¿Eres capaz de distinguir a un jaguar de un leopardo?
Mucha gente confunde a estos dos depredadores. Pero en realidad hay muchos aspectos que les diferencian.
Un jaguar llamado Valerio merodea por una reserva natural de Sonora (México), a las puertas de Estados Unidos. El suroeste de Norteamérica ha sido durante mucho tiempo hogar de jaguares y la especie podría regresar, si se lo permitimos.
Este artículo se publicó el 18 de diciembre de 2017 y has sido ampliado el 20 de febrero de 2023.
La diferencia entre un guepardo y un león está tan clara como la diferencia entre la noche y el día, pero ¿y entre un leopardo y un jaguar? No tanto. Ambos grandes felinos son depredadores por emboscada muy musculosos y de apariencia muy similar, de ahí que tanta gente tienda a confundirlos o a creer que son el mismo.
El jaguar es uno de los símbolos tradicionales de las culturas americanas y su imagen se ha usado para representar desde dioses precolombinos hasta nombres de equipos de rugby. Pese a esta popular imagen, se encuentra entre las especies amenazadas en muchas partes del sur del Río Grande. Al otro lado del Atlántico, los leopardos, aunque gozan de menos éxito popular, que se llevan más a menudo leones y guepardos, también viven amenazados en muchos puntos de África y Asia.
Diferencias de tamaño
Para empezar, los jaguares viven en Centroamérica y Sudamérica, donde son los grandes felinos de mayor tamaño, mientras que los leopardos son los grandes felinos de menor tamaño en sus hábitats de África y Asia.
Los jaguares son más grandes y voluminosos que los leopardos, pudiendo alcanzar un peso de hasta 115 kilogramos en comparación con los 80 de un leopardo. Los jaguares también tienen músculos enormes en la mandíbula, así como el mordisco más fuerte de los grandes felinos, según explica Boone Smith, investigador independiente de grandes felinos que trabaja en Idaho (Estados Unidos).
La variación en el tamaño del cuerpo y la mandíbula probablemente se deba a que los jaguares y los leopardos viven en entornos diferentes, y por tanto tienen que cazar presas diferentes, según dice Don Moore, director del zoo de Portland (Oregón, EE. UU), en un email. Ambos felinos son buenos nadadores, pero «a los jaguares les encanta el agua y comen caimanes y anacondas como parte de su dieta», unas presas que son depredadores por derecho propio y cuya captura requiere una fuerza increíble. Los leopardos tienden a evitar el agua y no suelen comer cocodrilos, sino que optan por cérvidos y otros mamíferos.
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Los reyes de la selva
También se puede decir que cada animal tiene sus propias manías personales. «Los jaguares tienen la arrogancia de un león africano. Son los reyes y lo saben», afirma Smith.
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Aunque no suelen mostrar agresividad hacia las personas, si se enfrentan a un humano un jaguar «le hablará mucho», gruñendo en su dirección. Los leopardos, según dice, son directamente crueles, porque «no son los reyes de su jungla», afirma Smith. Tienen que andar atentos por si se acerca un depredador más grande, como el león.
Sin embargo, el ser más peleones también significa que los leopardos son más atléticos: un leopardo puede subir a un impala a un árbol muy rápidamente, por ejemplo.
(Relacionado: Los jaguares, en peligro de extinción en México)
Panteras negras
Las manchas de los jaguares y los leopardos, que se llaman rosetas, son círculos negros irregulares que se parecen a rosas, con centros dorados sobre un pelaje dorado. Sirven para camuflarse cuando se desplazan entre los árboles u otro tipo de vegetación. Los leopardos tienen rosetas más pequeñas y complejas que están más juntas.
Tanto los leopardos como los jaguares pueden ser negros, una mutación que se suele denominar «pantera negra». Esa coloración se debe a un gen que produce un exceso de un pigmento llamado melanina.