El cambio climático en España: impacto y consecuencias
Temperaturas más extremas, subida del nivel del mar, aumento de sequías, desertización, olas de calor o inviernos más duros son algunos de los impactos que ya se dejan ver entre las consecuencias del cambio climático en España.
Desde la industrialización llevada a cabo durante el siglo XX, la temperatura de nuestro planeta ha aumentado más de 1ºC, según el análisis de temperatura realizado desde desde 1880 por científicos del Instituto Goddard de Estudios Espaciales (GISS) de la NASA. Dos tercios de ese calentamiento global han ocurrido desde 1975, a una velocidad de aproximadamente 0,15 - 0,20 ° C por década. La desertificación, el riesgo de incendios, la falta de agua potable, las inundaciones, las sequías y la pérdida de cosechas están ya sobre la mesa y acechan de forma virulenta un futuro cada vez más cercano.
Los científicos alertan de que, durante las próximas dos décadas, el mundo se enfrentará a múltiples riesgos climáticos, con el Mediterráneo como zona de especial vulnerabilidad. El nuevo informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU, publicado en abril de 2022, lanza la misma advertencia que los anteriores: nos estamos quedando sin tiempo para dejar de utilizar los combustibles fósiles y que el cambio climático no tenga un efecto global irreversible.
A día de hoy, los gases de efecto invernadero acumulados en la atmósfera se encuentran en los niveles más altos de la historia de la humanidad. Si no logramos que las emisiones globales de esos gases alcancen su máximo - como muy tarde - dentro de tres años y se reduzcan casi a la mitad para 2030, el mundo probablemente experimentará numerosos impactos climáticos extremos, según el informe.
Según el nuevo informe, las emisiones bajaron en 2020 como consecuencia de la pandemia, pero en 2021 superaron los niveles máximos de 2019, que fueron un 54 por ciento más altas que en 1990, año en el que se publicó el primer informe del IPCC.
Según los datos del avance anterior del IPCC, publicado en febrero de 2022, el cambio climático ya comporta a día de hoy un calentamiento de 1,5°C en el Mediterráneo, por encima de la media global, que se sitúa en 1,1ºC. Si se mantiene la inercia actual, es probable que los gases de efecto invernadero provoquen el doble de calentamiento: aproximadamente 3,2ºC para el año 2100.
"Este informe es una advertencia terrible sobre las consecuencias que puede tener no actuar", alerta Hoesung Lee, presidente del IPCC. "Muestra que el cambio climático es una amenaza grave y creciente para nuestro bienestar y para mantener un planeta sano. Nuestras acciones de hoy determinarán la forma en que las personas se adapten y cómo la naturaleza responda a los riesgos climáticos crecientes".
Riesgo asimétrico en el Mediterráneo
Dentro del mapa de las zonas más vulnerables ante la crisis climática, la cuenca del Mediterráneo es una de las zonas cero: las sequías, la falta de agua dulce y la subida del nivel del mar se suman a un mayor aumento de la temperatura de sus aguas, generando un impacto que golpea a esta región de forma especialmente virulenta.
Según los expertos, hay consenso en que la sequía será un riesgo muy relevante en el Mediterráneo. Las predicciones del IPCC apuntan a un aumento considerable de las sequías: por cada grado que aumente la temperatura veremos reducidas las lluvias un 4 por ciento, por lo que se predicen unas reducciones de entre un 5 a un 20 por ciento según la nuestra capacidad de reducir emisiones.
En esta cuenca, el uso del agua en la agricultura es un punto clave para adaptarse a esta sequía y al calentamiento global. A su vez, deberán promoverse otras formas de agricultura que sean más eficientes y mantengan mejor la humedad del suelo, como es la agricultura regenerativa que mantiene un suelo más fértil y rico en materia orgánica.
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Además, el grupo explica que en la cuenca del Mediterráneo la vulnerabilidad al cambio climático es muy asimétrica, ya que los indicadores son extremadamente diferentes entre la orilla sur y el norte de la cuenca mediterránea. "La orilla sur tiene índices de pobreza, seguridad alimentaria, acceso a las energías renovables, al agua, a la educación o a la salud más reducidos. Este hecho expone aún más a la población de esta zona a efectos del cambio climático ya que, por ejemplo, tienen menos recursos para adaptarse a los impactos futuros", explican.
"Vamos a sobrepasar pronto el umbral que nos marcamos en términos de seguridad en París", alertó la ministra de Transición Ecológica Teresa Ribera en la presentación del Atlas del IPCC. "Si no remediamos y aceleramos nuestra acción climática, a principios de la próxima década estaremos superando ese 1,5 determinado en el Acuerdo de París como umbral de seguridad por encima del cual los gobiernos dijimos que no queríamos correr riesgos. La neutralidad climática nos obliga a comprometernos y hacer cambios muy profundos a nivel también de cada individuo y cada ciudadano como actores a nivel local".
El Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas, António Guterres, alertó que los datos del último informe del IPCC son una alerta roja para nuestro planeta y, por tanto, para la humanidad. "Los informes del IPCC son ya un clásico de primer nivel, a pesar de lo complejo y lo enormemente exigente de la contribución a estos informes. No siempre ha sido fácil dar visibilidad a esas ciencias del clima tan jóvenes, pero absolutamente críticas dadas las dimensiones del problema", afirmó Ribera.
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En España hemos asistido en los últimos a eventos extremos en el Mediterráneo debido al efecto que han provocado grandes DANA al aproximarse al sur y este de la península. “Algunos estudios sugieren que en los días de precipitación más intensa llueve ahora más que en décadas pasadas”, afirma David del Campo, portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET). “Es decir: las lluvias torrenciales son más torrenciales. Esto se ha observado especialmente en puntos de la vertiente mediterránea peninsular”.
Según la agencia, el año 2021 fue el octavo año más cálido en España. El 2020 fue el más cálido en la península desde que hay registros, seguido por agosto de 2017,el sexto más cálido de todo el siglo XXI. Las cuencas hidrográficas del noroeste peninsular rozan frecuentemente valores alarmantes nunca antes vistos (menos del 40 por ciento de su capacidad) y aquellas que suelen sufrir un estrés hídrico acusado como la cuenca del Júcar o la del río Segura en ocasiones rondan el 10 por ciento de su capacidad.
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Subida del nivel del mar y desertificación
Un estudio del doctor Sybren Drijfhout y su equipo encabezado por Dewi Le Bars de la Universidad de Southampton (Reino Unido) han publicado un artículo en Environmental Research Letters, cuyas cifras alertaban sobre la posibilidad de que el nivel global del mar suba tres metros de aquí al año 2100. La imagen de un oso polar a la deriva sobre un bloque de hielo desprendido de la Antártida es impactante pero se antoja lejana. Sin embargo, si el nivel del mar sube tres metros, una gran parte de Barcelona, Málaga, A Coruña o Santander se verían inundadas, Doñana se perdería, al igual que la mayoría de las Rías Baixas, y el delta del Ebro desaparecería.
Según el Ministerio de Medio Ambiente, el 75 por ciento del suelo español está en proceso de desertización y se prevé que un 20 por ciento de lo que hoy está a salvo se verá en riesgo dentro de 50 años. Andalucía, Extremadura, Castilla-La Mancha y prácticamente todo el Levante ya presentan una gran proporción de suelo con susceptibilidad de degradarse. Esto afectará negativamente a las actividades agropecuarias y los ecosistemas acabarán visiblemente afectados.
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La pérdida de suelo fértil es irreversible y está aumentando la vulnerabilidad de todas las especies españolas incluida la humana. Pero la desertificación tiene consecuencias más allá de la pérdida de la fertilidad del suelo. El éxodo hacia las grandes ciudades debido a la crisis de la agricultura tradicional, motivará que los recursos naturales de las zonas colindantes con estas urbes se verán sobreexplotados, incluyendo los recursos hídricos subterráneos, y se elevarán los niveles de contaminación de estas áreas motivando que el cambio climático siga retroalimentándose.
Especies invasoras en España
Lejos de ser el único problema, también se viene observando desde hace tiempo cómo las especies invasoras están destruyendo la biodiversidad de nuestro país debido a las nuevas condiciones climatológicas. Un ejemplo es el mejillón cebra, procedente de los mares Negro y Caspio que ha colonizado el Ebro y las cuencas del Júcar, el Segura y el Guadalquivir. Este bivalvo modifica las características físico-químicas del agua, afectando a la flora y fauna endémicas.
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Como consecuencia de las subidas de la temperatura, la Organización de Estados Iberoamericanos (EOI) ha alertado de nuevas amenazas. El mosquito tigre, proveniente del sudeste de Asia, ha empezado a colonizar gran parte de Cataluña y la Comunidad Valenciana y la proliferación de grandes bancos de medusas en las costas españolas en verano se debe principalmente al descenso de las precipitaciones.
La acacia falsa (Robinia pseudoacacia L.) fue la primera especie arbórea que se trajo de América del Norte a Europa. Sin embargo, la FAO advierte que a pesar de lo ventajoso que es este cultivo para la silvicultura o incluso para el medioambiente como fijador del nitrógeno de la atmósfera, el descenso del número de heladas o el descenso de sus enemigos bióticos han llevado a esta especie a la lista de especies invasoras.
