El hallazgo de un esqueleto juvenil de Homo naledi revela cómo crecía este pariente humano

Los huesos fosilizados hallados en un conjunto de cuevas de Sudáfrica representan el primer esqueleto parcial reconstruido de un Homo naledi juvenil.

Por Michael Greshko
Publicado 2 abr 2020, 14:39 CEST
Hueso de la mandíbula inferior

Un hueso de la mandíbula inferior derecha forma parte de un raro esqueleto juvenil del homínido Homo naledi.

Fotografía de Marina Elliott e Instituto de Estudios Evolutivos, Universidad del Witwatersrand

Hace más de 200 000 años en la actual Sudáfrica, un niño de casi un metro de alto falleció antes de alcanzar la adultez. El cadáver de este joven pariente humano acabó en una cueva oscura y profunda junto a los restos de otros 14 individuos de su especie.

Los restos pasaron desapercibidos hasta 2013, cuando unos espeleólogos que exploraban el conjunto de cuevas Rising Star, en Sudáfrica, se toparon con cientos de fragmentos de huesos y dientes de un nuevo pariente de los humanos modernos conocido como Homo naledi. Ahora, los investigadores que examinaron los fósiles de la cueva han montado el esqueleto parcial del niño, el primer esqueleto de un H. naledi juvenil reconstruido hasta la fecha.

Se calcula que el individuo excavado en la cámara Dinaledi del conjunto de cuevas —llamado DH7 o Dinaledi Hominin 7— murió entre los ocho y los 15 años. Los huesos, desvelados en la revista PLOS ONE, son una mandíbula inferior derecha y 16 fragmentos del resto del cuerpo. Es muy inusual descubrir esqueletos tan completos de homínidos jóvenes que no pertenezcan a humanos modernos o a neandertales, ya que es menos probable que se fosilicen huesos más pequeños y menos firmes.

El esqueleto podría ayudar a los investigadores a averiguar cómo crecía el H. naledi y si maduraba más como los humanos modernos o más como nuestros ancestros anteriores.

«Lo más emocionante de esto es que pudimos establecer asociaciones probadas con un solo individuo. Podemos comparar el desarrollo dental con el desarrollo corporal e intentar deducir la forma en que se desarrollaba el Homo naledi», afirma Lee Berger, coautor del estudio, paleoantropólogo de la Universidad del Witswatersrand de Sudáfrica y explorador de National Geographic.

Katerina Harvati-Papatheodorou, paleoantropóloga de la Universidad de Tubinga que no participó en el estudio, explica por email por qué es tan importante hallar juveniles: «Como los fósiles de homínidos no siguen necesariamente los mismos patrones de crecimiento que los humanos modernos, dicha información también puede desvelarnos cuán similar o diferente era su crecimiento comparado con el de otras especies extintas o la nuestra».

Una cueva llena de Homo naledi

La mayoría de los fósiles de humanos primitivos son huesos individuales dispersos, no conjuntos que pertenezcan al mismo individuo. Los investigadores han descubierto pocos esqueletos juveniles de los homínidos Australopithecus afarensisAustralopithecus sedibaHomo erectus.

Sin embargo, el nuevo esqueleto de Homo naledi llama la atención. Las otras especies de homínidos primitivos vivieron hace más de un millón de años, mientras que el H. naledi está mucho más cercano temporalmente a nuestra especie. El DH7 y otros fósiles hallados con el esqueleto se depositaron hace entre 226 000 y 335 000 años, cuando aparecieron indicios de humanos modernos en África. Aunque es posible que estas dos especies coexistieran, el H. naledi presentaba varios rasgos físicos —como las caderas y los hombros—más cercanos a los de los homínidos antiguos.

El hallazgo es el último descubrimiento de la cámara Dinaledi, que la Rising Star Expedition de Berger ha excavado con el apoyo de la National Geographic Society desde 2013. Llegar hasta la cámara no es tarea fácil. Los miembros del equipo tienen que pasar el equipo y a sí mismos por unos pasadizos de menos de 20 centímetros de ancho.

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    Soportar un espacio tan reducido dio sus frutos. Cuando Marina Elliott, coautora del estudio, dirigía las excavaciones en la cámara en 2013 y 2014, sus colegas y ella descubrieron un depósito de huesos. El equipo halló 1550 huesos y dientes repartidos por la superficie de la cueva que pertenecían a al menos 15 individuos de Homo naledi y que oscilaban de bebés a adultos. Hasta la fecha, se han descubierto más de 1800 fósiles en la cámara.

    Elliott documentó minuciosamente el lugar donde encontraron cada fragmento de hueso, de forma que cuando sacaran los restos de la cueva el equipo pudiera averiguar qué huesos pertenecían a cada individuo, un reto similar a resolver 15 puzles diferentes cuando faltan algunas piezas y el resto están juntas en un montón.

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    Tras analizar la madurez y la ubicación de los huesos dentro de la cueva, los investigadores empezaron a ensamblar a DH7 y enseguida se percataron de que el fósil era especial. Algunos de los huesos de DH7 estaban articulados tal y como lo habrían estado en vida, una señal de que habían sido enterrados rodeados de su tejido blando original. Los restos estaban tan bien protegidos que la tibia izquierda de DHT aún conservaba ambos extremos, un hallazgo muy poco común.

