¿Por qué se dan casos asintomáticos de COVID-19?
A las autoridades sanitarias les preocupa que algunas personas que dan positivo en coronavirus no tengan síntomas. ¿Podría depender de la genética? ¿O de la edad? ¿O tiene motivos distintos?
Los estudiantes de medicina atienden a personas indigentes en un parque de Praga durante la pandemia de COVID-19.
Entre los datos que conocemos sobre la COVID-19 hay una realidad inquietante: cuesta identificar quiénes propagan la enfermedad exactamente.
Hasta la mitad de los contagiadores silenciosos pueden «encontrarse bien» un sábado noche, pero el lunes, cuando empiezan la tos, la fiebre y la fatiga reveladoras, es posible que hayan infectado a mucha gente. Por su parte, un grupo que posiblemente sea mucho más esquivo –el de personas infectadas de coronavirus, pero que no llegan a encontrarse mal— representa hasta el 40 por ciento de las infecciones en Estados Unidos, según estimaciones de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades.
Lo que desconcierta a muchos es por qué estos dos grupos —transmisores presintomáticos y casos asintomáticos— aparecen con tanta frecuencia. Otros virus, como la gripe y los resfriados, también se propagan de forma sigilosa, pero la esquivez extrema de la COVID-19 dificulta mucho su control.
Una parte del problema es que no se sabe mucho sobre cómo se manifiesta la enfermedad. Sabemos que las personas mayores, con obesidad o con otras enfermedades como el asma o la diabetes son más propensas a padecer casos más graves de COVID-19. En cambio, es más difícil entender a las personas que se contagian, pero se libran de la peor parte de la enfermedad.
Los investigadores están intentando comprender la biología de estos casos furtivos y desarrollar modelos que puedan predecir cómo podrían propagar la COVID-19. Las evidencias emergentes sugieren que una mezcla de genética, edad e individualidad de los sistemas inmunitarios de las personas podría influir en quién sufre un caso leve o apenas perceptible.
Contagio difícil de medir
El mayor reto a la hora de estudiar la transmisión sin síntomas es averiguar con qué frecuencia se da. Si no te encuentras mal, no te hacen la prueba, ¿verdad?
E incluso en lugares que han llevado a cabo test generalizados, como China e Islandia, ha costado obtener datos fiables. Un motivo es que los estudios de investigación no siguen a los pacientes durante un periodo significativo después de la prueba para comprobar si han desarrollado síntomas más adelante. Un nuevo estudio en Nature estimaba que el 87 por ciento de las infecciones en Wuhan, China, en los primeros días de la pandemia no se detectaron porque las autoridades sanitarias no estaban al tanto de la propagación presintomática.
En lo que respecta a las personas que nunca llegan a encontrarse mal, no está claro cuán contagiosas son porque los investigadores han tenido dificultades a la hora de documentar su transmisión. Los CDC estiman que la contagiosidad de los casos asintomáticos respecto a los sintomáticos es de un 75 por ciento, pero la agencia advierte que este supuesto se basa en un entendimiento confuso de la denominada «excreción de virus», en la que una persona libera el virus contagioso a la atmósfera de manera inconsciente.
Quizá las personas asintomáticas no porten la misma cantidad del virus o puede que sus sistemas inmunitarios se comporten como los de los murciélagos. «Los murciélagos tienen estos virus, pero no enferman. Parece que tienen una respuesta inmunitaria que les permite deshacerse del virus», explica Stanley Perlman, profesor de microbiología e inmunología en la Universidad de Iowa en Iowa City.
Estas teorías podrían arrojar luz sobre una nueva investigación china que demuestra que las personas asintomáticas tienen una respuesta inmunitaria más débil en general y producen menos anticuerpos, una de las armas del sistema inmunitario.
Biología desconcertante
También se está intentando averiguar quién es más propenso a padecer un caso asintomático de COVID-19. La mayoría de las personas jóvenes se han librado de las peores consecuencias de este virus, según un análisis de casi 17,3 millones de historias clínicas británicas que vinculaba el riesgo de morir por el virus a la vejez.
En lo que respecta a la gravedad, «el factor predisponente más importante es la edad», afirma Paul Sax, director clínico de la División de Enfermedades Infecciosas del Brigham and Women's Hospital de Boston y profesor de medicina en Harvard. Con todo, el motivo es más complejo que el hecho de que, en general, los jóvenes gozan de mejor salud. Una teoría propone que las personas más vulnerables tienen más receptores ECA2 (enzima convertidora de la angiotensina I de tipo 2), la puerta de entrada del coronavirus a nivel celular. Los adultos mayores tienen más ECA2 en el cuerpo y en la nariz que los jóvenes y las personas con obesidad también tienen más de estos receptores.
