Especies indicadoras: animales que ofrecen pistas fundamentales sobre el cambio medioambiental

Las especies indicadoras suelen ser las primeras afectadas por los cambios en un ecosistema. El estudio de estos animales sensibles ayuda a los científicos a detectar precozmente los efectos del cambio climático y la contaminación.

Por Natasha Daly
Rana arlequín variable, en peligro de extinción

La rana arlequín variable está en peligro crítico de extinción, diezmada por el hongo crótido. Los anfibios se consideran especies indicadoras porque son muy sensibles a los cambios de su entorno. Su seguimiento permite a los científicos conocer los cambios en la salud de ecosistemas enteros.

Fotografía de Robin Moore, Nat Geo Image Collection

¿Qué es una especie indicadora?

Una especie indicadora es un organismo (bacteria, planta o animal) que refleja el estado del medio que le rodea. Suelen ser las primeras de su ecosistema en verse afectadas por un cambio ambiental concreto, como el calentamiento del clima, la contaminación, el desarrollo humano y otros tipos de degradación ambiental. Mediante el seguimiento de los cambios en el comportamiento, la fisiología o el número de una especie indicadora, los científicos pueden controlar la salud de todo su entorno.

Los cangrejos de río, por ejemplo, pueden indicar la calidad del agua dulce, ya que los cambios en la acidez del agua son estresantes para ellos. La salud de los corales puede indicar tendencias como la subida del nivel del mar y la fluctuación de su temperatura, que a su vez son señales del cambio climático. Los halcones peregrinos son un indicador de la presencia de plaguicidas; el DDT, por ejemplo, provoca el adelgazamiento de la cáscara de sus huevos. Muchas plantas autóctonas son indicadores de la presencia y el impacto de especies invasoras. Por ejemplo, los fresnos de EE. UU. fueron los primeros diezmados por el escarabajo invasor barrenador esmeralda del fresno.

Las picas americanas se encuentran sobre todo en las montañas del Oeste de EE. UU.

Las picas americanas se encuentran sobre todo en las montañas del Oeste americano, a más de 4000 metros sobre el nivel del mar. Como están tan bien adaptadas a su entorno, les afecta hasta el más mínimo cambio climático.

Fotografía de Arterra, Universal Images Group via Getty Images

Para ser una especie indicadora eficaz, también llamada bioindicadora, una especie debe tener algunas características clave. Su salud debe ser un indicador de la salud de otras especies del mismo ecosistema; una especie que sea especialmente vulnerable o tenga dificultades es un mal bioindicador. Y cualquier cambio que sufra debe ser claro y medible, actuando como sistema de alerta temprana de cambios más amplios. Por último, debe responder al cambio de forma predecible.

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Especies indicadoras destacadas

Los anfibios, como las ranas y los sapos, son buenos indicadores de la contaminación. Tienen una piel permeable a través de la cual absorben oxígeno y toxinas. Por ello, son extremadamente sensibles a los cambios en la calidad del aire y el agua. Por ejemplo, suelen ser los primeros animales afectados por el uso de pesticidas en sus ecosistemas o cerca de ellos. Muchas poblaciones de anfibios han caído en picado en todo el mundo, mientras que otros han desarrollado deformidades, como patas de más, a causa de los pesticidas.

A la inversa, ciertas especies de bacterias prosperan en los lugares donde hay toxinas, lo que las convierte también en bioindicadoras. La sobreabundancia de bacterias puede indicar la presencia de una toxina del mismo modo que la ausencia de ranas.

Los mochuelos moteados son una especie indicadora muy estudiada en Estados Unidos. Los científicos se fijan en ellos para hacerse una idea de la salud general de los ecosistemas forestales antiguos y para vigilar los efectos de los cambios de hábitat provocados por el hombre. Originarios del noroeste del Pacífico, estos búhos anidan en cavidades de árboles viejos, copas rotas y nidos abandonados de rapaces, todos ellos en bosques antiguos de la región. Pero con la tala, la agricultura y el desarrollo urbano, los búhos han perdido sus nidos y sus poblaciones han caído en picado. Siguen disminuyendo una media de casi el 4% cada año.

Su declive indica que es probable que otras especies del bosque también estén disminuyendo y que el bosque (y la red de vida que lo sustenta) se han degradado. Del mismo modo, una población de mochuelos moteados próspera indica que un ecosistema está sano y es capaz de sustentar una serie de otras plantas y animales.

