Los preciados fósiles de primates descubiertos en un vertedero de Cataluña

A medida que el vertedero de Can Mata se expande, los paleontólogos están descubriendo los huesos de especies antiguas que fueron las precursoras de los simios y de nuestra especie.

Por Jennifer Pinkowski
Publicado 1 mar 2021, 12:34 CET
Fotografía del vertedero de Can Mata

El vertedero de Can Mata es uno de los vertederos más grandes de España. Desde el 2002, un equipo de paleontólogos del Instituto Catalán de Paleontología Miquel Crusafont (ICP), en Barcelona, ha descubierto unos 70 000 fósiles de este periodo, cuando el clima neotropical de la región estaba volviéndose más árido.

Fotografía de Paolo Verzone, National Geographic

Hay pocos lugares menos agradables que un vertedero en una noche fría. Pero ahí estaba el paleontólogo Josep Robles en diciembre del 2019, buscando pistas de la historia de la evolución humana.

Durante gran parte de los meses anteriores, había pasado varias noches cada semana en el vertedero de Can Mata, el más grande de Cataluña. Siete días a la semana, 24 horas al día, las excavadoras hundían sus garras metálicas en la tierra para crear un hoyo más donde tirar la basura de Barcelona y sus alrededores. Robles era uno de los tres paleontólogos en rotación que vigilaban las toneladas de tierra parda rojiza desplazada por las excavadoras.

Durante el día, el aroma empalagoso de la podredumbre atraía a bandadas de gaviotas; a cada paso ascendían pequeñas nubes de tierra, tan suave y fina como el azúcar en polvo. Por la noche, Robles se ponía varias capas de ropa y se ataba una linterna frontal al casco. Cuando veía una masa con potencial, hacía señas al operador de la excavadora para que parara mientras investigaba el objeto de cerca. Si parecía prometedor, lo cubría con una lámina de papel de plata que capturaba la luz para excavar una vez saliera el sol. Después retrocedía, daba el visto bueno y el rugido mecánico de la excavadora volvía a empezar.

La tierra de Can Mata alberga una amplia variedad de fósiles que abarcan más de un millón y medio de años del Mioceno medio, hace entre 12,5 y 11 millones de años. Desde el 2002, Robles y otros paleontólogos del Instituto de Paleontología Catalán Miquel Crusafont (ICP), ubicado en la Universidad Autónoma de Barcelona, han descubierto más de 70 000 fósiles de este periodo, cuando el clima neotropical de la región estaba volviéndose más árido. Reconstruir su evolución ambiental podría aportar información sobre el cambio climático regional actual.

Entre los hallazgos más importantes figuran fósiles de especies de primates que no se han encontrado en ninguna otra parte. Estos son hominoides ancestrales: los precursores de los hilobátidos, como los gibones y los siamangs, y los grandes simios, como los orangutanes, los gorilas, los chimpancés y nosotros. Se trata de huesos raros que ayudan a completar la información sobre un periodo de nuestro pasado lejano que, en muchos sentidos, sigue siendo un misterio.

Pero aunque los paleontólogos creen que el vertedero es prometedor, los vecinos están hartos de Can Mata, de su hedor, de la procesión infinita de camiones de la basura y sus gases de escape y de su expansión en curso. Los municipios cercanos han formado comisiones de seguimiento y presentado quejas. En el otoño del 2019, mientras Robles y sus colegas vigilaban las excavadoras, cientos de manifestantes se congregaron a la entrada del vertedero con pancartas que decían en catalán: Prou pudors. Tanquem l’abocador. Volem respirar en pau. «Basta de malos olores. Cierren el vertedero. Queremos respirar en paz».

La expansión del vertedero ha estado en pausa desde diciembre del 2020, pero la empresa de gestión de residuos pretende reanudar las excavaciones en la primavera del 2021. Si a la larga lo cerrarán es una pregunta abierta. De hacerlo, los paleontólogos también tendrían que dejar de visitarlo. Solo se les permite acceder al lugar cuando el vertedero se expande.

«Si dejaran de excavar, tendríamos que dejar de vigilar la actividad», afirma David Alba, director del ICP. «Aunque probablemente seguiríamos explorando la zona de vez en cuando, nunca recuperaríamos tantos fósiles como cuando construyen el vertedero. Entiendo que a nadie le gusta tener un vertedero cerca, pero desde el punto de vista del patrimonio paleontológico, el vertedero contribuye enormemente a la ciencia».

De vertedero a mina de oro

Can Mata, ubicado a casi 50 kilómetros de Barcelona, acabó en el mapa de los fósiles a finales de la década de 1940 cuando Miquel Crusafont, homónimo del ICP, descubrió la mandíbula y los dientes de un gran simio del Mioceno en el lugar. Los hallazgos subsiguientes ayudaron a que se estableciera como yacimiento paleontológico documentado y, más adelante, protegido. A pesar de su condición, también ha funcionado legalmente como vertedero desde mediados de la década de 1980. (Los vecinos empezaron a utilizarlo como vertedero informal en la década de 1970.)

