La genética podría determinar si adoras o detestas el café
Los científicos quieren esclarecer la ansiedad, el insomnio y hasta el sabor amargo se ven afectados por diminutas variaciones en el código genético.
Una taza de café caliente es una parte integrante de la rutina matutina de millones de personas en todo el mundo. Y mientras el final del horario de verano altera de nuevo nuestro patrón de sueño, es posible que muchas personas recurran a una taza o dos de más para combatir la somnolencia.
Pero para algunas personas, una taza de café nunca supone el remedio para la falta de sueño. Independientemente del método de suministro, hasta una pequeña cantidad de cafeína podría ponerlas nerviosas o mantenerlas despiertas toda la noche. ¿Por qué la cafeína afecta a las personas de formas tan drásticamente diferentes? La respuesta se encuentra, en parte, en tus genes.
«Lo que descubrimos es que tenemos factores genéticos incorporados que nos ayudan a autorregular la ingesta de cafeína», afirma Marilyn Cornelis, investigadora de cafeína en la Universidad Northwestern en Chicago, Illinois. «Es interesante lo mucho que afecta nuestra genética a esto».
Las personas que consumen café de forma regular desarrollan cierto nivel de tolerancia a la cafeína con el paso del tiempo que puede revertirse abandonando el hábito de tomarlo a diario. Pero si evitas el café porque te pone nervioso, te da insomnio o te provoca náuseas, esto podría deberse a variaciones tan pequeñas como un solo nucleótido en el ADN: la A, la G, la C y la T del alfabeto genético.
Reacciones reguladoras
Todo comienza con la forma en que tu cuerpo gestiona la cafeína que circula por tu sistema. Es la labor de tu metabolismo y, en lo que a cafeína se refiere, solo dos genes gestionan la mayor parte del trabajo. El CYP1A2 produce una enzima en el hígado que metaboliza aproximadamente el 95 por ciento de toda la cafeína ingerida. El AHR controla la cantidad de dicha enzima que produces. Juntos, estos genes controlan la cantidad de cafeína que circula por tu torrente sanguíneo y el tiempo durante el que lo hace.
«Si alguien posee una variante genética que provoca un menor metabolismo de la cafeína, es más probable que consuma menos café frente a alguien que posee una variante genética que provoca un mayor metabolismo de la cafeína», afirma Cornelis.
En otras palabras, si eres un metabolizador rápido —o si fumas, lo que acelera el metabolismo—, la cafeína no se quedará el tiempo suficiente como para afectar profundamente a los centros de estímulo del cerebro, de forma que quizá te sirvas otra taza. Pero si produces menos cantidad de esta enzima liquidadora de cafeína, más cantidad circulará por tu torrente sanguíneo durante más tiempo, lo que implica que te afectará durante más tiempo.
Los efectos secundarios
Una serie de genes completamente diferente está implicada en cómo afecta la cafeína a la actividad cerebral y los centros de recompensa, así como otros efectos secundarios como la ansiedad, el insomnio o la indigestión.
La adenosina, una de las culpables de la somnolencia matutina y el adormecimiento después de comer, ralentiza la actividad nerviosa y bloquea la liberación de muchas sustancias placenteras en el cerebro, como la dopamina. Pero cuando circula cafeína por el torrente sanguíneo, ocupa el lugar de la adenosina en los receptores del cerebro y en otras partes del cuerpo, potenciando el desvelo.
La expresión de los receptores de adenosina está regulada por un gen llamado ADORA2A, y varios estudios creen que las variantes de este gen influyen en la reacción a la cafeína. Podría ser una razón de que algunas personas sufran insomnio tras haberse tomado un poco de café a primeras horas del día. También se ha descubierto que influye en la ansiedad —un estudio de 2008 determinó que, hasta 150 miligramos al día, o la cantidad de cafeína que hay en un cappuccino grande de Starbucks— puede provocar ansiedad perjudicial en personas con una variante determinada del gen. Otro estudio vinculó variaciones en los receptores de adenosina al trastorno de pánico en algunas personas.
“Solo el 15 por ciento de la amargura del café se debe a la cafeína, y el 85 por ciento restante se debe a una variedad de compuestos totalmente diferente.”
Resulta lógico que algunas personas eviten el café solo porque lo vinculan a efectos secundarios negativos, como determinó un estudio en abril en Pharmacological Reviews.
«La ingesta de cafeína varía ampliamente en función del país y de la persona», escribe Astrid Nehlig, que investiga la cafeína del Instituto Francés de Salud e Investigación Médica y autora del informe de abril. «Esta variabilidad podría estar vinculada parcialmente al hecho de que algunas personas experimentan efectos secundarios como ansiedad, taquicardia y nerviosismo tras ingerir cafeína».
Las variantes del gen receptor de dopamina DRD2 podrían afectar también a tu devoción o aversión por el café. Y el gen ABCG2, implicado en el transporte de compuestos a través de la barrera hematoencefálica, podría afectar a la cantidad de cafeína que llega al sistema nervioso central, según descubrió Cornelis.
Levantarse y oler café
Aparte de la cafeína, el café en particular podría ser una bebida polarizadora por su sabor y olor, otra serie de factores que se ven afectados por nuestros genes.
En un estudio del Monell Center en Filadelfia, la investigadora del sabor y el olor Danielle Reed analizó la actividad de los genes implicados en la percepción de la amargura en un grupo de consumidores de café. Cuando se les dio a probar cafeína líquida pura, los sujetos que bebían más café a diario describieron las muestras de sabor como más amargas que los que bebían menos café.
Cuando el grupo de Reed analizó los genes correspondientes receptores de la amargura, determinaron que dichos genes eran más activos en consumidores de grandes cantidades de café. Pero otros participantes en el estudio carecían de la variante genética que los capacitaba para sentir la amargura de la cafeína. ¿Significa eso que podía esperarse que a esas personas les gustara más el café?
«Solo el 15 por ciento de la amargura del café se debe a la cafeína, y el 85 por ciento restante se debe a una variedad de compuestos totalmente diferente», afirma Reed. «Existen muchos receptores diferentes de la amargura, pero también existen muchas amarguras diferentes en el café. Así que tendría que analizarse la genética café por café, porque cada café es diferente».
Reed señala que la cafeína podría afectar a las vías sensoriales de algunas personas de formas que todavía no llegamos a entender. El compuesto no solo se fija a la superficie de las células receptoras, sino que también puede penetrar en la célula, donde su influencia no está del todo clara.
«Si eres muy sensible a la amargura, aunque quizá tengas más inclinación a percibir la amargura del café, podría gustarte por el condicionamiento o los efectos farmacológicos del café», añade Reed.
«O quizá seas una de esas personas que aprecia los matices de los alimentos y puedes soportar la amargura y experimentar placer al mismo tiempo».
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.