¿Cuáles son las medidas de seguridad para ir al dentista durante la pandemia?
Con nuevos protocolos de seguridad, los dentistas instan a los pacientes a volver a sus tratamientos habituales. Esto es lo que debes saber antes de tu próxima cita.
Con las precauciones adecuadas, los dentistas sostienen que el riesgo de que los pacientes contraigan la COVID-19 durante sus visitas es mínimo y retrasar los tratamientos habituales puede provocar problemas de salud.
Mi lengua fue la primera en detectar el problema cuando tocó el borde afilado de uno de mis dientes: a mi molar derecho le faltaba un trozo considerable. No estoy segura de cómo ocurrió, pero significaba que, tras meses evitando cualquier tipo de cercanía física con otras personas, tenía que sentarme en la silla del dentista.
Con los estragos de la pandemia en Estados Unidos, la consulta a la que asistí en Alexandria, Virginia, era muy diferente de la que había visitado hacía meses. En la mesa de recepción había dos vasos con bolígrafos, uno para los «limpios» y otro para los usados. Una mampara de plexiglás me separaba del resto de la consulta y todo el mundo —yo incluida— llevaba mascarilla.
El dentista es un entorno especialmente peligroso para propagar el SARS-CoV-2, ya que los profesionales trabajan cara a cara con pacientes que tienen la boca abierta durante periodos prolongados. «Por desgracia, trabajamos en una zona peligrosa», afirma Mark Wolff, decano de la Facultad de Medicina Dental de la Universidad de Pensilvania.
Con todo, con las precauciones adecuadas, los dentistas sostienen que apenas hay riesgo de que los pacientes contraigan la COVID-19 durante sus visitas y que retrasar los tratamientos dentales habituales supone un peligro para la salud que puede causar problemas fuera de la boca; las enfermedades gingivales se vinculan a otras afecciones crónicas, como las cardiopatías. A continuación, te explicamos cuáles son las medidas de seguridad para volver al dentista durante la pandemia.
¿Qué riesgos entraña ir al dentista?
El SARS-CoV-2 se propaga a través de las partículas que emiten las personas cuando respiran y hablan, entre otras cosas. Las personas pueden inhalar esas gotitas o tocar superficies contaminadas y a continuación frotarse los ojos, la nariz o la boca. Las herramientas habituales de un dentista, como los tornos y los limpiadores ultrasónicos, también pueden generar partículas diminutas conocidas como aerosoles que podrían albergar coronavirus infeccioso y pueden permanecer en el aire de minutos a horas.
En marzo de 2020, cuando escaseaba la información sobre el SARS-CoV-2, la Asociación Dental Estadounidense (ADA, por sus siglas en inglés) pidió a los odontólogos que retrasaran los tratamientos que no fueran urgentes para limitar la posible propagación viral. Esta medida también contribuyó a preservar el equipo de protección individual para los trabajadores hospitalarios de primera línea cuando escaseaba. La ADA, en estrecha colaboración con los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, reunió un equipo de expertos para estudiar cómo reabrir con medidas de seguridad y, para mayo, la odontología habitual había vuelto en todo el país con nuevas recomendaciones de seguridad.
«Lo que queremos es que nuestros pacientes estén a salvo», declaró el presidente de la ADA Chad Gehani. «Esa es nuestra prioridad: lo que sea mejor para el público».
¿Debería ir al dentista si no es una emergencia?
En general, sí, con algunas salvedades.
Gehani explica que retrasar los tratamientos dentales entraña riesgos considerables para la salud a largo plazo. Las afecciones que no son graves, como un empaste roto, pueden empeorar mucho si se ignoran, pero hasta las limpiezas son fundamentales. Por ejemplo, existe un «vínculo claro» entre la salud gingival y la diabetes, así como una relación con las cardiopatías, indica. Las limpiezas dentales pueden estabilizar el estado de las encías.
El periodo prolongado sin salir de casa también se ha traducido en un giro a peor en las dietas, con un mayor consumo de alimentos que provocan caries dentales, como dulces y bebidas carbonatadas. Jessica Hill, la dentista que hace poco me reparó el diente astillado, no lo ha pasado por alto. «Sí que vemos la diferencia», dice riéndose entre dientes. «Las bocas de la gente están más sucias y se tarda más en limpiarlas. Pero no pasa nada, afrontaremos el reto siempre y cuando podamos abrir nuestras puertas y practicar odontología».
Según Wolff, el mayor riesgo de que los pacientes contraigan el SARS-CoV-2 es durante el trayecto de ida y vuelta a la consulta. Le preocupa que los pacientes —sobre todo los que padecen enfermedades preexistentes— viajen en vagones de metro o autobuses hacinados en lugares donde la transmisión viral es elevada. Recomienda que las personas preocupadas consulten con su dentista antes de acudir. Es probable que no pase nada por retrasar una limpieza unas semanas o un mes con la esperanza de que disminuyan las tasas de contagios del coronavirus, dice Gehani, pero le preocupa que la gente espere seis meses o más.
