¿Podemos oler las enfermedades para detectarlas de forma precoz?
¿Y si pudieras oler la enfermedad de Parkinson? Joy Milne puede: esta escocesa, que aparece en la imagen acercándose un espectrómetro de masas a la nariz, detectó por primera vez el olor en su difunto marido años antes de que le diagnosticaran la enfermedad. Desde entonces, los científicos trabajan para desarrollar un método de detección precoz basado en marcadores olfativos.
Estoy enferma y no huelo bien. No quiero decir que mi nariz no funcione, aunque este resfriado me la tiene tapada. Pero no es eso: mi propio olor corporal parece diferente, agrio y desconocido.
No soy ni mucho menos la primera persona que nota este desagradable efecto secundario. La comunidad científica ha descubierto que docenas de enfermedades tienen un olor particular: la diabetes puede hacer que tu orina huela a manzanas podridas, y la fiebre tifoidea convierte el olor corporal en olor a pan horneado. Y lo que es peor, parece que la fiebre amarilla hace que tu piel huela como una carnicería, si es que eres capaz de imaginar a tu cuerpo emitiendo semejante tufo.
Es curioso, pero no una mera curiosidad; nuestras narices y cerebros están en sintonía con estos olores, que a su vez señalan nuestro afinado sentido del asco para sentirnos asqueados y así ayudarnos a evitar algo que podría enfermarnos.
Podríamos incluso ser capaces de aprovechar esta capacidad de "detección de enfermedades". Los científicos creen que si pudiéramos identificar las sustancias químicas específicas que componen los olores enfermizos, podríamos olfatear enfermedades que de otro modo serían difíciles de detectar a tiempo, como el cáncer o las lesiones cerebrales.
Algunas personas ya tienen una sorprendente capacidad como detectores de enfermedades, como una mujer escocesa llamada Joy Milne que tiene una extraña habilidad para oler si alguien tiene la enfermedad de Parkinson. Si pudiéramos replicar esa habilidad, quizá los exámenes físicos anuales del futuro podrían incluir una prueba olfativa para detectar diversas enfermedades.
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El olor de nuestro cuerpo
Nos maravillamos de tal habilidad, pero cualquiera con sentidos olfativos que funcionen probablemente podría aprender a reconocer varios "olores de enfermo". Los humanos somos muy buenos detectando enfermedades, afirma Valerie Curtis, investigadora de salud pública de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres y autora del libro Don't Look, Don't Touch, Don't Eat (No mires, no toques, no comas ) sobre la ciencia del asco.
"Los signos de enfermedad son algunas de las cosas que a la gente le dan más asco", afirma Curtis: mucosidad, vómito o pus. El asco es nuestra forma de evitar cosas que podrían hacernos daño, así que "simplemente tiene sentido evolutivo que usemos la nariz para darnos cuenta de la enfermedad" (ni que decir tiene que a la gente, a veces, también le gusta las cosas apestosas).
Pero, en primer lugar, ¿por qué los enfermos huelen diferente? La clave está en que nuestros cuerpos lanzan constantemente sustancias volátiles al aire. Las transportamos en el aliento y rezuman literalmente por todos los poros, y pueden variar en función de la edad, la dieta y si una enfermedad ha desajustado algún engranaje de nuestra maquinaria metabólica. Los microbios que viven en nuestros intestinos y en nuestra piel también contribuyen a nuestro olor característico, al descomponer nuestros subproductos metabólicos en otros más olorosos.
Básicamente, somos una fábrica ambulante de olores. Y si empiezas a prestarles atención, te darás cuenta de que algo no va bien.
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Olfatear la enfermedad de Parkinson
En los últimos años, el caso de la mujer que puede oler el Parkinson atrajo la atención sobre la idea de olfatear la enfermedad. El Parkinson es muy difícil de diagnosticar; cuando la mayoría de las personas se enteran de que lo padecen, ya han perdido la mitad de las células cerebrales productoras de dopamina que ataca la enfermedad. Pero unos seis años antes de que su marido Les fuera diagnosticado, Joy Milne se dio cuenta de que olía raro.
Les tenía "una especie de olor amaderado y almizclado", dijo Milne al Telegraph en 2019. Años más tarde, en una habitación llena de pacientes con Parkinson, se dio cuenta de que el olor no era exclusivo de Les. Todas las personas con Parkinson olían así.
Se lo comentó a un investigador del Parkinson en Edimburgo llamado Tilo Kunath, quien se lo mencionó a su colega, la química analítica Perdita Barran. Decidieron que la bienintencionada señora Milne tal vez sólo había notado el olor característico de los ancianos; "Nos convencimos a nosotros mismos de que no era así", dice Barran.
Ése podría haber sido el final. Pero otro bioquímico animó a la pareja a seguir la pista de Milne e intentar una prueba a ciegas con camisetas: olfateó seis camisetas sudadas de personas diagnosticadas con Parkinson y seis de controles sanos. Milne identificó correctamente cuáles de las seis tenían Parkinson, pero también etiquetó a uno de los sujetos de control como enfermo.
