Esta científica estudia a psicópatas para encontrar el origen del altruismo

Cuando un desconocido puso su vida en peligro para salvarla, esta investigadora quedó fascinada por las personas que hacen el bien, y aquellas que hacen el mal.

Por Nina Strochlic
Publicado 3 ene 2018, 18:02 CET
Donante de riñón
En un acto de altruismo extremo, Missy Ewing donó un riñón a una persona desconocida.
Fotografía de Lynn Johnson, National Geographic

Cuando Abigail Marsh tenía 19 años, un perro pasó corriendo frente a su coche en la autopista. Lo esquivó con un brusco giro y se encontró frente a un carril lleno de coches que venían hacia ella con un motor que no respondía. Al otro lado de la autopista, otro conductor vio sus luces de emergencia, se detuvo y corrió en su ayuda. La colocó en el asiento del pasajero, puso el motor en marcha y la condujo a un lugar seguro. Después, el extraño desapareció en la noche. Nunca volvió a verlo.

¿Qué hace que alguien arriesgue su vida para ayudar a un desconocido, y por qué otras personas hacen daño de forma intencionada y sin sentir remordimiento alguno? Estas son preguntas que Marsh, ahora profesora adjunta de psicología y neurociencia en la Universidad de Georgetown, quería responder. En su nuevo libro, The Fear Factor, Marsh expone su teoría de por qué una antigua parte del cerebro controla cómo identificamos y respondemos ante el miedo.

Un desconocido puso su vida en peligro para llevarte a un lugar seguro cuando eras una adolescente. ¿Cómo afectó esto al camino que has escogido en la vida?

La combinación de una experiencia cercana a la muerte y de haber sido rescatada por un extraño fue una experiencia que me afectó mucho a nivel emocional. Fue difícil sacármela de la cabeza. Lo que más perduró fue el hecho de que me había rescatado un completo desconocido. Me parecía muy improbable, no podía imaginarme cómo era correr un riesgo enorme para ayudar a alguien a quien nunca había conocido.

Tenía esta duda persistente: quería entender por qué alguien tomaría una decisión como esa. Creo que fue este rompecabezas lo que me empujó a estudiarlo.

¿Cómo tradujiste esa pregunta a tu investigación?

Al mirar atrás, veo claramente que el denominador común en mi investigación fue el empeño por entender por qué algunas personas quieren ayudar a los demás. Eso me llevó a realizar investigaciones de laboratorio sobre la toma de decisiones altruistas. Sin embargo, no puedes poner a la gente en la situación de tomar decisiones de vida o muerte en un laboratorio. Por eso lo que hice para mi investigación posdoctoral fue estudiar a personas clínicamente deficientes en cuanto a preocupación y compasión.

Hicimos escáneres cerebrales de adolescentes con rasgos psicopáticos mientras les enseñábamos imágenes de rostros asustados. Descubrimos una falta de respuesta en una parte del cerebro conocida como la amígdala, una estructura antigua evolutivamente involucrada en muchos comportamientos sociales y emocionales. Como comparación, estudié a donantes de riñón porque su conducta era la más claramente altruista; con un desconocido no puedes esperar reciprocidad.

El cerebro preadolescente

Cuando pusiste en marcha por primera vez tu estudio con jóvenes con rasgos psicopáticos, ¿cómo esperabas que fueran?

Soy de una pequeña ciudad que ha producido un número curiosamente alto de psicópatas: Ted Bundy, el asesino de Green River, y el francotirador de Washington D.C. eran de Tacoma, Washington. Es un mito que el asesino en serie prototípico sea un psicópata. Ahora reconozco que un psicópata por excelencia es alguien insensible siempre que ve a otras personas sufriendo. No van a hacer daño a los demás necesariamente, sino que van a conseguir lo que quieren y si otras personas resultan heridas, son solo daños colaterales.

Antes de estudiar a mi primer joven con rasgos psicopáticos, llevé a cabo un curso de formación en el que decían que tenías que permanecer entre el sujeto y la puerta y no llevar nada afilado. No tenía ni idea de a qué me enfrentaría.

Cuando entré en la sala, me quedé totalmente sorprendida. El chico parecía haber salido del plató de rodaje de un anuncio de televisión. Tenía una sonrisa dulce, conversó con nosotros y nos estrechó las manos. Me fue muy difícil introducir el hecho de que estaba haciendo cosas violentas y terribles en su vida cotidiana.

Eso se denomina la máscara de la cordura. Es lo que más sorprendió a la gente de Ted Bundy: aquellos que lo conocían pensaban que era un hombre equilibrado.

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    Ted Bundy
    Ted Bundy mira con atención durante el tercer día de selección del jurado en su juicio en Orlando, Florida, por el asesinato de la niña de 12 años Kimberly Leach.
    Fotografía de Bettmann, Getty

    Solemos pensar en cómo afecta lo innato y lo adquirido a aquello en que nos convertimos. ¿Qué determina si seremos altruistas o psicópatas?

    Cada resultado psicológico se ve influenciado por las experiencias y las diferencias genéticas, normalmente el 50 por ciento es variación genética. La heredabilidad de la psicopatía es probablemente de entre el 50 y el 70 por ciento. Por supuesto, ahí no acaba la historia; las vivencias también desempeñan un papel.

