Por qué necesitamos dosis de refuerzo contra las variantes para poner fin a la pandemia

A medida que las variantes se propagan, los científicos contraatacan. La buena noticia es que la COVID-19 podría tener un número limitado de mutaciones peligrosas.

Por Linda Marsa
Publicado 8 abr 2021, 13:20 CEST
Imagen de una trabajadora sanitaria haciendo un cribado de síntomas de COVID-19

Una trabajadora sanitaria hace un cribado de síntomas de COVID-19 en el Hospital de Tembisa en Tembisa, Sudáfrica.

Fotografía de Guillem Sartorio, AFP via Getty Images

A medida que el coronavirus muta y evoluciona, las armas empleadas para combatirlo también deben hacerlo. Con ese fin, los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos (NIH, por sus siglas en inglés) han empezado a probar dosis de refuerzo diseñadas para combatir una nueva variante del virus causante de la COVID-19. La cepa conocida como B.1.351, que se detectó por primera vez en Sudáfrica, es de especial preocupación porque, al igual que otras variantes, parece propagarse con más facilidad que la original. Las investigaciones recientes también sugieren que puede evadir las protecciones inmunitarias generadas por las vacunas o las infecciones naturales de COVID-19.

Para adelantarse al virus, el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (NIAID, por sus siglas en inglés) está colaborando con Moderna, empresa con sede en Massachusetts, para probar una versión modificada de su vacuna. Esta se ha readaptado con instrucciones genéticas que hacen que el sistema inmunitario reconozca y ataque la variante sudafricana. El nuevo ensayo de fase I, en el que participan 210 adultos sanos, demostrará si esta dosis de refuerzo es segura y eficaz.

«Las mutaciones están en el lugar adecuado de la superficie de la proteína viral y hacen que algunos anticuerpos no “vean” esa proteína», afirma John Mascola, director del centro de investigación de vacunas del NIAID. «Están llevándose a cabo estos estudios para responder a la pregunta de si una vacuna de refuerzo inducirá una respuesta inmunitaria más amplia».

La candidata a vacuna de refuerzo de Moderna es diferente a la vacuna autorizada. En lugar de proporcionar instrucciones para fabricar la proteína de la espícula que estaba presente en la cepa original del SARS-CoV-2, da instrucciones para producir una proteína de la espícula que incorpora las mutaciones presentes en la B.1.351. De esta forma, el sistema inmunitario cuenta con una «vista previa» de esta variante sudafricana.

Al igual que Moderna y los NIH, Pfizer y BioNTech están explorando la posibilidad de vacunas adaptadas a las variantes. Pero también tienen una segunda estrategia en mente: simplemente administrar una tercera dosis de su vacuna original, algo ya autorizado por la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos. La hipótesis es que una dosis adicional podría generar una ráfaga de anticuerpos aún mayor que dejaría esas cepas desarmadas.

Las dosis de refuerzo forman parte de una estrategia más exhaustiva para mitigar las repercusiones de las cepas mutantes. En febrero, el gobierno de Biden destinó 200 millones de dólares a aumentar la vigilancia y costear un sistema de alerta temprana que secuenciará muestras del SARS-CoV-2 en todo el país para identificar y rastrear mejor las variantes emergentes. Esta iniciativa será coordinada por un Grupo Interagencia SARS-CoV-2, dentro del Departamento de Salud y Servicios Humanos. La meta del proyecto es supervisar y caracterizar las «variantes preocupantes» que representan las mayores amenazas porque son más contagiosas, mortales o capaces de evadir los mecanismos de protección del cuerpo.

La evolución en tiempo real

La gran escala de la pandemia, que en gran medida sigue descontrolada, significa que el virus tiene miles de millones de anfitriones y, por consiguiente, billones de oportunidades de reproducirse y mutar.