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      Un mochuelo moteado descansa sobre la rama de un árbol en el noroeste del Pacífico

      Un mochuelo moteado descansa sobre la rama de un árbol en el noroeste del Pacífico. Allí donde el bosque se ha degradado, las poblaciones de este búho moteado han caído en picado. Mediante el seguimiento de los búhos, los científicos pueden conocer la salud general de sus bosques.

      Fotografía de Gerry Ellis, Minden Pictures

      Las picas (pequeños mamíferos peludos parecidos a conejos de orejas cortas) están perfectamente adaptadas a vivir en hábitats duros de alta montaña, lo que significa que incluso los cambios más pequeños en su entorno les afectan. Por eso son buenos indicadores del calentamiento global.

      En lugar de hibernar para pasar el invierno, las picas se refugian bajo escombros rocosos y confían en el aislamiento de la densa capa de nieve invernal para mantener calientes sus madrigueras. En la década de los 2000, los investigadores empezaron a notar un descenso de las poblaciones de picas en cotas bajas, sobre todo en las zonas más secas del oeste de EE. UU. Esto fue una señal de alarma de que el clima se estaba calentando: en las últimas décadas, los inviernos más cortos y las menores nevadas han provocado que la capa de nieve se derrita antes cada primavera, reduciendo el manto aislante de las picas. Esto las ha dejado cada vez más expuestas a las frías temperaturas primaverales en un momento en que sus reservas de alimentos se agotan y sus crías, del tamaño de una nuez, son pequeñas y vulnerables. Algunas no sobreviven.

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      Especies indicadoras frente a especies clave

      Las especies indicadoras difieren de las especies clave, aunque algunas pueden ser ambas. Las especies clave son aquellas que tienen un efecto desproporcionadamente grande en su entorno. Ayudan a mantener la biodiversidad y no hay otras especies en el ecosistema que puedan cumplir su misma función. Sin ellas, su ecosistema cambiaría drásticamente o incluso podría dejar de existir. Los castores, por ejemplo, se consideran una especie clave. Construyen presas que crean hábitats de humedales en los que prosperan muchas otras especies.

      Aunque las especies clave son vitales para mantener su ecosistema, pueden o no ser especialmente susceptibles al cambio ambiental, una característica clave de las especies indicadoras. Sin embargo, algunas especies son ambas cosas. El fresno blanco, por ejemplo, puede considerarse una especie indicadora; cientos de millones de fresnos han muerto a causa del invasor barrenador esmeralda del fresno. Pero el fresno blanco también es una especie clave. Proporciona alimento y hábitat a docenas de especies animales y actúan como sumidero de contaminantes atmosféricos.

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      Por qué son importantes las especies indicadoras

      El estudio de las especies indicadoras permite a los científicos tomar el pulso a la salud de todo un ecosistema sin tener que dispersar los recursos de vigilancia entre múltiples especies y lugares. El Pika Project de Colorado (Estados Unidos), por ejemplo, está formado por voluntarios que recogen datos sobre las poblaciones de pica en todo el Estado. Esto no sólo permite a los científicos saber qué poblaciones de picas están en mayor peligro, sino que también les ayuda a proteger a las poblaciones de picas y, lo que es más importante, a todo el ecosistema alpino.

      Coral en el Parque Natural de los Arrecifes de Tubbataha (Filipinas)

      El coral, fotografiado aquí en el Parque Natural de los Arrecifes de Tubbataha (Filipinas), es una especie indicadora. El coral es muy sensible a los cambios de temperatura del mar, por lo que su muerte puede ser una señal del cambio climático.

      Fotografía de David Doubilet, Nat Geo Image Collection

      El seguimiento de las especies indicadoras también puede ayudar a los científicos a determinar qué cambios se están produciendo en un entorno. Por ejemplo, mientras que un ecosistema de humedales puede mostrar signos generales de que algo va mal, si los científicos observan que las poblaciones de ranas están cayendo en picado, sabrán que el problema pueden ser los plaguicidas.

      Los científicos, los legisladores y los funcionarios públicos también pueden utilizar los datos recogidos de las especies indicadoras para aplicar políticas de conservación (como proteger la tierra y los hábitats, regular el desarrollo o el uso de productos químicos, o aprobar leyes) para revertir o prevenir los daños antes de que sea demasiado tarde.

      Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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