    Lo más difícil de trabajar con niños con rasgos psicopáticos es que me compadezco de sus padres. Algunos padres esperan que sus hijos acaben en la cárcel, porque al menos así tendrán a alguien que se ocupe de ellos. A todos nos afecta mucho la idea de que la conducta de un niño se ve afectada por lo que hagan sus padres; también solíamos creer esto mismo sobre la esquizofrenia y el autismo. Una mala educación puede provocar un mal comportamiento, pero no está vinculada de una manera importante a las enfermedades mentales graves.

    Es difícil saber si los actos de los padres pueden hacer que las personas sean más altruistas. Cuando pregunto a los donantes por qué han dado un riñón a un desconocido, les es difícil responder. Algunos dicen: «Así me educaron mis padres». Después les pregunto: «¿Tiene hermanos? ¿Son como usted?». La mayoría dice: «Oh, no. Para nada». Cualquiera puede proponer una explicación de por qué son así, pero es difícil saber si es cierta.

    Optaste por estudiar a «altruistas extremos» a través de donantes que dieron un riñón a un completo desconocido. ¿Por qué acabaste estudiando a este grupo?

    El altruismo es un comportamiento que beneficia a otra persona que no es el altruista. Pero es difícil medir las motivaciones. Es socialmente normativo realizar actos pequeños, como donar sangre o dar dinero a la caridad. Algunas personas actúan de forma altruista con personas que les han ayudado en el pasado o que lo harán en el futuro. Otros ayudan a parientes genéticos, una motivación conocida como selección de parentesco. Sin embargo, es muy difícil pensar en una explicación alternativa de por qué donarías un riñón a un extraño que no sea que realmente quieras ayudar a alguien porque los únicos beneficios sean para el destinatario.

    Entonces solo había unos 1.000 donantes de riñón altruistas en todo Estados Unidos y yo ya esperaba que fuera difícil conseguirlos [para el estudio]. Hablé con la organización de trasplantes local de Washington D.C. y puse anuncios en páginas web. Recuerdo como si fuera ayer cuando encendí el ordenador y estaba literalmente inundado con correos, algo que nunca me había ocurrido en toda mi carrera como investigadora. En cuestión de días conseguimos personas suficientes.

    Háblame de la amígdala. Antes de empezar a investigarla, ¿qué sabías y qué descubriste?

    La amígdala es fundamental para reconocer el miedo en otras personas. Los hallazgos de nuestros estudios iniciales con jóvenes psicópatas muestran una respuesta reducida en la amígdala cuando se les muestran imágenes de expresiones faciales de miedo. Además, sus amígdalas eran más pequeñas. Fue una pista muy importante.

    Las personas psicópatas tienen una personalidad temeraria. La disfunción de la amígdala afecta a su capacidad de generar una respuesta ante el miedo e identificar el miedo en otras personas. Lo que ocurre es que no pueden empatizar. Un chico al que estudié había lanzado una granada falsa dentro de un edificio lleno de gente para aterrorizarlos. Cuando le pregunté si se sentía mal me dijo: «Todo un momento Kodak».

    Los donantes de riñón altruistas parecían ser lo opuesto a los psicópatas: sus amígdalas eran más grandes y receptivas. A la gente muy altruista se le da bien reconocer el miedo de otras personas, una de las posibles motivaciones para ayudar.

    Los altruistas a los que estudiaste solían describir una especie de intuición que les hacía actuar antes de pensárselo dos veces. ¿Por qué algunas personas la tienen y otras no?

    Este es un misterio mucho más profundo sobre los altruistas: ¿cómo pasas de experimentar una reacción fuerte ante la imagen del miedo de otras personas a estar motivado a ayudarlas?

    Los indicios apuntan a una hormona llamada oxitocina, responsable de generar el cuidado materno en la amígdala. Proporciona una respuesta sistemática a cualquier cosa con aspecto infantil, incluidos los bebés de otras personas, las crías de animales o incluso las personas que se parecen a bebés, como alguien que tenga una expresión de miedo, con ojos muy abiertos. Apuesto a que la oxitocina en la amígdala es la clave para dar pie a ese cambio esencial de «esta persona tiene miedo, necesito protegerme» a «esta persona tiene miedo, voy a ayudarla».

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    ¿Cómo ha cambiado tu invetigación tu forma de ver la naturaleza humana?

    Hay muchas noticias tristes, pero el mundo en el que vivimos no se refleja de forma precisa en ellas. Estudiar a psicópatas es una experiencia paradójicamente alentadora. Trabajar con gente a la que realmente no le importa si hace daño a otras personas pone de relieve lo diferente que es el resto de la gente. A veces estamos ciegos ante el sufrimiento, pero la persona media sí se preocupa. Las tendencias demuestran que la gente se vuelve cada vez más altruista con los desconocidos.

    Siempre habrá personas que no sean amables y no hay pruebas de que podamos prescindir del uno o del dos por ciento de la gente que provoca sufrimiento. Sin embargo, la mayoría puede mostrar atención y compasión. La verdad es que estudiar a personas psicópatas hace que me sienta optimista sobre los demás.

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