A principios de la década del 2000, cuando Cespa Gestión de Residuos quiso excavar nuevas celdas de al menos 45 metros de profundidad para contener la basura, de acuerdo con la Ley del Patrimonio Histórico Español, la empresa estaba obligada a garantizar que sus máquinas no aplastaran los fósiles enterrados bajo los montones de basura. Por eso contrataron a los paleontólogos del ICP para supervisar las excavaciones y los científicos aprovecharon la oportunidad de acceder a sus profundidades.

“Desde el punto de vista del patrimonio paleontológico, el vertedero contribuye enormemente a la ciencia.”

por DAVID ALBAMIQUEL CRUSAFONT, INSTITUTO CATALÁN DE PALEONTOLOGÍA

En el 2002, los paleontólogos del ICP Isaac Casanovas-Vilar, Jordi Galindo y Alba —que entonces era estudiante de doctorado— empezaron a supervisar las excavaciones en Can Mata. Tres semanas después de comenzar, desenterraron el diente de un dinoterio, un pariente enorme de los elefantes con colmillos curvados hacia abajo. Tras investigar el lugar más minuciosamente, también hallaron el fragmento del hueso de un dedo.

«Fue como, anda, esto se parece a un primate», recuerda Alba.

Corrió hasta su coche para coger un molde de la mano del simio extinto Hispanopithecus, que se había descubierto en un valle cercano. Compararon ambos, pero no estaban seguros de qué habían encontrado. A continuación, hallaron tres fragmentos de un canino, que Alba pegó, y un conjunto de fragmentos óseos frágiles esparcidos cerca de un bloque de sedimento. Cámara en mano, Alba se tumbó boca abajo para poder observar mejor la parte inferior del bloque.

Lo que encontró le impactó: estaba mirando fijamente una cara antigua.

«Los tres, muy nerviosos —casi no hablábamos— le dimos la vuelta», cuenta. «Y ahí estaba la cara del Pierolapithecus, mirándonos. Fue uno de los mejores momentos de mi vida».

Finalmente, llamaron Pierolapithecus catalaunicus, apodado Pau, a la nueva especie de gran simio que habían descubierto. Con unos 12 millones de años, es uno de los esqueletos de primate más completos del Mioceno que se han descubierto. El fósil transformó Can Mata de un vertedero en una mina de oro.

Pandas gigantes y ardillas voladoras

En los 13 años que los paleontólogos del ICP llevan trabajando en el yacimiento, han desenterrado más de 75 especies de mamíferos, entre ellas caballos, rinocerontes, ciervos, proboscídeos (parientes de los elefantes), un antepasado del panda gigante y la ardilla voladora más antigua del mundo. También ha habido muchos roedores, aves, anfibios y reptiles. Hasta la fecha, han documentado más de 70 000 fósiles en 260 zonas.

Un hallazgo reciente es un Chalicotherium, un ungulado alto de garras largas que parece un cruce entre un perezoso gigante, un oso, un caballo y un gorila. Otro es un falso diente de sable —llamado así porque no es un félido real—, la familia de animales que incluye a leones y tigres; pertenecía a una familia de carnívoros que divergió de los ancestros de los félidos hace unos 40 millones de años. Había muerto joven, ya que sus dientes adultos solo habían empezado a desplazar los de leche.

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    Los fósiles datan de un importante periodo de transición del Mioceno medio al inferior, cuando las selvas subtropicales de la región estaban volviéndose más áridas y los pastizales empezaron a dominar por primera vez. Los científicos están utilizando estos hallazgos para reconstruir los cambios ambientales de Can Mata a lo largo de casi un millón de años, en intervalos de tiempo de 100 000 años. Esta resolución es posible porque Can Mata tiene un registro geológico largo y continuo. «Tiene varios cientos de metros de sedimentos, todos con fósiles», afirma Casanovas-Vilar.

    Un método de análisis consiste en simplemente contar la abundancia cambiante de animales con el paso del tiempo. Otro consiste en estudiar los isótopos de carbono y oxígeno hallados en los fósiles. El carbono revela qué comían los animales, entre ellos los carnívoros, que retienen el carbono de la dieta de sus presas. El oxígeno muestra qué bebían o, en los animales más pequeños, qué había en el agua que absorbían al consumir plantas. Ambos ayudan a reconstruir las temperaturas y niveles de precipitación antiguos en Can Mata.

    Aunque esta labor solo acaba de comenzar, los investigadores esperan sacar a la luz las repercusiones locales del cambio climático global, tanto en el pasado como en el presente.

    «A esta resolución, podemos determinar que las perturbaciones climáticas empiezan antes de que el ecosistema empiece a cambiar o a colapsar», afirma Casanovas-Vilar. «Los ecosistemas pueden tolerar cambios durante un tiempo, pero ¿cuánto tiempo? Esa es una pregunta que intentaremos responder en este entorno y época particulares... que podría estar relacionada con el cambio climático existente, la conservación de especies y las políticas de conservación».

    En busca de nuestros orígenes

    Las revelaciones más tentadoras se han derivado del conjunto de fósiles de primates del yacimiento. Cada nueva pista fósil nos ayuda a desentrañar algunos de los misterios más profundos de nuestra especie: ¿Qué somos? ¿De dónde venimos? ¿Y cuándo empezamos a existir?

