizada y las oleadas de enfermedades, en 2003 sólo quedaba un 6% de estos ungulados de nariz flexible en Kazajstán, Mongolia, Rusia y Uzbekistán.
Pero hoy, los científicos se alegran de la improbable recuperación del saiga.
Ahora hay 1,9 millones de antílopes saiga en toda Eurasia, según las estimaciones más recientes publicadas esta semana. De hecho, hay tantos saiga que la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza ha elevado el estatus de la especie en la Lista Roja de en peligro crítico a casi amenazado.
"Hay mucho pesimismo sobre la conservación y no se presta mucha atención a los éxitos", afirma E.J. Milner-Gulland, científico de la Universidad de Oxford y cofundador de la Alianza para la Conservación del Saiga, con sede en el Reino Unido. "Es toda una reivindicación de 20 años de duro trabajo de mucha gente".
Para hacerse una idea de lo lejos que ha llegado esta especie, en 2015, más de la mitad de la población mundial de antílopes saiga se perdió a causa de una misteriosa enfermedad de la sangre.
"Es una noticia fenomenal", afirma en un correo electrónico Joel Berger, ecólogo de la Universidad Estatal de Colorado (Estados Unidos) y científico principal de la Wildlife Conservation Society.
"En un momento en el que tantas especies y poblaciones se encuentran en un profundo declive, ser testigos de la recuperación del saiga (una especie que merece más reconocimiento por derecho propio) es algo que todos debemos celebrar", afirma.
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La espiral descendente del saiga
Quienes han prestado atención a la saga del saiga saben que ha sido un viaje salvaje.
"Hace 20 años era el mamífero cuya situación de amenaza había aumentado más rápidamente", explica Milner-Gulland. "La población se había desplomado más de un 90% en un periodo realmente corto de unos pocos años, por lo que entró directamente en peligro crítico".
En cuanto a lo ocurrido, Milner-Gulland explica que la caída del saiga puede atribuirse a varios factores. Para empezar, el cuerno de saiga tiene un gran valor en China, Singapur, Vietnam y Malasia como componente de la medicina tradicional. Y esta demanda, unida a la desintegración de la Unión Soviética, provocó un aumento espectacular de la caza.
"Las economías de estos países se hundieron", explica. "Y vivían en condiciones muy duras en la estepa. Así que recurrieron a la caza furtiva".
Las vallas a lo largo de la frontera entre Kazajstán y Uzbekistán también pusieron una barrera en medio de la ruta migratoria del saiga, mientras que el desarrollo de infraestructuras recortó el hábitat del saiga. Por último, un desencadenante desconocido convirtió un microbio presente de forma natural en el característico hocico del saiga en un patógeno virulento, lo que provocó la mortandad masiva.
Por todas estas razones, la UICN ha optado por no suprimir por completo al saiga de la lista.
"La categoría de casi amenazado es la adecuada para el saiga, porque sabemos que en cualquier momento podría volver a caer muerto un gran número de ejemplares", afirma Milner-Gulland. "Son muy vulnerables".
Batalla de antílopes saiga macho en el Parque Nacional de las Tierras Negras. Los machos y sus cuernos son un objetivo específico de los cazadores furtivos.
Un camino hacia la recuperación
Al igual que las amenazas que se cernían sobre el saiga eran múltiples, también lo han sido los esfuerzos por proteger a esta especie, importante dispersora de semillas y herbívora que contribuye a la biodiversidad vegetal.
Por ejemplo, la colaboración internacional entre los países donde viven los saigas, los países que tradicionalmente consumen sus productos y otras partes interesadas, entre ellas Estados Unidos, desembocó en 2006 en un memorando de entendimiento para conservar la especie, restaurar su hábitat y limitar su captura a un nivel sostenible.
Por su parte, el Gobierno de Kazajstán se ha centrado en reforzar las medidas contra la caza furtiva, incluida la aplicación de la ley para impedir la caza del saiga. La Alianza para la Conservación del Saiga aportó financiación para gasolina, uniformes, motocicletas y refugios para esos guardas, que viven en las duras praderas azotadas por el viento. Los agentes de aduanas también mejoraron la detección de productos de saiga que salían del país como parte del comercio ilícito de fauna salvaje. Por último, el país designó múltiples áreas protegidas que suman cinco millones de hectáreas de hábitat del antílope saiga.
Ahora que las condiciones económicas se han estabilizado y la población local no tiene que elegir entre su propia supervivencia y salvar al saiga, también se ha producido un cambio radical en el apoyo a la especie.
"Lo que ocurre con el saiga es que la población local lo adora", afirma Milner-Gulland; "es un símbolo de la estepa salvaje, de la independencia y la libertad".
El saiga (que bebe en la estepa de Astracán, al sur de Rusia) puede migrar hasta 965 kilómetros en verano e invierno.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.