En los Andes, una mina está a punto de tragarse una ciudad de 400 años de antigüedad

Las minas de El Cerro del Pasco, en su momento abastecieron de plata a la corona española, pero hoy amenazan a la ciudad y envenenando a su población.

Por Tony Dajer
fotografías de Tomas van Houtryve
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El centro histórico del Cerro de Pasco ha sido consumido por una mina de más de media milla de profundidad. Esta, produce sobre todo zinc.
Fotografía de Tomas van Houtryve

2 de diciembre de 2015

Gloria Ramos Prudencio es una congresista de sesenta y seis años de edad que parece estar inconforme. Su ciudad, Cerro de Pasco tiene una población de 70.000 habitantes en el altiplano peruano, uno de los lugares más altos del planeta.

Mientras cruza caminando la zona de Bellavista, se pregunta ¿por qué los gringos siempre tienen las mejores casas? “ En el colegio me llamaban la preguntona…” afirma esta mujer cuyo objetivo es salvar su ciudad natal de ser tragada por un gran agujero que la amenaza.

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Las minas de El Cerro del Pasco, en su momento abastecieron de plata a la corona española, pero hoy amenazan a la ciudad y envenenando a su población.
Fotografía de NAtional Geographic

Desde hace 400 años, la minería es la espina dorsal de la economía de la zona, y en los últimos años, este sector está creciendo enormemente en América latina, especialmente en Perú.

El problema de todo esto reside en que la mina a cielo abierto del pueblo está a punto de tragárselo para siempre, además de ser la generadora de infecciones en la población.

El abismo está separado de la ciudad por una barrera, pero esta no es suficiente para proteger a la población de los problemas, especialmente a los más jóvenes, que son los que peor parados salen en las intoxicaciones por acumulación de plomo en sangre, enfermedad de la que Cerro de Pasco está entre los líderes mundiales.

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    Mural pintado en una casa del Cerro de Paso por el artista peruano Daniel Cortez Torres, también conocido como Decertor, habla sobre los problemas de la contaminación en la ciudad.
    Fotografía de Tomas von Houtryve, Vii, National Geographic

    A un centenar de metros de la mina, está la plaza del pueblo, que está dominada por la estatua de un hombre joven que se convirtió en un héroe local, el chico es Daniel Alcides, un estudiante de medicina que, en 1885 fue a ayudar a los trabajadores del lugar que sufrían una enfermedad llamada fiebre de Oroya, y se inyectaría una muestra de un superviviente de la fiebre, y demostraría que la verruga peruana y la fiebre tenían la misma causa.

    El joven perdería su vida, pero ayudaría al futuro.

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    Ropas tendidas en una barrera que separa el barrio de Yanacancha del límite de la mina a cielo abierto de Cerro de Pasco
    Fotografía de Tomas von Houtryve, Vii, National Geographic

    Los días de gloria

    Los habitantes de la ciudad viven orgullosos del glorioso pasado de ella, pues hace 400 años que se fundó para abastecer con sus minas a la corona española, y en 1830 sería la primera de Perú en ser liberada de esta.

    En 1900 era la segunda ciudad del país, posteriormente tendría la autopista más alta del mundo, y luego la mina pasaría a ser de Cerro de Pasco Corporation.

    Varias familias estadounidenses comenzarían con la explotación de plomo y zinc, ya que estos metales son muy valorados por China, y hasta mediados de la década de 1950, esta minería se hacía en túneles, de forma tradicional pero posteriormente se haría la mina a cielo abierto que conocemos a día de hoy.

    En ese momento la mina comenzaría a devorar a la ciudad, especialmente el centro histórico.

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    Montañas de restos contaminados de las minas en el barrio de Paragsha.
    Fotografía de Tomas von Houtryve, Vii, National Geographic

    La epidemia del plomo

    A día de hoy, los vecindarios construidos en la década de 1960 están a punto de caerse dentro del gran cráter. El agua corriente no llega a la mayoría de las casas, y estas carecen de calefacción, y sabiendo las temperaturas mínimas de la zona, esto es un verdadero drama.

