Con el aumento de las temperaturas en primavera, ¿se ralentizará el brote de coronavirus?

En general, la temporada de gripe remite en torno a marzo y abril, pero ¿hará lo mismo el COVID-19? Los brotes de coronavirus pasados pueden ofrecernos pistas.

Por Sarah Gibbens
Publicado 26 feb 2020, 10:37 CET
Agricultora, Jiangxi
Una aldeana trabaja en un campo en la provincia china de Jiangxi el 18 de febrero de 2020 en pleno brote de coronavirus. Algunos virus, como los que causan la gripe, son estacionales. Eso quiere decir que podrían propagarse más fácilmente en el aire frío y seco. No está claro si el nuevo coronavirus también lo será.
Fotografía de Liu Haojun Xinhua, Eyevine, Redux

Si el coronavirus que se propaga rápidamente por el mundo seguirá la temporada de gripe y remitirá o no con la llegada de la primavera es una incertidumbre poco satisfactoria. Muchos científicos afirman que es demasiado pronto para saber cómo se comportará el nuevo virus ante un tiempo más cálido.

La familia de los coronavirus incluye decenas de virus, pero solo siete afectan a los humanos. Cuatro provocan resfriados leves en los humanos, mientras que otros son más nuevos, letales y se considera que se transmiten desde animales, como los murciélagos y los camellos. Las autoridades sanitarias han llamado al nuevo virus SARS-CoV-2 y a la enfermedad que provoca COVID-19.

La posibilidad de que el verano pueda prevenir una pandemia resulta tentadora. A principios de este mes, el presidente estadounidense Donald Trump tuiteó sobre los esfuerzos de China para contener el virus, diciendo que darían sus frutos, «sobre todo cuando empiece a hacer más calor».

Los virus que provocan la gripe o resfriados más leves por coronavirus tienden a amainar en meses más cálidos porque estos tipos de virus poseen lo que los científicos denominan «estacionalidad», así que los comentarios del presidente estadounidense tienen cierta base científica. Con todo, es un misterio si el SARS-CoV-2 se comportará del mismo modo. Quienes actualmente estudian la enfermedad sostienen que su investigación se encuentra en una fase demasiado preliminar como para predecir la respuesta del virus al cambio de tiempo.

«Espero que muestre estacionalidad, pero es difícil saberlo», afirma Stuart Weston, investigador de la Universidad de Maryland, donde se está estudiando el virus.

A 6 de marzo de 2020, se habían confirmado más de 98 000 casos de coronavirus en 34 países diferentes y los expertos afirman que es probable que la enfermedad siga propagándose.

En general, ¿qué sabemos sobre los virus?

Al nivel más básico, puedes pensar en la gripe y los coronavirus como si fuera un conjunto de proteínas y lípidos. Pasan de una persona a otra mediante el contacto físico, pero también pueden existir en superficies sólidas o en las gotitas respiratorias que expulsa una persona enferma al toser.

Cuando está fuera del cuerpo humano, las fuerzas externas deterioran el virus. El alcohol del desinfectante para manos, por ejemplo, desintegra estas proteínas y lípidos. Esto hace que el virus sea menos estable y que tenga menos probabilidades de provocar una infección.

La investigación sobre por qué algunos virus son estacionales se ha centrado en gran medida en los que causan la gripe, una enfermedad vinculada a los meses invernales. En general, la «temporada de gripe» se prolonga de octubre a marzo o abril. Los científicos tienen una serie de teorías sobre por qué ocurre esto.

Algunos sugieren que se debe al confinamiento en lugares cerrados para escapar del frío, donde es más probable que se produzca la transmisión entre humanos. Para comprender por qué las latitudes septentrionales registran un repunte de los casos de gripe durante el invierno, los investigadores han analizado cómo se propaga el virus con diferentes niveles de humedad y temperatura.

Una investigación relativamente reciente sugiere que el aire seco y frío también podría ayudar a que los virus permanezcan intactos en el aire o que viajen más distancia.

Uno de los primeros estudios que pone a prueba los efectos de las condiciones ambientales en la transmisión viral se publicó en 2007 y analizó cómo se extendía la gripe en cobayas infectadas en un laboratorio. Las temperaturas altas y la humedad elevada ralentizaban la propagación de la gripe; con niveles de humedad muy elevados, el virus dejaba de extenderse por completo. El aire cálido retiene más humedad, lo que impide que los virus aerotransportados viajen tan lejos como lo harían en aire seco. En condiciones húmedas, las gotitas líquidas de una tos o un estornudo recogen más humedad cuando se expulsan. Finalmente, al ser demasiado pesadas para mantenerse en el aire, se caen al suelo.