En teoría, esto podría traducirse en una cantidad infinita de variantes, algunas de las cuales proporcionarán al virus una ventaja selectiva, por lo que serán casi imposibles de contrarrestar, como el juego del Guacamole. Ahora parece que existe más de una docena de versiones diferentes, no solo en el Reino Unido, Sudáfrica, Brasil y la India, sino también en los estados de California, Oregón y Nueva York.

La mayoría de las variantes no son motivo de preocupación, ya que sus mutaciones son puntuales y desaparecen porque no dan ninguna ventaja al virus. Las autoridades de salud pública solo se preocupan cuando la cepa es más contagiosa, nos enferma más o permite que el virus eluda nuestra respuesta inmunitaria. Por desgracia, estos factores describen las variantes que circulan ahora en Estados Unidos.

«Lo que vemos es la evolución de un virus en hipervelocidad en tiempo real», afirma Gregory Poland, experto en enfermedades infecciosas y director del Grupo de Investigación de Vacunas de la Clínica Mayo en Rochester, Minnesota. «La mayoría de las mutaciones hacen que el virus sea menos apto para sobrevivir e infectar. Pero la selección natural favorecerá las mutaciones que sean beneficiosas para el virus».

La cepa B.1.1.7, por ejemplo, que se detectó en diciembre de 2020 y azotó el Reino Unido, es mucho más contagiosa y letal que el virus original. Ahora está propagándose rápidamente por toda Europa continental y se prevé que se convertirá en la cepa dominante en Estados Unidos. La cepa sudafricana, que apareció en octubre y ya se ha detectado en al menos 25 estados y la P.1, la variante que afectó a Brasil y llegó a Estados Unidos en enero de 2021, podrían reinfectar a las personas que ya han tenido la COVID-19 o que están vacunadas, porque estas variantes contienen una mutación que permite que esquiven los anticuerpos liberados por el sistema inmunitario para defenderse de los intrusos.

Los científicos denominan los cambios que permiten que los virus eludan los anticuerpos mutaciones resistentes. Ocurren cuando el virus afronta presiones de selección natural. Los virus que son capaces de seguir infectando células y reproduciéndose son aquellos que contienen características que les permiten evadir los anticuerpos. Ahora mismo, la mutación que más preocupa a los científicos se llama E484K, que consideran la principal culpable de las maniobras evasivas del virus.

Esta mutación cambia la forma de la proteína de la espícula que decora la superficie del coronavirus; normalmente, este virus utiliza la espícula para fijarse a los receptores de la superficie de las células humanas y entrar en ellas. El arsenal de vacunas actual estimula la producción de anticuerpos que se fijan a la proteína de la espícula original e impiden que entre en la célula humana.

Con todo, todavía hay muchas incógnitas. Por ejemplo, los científicos no saben con qué rapidez muta el SARS-CoV-2. Esto importa porque, cada vez que hay una mutación, podría disminuir la eficacia de las vacunas autorizadas que combaten el virus de la COVID-19 original.

Esto difiere bastante del caso del virus del sarampión. Cuando muta, la nueva cepa aún es incapaz de evadir los anticuerpos neutralizantes de las vacunas. Por eso no necesitamos una dosis de refuerzo cada año ni un cambio de la formulación. «La vacuna contra el sarampión se introdujo en 1963 y hoy en día utilizamos prácticamente la misma vacuna», afirma Cody Meissner, jefe de enfermedades infecciosas pediátricas en el Hospital Infantil Tufts, en Boston. «Pero en el caso de la gripe, hay nuevas cepas que necesitan nuevas vacunas cada año. No sabemos dónde va a situarse la COVID-19 entre estos dos extremos. Por eso la gente está explorando todos estos enfoques diferentes. Simplemente no lo sabemos».

La evolución convergente es una buena noticia

Aunque según estudios preliminares puede parecer que el mundo estará jugando al pillapilla con este virus para siempre, investigaciones recientes sugieren que las noticias no son tan malas. Cada vez más pruebas indican que la mayoría de las variantes preocupantes contienen determinados rasgos o mutaciones comunes. Por ejemplo, la variante sudafricana, la cepa P.1 de Brasil y la cepa B.1.1.7 que está desbordando Europa contienen la mutación E484K.

