Tres mitos sobre el águila calva que quizá creías ciertos

Desde el icónico grito del águila calva hasta su condición de ave nacional de Estados Unidos, la verdad sobre este mítico pájaro podría sorprenderte.

El águila calva se ha convertido en un símbolo icónico de Estados Unidos, pero gran parte de lo que sabemos sobre esta famosa ave es erróneo.

Fotografía de Charlie Hamilton James
Por Jason Bittel
Publicado 4 jul 2024, 13:29 CEST

Con su cabeza blanca, sus peligrosas garras y una envergadura de más de 1,80 metros, el águila calva dibuja una silueta con la que pocas aves de Norteamérica pueden competir. 

Y sin embargo, mucho de lo que creemos saber sobre esta rapaz es, bueno, simplemente erróneo.

Por ejemplo, el águila calva no es el ave nacional de Estados Unidos. 

Aunque la especie, conocida científicamente como Haliaeetus leucocephalus, aparece en el Gran Sello de Estados Unidos desde 1782, ningún presidente ni congreso ha declarado nunca oficialmente al animal ave nacional.

Por el contrario, el bisonte fue designado mamífero nacional en 2016, y el roble, árbol nacional en 2004.

Por supuesto, nada de esto ha impedido que las águilas calvas sigan ocupando un lugar destacado en la moneda estadounidense, las insignias militares y todo tipo de artículos patrióticos. 

La buena noticia para los aficionados al águila calva es que, desde la semana pasada, hay un esfuerzo bipartidista, liderado por el National Eagle Center y apoyado por la Midwest Alliance of Sovereign Tribes, para hacer oficial el estatus del águila calva.

El estatus oficial de esta famosa rapaz no es el único dato erróneo que mucha gente tiene sobre el águila calva.

Si alguna vez has visto un águila calva en la televisión o en el cine, es muy probable que hayas oído su chillido delator. Salvo que lo que has escuchado fuese mentira.

"Suele tratarse de un anuncio de camiones o de una icónica escena de montaña en la que alguien se aferra a una pared rocosa y se oye lo que se supone que es el sonido de un águila calva", explica Janet Ng, bióloga del Servicio de Vida Silvestre de Canadá.

"Y suena muy valiente", añade; "por desgracia, es la llamada de un halcón de cola roja".

En realidad, el grito del águila calva suena como una risita, dice Ng.

Dos águilas calvas luchando por una presa.

Aunque las águilas calvas se presentan como temibles cazadoras, muchas prefieren carroñear. Algunas incluso roban las presas de otros depredadores.

Fotografía de Richard Seeley NATIONAL GEOGRAPHIC IMAGE COLLECTION

¿Las águilas calvas son realmente calvas?

Aunque pueda parecer que las águilas calvas carecen de plumaje en la cabeza, no te preocupes: en realidad son aves un buen aislamiento.

"Tienen plumas desde el pico hasta el final de las patas", explica Ng; "las únicas calvas que tienen son probablemente el pico y los dedos de las garras".

A medida que las águilas calvas maduran, las plumas marrones que rodean sus cabezas son sustituidas por una nueva tanda de plumas de un blanco crudo. Tanto los machos como las hembras de águila calva lucen plumas blancas en la cabeza cuando son adultos.

De hecho, el término "calva" no se refiere en este caso a la falta de plumaje, sino que se utiliza a la manera del antiguo término inglés para designar las coloraciones "blancas".

Del mismo modo, es posible que hayas oído hablar de caballos con coloración "piebald", es decir, blancos y negros.

(Relacionado: La arpía: el mayor depredador de la selva tropical

¿Depredadores sin igual?

Con más de un metro de altura y unas garras capaces de perforar tanto la piel como las escamas, no cabe duda de que las águilas calvas son unos depredadores formidables.

"Cazan muchos peces", dice Ng; "y de hecho también cazan muchos patos".

Pero cazar su propia comida es a menudo el plan de reserva de un águila calva. 

"Su forma favorita de conseguir comida es buscar en la basura", dice Ng.

A veces buscan peces muertos en la orilla, otras se las arreglan con las sobras de lobos, osos pardos o cazadores.

Y si eso no funciona, las águilas calvas no se privan de lo que los científicos llaman cleptoparasitismo, es decir, robar las presas de otros depredadores. Las águilas pescadoras, que son excelentes atrapando peces, a menudo pierden sus capturas a manos de águilas calvas hambrientas, dice Ng. 

Por supuesto, nada de esto debería impedirte celebrar a las águilas calvas como las criaturas objetivamente gloriosas que han llegado a ser.

Pero la próxima vez que veas a una de estas aves sobrevolar una escena en el cine, tendrás la oportunidad de tener tu momento de gloria, y comentarle a tu acompañarte algo así como: "Bueno, en realidad...".

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    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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