Los estudios fuera de laboratorios muestran resultados similares, aunque algunas regiones tropicales documentan más casos de gripe durante la estación lluviosa, cuando la gente también se confina en sus casas.

Se ha planteado la hipótesis de que la baja humedad, que suele darse en invierno, podría afectar al funcionamiento de las mucosidades nasales que usa el cuerpo para atrapar y expulsar cuerpos extraños, como virus o bacterias. El aire frío y seco puede secar el moco y hacer que pierda eficacia a la hora de atrapar un virus.

Ian Lipkin, director del Centro de Infección e Inmunidad de la Universidad de Columbia, ha estudiado el nuevo coronavirus. Sostiene que la luz solar, que es menos abundante en invierno, también puede contribuir al deterioro de los virus que se han transmitido a las superficies.

«La luz UV descompone el ácido nucleico. Casi esteriliza [las superficies]. Si estás en el exterior, en general está más limpio que el interior, simplemente por esa luz UV», afirma.

De hecho, la luz UV tiene tanta eficacia a la hora de matar bacterias y virus que suele usarse para esterilizar el equipo hospitalario.

¿Qué nos dice esto sobre el nuevo coronavirus?

Aunque el coronavirus y la gripe son infecciones respiratorias, la información sobre el SARS-CoV-2 es insuficiente para predecir si presentará los mismos patrones estacionales.

Para comprender este brote, los científicos están analizando brotes comparables como los de SARS y el MERS. El SARS, que empezó a extenderse a finales de 2002, comparte casi el 90 del ADN con el virus actual. El brote de SARS comenzó en noviembre y se prolongó hasta julio, lo que, según Weston,  solo insinúa una estacionalidad y es posible que la contención se debiera a la intervención temprana. En otras palabras, ¿desapareció con la llegada del calor o simplemente dieron sus frutos los tratamientos y la prevención?

El MERS comenzó en septiembre de 2012 en Arabia Saudí, que suele registrar temperaturas altas. A diferencia del SARS, nunca se contuvo del todo y de vez en cuando se registran casos nuevos. El nuevo coronavirus también ha empezado a circular a nivel local por Oriente Medio, sobre todo en Irán y en los Emiratos Árabes Unidos.

«No observamos muchas pruebas de estacionalidad en el MERS», afirma Weston.

Se desconoce si el SARS y el MERS son verdaderamente estacionales o si este virus imitará al SARS. Weston afirma que su laboratorio se centra en el desarrollo de tratamientos y vacunas para el virus que, según advierte, probablemente no estarán disponibles durante al menos un año, si no varios.

¿Qué pasará ahora?

Marc Lipsitch, epidemiólogo de Harvard, no cree que los cambios meteorológicos vayan a hacer mella en la propagación del virus. El COVID-19 ya se ha documentado por todo el mundo. Si se parece a un virus de la gripe típico, podría empeorar en regiones del hemisferio sur con el cambio de las estaciones.

David Heymann, de la Facultad de Higiene y Medicina Tropical de Londres, afirma que no se sabe lo suficiente sobre este nuevo virus como para predecir cómo cambiará con condiciones meteorológicas distintas.

«El riesgo de hacer predicciones sin basarse en pruebas es que, de ser erróneas, podrían entenderse como ciertas y dar una falsa sensación de seguridad», afirma Heymann por email. «Actualmente, el énfasis debería seguir poniéndose en la contención y la eliminación donde sea posible».

Según los Centros para el Control de Enfermedades estadounidenses (CDC), las personas son más contagiosas cuando muestran síntomas. Sin embargo, algunos expertos sospechan que las cifras oficiales podrían subestimar la cantidad de personas infectadas, ya que no todos los infectados desarrollan una enfermedad grave.

«Solo observamos los casos más graves», afirma Weston. «Quizá haya algunas infecciones que no se hayan detectado».

Muchos expertos sostienen que es probable que el SARS-CoV-2 se vuelva endémico, sumándose a los otros cuatro coronavirus existentes que provocan resfriados leves o convirtiéndose en un riesgo sanitario estacional, como la gripe.

Para prevenir contraer una enfermedad por un virus, la Organización Mundial de la Salud recomienda lavarse las manos con frecuencia, evitar el contacto con personas que muestren síntomas como tos o estornudos y buscar atención médica si se está enfermo.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com el 25 de febrero de 2020. Se ha actualizado para incluir las estadísticas más recientes.
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