En realidad, es algo bueno. Los científicos denominan esto evolución convergente, un fenómeno que ocurre cuando aparece la misma mutación de forma independiente con el paso del tiempo en distintas partes del mundo porque es una adaptación que contribuye a la transmisión y la reproducción viral. «Si se analiza la mutación que da más capacidad al virus, vemos la misma mutación en la variante sudafricana y la variante brasileña», afirma Alessandro Sette, inmunólogo en el Instituto de Inmunología de La Jolla. «Esto es importante porque, en dos momentos en el tiempo, en dos continentes diferentes, esa variante mala tiene la misma mutación. En otras palabras, el virus tiene un repertorio limitado para ser malo».

Que tenga pocos trucos bajo la manga sugiere que readaptar las vacunas con nuevas instrucciones genéticas que codifiquen mutaciones específicas podría combatir de forma eficaz varias variantes preocupantes al mismo tiempo.

Aunque los anticuerpos suscitados por la vacuna no fueran capaces de neutralizar totalmente la variante de Sudáfrica, no está todo perdido. En ensayos clínicos en Sudáfrica, donde es prevalente esta variante, aunque una vacuna era menos eficaz a la hora de parar la infección, sí tenía una eficacia del 100 por 100 en la prevención de la muerte y la hospitalización. Esto se debe a que la cantidad de anticuerpos neutralizantes estimulados por las vacunas bastaba para compensar la pérdida de eficacia. «La muralla seguía ahí», afirma Sette. «Simplemente no mantenía al virus a raya de forma tan eficaz».

¿Linfocitos T citotóxicos al rescate?

Mientras aumenta la preocupación por las variantes, es fundamental recordar que las vacunas y los anticuerpos no son la única defensa. Las personas que ya se hayan infectado o estén vacunadas tienen otro aliado si el virus o una nueva variante las reinfecta. Los denominados linfocitos T citotóxicos del sistema inmunitario pueden entrar en acción si el virus abruma a los anticuerpos. Los linfocitos T reconocen y destruyen las células infectadas. «Si se traspasa la pared y el virus entra en la célula, los linfocitos T citotóxicos son importantes para controlar y eliminar la infección», explica Sette.

En un estudio publicado a finales de marzo, investigadores de los NIH analizaron muestras de glóbulos sanguíneos de 30 personas que se habían recuperado de la COVID-19 antes de la aparición de las variantes. Cuando expusieron un tipo de linfocitos T de estas muestras a las variantes, descubrieron que los linfocitos T CD8+ las reconocían todas, incluso la sudafricana. «Las áreas que atacan los linfocitos T no se ven afectadas por las mutaciones en las nuevas variantes», afirma Andrew Redd, científico en plantilla del laboratorio de inmunorregulación del NIAID. En la gran mayoría de los casos, dice, la respuesta de los linfocitos T debería prevenir la enfermedad, aunque el virus sea capaz de esquivar los anticuerpos neutralizantes.

Los NIH esperan completar la selección de voluntarios para los ensayos con las dosis de refuerzo a finales de abril. Como la FDA ha señalado que concederá la aprobación de emergencia a vacunas diseñadas para combatir las vacuna, la nueva dosis podría empezar a distribuirse pronto. Con todo, a pesar de todos estos acontecimientos tranquilizadores, tenemos que permanecer alerta. «Aún nos encontramos en una etapa temprana y si las personas se “cansan” de la COVID por motivos económicos o políticos, es como echar leña al fuego», afirma Gerald Poland de la Clínica Mayo. «Podríamos estar viviendo el comienzo de un aumento exponencial de una variante muy transmisible. Nadie puede predecir qué ocurrirá la semana que viene».

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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