    Otro gran problema de la zona es que el polvo de las minas está por todas partes, especialmente por los vecindarios de Paragsha y Champamarca, zonas en las que los continuos análisis a la población revelan resultados aterradores, pues la mayoría de los niños del área tienen unos índices de plomo en la sangre muy superiores a los aptos para la supervivencia.

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    Un pastor lleva alpacas y llamas de vuelta a casa en Botadero de Rumiallana, en las colinas de Cerro de Pasco
    Fotografía de Tomas von Houtryve, Vii, National Geographic
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    Mujeres con cascos de minero miran a sus hijos que participan en el desfile de su colegio en el barrio de Paragasha
    Fotografía de Tomas von Houtryve, Vii, National Geographic

    Los síntomas de la enfermedad son vómitos, dolores de cabeza y náuseas, el problema es que cuando estos llegan, ya es demasiado tarde, y en los centros de salud locales no tienen capacidad para examinar con tanta frecuencia como sería necesario.

    Para hacerse las pruebas verdaderamente necesarias, tienes que enviar a tus hijos a Lima, algo que no está al alcance de todo el mundo. Según Jorge Leoncio Murillo, portavoz de la compañía minera Volcán, la empresa cumple con la legislación medioambiental que exige el gobierno peruano.

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    Chicos en el Cerro de Pasco juegan ajenos a la mina y su contaminación
    Fotografía de Tomas von Houtryve, Vii, National Geographic

    El pasado mes de septiembre, los habitantes del pueblo unieron a pie las 150 millas que unen Cerro de Pasco con Lima para reclamar la atención a los más de 2.000 niños que tienen niveles por encima de 10 (diez microgramos de plomo por decilitro de sangre), y posteriormente el gobierno anunció que habilitaría un hospital con una planta para enfermedades de metales pesados.

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    Leydi Gonzales de nueve años y su hermana de 8 tienen niveles de plomo tres veces mayores de los que se consideran peligrosos para la salud
    Fotografía de Tomas von Houtryve, Vii, National Geographic

    En la década de 1980, las minas aun eran públicas, y la administración de Alan García gastó 30 millones de dólares americanos en proyectos de viviendas a las afueras de la ciudad para poder dar mejores condiciones de vida a las familias que allí habitaban. El barrio resultó ser un triste lugar al cual pocas personas decidieron mudarse, y ahora es propiedad de la empresa minera Volcán, que rotuló en cada casa su logo, pero en ese barrio, la luz y los jardines aún están por llegar.

    En 2008, Gloria Ramos comenzó a tomar medidas. Elegida como congresista en 2006 ella decidió reformar la ley 29293 para poder reubicar Cerro de Pasco, pero en ese momento se planteó una cuestión ¿Quién paga? “El coste de la alternativa podría rondar los dos millones, pero no hay que ignorar a los habitantes de la zona.”

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    Red verde sobre las montañas de residuos para prevenir la contaminación del aire en el barrio de Champamarca.
    Fotografía de Tomas von Houtryve, Vii, National Geographic

    Hace tiempo, el gobierno planteó un nuevo sistema de agua para el Cerro de Pasco, pero se declinó la propuesta ya que el lugar no tiene mucho futuro, y Volcán planteó su propia iniciativa para el casco histórico, que a día de hoy es el cráter de la mina.

    Caminando por la ciudad, se puede que Cerro SAC, empresa subsidiaria de Volcán es propietaria de gran parte de esta. En realidad, la empresa está intentando comprar toda la ciudad, y cuando las casas bajan su precio, ellos se las llevan.

    A pesar de esto, están floreciendo grupos de vecinos que se resisten a vender sus propiedades. La estructura laboral de la ciudad la mantiene dividida, en Cerro de Pasco siempre verás a los mineros, ataviados con sus monos naranjas. Una pintada en un muro reza: “Somos machos pero no muchos”.