    «Comprender el origen y la evolución de los grandes simios es importante para entender cómo evolucionaron los homininos», afirma Alba. Los homininos son un taxón que surgió después de que los humanos se separaran de los chimpancés, hace seis o siete millones de años. «[Los simios] no surgieron de la nada. Así que necesitamos saber de dónde evolucionaron».

    En el Mioceno medio, había decenas de hominoides, los precursores de los simios. La mayoría vivió en África, pero hace 12,5 millones de años también aparecen en Asia y, en menor medida, Europa.

    Por eso el equipo de Can Mata se sintió entusiasmado cuando encontró un nuevo hominoide en el 2004, al que llamaron Anoiapithecus brevirostris y que data de hace unos 12 millones de años.

    Aunque la mayoría de las caras de los primates son protuberantes, la del fósil macho, apodado Lluc («el que ilumina»), era intrigantemente plana, tanto que parecía casi similar a los rostros de nuestro género, Homo. Los investigadores propusieron que este era el resultado de la evolución convergente, en la que se desarrollan características similares en organismos no relacionados o con lazos distantes.

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    Entonces, en el 2011, encontraron el fósil de un Pliobates cataloniae hembra, apodado Laia. Esta nueva especie vivió hace unos 11,6 millones de años, casi medio millón de años después que Pau. Aunque era diminuta y pesaba casi lo mismo que un gato doméstico, sorprendió a los paleontólogos con una serie de rasgos similares a los de los grandes simios.

    «Can Mata nos ha permitido demostrar que en aquel periodo los primates eran mucho más diversos de lo pensado», afirma Alba. Esa diversidad ha sido respaldada por descubrimientos recientes de hominoides en otras partes de Europa, como el Danuvius guggenmosi de 11,6 millones de años desenterrado en Alemania en el 2015 y la pelvis de un Rudapithecus hungaricus de 10 millones de años, una especie descubierta en Hungría en 1967.

    «Can Mata es una de las zonas clave de Europa», afirma Madelaine Böhme, paleontóloga de la Universidad de Tubinga que dirigió el equipo que descubrió los fósiles de Alemania. «Fue la zona clave antes del descubrimiento del Danuvius».

    Los últimos ancestros comunes

    Resulta intrigante que algunos de los fósiles de primates de Can Mata muestren evidencias muy antiguas de una característica que es única entre los simios: un plan corporal ortógrado —o erguido— en el que un animal tiene el torso en vertical.

    «Esto no debe confundirse con bipedismo», señala Alba. «Algunas personas utilizan erguido para decir bípedo. Eso es incorrecto». El plan corporal ortógrado permite la escalada vertical, suspenderse de las ramas, saltar de árbol en árbol y, a veces, caminar sobre dos pies. Aunque algunos de estos comportamientos evolucionaron de forma independiente en varias ocasiones, el plan corporal ortógrado podría haber evolucionado una sola vez, o quizá dos.

    Por eso el Pierolapithecus, la cara que sobresalía entre la tierra en el 2002, es tan importante, indica Alba. «Es el primer fósil inequívoco que muestra un plan corporal ortógrado», afirma. «Es la indicación más antigua de que el ortogradismo ya había evolucionado hace 12 millones de años».

    Como su plan corporal es único entre los simios y el Pierolapithecus es el ejemplo más antiguo de ella, el último ancestro común de todos los homininos podría haber sido ortógrado, explica Alba. De ser así, podría ofrecer una pista de lo que otorgó a determinados primates una ventaja evolutiva. Sin embargo, el «último ancestro común» es una figura esquiva en la paleoantropología. Se han teorizado muchos, entre ellos el fósil del Danuvius alemán y una cría de primate de 13 millones de años hallada en Kenia en el 2014.

    «Los ancestros siempre son hipotéticos, en el sentido de que es muy difícil poder demostrar que una especie fósil en particular era ancestral utilizando métodos de reconstrucción filogenética», señala Alba. «En este caso, lo que importa no es cuál es el primer miembro de este grupo, sino cuál está más cerca del último ancestro común antes de la división [de los grandes simios]».

    Ahora, la gran pregunta es si será posible seguir excavando en las próximas décadas, teniendo en cuenta las protestas contra la expansión del vertedero. 

    Sea como fuere, los científicos tienen mucho trabajo por delante con los fósiles que ya han desenterrado. Solo han preparado, limpiado los sedimentos y preservado químicamente el 20 por ciento de sus hallazgos. Gracias al aumento de la plantilla, el ritmo de la preparación se ha acelerado en el último año, así que quizá haya nuevos descubrimientos en el horizonte. Miles más están envueltos en papel marrón y film plástico en almacenes subterráneos. Cada paquete, numerado y etiquetado, aguarda a que un investigador curioso lo desenvuelva. Algunos llevan esperando casi 20 años.

    «Esto es algo para las próximas tres o cuatro generaciones de paleontólogos», afirma Alba. «Estoy seguro de que hay fósiles interesantes escondidos aquí».

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

    Lee Berger

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