    En homínidos jóvenes, entre ellos los humanos modernos, las terminaciones nudosas de las extremidades (epífisis) no se fusionan debidamente con la porción central de los huesos (diáfisis) hasta que el individuo ha terminado de crecer. Por consiguiente, los extremos de los huesos de las extremidades fosilizadas del juvenil suelen estar dispersos o ausentes.

    «Se trata de un hallazgo increíble. Muchas veces, estas cosas no están dentro de un sistema de cuevas ni están protegidas del resto de los elementos, como el viento, la lluvia o las pisadas de la fauna africana», afirma Debra Bolter, autora principal del estudio y paleoantropóloga del Modesto Junior College en Modesto, California.

    La juventud de los homínidos

    ¿Cuántos años tenía DH7? Por ahora, los investigadores no están seguros. Si el H. naledi maduraba tan rápidamente como los homínidos anteriores, como el H. erectus o el A. sediba, entonces DH7 habría fallecido entre los ocho y los 11 años. Si el H. naledi maduraba más lentamente, como los humanos modernos y los neandertales, DH7 habría fallecido entre los 11 y los 15 años.

    Los investigadores aún no cuentan con la información suficiente para establecer una distinción entre ambas posibilidades. La anatomía del H. naledi es un mosaico de rasgos que se parecen tanto a los homínidos primitivos como a los más recientes. Los huesos curvados de las manos se parecen mucho a los de especies más antiguas que se desarrollan más deprisa, pero otras características —como los pies y los tobillos— se parecen mucho a las de los humanos modernos, que crecen más despacio.

    Es más, partes diferentes del cuerpo del H. naledi podrían madurar a ritmos diferentes. Un estudio publicado en Science en 2017 demostró que los niños neandertales maduraban casi del mismo modo que los humanos modernos, pero sus columnas vertebrales crecían siguiendo un patrón distinto. «Fue una sorpresa, ¡no lo sabíamos! En el caso [del H. naledi], no lo sabemos y ese sería un segundo paso de la investigación», afirma Antonio Rosas González, autor principal del estudio de 2017 y paleoantropólogo del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid que no participó en el nuevo trabajo.

    El revoltijo anatómico del H. naledi se vuelve aún más desconcertante al ponderar su cerebro. Pese a los muchos rasgos humanos del H. naledi, el tamaño de su cerebro era solo dos quintos del nuestro, lo que concuerda con los ancestros de los humanos más antiguos y primitivos.

    Homo naledi

    En la cámara Dinaledi se han descubierto más de 1800 fragmentos de huesos y dientes del Homo naledi, que han proporcionado una información sin precedentes sobre la anatomía de un antiguo pariente humano.

    Fotografía de Robert Clark, Nat Geo Image Collection

    «Mi primera reacción fue que, como el H. naledi se caracteriza por un tamaño cerebral mucho más pequeño que el del Homo sapiens, que es más cercano al H. erectus o al A. sediba, así como por un tamaño corporal relativamente pequeño, sus patrones de maduración también se parecerían más a los de esas especies pese a las similitudes con el H. sapiens», afirma Harvati-Papatheodorou.

    Sin embargo, la organización cerebral del H. naledi parece haber sido más compleja que la de los homínidos previos y presenta un mayor desarrollo en áreas que podrían estar vinculadas a la fabricación de herramientas. En la cámara Dinaledi también se han hallado otras señales de la inteligencia del H. naledi. El equipo de Berger ha interpretado los fósiles como un indicio de que el H. naledi podría haber enterrado a sus muertos de forma deliberada, idea que dio lugar a un acalorado debate cuando el equipo desveló al H. naledi en 2015.

    Normalmente, los cerebros pequeños se corresponden con desarrollos más rápidos. Pero con sus rasgos humanos y un cerebro complejo, es posible que el H. naledi fuera la excepción a dicha tendencia. «Empiezas a ver que quizá el H. naledi rompiera las reglas», afirma Berger.

    Para poder medir el ritmo de desarrollo del H. naledi habrá que averiguar cuántos años tenía DH7 cuando murió. Por suerte, el equipo de investigación tiene el material que necesitan para averiguar la edad exacta de DH7: sus dientes.

    Conforme se desarrollan, los dientes acumulan esmalte día tras día y dejan en la estructura líneas tenues que se parecen a los anillos de los árboles. Si cuentan estas líneas en algunos de los molares de DH7, los investigadores podrían determinar su edad, pero hacerlo tiene sus costes. O los investigadores cortan y destruyen parte de los dientes de DH7 o someten los dientes a unos potentes rayos X capaces de destruir cualquier proteína preservada que podría revelar la relación del H. naledi con otros homínidos, nosotros incluidos.

    «Tenemos que ser minuciosos para que lo que hagamos con una pieza no eche a perder un intento de obtener otro tipo de datos», afirma Bolter.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.
    Lee Berger

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