A pesar de ese error, Barran se sintió intrigado, más aún ocho meses después, cuando el mismo sujeto de control supuestamente sano que Milne había identificado fue diagnosticado con Parkinson.
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Pasar la prueba del olfato
La prueba de las camisetas era intrigante, pero no hay que precipitarse. Después de todo, hay muchas razones por las que la gente puede compartir un olor. Además, no sería precisamente práctico para todos los que quieren saber si tienen Parkinson invitar a la Sra. Milne a oler sus camisetas.
En un famoso callejón sin salida, los investigadores se encontraron convencidos de que existía un olor relacionado con la esquizofrenia, y se identificó y describió en la prestigiosa revista Science un compuesto concreto llamado TMHA (que supuestamente olía a cabra). Había esperanzas de que esta sustancia química pudiera ser incluso la causa de la esquizofrenia, lo que abriría nuevas vías de tratamiento.
Pero en años de pruebas de seguimiento, los resultados no pudieron repetirse. La "esquizotoxina" TMHA siguió el camino de la fusión nuclear de sobremesa, es decir, a ninguna parte.
Barran es ahora la directora de un centro de investigación en el Instituto de Biotecnología de Manchester (Reino Unido), donde ha utilizado los meticulosos métodos de la química para determinar qué moléculas componen el olor del Parkinson. Incluso puso en marcha una empresa en 2021 llamada SebOMIX que pretende comercializar una prueba que podría detectar la enfermedad de Parkinson antes incluso de que una persona haya empezado a tener síntomas. La prueba consiste en un simple hisopo de piel que captura las moléculas características del Parkinson en el sebo, una sustancia aceitosa secretada por la piel.
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Primero, el equipo está trabajando para identificar químicamente las moléculas que son diagnósticas del Parkinson, lo cual es bastante más difícil de lo que vemos en cualquier capítulo de CSI. De los miles de compuestos volátiles conocidos, muchos no están bien caracterizados o sólo existen datos sobre ellos en la industria de las fragancias.
Con financiación de Parkinson's UK y la Fundación Michael J. Fox, en 2019 el equipo de Barran encontró tres moléculas que están elevadas en personas con enfermedad de Parkinson (eicosano, ácido hipúrico y octadecanal) y una que está más baja (aldehído perílico). A continuación, los investigadores mezclaron estas moléculas para crear una huella química de la enfermedad. Cuando presentaron su olor característico a Joy Milne, esta confirmó que también le olía a Parkinson.
A continuación, el equipo tuvo que confirmar que estas moléculas se elevan de forma fiable en los pacientes de Parkinson, y averiguar si pueden detectar el olor antes de que aparezcan los síntomas. Idealmente, también aprenderían cómo el Parkinson desencadena que el cuerpo produzca las moléculas.
En 2022, el equipo de Barran informó de que, en condiciones de laboratorio, su prueba podía detectar más de 4000 moléculas únicas en el sebo, de las cuales 500 variaban entre las personas con Parkinson y las que no tienen la enfermedad. En general, la prueba tenía una precisión del 95 por ciento a la hora de determinar si una persona tenía Parkinson. Ahora, el equipo planea probar la prueba en condiciones del mundo real, comenzando dentro del sistema nacional de salud en el Reino Unido y eventualmente produciendo una prueba comercial disponible para su uso en todo el mundo.
Barran dice que está preparada para el reto, a pesar de que su propio sentido del olfato quedó dañado en un accidente y ella misma no puede oler el olor del Parkinson.
"Joy [Milne] tiene un sentido del olfato extremadamente bueno", dice Barran, "pero no es la única persona que puede olerlo. Lo especial es lo persistente que fue en su convicción de que era algo que se podía utilizar."
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El olor de un paciente
Esto nos lleva de nuevo a la cuestión de lo que los humanos podemos oler realmente. Aunque los perros tienen el sentido del olfato más alabado y se les ha utilizado para olfatear el cáncer, las investigaciones sugieren que los humanos somos igual de buenos detectando muchos olores.
A juzgar por el número de neuronas de los bulbos olfativos de nuestros cerebros, las personas olfateamos mejor que las ratas y los ratones y nos situamos en la parte central del pelotón de los mamíferos. Quizá el mayor obstáculo a nuestras capacidades sea que no prestamos suficiente atención a los olores y carecemos de un lenguaje sofisticado para describirlos.
"Somos menos capaces de racionalizar el olor", dice Curtis. Recuerda un jabón que se trajo de la India: "La idea de 'India' me vino a la cabeza mucho antes de darme cuenta de que era por el olor".
Del mismo modo, puede que no nos demos cuenta de cuándo estamos oliendo un cambio en nuestra salud o en la de un ser querido.
Sin embargo, hay indicios de que podemos ser detectores de enfermedades de forma decente si prestamos atención a la tarea. En un pequeño estudio doble ciego publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences en 2017, los participantes pudieron identificar a las personas enfermas frente a las sanas basándose en el olor corporal y en fotografías tan solo unas horas después de que el sistema inmunitario de algunas de las personas fuera activado por una toxina que imitaba una infección.
Así que, aunque todavía no tenemos un alcoholímetro para las enfermedades, podríamos hacer bien en seguir nuestro olfato.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.