California bate un récord de temperatura: más de 54 grados

Se prevé que el mundo siga calentándose a medida que las temperaturas batan nuevos récords. Pero ¿hasta qué punto?

Por Madeleine Stone
Publicado 21 ago 2020, 11:52 CEST
Eddie Lopez y su hijo, Eddie Jr

Eddie Lopez y su hijo, Eddie Jr., juegan cerca de una tubería de desagüe en el río San Gabriel, California, durante la reciente ola de calor.

Fotografía de Robert Gauthier, Los Angeles Times/Getty Images

Esta semana, en plena ola de calor en el oeste de Estados Unidos, las temperaturas del Valle de la Muerte de California ascendieron a 54,4 grados Celsius. Se trata de la temperatura más alta medida en la Tierra desde 1931 y del tercer día más caluroso que se ha registrado en nuestro planeta.

Con todo, la Tierra ha vivido días más calurosos en el pasado y volverá a vivirlos en el futuro. Durante los denominados periodos de invernadero, cuando la atmósfera estaba sobrecargada de gases de efecto invernadero, el planeta era mucho más cálido que en la actualidad y, por consiguiente, las peores olas de calor eran dantescas. Y aunque las emisiones de carbono humanas todavía no han empujado la Tierra hacia un nuevo estado de invernadero, el cambio climático hace que las olas de calor sean más frecuentes y graves, lo que significa que es improbable que las temperaturas extremas del Valle de la Muerte no lo sean durante mucho tiempo. La Tierra no será tan abrasadora e inhabitable como Venus en el futuro próximo —allí las temperaturas son tan altas que puede fundirse plomo—, pero los científicos advierten que, conforme avanza el siglo, veremos más a menudo un calor que desafíará los límites de la tolerancia humana.

Y en un futuro muy muy lejano, la Tierra sí podría acabar pareciéndose a Venus.

Un pasado abrasador

Quizá no te lo parezca si vives en California o Japón, pero actualmente la Tierra se encuentra en lo que los geólogos consideran un periodo lo bastante frío para sustentar un ciclo de glaciaciones, en el que los grandes mantos de hielo continentales crecen y menguan cerca de los polos. (Ahora mismo, el del hemisferio norte ha retrocedido a Groenlandia.) Para hacernos una idea de cómo podría ser un mundo mucho más caluroso, tendríamos que retroceder al menos 50 millones de años, casi hasta el Eoceno.

«Ese fue el último clima realmente cálido que ha vivido la Tierra», afirma Jessica Tierney, paleoclimatóloga de la Universidad de Arizona.

En la actualidad, la temperatura media de la Tierra ronda los 14,5 grados Celsius. A principios del Eoceno, se acercaba más a los 21 grados y el mundo era un lugar diferente. Los polos carecían de hielo; los océanos tropicales registraban temperaturas de 35 grados. En el Ártico había palmeras y cocodrilos. Millones de años antes, en el máximo térmico del Paleoceno-Eoceno (MTPE), hacía más calor.

Los periodos de invernadero más extremos acechan en los rincones más profundos del tiempo geológico. Durante el máximo térmico del Cretácico, hace 92 millones de años, las temperaturas mundiales en superficie ascendieron a unos 29 grados Celsius y el calor perduró millones de años, lo que permitió que crecieran pluviselvas templadas cerca del Polo Sur. Hace unos 250 millones de años, el límite entre el Pérmico y el Triásico se caracterizó por un calentamiento global extremo en el que la temperatura media de la Tierra flirteó con los 32 grados Celsius durante millones de años, según una reconstrucción preliminar del Instituto Smithsonian.

En aquel intervalo infernal, la Tierra experimentó la peor extinción de su historia. Los océanos tropicales eran como un jacuzzi. Carecemos de datos meteorológicos diarios del Pérmico (o de cualquier otro capítulo antiguo de la historia de la Tierra), pero es probable que la ola de calor de esta semana en el Valle de la Muerte hubiera sido un día normal en el interior vasto y seco del continente Pangea.

«Cuanto más cálidas son estas condiciones medias, más a menudo se observan fenómenos de calentamiento extremo», afirma Tierney. En los días más cálidos de las épocas más cálidas, «lugares como el desierto habrían sido increíblemente calurosos».