El IPCC alerta de que, tras analizae el riesgo de extinción de más de 100 000 especies de las que existe documentación científica, los resultados son preocupantes: “Podemos comprobar que en trayectorias de calentamiento por encima de los 1,5 ºC, es decir, sin una reducción drástica de emisiones en las próximas dos décadas, el riesgo de extinción aumenta en muchos grupos taxonómicos, a menudo por encima del 10 por ciento de las especies”, alerta Jofre Carnicer.
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"El informe no da resultados o información de especies a nivel local, porque cada especie tiene una ecología única y cada patrón es extremadamente complejo, pero sí que destaca la primera extinción documentada de una especie de mamífero. Se trata del ratón con cola de mosaico (Melomys rubicola), originario de un islote tropical de baja altitud (Cai) cercano a Papua Nueva Guinea, y que se ha extinguido después de que se redujera drásticamente su hábitat por impactos climáticos extremos y por la subida del nivel del mar".
Seguridad alimentaria
En Europa, según el informe del IPCC, la adaptación en el terreno de la agricultura será un foco muy relevante de impactos y adaptaciones al cambio climático. "La ciencia ya tiene constancia de que en los últimos 50 años las pérdidas de los cultivos europeos debidos a la sequía se han triplicado. En todo el mundo también se han visto bajadas de producción de hasta el 5 por cierto en los tres cultivos principales (maíz, trigo y arroz)", afirma el informe.
A futuro, en la región mediterránea se esperan reducciones de hasta 17 por ciento de productividad en los peores escenarios. Por otra parte, a nivel mundial se estima que en torno al 10 por ciento de la superficie cultivable no podrá seguir siéndolo por culpa del cambio climático en escenarios de alto calentamiento. Además, las personas trabajadoras del campo podrían estar sometidas a 250 días de mucho calor por año.
Aunque en la agricultura ya se toman medidas de adaptación, como los cambios en el calendario de los cultivos, los cambios de zonas de cultivos en zonas más altas, o el uso de especies más resistentes a la salinidad o a la carencia de agua, el informe documenta que en escenarios de calentamiento elevado (>2ºC) algunas medidas de adaptación pueden dejar de ser efectivas y no ser capaces de mantener la producción actual de alimentos.
Alteración de ecosistemas y tropicalización de las especies
"La ciencia afirma que el aumento de las olas de calor, las sequías y las inundaciones superan ya los umbrales de tolerancia de muchas plantas y animales, provocando extinciones locales de poblaciones de algunas especies sensibles a la temperatura o con poca movilidad, como son las especies endémicas o más especialistas, o mortalidades masivas de especies en hábitats más vulnerables al estrés térmico, como las praderas submarinas o los arrecifes coralinos", señala el informe, que se apoya en estudios científicos que advierten que más del 50 por ciento de las especies del planeta se han desplazado huyendo del aumento de temperaturas.
El grupo también ha analizado el riesgo de extinción de más de 100 000 especies y los resultados son preocupantes: “Podemos comprobar que en trayectorias de calentamiento por encima de los 1,5ºC, es decir, sin una reducción drástica de emisiones en las próximas dos décadas, el riesgo de extinción aumenta en muchos grupos taxonómicos, a menudo por encima del 10 por ciento de las especies”, alerta Jofre Carnicer.
Durante el VI Congreso Internacional sobre Cambio Climático y Pesca organizado en Vigo por la FAO y Conxemar a principios de octubre de 2021, la mayoría de los expertos afirmaron que el aumento de temperatura del agua, la acidificación del océano y el cambio que están experimentando las corrientes marinas están modificando la distribución de las especies. Tanto el Cantábrico como el Atlántico ven como sus peces cada vez se encuentran más al norte. Esta «tropicalización de las especies» afectará al 60 por ciento de la pesca y acuicultura.
El cambio climático ha motivado que los ecosistemas acuáticos continentales pasen de ser permanentes a estacionales. Lagos, arroyos de montaña o humedales costeros ven como su biodiversidad empieza a fluctuar en función de la estación del año. En los ecosistemas acuáticos marinos se ha cuantificado el impacto del aumento de la temperatura y de CO2 que desencadenan alteraciones en el régimen de vientos, afloramientos o evaporación del agua con resultados preocupantes.
Las consecuencias más graves de la crisis climática no son un futurible. Aproximadamente 32 millones de personas ya sufren los impactos de las temperaturas extremas, las lluvias torrenciales e inundaciones o la sequía. A nivel global, la ONU cifra en más de 140 millones los migrantes climáticos que habrán tenido que dejar atrás sus hogares para 2050.