Hill añade: «Ese es mi mayor miedo. Como no hay un final a la vista, la gente seguirá esperando y, para cuando vuelva al dentista, tendrá muchos más problemas».
¿Cómo es una visita «segura»?
Como las personas pueden transmitir el SARS-CoV-2 aunque no tengan síntomas y no se dispone de pruebas rápidas y baratas, los dentistas han aplicado una serie de medidas de precaución, señala Wolff. Según sugieren la ADA y los CDC, las diferencias en la cita en el dentista deberían empezar antes de llegar a la consulta, con un cuestionario de control previo. Se trata de una verificación general de tu estado de salud que incluye preguntas sobre si has tenido tos o fiebre hace poco o si podrías haber estado en contacto con personas infectadas con COVID-19.
Para limitar los riesgos en la consulta, los dentistas están atendiendo a menos pacientes y piden a la gente que entre sola, lo que reduce la cantidad de interacciones de cada paciente. Poco después de entrar en la consulta, es posible que un enfermero te tome la temperatura. La disposición de la sala de espera también podría ser diferente para permitir el distanciamiento social. Antes, la consulta de Gehani tenía 14 sillas en la sala de espera. Ahora solo tiene cuatro: una en cada esquina. Y todos los que estén en la sala de espera, tanto trabajadores como pacientes, deben llevar mascarilla.
Los cambios deberían resultar obvios nada más entrar en la consulta e indicar que tu dentista se toma en serio las recomendaciones de seguridad.
Puede que los dentistas también lleven más capas de equipo de protección individual, como mascarillas N95. Estas no solo reducen los aerosoles que inhalan durante el procedimiento, sino que también limitan los que pueden exhalar por la boca. Gehani explica que él ya no mantiene su charla habitual durante las visitas para minimizar la cantidad de partículas que emite. Los dentistas también llevan pantallas faciales para impedir que la saliva o las pulverizaciones con un poco de sangre les salpiquen los ojos, una práctica que Hill dice que mantendrá cuando termine la pandemia.
«Después de cada paciente, limpio la pantalla facial, veo lo que tiene encima y pienso: “Madre mía, antes de todo esto eso estaba en mi cara”», cuenta.
¿Cómo han cambiado las intervenciones dentales?
Esta no será la primera vez en que una pandemia cambie la odontología. Gehani explica que muchas medidas, como el uso constante de guantes y mascarillas, comenzaron durante la epidemia de sida de los años ochenta. Ahora, con los miedos por la actual pandemia, «hemos redoblado esfuerzos para asegurarnos de utilizar recomendaciones adecuadas de control de infecciones», afirma.
Algunos dentistas han empezado a utilizar el enjuague preoperatorio, una mezcla de peróxido de hidrógeno diluido o yodo que mata algunos de los microbios que crecen en nuestra boca y en la parte superior de la garganta. El fin es reducir la cantidad potencial de SARS-CoV-2 en los aerosoles generados durante la visita. Actualmente, no hay evidencias científicas que sugieran que esto reduce la transmisión de la COVID-19, «pero no es un mal hábito», dice Gehani.
Algunas consultas también han modificado los instrumentos que utilizan. Wolff dice que su facultad evita los instrumentos ultrasónicos para limpiar los dientes. Estas herramientas vibran a gran velocidad, que es «un método casi ideal para aerosolizar un virus», explica.
Durante algunas intervenciones, los dentistas también pueden utilizar una barrera o dique dental, que es una lámina fina de goma que cubre la mayor parte de la boca del paciente y solo expone los dientes en los que tiene que trabajar. Al bloquear la saliva en la boca, esta barrera puede reducir el riesgo de generar salpicaduras y aerosoles cargados de virus. Pero no son de uso fácil: «Tienes que forcejear para ponérsela al paciente», cuenta Hill. Indica que un ayudante que aspire también puede limitar las salpicaduras durante una intervención.
«Debes saber que también hay varias cosas que no puedes ver que ocurren entre bastidores», añade Hill. Por ejemplo, su consulta alterna la sala que se usa, lo que permite que los aerosoles se asienten antes de que entre otro paciente. Wolff cuenta que algunas consultas también han aumentado su ventilación, lo que impide que haya espacios con aire viciado que puedan albergar el virus.
En su conjunto, estas medidas parecen dar sus frutos, aunque la Organización Mundial de la Salud y la ADA no están de acuerdo en si debería haber visitas no esenciales en zonas con una transmisión elevada de SARS-CoV-2.
«En este momento, hemos estado practicando desde principios de mayo y no ha habido casos de contagio del virus de un profesional de la odontología a un paciente», cuenta Hill. «Así que creo que, como dentistas, algo debemos de estar haciendo bien».
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.