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    Martin Trinidad Saco, de 70 años, lleva a su oveja por la zona altamente contaminada del lago seco de Cerro de Pasco
    Fotografía de Tomas von Houtryve, Vii, National Geographic

    De los 1400 que trabajan en la mina, solo 400 tienen un empleo fijo, el resto tienen contratos basura y son reclutados por contratistas, pagándoles la mitad que a los mineros de pleno derecho. Abel Cruz, portavoz de Volcán, asegura que sólo un pequeño porcentaje de la población vive permanentemente en la ciudad, pues tienen las condiciones de las alturas son realmente duras.

    ¿De quién es el problema?

    La responsabilidad es escurridiza, apunta Federico Helfgott, un historiador de Cerro de Pasco y profesor adjunto de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en Lima

    La propiedad de la mina ha traído cola a lo largo de la historia, por un lado Cerro de Pasco Corporation fue nacionalizada en 1974. Los siguientes 25 años, Centromin, la empresa estatal de gestión perdió su control y en 1999 Volcán la compró por 62 millones de Dólares.

    El problema está en que aún quedan depósitos de residuos de la época de la corporación Cerro de Pasco, y eso sigue generando enfermedades, y Volcán no quiere asumir tampoco la gestión de sus residuos, con lo que nadie se hace responsable.

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    Hilario Mallqui Palacio hace la colada en las afueras de Cerro de Pasco. Él vive en el centro de la ciudad, pero allí no tienen agua corriente.
    Fotografía de Tomas von Houtryve, Vii, National Geographic

    En 2010, cuando el CEO de Volcán Roberto "Bobby" Letts murió soltero a los 75 años, dejó una fortuna personal de 600 millones de dólares. En 2011, Volcán tuvo una ganancia de 328 millones. Pero en 2014 sus beneficios habían caído a menos de 100 millones. Replegándose con la conomía China, la producción de plomo y zinc en Cerro de Pasco se redujeron en más de la mitad.

    Este año, Cerro SAC ha inaugurado una planta de oxidación retardada que utiliza cianuro para recuperar pequeñas cantidades de plata a partir de los desechos de la minería. Originalmente proyectada para generar ingresos de 100 millones de dólares al año, la planta se abrió justo cuando los precios mundiales de plata tocaron fondo. El auge mundial en los precios del metal se ha desplomado por ahora. Pero el pozo y la contaminación en Cerro de Pasco se mantienen.

    Seguiré luchando

    "Lo que más me molesta", dice Gloria Ramos, "es que ni siquiera aprovechan nada." Ramos no pudo ganar en la reelección en 2011; Ahora vive en Lima y ha abandonado la política. Ella todavía visita a sus padres en Cerro de Pasco cada pocas semanas.

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    Cuando Tahis Carhuaricra, de siete años, era un bebé, ya tenía concentraciones de plomo en sangre 13 veces superiores a los niveles de peligro. A día de hoy, no puede ingerir comida normal o hablar.
    Fotografía de Tomas von Houtryve, Vii, National Geographic

    En los periódicos y en las reuniones públicas, "los ataques fueron yendo a peor," dice ella. "Me acusaron de hacer el trabajo de un asesino, de querer cerrar la mina. Incluso sufrí amenazas personales".

    Fuera de la ciudad, en un valle colindante, un hombre llamado Celso Santiago pastorea alpacas. Su casa es de adobe, con techo de zinc sujeto con piedras. "Yo vengo del conflicto de la soja." "he luchado durante veinte años. Han destruido mis campos, así que seguiré luchando por esto.”

    "¿Ver esa colina? Después de ganar la primera demanda de la historia contra la mina, se comprometieron a restaurar siete hectáreas. Al principio, la mina es amable, pero luego no hacen lo que prometen. Sus promesas están rotas, se necesitaron dos años y un montón de dinero, y todavía estoy luchando por ello.0 “Santiago sigue viendo a la Ley de Reubicación de Ramos como la solución. Él entrecierra los ojos por el resplandor de la mañana a esa altitud.

    "Nadie quiere ver a la mina desaparecer", dice. "Sólo queremos que sea responsable."

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