Una bonobo estuvo 26 años separado de su hermana, y aún la recuerda
Una joven bonobo salvaje (con los labios anaranjados de comer arcilla) se relaja en un bosque de la República Democrática del Congo.
Una bonobo llamada Louise, nacida en cautividad en el zoo de San Diego (Estados Unidos), vivió con su hermana, Loretta, y su sobrino, Erin, antes de ser trasladada al santuario japonés de Kumamoto en 1992.
En la naturaleza, las bonobos hembras abandonan a sus familias al madurar y se van a comunidades vecinas a formar sus propios linajes. Así que era bastante natural que Louise se marchara y quizás nunca volviera a ver a los bonobos con los que creció.
Pero en 2019, cuando los investigadores presentaron a Louise una foto de su hermana, Loretta, junto a una imagen de un bonobo que nunca había conocido, Louise se quedó mirando la cara de su pariente, casi ignorando al extraño. Y cuando se le mostró una foto de su sobrino junto a la de un desconocido, los datos recogidos por una cámara de infrarrojos que rastrea inofensivamente los movimientos oculares mostraron que Louise tenía poco o ningún interés en el desconocido.
Para que quede claro, hacía 26 años que Louise no veía a ninguno de los dos miembros de su familia. Y, sin embargo, a lo largo de ocho pruebas, la bonobo de 46 años mostró una marcada preferencia por mirar a sus parientes perdidos hacía mucho tiempo antes que a otros bonobos con los que nunca se había alojado.
Después de casi tres décadas, Louise parece haber recordado a Loretta y Erin.
Según un estudio publicado esta semana en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, se trata de la memoria social no humana más duradera jamás documentada. El récord anterior pertenecía a los delfines mulares, que han demostrado reconocer las vocalizaciones de sus compañeros de manada después de 20 años.
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Memoria aguda
La idea de esta investigación surgió tras 15 años de trabajo con poblaciones de grandes simios en cautividad.
"Solemos viajar a zoológicos de todo el mundo para trabajar con estos animales, y a menudo hemos tenido la experiencia de que, cuando vuelves años después, parece que te recuerdan claramente", explica Christopher Krupenye, autor principal y psicólogo comparativo de la Universidad Johns Hopkins de Baltimore (Maryland, Estados Unidos).
Para llevar a cabo la investigación, los científicos recogieron datos de seguimiento ocular de 26 bonobos y chimpancés alojados en instalaciones de Japón, Reino Unido y Bélgica. A cada animal se le presentó una imagen de otro animal de la misma especie y sexo al que no habían visto desde hacía al menos nueve meses, pero en algunos casos años o décadas (los sujetos de la prueba tenían entre cuatro y 46 años, con una edad media de casi 26).
Curiosamente, los científicos también descubrieron que los grandes simios, que pueden vivir hasta unos 50 años en libertad, tenían un sesgo pequeño pero estadísticamente significativo hacia los animales que les gustaban, en lugar de aquellos con los que habían tenido interacciones neutras o negativas. Esto sugiere que Louise no sólo recordaba las caras de Loretta y Erin, sino también la calidad de las relaciones que había mantenido con ellas.
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Qafzeh (derecha), un chimpancé dominante del zoo de Edimburgo, interactúa con Liberius. Algunos chimpancés del zoo participaron en el nuevo estudio.
Una hembra bonobo comparte una fruta con su hijo y otra cría en la Reserva de Bonobos de Kokolopori, en la República Democrática del Congo.
Clara señal de reconocimiento
Esto es una prueba más de que nuestros parientes vivos más cercanos, que comparten el 99 por ciento de nuestro ADN, son más parecidos a nosotros de lo que pensábamos, afirma la directora del estudio, Laura Lewis, psicóloga comparativa y antropóloga biológica de la Universidad de California (Estados Unidos)
"Una cosa apasionante que nos está mostrando este estudio es realmente lo parecidos que son a nosotros en cuanto a su memoria a largo plazo", dice Lewis, "pero también que su memoria a largo plazo está moldeada por sus relaciones sociales positivas".
Es importante señalar que todos los animales del estudio tuvieron la opción de participar. A los que lo hicieron se les animó a quedarse quietos frente a la pantalla mediante un pequeño dispensador que daba sorbos de zumo aguado de manzana, pera, pomelo y naranja.
"Anecdóticamente, una cosa que me asombró al realizar esta investigación fue que a veces los simios dejaban de beber el zumo y se quedaban mirando las imágenes, a veces con la boca abierta", dice Lewis.
"Y eso, para mí, era una clara señal de reconocimiento. Todavía no había mirado los datos", añade.
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Con un poco de ayuda de mis amigos
Aunque las hembras se dispersan a una edad temprana en bonobos y chimpancés, se sabe que ambas especies desarrollan relaciones dentro de sus grupos más grandes que duran décadas.
"Forman vínculos que duran toda la vida, incluso con individuos con los que no están emparentados, y se apoyan y ayudan mutuamente, llegando incluso a jugarse la vida unos por otros", explica en un correo electrónico Catherine Hobaiter, primatóloga de la Universidad de St. Andrews (Escocia) que no participó en el nuevo estudio.
Además, cuando una de esas relaciones se pierde, Hobaiter afirma que puede "tener un profundo efecto en su bienestar, y esto sugiere que podrían recordar a esos individuos durante meses y años después".
En cuanto al estudio, Hobaiter lo calificó de "fascinante" y una forma inteligente de investigar lo que ocurre dentro del cerebro de un primate no humano.
"Sería estupendo disponer de un conjunto de datos de individuos mucho mayor, pero el número de lugares del mundo en los que podemos hacer esto, y de individuos de los que conocemos su historia, es realmente limitado", afirma. "Así que creo que este es un gran comienzo".
Dado que tanto bonobos como chimpancés están peligrosamente cerca de la extinción, los científicos también esperan que los hallazgos arrojen luz sobre la conservación de nuestros primos de armario.
"Al demostrar lo parecidos que somos, en términos de memoria a largo plazo, esperamos generar compasión y empatía por estos animales", afirma Lewis.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.