“Informes preliminares de Italia y España sostenían que algunos grupos sanguíneos aumentan el riesgo de hospitalización, pero estudios más amplios publicados este mes refutan esta idea.”
Otra teoría que está cobrando fuerza es que la gente joven tiene más infecciones virales respiratorias en general, así que cuando contrae la COVID-19, esta es menos peligrosa. «Su exposición a varios coronavirus les otorga cierta protección parcial contra la COVID-19», afirma Sax. Un manuscrito sometido a revisión externa por especialistas, pero que aún no se ha editado y que se publicó la semana pasada en Nature propone que las personas que se han recuperado de determinados tipos de coronavirus podrían tener «linfocitos T de memoria» que mantienen la COVID-19 a raya o que aumentan su propensión a padecer un caso leve.
Otra investigación sugiere que las personas asintomáticas podrían ser más afortunadas genéticamente. Algunas personas tienen variantes de los genes de ECA2 que las vuelven más susceptibles a contagiarse con las proteínas S de la COVID-19 o más propensas a la inflamación, que afecta a los pulmones, o a la estenosis de los vasos sanguíneos que empeora la enfermedad. Informes preliminares de Italia y España sostenían que algunos grupos sanguíneos incrementan el riesgo de hospitalización, pero estudios más amplios publicados este mes refutan esta idea.
Casos leves
Aunque las personas contagiadas de otras enfermedades conocidas también pueden transmitirlas de forma asintomática, esto tiende a pasarse por alto porque los estudios suelen centrarse en las personas enfermas de gravedad.
Un estudio comunitario de 2019 intentó documentar esta transmisión silenciosa. El proyecto hizo pruebas de 18 virus respiratorios distintos a 214 personas cada semana en varios lugares de Nueva York. Entre ellos figuraban la gripe y varios microbios causantes de resfriados, como algunos coronavirus. A lo largo de un año y medio, los investigadores determinaron que hasta un 55 por ciento de los casos positivos no presentaban síntomas y las tasas de infección asintomática superaban el 70 por ciento en la mayoría de los virus.
Con todo, los investigadores, sobre todo los que estudian la gripe, no han alcanzado un consenso sobre cómo de contagiosos son estos casos silenciosos.
“Si hay menos casos verdaderamente asintomáticos de los que creemos, esto podría afectar mucho a nuestras proyecciones y políticas de reapertura.”
«Se ha debatido desde hace años», explica Ben Cowling, profesor y director de la división de epidemiología y bioestadística de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Hong Kong. «Con la gripe, el periodo de incubación es de uno o dos días. La transmisión se produce rápido y la mayoría de los casos son leves. Si una persona tiene la gripe e intenta rastrear dónde se infectó, es muy difícil».
Pese a los desafíos de rastrear la transmisión de la COVID-19, Cowling dice que el periodo de incubación de 14 días del coronavirus ha proporcionado a las autoridades sanitarias más tiempo para atar cabos y detectar casos asintomáticos. Con todo, lo sorprendente es que algunas personas, cuando les dicen que se han contagiado, concluyen que no eran totalmente asintomáticas.
«Cuando les preguntan acerca de sus síntomas, se dan cuenta de que se sentían indispuestas», explica Cowling. «Hay una zona gris en la que puedes sentir algo leve, como un picor en la garganta o un dolor de cabeza, pero no sabes si es un síntoma de una infección o algo que ha ocurrido porque no has dormido bien».
Esta confusión respecto a los síntomas clásicos de la COVID-19 no es sorprendente si tenemos en cuenta que la lista crece constantemente. Ahora incluye la pérdida del sentido del gusto o del olfato, un sarpullido púrpura en los dedos de los pies e incluso problemas gastrointestinales como náuseas o diarrea. Un estudio reciente publicado en Nature Medicine demostró que las personas sin síntomas aparentes podían sufrir daños pulmonares.
En otras palabras, lo que pensaban los investigadores era que los casos verdaderamente asintomáticos podrían ser en realidad paucisintomáticos, es decir, que tienen menos síntomas y son tan leves que nunca sospechan que están contagiados. «Son síntomas con los que te encuentras mal, pero no los atribuyes a la COVID-19», explica Lauren Ancel Meyers, profesora de biología integrativa en la Universidad de Texas, Austin, que estudia la modelización de enfermedades.
Comprender mejor esta zona gris será fundamental para contener la propagación del virus.
«Sería valioso comprender qué síntomas leves son comunes para poder identificar y aislar más rápido a esas personas», dice Meyers. «Si hay menos casos verdaderamente asintomáticos de los que creemos, esto podría afectar mucho a nuestras proyecciones y políticas de reapertura».
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.