El calentamiento futuro

Todos los periodos de invernadero recientes de la Tierra parecen tener algo en común: les precedió un pulso enorme de gases de efecto invernadero en la atmósfera, ya fuera por erupciones volcánicas que expulsaban dióxido de carbono o el metano que salía de debajo del lecho marino. Hoy, los humanos estamos llevando a cabo un experimento planetario similar quemando reservas gigantescas de combustibles fósiles, aumentando los niveles de dióxido de carbono atmosférico a un ritmo que no se registraba desde la extinción de los dinosaurios hace 65 millones de años y quizá desde mucho antes.

«Normalmente, cuando se observa un cambio rápido en el clima [del pasado], se debe a mecanismos similares a lo que hacemos hoy», afirma Kristin Bergmann, científica del MIT. «Hay un cambio relativamente rápido en los gases de efecto invernadero que calientan nuestro planeta».

Al igual que en el pasado, las temperaturas medias mundiales están volviendo a aumentar rápidamente. Y también aumentan los días extremadamente calurosos; un estudio tras otro concluye que los últimos récords de temperatura habrían sido casi imposibles sin nuestra influencia.

Los expertos indican que es difícil pronosticar hasta qué punto se calentará el planeta si seguimos emitiendo carbono a la atmósfera a este ritmo. Como escribió en un email Michael Wehner, investigador de meteorología extrema del Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley: «El aumento de las temperaturas de las futuras olas de calor depende mucho de hasta qué momento del futuro emitamos y de la cantidad de dióxido de carbono que emitamos».

Pero una investigación reciente de Wehner y sus colegas ofrece una perspectiva sobre las olas de calor del mañana si no frenamos las emisiones de carbono: para finales de siglo, las olas de calor de California podrían alcanzar temperaturas máximas entre 5,5 y 8 grados Celsius superiores a las actuales.

«Yo preveo que un fenómeno de la misma rareza que los 54,4 grados Celsius de hoy será de unos 60 grados Celsius en un futuro con emisiones elevadas», afirma Wehner.

¿Correremos el mismo destino que Venus?

Si eres nihilista, quizá digas que esto no es nada comparado con lo que probablemente ocurrirá en la Tierra en el futuro lejano. Los científicos planetarios han predicho que, a medida que el Sol envejezca y su brillo aumente, la superficie de la Tierra acabará calentándose hasta tal punto que los océanos empezarán a hervir a fuego lento como el agua sobre un fogón. El vapor de agua, un potente gas de efecto invernadero, se introducirá en la atmósfera y provocará un efecto invernadero desbocado que, en mil millones de años, podría transformar nuestro mundo en algo muy parecido al vecino Venus. Allí, bajo una atmósfera densa, tóxica y sulfurosa, las temperaturas superficiales se acercarán a los 475 grados.

«Se ha supuesto que, según aumente el brillo del Sol, ocurrirá lo mismo en la Tierra», afirma Paul Byrne, científico planetario de la Universidad del Estado de Carolina del Norte, que añade que nuestro vecino planetario podría haber albergado un clima agradable y océanos hace miles de millones de años.

Venus podría no haberse arruinado por culpa del Sol. Un reciente trabajo de modelización sugiere que el culpable podría haber sido una serie de paroxismos volcánicos que «liberaron grandes cantidades de CO2 a la atmósfera», explica Byrne. Pero fuera cual fuera el escenario —muerte planetaria por el calor del Sol o por los volcanes—, todo apunta a que los fenómenos que no controlamos podrían hacer que el clima terrestre caiga en picado hacia un calor extremo.

«No sé si serán o no temperaturas de exactamente 475 grados Celsius», afirma Byrne, refiriéndose a la temperatura de la superficie de Venus. Pero si la Tierra sufre una transición como la de Venus, «estará muy muy caliente».

Aunque nuestra canica azul se libre del futuro de Venus, no hay forma de evitar que nuestra estrella nos fulmine dentro de 5000 millones de años, cuando el Sol se convertirá en una gigante roja, se expandirá y engullirá a la Tierra en sus llamaradas.

«La idea imperante es que el Sol se tragará la Tierra», afirma Byrne.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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