La tercera revolución verde: la manipulación genética del mundo vegetal

Cambiando la célula vegetal: la ciencia ha dado una vuelta más de tuerca a nuestra comprensión de la biología vegetal. ¿Qué es, cómo se cambia y para qué sirve?

Por Redacción National Geographic
Publicado 9 nov 2017, 4:30 CET
Naranjos modificados genéticamente
Una serie de tubos de prueba contienen naranjos jóvenes de alterados genéticamente con la esperanza de crear plantas resistentes al huanglongbing, una enfermedad provocada por bacterias que está acabando con los naranjos de Florida.
Fotografía de Craig Cutler, National Geographic

Cambiando la célula vegetal: la ciencia ha dado una vuelta más de tuerca a nuestra comprensión de la biología vegetal con los estudios y los recientes avances metodológicos, que permiten analizar y observar los fenómenos producidos en células únicas y así utilizarlos para mejorar la vida humana.

Control de enfermedades y plagas, cultivos in vitro, plantas inmunes a los virus, resistentes a hongos, patógenos, baterías, técnicas de quimioterapia o electroterapia, nuevos compuestos para medicinas, fármacos, colorantes, fragancias, cosméticos, biocombustibles… Las recientes investigaciones en biotecnología permiten explorar el extenso mundo vegetal y hacer frente a los desafíos actuales además de diseñar las exploraciones futuras de nuevas aplicaciones a partir de la célula vegetal.

La biociencia puede rozar los límites de las leyes de la naturaleza y alterar la biodiversidad. En este punto se encuentran los transgénicos: organismos genéticamente modificados, sobre todo del mundo vegetal, cuya composición genética (su estructura de ADN) ha cambiado al añadirles genes de otro ser vivo. Una manipulación que se realiza en los laboratorios.

Según el informe Global Status of Commercialized Biotech/GM Crops de ISAAA, los cultivos biotecnológicos se han convertido en un recurso agrícola indispensable para los agricultores de todo el mundo, gracias a su mayor productividad y rentabilidad, así como por el menor esfuerzo requerido. Pero no todos piensan igual.

Organizaciones en España como Amigos de la Tierra, COAG, Ecologistas en Acción o Greenpeace, han firmado una declaración ante la amenaza que representa para la agricultura y la sostenibilidad la modificación genética de las células vegetales. Para ellos es contraria a un estilo de vida ecológica y natural, especialmente cuando se trata de alimentos. Esta intervención humana no convence especialmente a la comunidad verde, a quienes les preocupan las consecuencias de cambiar la naturaleza y la esencia de la rica biodiversidad terráquea. 

Protesta anti organismos modificados genéticamente
Una activista lidera una protesta contra Monstanto y los organismos modificados genéticamente en mayo de 2013.
Fotografía de Jeff Janowski, Ap

Las células vegetales: usos curiosos

Pero dejando a un lado la alimentación, hay otros usos menos controvertidos de la biotecnología de células vegetales. Como la quema del petróleo, el carbón o el gas están provocando un cambio climático irreversible, se están buscando alternativas alternativas energéticas más respetuosas con el medio ambiente y que permitan usar las infraestructuras existentes tales como los oleoductos.

La práctica totalidad del mundo científico asegura que nos enfrentamos a la mayor amenaza para nuestro futuro, no solo como especie sino para todo el sistema ecológico conocido hasta ahora. La obtención de combustible a partir de biomasa se presenta como una posibilidad atractiva pero el conflicto entre alimento-combustible no deja mucha opción por esta vía.

Algas y biocombustibles

Por eso, las investigaciones con algas pueden ser una buena solución alternativa. Poseen un alto contenido en carbohidratos, transformables en sus azúcares o monosacáridos más sencillos, que son fermentables por las enzimas de microorganismos y pueden convertirse en etanol. Más aún, para hacerlo, usando métodos de acuicultura, no necesitarían ni de tierra para ser cosechadas ni de agua dulce para crecer y, además, como su cultivo consume grandes cantidades de CO2, ello contribuiría a luchar contra el efecto invernadero y el cambio climático.

En ello están centros tecnológicos de todo el mundo, y nuestro país es uno de los pioneros. Proyectos como ButaNext (Biobutanol de Nueva Generación) de CENER en Navarra, el proyecto Algae for Healthy World, A4HW de Endesa en Málaga, o Cyclag, un consorcio formado por seis centros tecnológicos de País Vasco, Navarra y Francia, son solo algunos ejemplos de las grandes posibilidades de las algas para la producción de energía.

Y ¿puede llegar a ser rentable el cultivo de algas a escala, es decir para que su contribución satisfaga las necesidades del oro líquido que hoy por hoy es tan imprescindible para la humanidad? ¿Y pueden los biocombustibles de algas competir en precio con el petróleo y de los derivados de los fósiles?

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    La ciudad sueca de Kristianstad
    La ciudad sueca de Kristianstad usa biogás para generar electricidad y calefacción, para proporcionar combustible a los coches y a camiones de basura municipales y autobuses. Sus dos refinerías producen el suficiente biocombustible como para remplazar 4,2 millones de litros de gasolina al año.
    Fotografía de Mark Thiessen

    Por el momento hay cierta esperanza. El informe europeo State of Technology Review – Algae Bioenergy señala que los biocombustibles de algas tienen un EROI (tasa de retorno energético) de 1,9, significativamente más elevado que el 1,3 del etanol de maíz y del biodiesel.

    Pero todavía queda mucho camino por recorrer porque aún así se necesitan cantidades ingentes de plantas marinas que habría que cultivar para abastecer a los niveles actuales de consumo de petróleo. Por eso, en los últimos años, se está desarrollando el cultivo de microorganismos acuáticos (microalgas) que también pueden producir biodiésel y que se consideran como una solución práctica debido a su alta tasa de crecimiento y porque son capaces de sintetizar gran cantidad de lípidos dentro de su célula. 

    Según científicos de la Universidad de Michigan, es una de las mejores opciones pero el coste de un cultivo de este tipo sigue siendo muy alto. Últimamente, se ha visto como una solución óptima el uso de aguas residuales o de compost orgánico, ya que puede proporcionar nutrientes suficientes para mantener el crecimiento de microalgas. Pero no solo sería un combustible renovable sino que además se reciclarían las aguas negras y los residuos de una ciudad, de una explotación ganadera o sencillamente de la agricultura.

    La biotecnología vive su etapa más dinámica y si en el pasado ha tenido que soportar críticas de sectores que no entienden que haya que modificar las leyes de la naturaleza (en nuestro caso, modificar las células vegetales) buscando soluciones al hambre, a las enfermedades o a hacer más fácil o placentera la vida del ser humano, ahora podría dar la puntilla demostrando que es posible reducir la contaminación y salvar al planeta del calentamiento global gracias a ella.

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